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Chile: Elecciones Presidenciales. Boric, la nueva cepa

Martes, 21 Diciembre 2021 21:40

El pasado domingo 19, el candidato de Apruebo Dignidad, obtuvo un contundente triunfo electoral (55,87% a 44,13%)en una elección que numéricamente se encontraba perdida si se observa los resultados de la primera vuelta. Los acercamientos de los principales personeros y sus tránsfugas de la vieja Concertación, como Ricardo Lagos o Michelle Bachelet , consiguieron moderar las propuestas de gobierno del candidato del árbol prometiendo gradualismo y una política de “grandes acuerdos” volviéndolo un personaje más aceptable para la burguesía y el imperialismo.

Sin embargo, lo significativo de esta victoria del “lápiz bic” no fue su acercamiento al “centro” político, como le llama la prensa burguesa, sino en la afluencia adicional de más de un millón doscientos cuarenta mil votantes que acudieron a las urnas dando un triunfo decisivo revirtiendo los resultados de primera vuelta en la mayoría de las regiones del centro y norte del país con excepción de la región centro sur (Maule, Ñuble, Araucanía). La participación electoral superó al plebiscito por una nueva constitución, siendo el candidato a presidente con mayor caudal de votos en términos absolutos y la elección con mayor participación (55,64 %) en términos relativos bajo el voto voluntario.

Este mar adicional de votantes fue aportado por un importante contingente de jóvenes, de una nueva generación, que se desplazó a votar para conjurar una eventual presidencia de Kast. También el voto femenino fue significativo ante una candidatura oficialista que promovía la eliminación del ministerio de la mujer, la anulación del aborto en tres causales y un discurso moral cristiano centrado al relegamiento de la mujer a la crianza y el trabajo doméstico.

Con distintas expresiones en las principales plazas del país, decenas de miles salieron a festinar, algunos el triunfo y la gran mayoría la derrota del candidato pinochetista. La coalición triunfante montó el escenario en la Alameda a poco más de un kilómetro de Plaza Dignidad, epicentro de la insurrección del 18-O y lugar de disputa, para unos símbolo de la “destrucción violenta” del Chile “modelo”, símbolo de la lucha “por la dignidad” para otros, además de ser el lugar donde se produjeron gran cantidad de asesinatos y mutilaciones durante el “estallido”. Esta distancia también es significativa ya que fue el lugar donde el próximo presidente fue funado por los manifestantes a pocos días de haber firmado el “Acuerdo por la paz y el orden público”.

No podríamos hablar de un voto de “clase” ante la expresión ampliamente heterogénea que ofrece de forma distorsionada las elecciones burguesas. El artificio de la democracia consiste en ofrecer la igualdad del ciudadano individualizado ante el acto del sufragio para encubrir y consolidar su desigualdad social. Por supuesto que para llegar a la papeleta el candidato a “administrar los asunto públicos”, o sea, los negocios de la burguesía, debe haber pasado los filtros de la blancura como lo hizo Boric desde el momento que salvó a Piñera cuando éste se encontraba al borde de su derrocamiento por la huelga general del 12N. Sin embargo en esta distorsión, al igual que en el plebiscito constitucional, se volvió a expresar el triunfo del candidato oficialista en las comunas más ricas del país y, por el contrario, el aumento exponencial de votantes así como el resultado favorable para el candidato opositor se dio en las comunas más pobres.

Y esto es también lo que está leyendo la burguesía del proceso que, pese a haber puesto en marcha una batería de elecciones, de haber descargado los efectos de la crisis y de la pandemia sobre la clase trabajadora y la población, no ha logrado derrotar a las masas y paralizarlas por simple conservadurismo.

El Boric 3 (el del candidato triunfante) prometió un sinnúmero de medidas estatistas para garantizar “derechos sociales”, pensiones dignas, mejores salarios, acceso universal de salud, fin al lucro en educación, respeto a las minorías y diversidades, etc, etc. No tiene sentido ponerse a desembrollar cada una de estas promesas que se contradicen con el Boric 1 o el Boric 2. Antes de subirse al podio de ganador dialogó “civilizada y republicanamente” con Piñera y junto con él recorrió los jardines de la Moneda al día después de bajarse del escenario.

El apoyo social obtenido también refleja amplias expectativas de cambio que chocarán con las tendencias recesivas de la economía mundial y las exigencias de ajuste de la patronal. Boric promete más gasto estatal al tiempo que cumplir con el superávit estructural impuesto por el imperialismo; promete mejores salarios y también que se amoldará a la reducción del presupuesto del año entrante; que volverá el acceso a la salud universal pero sin tocar las ganancias de clínicas y laboratorios; que retirará las querellas de seguridad del Estado contra los presos pero que no indultará a saqueadores de supermercados o incineradores de iglesias; que no “violará los derechos humanos” pero “respaldará a carabineros y aumentará su dotación y presupuesto”. Así va perfilando en su práctica de equilibrista propia del bonapartismo pequeñoburgues que oscila para sostener el aparato de estado y la dominación imperialista.

Dado el “equilibrio” parlamentario entre oficialismo y oposición, sus promesas de ir “peldaño a peldaño” por el camino de los acuerdos en la ya conocida práctica concertacionista de “en la medida de lo posible”, ante la agudización de las contradicciones sociales y económicas, preanuncian llamados reiterados a sus votantes a defender su gobierno, a defender su democracia, a que "la esperanza le gane al miedo" una vez más, y a aceptar los ataque burgueses, eso sí… con gradualidad. Así se reiterará la épica de la “lucha contra el fascismo”, la que quedó desdibujada en la civilizada última recta electoral, ante la consolidación de una degradada pero no derrotada derecha dura.

Hay quienes plantean que el actual gobierno es el de la versión chilena del Podemos español o del Syriza griego, preanunciando correctamente su descomposición. Si bien el Frente Amplio cumple cabalmente con estas características de fenómenos políticos transitorios de carácter pequeñoburgués, no se tiene en consideración que la reanimación del FA (casi desintegrado en la víspera de la elección constituyente) se dá en un proceso posterior a una semiinsurrección de fuerzas elementales con tendencias a la huelga general. Por ello el triunfo del Boric para la burguesía significa también terminar de cerrar, de liquidar un proceso, al tiempo que buscan los resquicios para reformar el estado semicolonial, para que éste sea más asequible para las masas. Repitiendo frases de Alwin en el inicio de la transición, los llamados a la unidad nacional de los “compatriotas” se configuran en los intentos de la burguesía de establecer un nuevo “pacto social”, una suerte de ensayo para imponer una nueva relación entre el capital y el trabajo.

De acá al 11 de marzo se procederá al cuoteo político del botín de cargos y ministerios estatales, pero también para dar señales de tranquilidad a la patronal y al mismo tiempo a las expectativas sociales. Probablemente veremos en los ministerios de hacienda o economía a personeros de la vieja concertación y a uno que otro “progresista” de la coalición en los ministerios sociales.

Parte de la afluencia masiva a la votación se debe a que Kast representaba nítidamente a la derecha pinochetista, algo sensible para la población, al mismo tiempo que la continuidad, en una versión descarnada, del actual gobierno de Piñera.

Decenas de agrupamientos “populares”, de izquierda y hasta revolucionarios le dieron el apoyo a Boric e impulsaron su campaña. Algunos para enfrentar el “fascismo” con el “lápiz bic”, otros argumentando conseguir más tiempo para organizarnos. Sin embargo en este apoyo y fugaz triunfo pírrico en la democracia para ricos, también se contiene el programa estatista de una fracción patronal que puja por un recambio generacional del personal político burgués que “refresque” un régimen semicolonial en descomposición.

La tarea de luchar por la independencia política de la clase trabajadora, es una tarea de elaboración programática claro está, pero significa al mismo tiempo aportar claridad absoluta a los elementos más avanzados de nuestra clase y de las nuevas generaciones para una lucha sin cuartel contra el capitalismo. La construcción del partido de la revolución socialista, es una tarea internacional, y a la vez imposible de realizar diluyéndose en frentes y experimentos políticos que apuntan a remendar lo que está caduco. La militancia por poner en pie a la clase obrera está en el corazón del objetivo de los revolucionarios. Aggiornarse a los programas estatistas del reformismo, de alguna que otra variante patronal, o embellecer las instituciones transitorias de la democracia burguesa (CC), no sólo se separa años luz de esta tarea sino que abiertamente la traiciona. La lucha porque la clase obrera tome el poder es el desafío nodal de un programa de transición.

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