TLC EU-Mercosur: Un acuerdo de coloniaje en el Siglo 21

Quarta, 03 Julho 2019 18:57

 

El último fin de semana de junio, en el marco de la reunión del G20, se anunció con bombos y platillos la firma de un Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, luego de 20 años de negociaciones. Claramente este es un intento del imperialismo europeo para encontrar una salida económica en medio de la crisis capitalista y de la guerra comercial entre EE.UU. y China, que está afectando la economía de la región. En primer lugar, hay que decir que es un acuerdo entre un bloque imperialista que se encuentra en una crisis histórica irreversible y un bloque semicolonial que nunca funcionó como quisieron sus mentores. Además, por ahora es más parafernalia que avances concretos. Si bien los gobiernos sudamericanos, al menos los de los dos principales socios del Mercosur, Argentina y Brasil, están vendiendo los recursos naturales y el mercado regional al mejor postor, no será tan fácil que éste se apruebe en la UE. Por un lado, porque los Estados miembros lo deben analizar y hacer aprobar en sus respectivos parlamentos y esto puede tomar años. Por el otro lado, porque inmediatamente se hicieron sentir fuertes críticas de varios sectores económicos y políticos en los diferentes países, ya que favorecería a ciertas ramas de las economías en detrimento de otras. Lo que es seguro es que serán los trabajadores lo que recibirán la factura por el banquete.

 

Promesas de un lado, promesas del otro

Los gobiernos de Argentina y Brasil, que vienen desarrollando una línea de sumisión al imperialismo asociada a los sectores monopolistas, anunciaron esto como un logro enorme y los empresarios agrícolas se mostraron exultantes con la firma del tratado. Por ejemplo, Gustavo Grobocopatel, referente del agronegocio a nivel regional, festejó la hazaña con resonantes declaraciones: “Hay que permitir que haya sectores que desaparezcan”. Y nos iluminó sobre cuál es la clave para sacar provecho al acuerdo: “ser competitivos”. Le secundan las ocho instituciones de criadores de ganado bovino más importantes de Argentina, quienes mostraron un firme apoyo a la iniciativa. En contrapartida, los industriales se mostraron reservados: tienen que considerar si realmente pueden competir con la industria europea. La promesa de competitividad ha sido reflotada por el ministro de producción y trabajo argentino, Dante Sica, quien plantea que para lograr la meta se necesitan reformas estructurales profundas. Esto bien puede traducirse en avanzar con la reforma laboral en Argentina y la jubilatoria en Brasil, flexibilizar (aún más) el trabajo en el ámbito de todos los países miembro, atacar a las organizaciones sindicales y bajar los salarios reales, aumentando la explotación de los trabajadores de todas las ramas.

En Europa tampoco se hicieron esperar las repercusiones. En Alemania hubo sonrisas y quejas. Los industriales imperialistas prometen “bienestar y empleos”, mientras calculan que se van a ahorrar 4 billones de euros en impuestos con la baja de imposiciones aduaneras para introducir productos como autos (ahora paga 35% de impuestos), maquinaria (14 a 20%) y vino (27%). Obviamente el presidente de la Comisión Europea, J.C. Juncker, habló de un acuerdo en el que todos ganan, pero los únicos que están “muy contentos” son los miembros de la Cámara Alemana de la Industria y el Comercio, sobretodo la industria automotriz. Actualmente Argentina y Brasil tienen aranceles externos sobre las importaciones de automóviles, por lo tanto, las exportaciones de Europa al Mercosur con 78.000 unidades en 2018 han sido hasta ahora muy bajas. Desde la Cámara Automotriz Alemana esperan que con el acuerdo esto cambie. Si bien prometen seguir desarrollando las más de 140 terminales de producción de autos y autopartes en Sudamérica, apuestan a poder exportar autos terminados. A las antípodas de la visión optimista se encuentran las asociaciones de productores agrícolas de Alemania y Francia. La Asociación de Ruralistas alemana ya está reclamando que el acuerdo pone en peligro a muchas empresas familiares que trabajan bajo los más altos estándares europeos. Más vehementes fueron las asociaciones francesas, quienes denuncian una competencia desleal con las posibilidades de ingreso de carnes, azúcar y aves de corral de cientos de toneladas desde Sudamérica. Para estos sectores el acuerdo es totalmente inaceptable. Macron, cuyo gobierno está siendo fuertemente cuestionado y que aun no puede saldar la crisis que se abrió con la irrupción del movimiento de los “chalecos amarillos”, ha debido salir a declarar que Francia aún no está en condiciones de aceptar el tratado. Un sector político de peso en Europa que también ha rechazado totalmente este acuerdo son los Verdes, que vienen conquistando importante influencia en la superestructura de la UE y recientemente han ganado nuevos parlamentarios. Su argumento es que la agricultura en Sudamérica no respeta los estándares de economía verde por los que han luchado en el viejo continente. La deforestación y el uso masivo de pesticidas en el agro del Mercosur preocupan a los lobbistas ecológicos.

 

Un chantaje a los trabajadores

Los gobiernos que alentaron la firma del TLC prometen que es bueno para el desarrollo económico y el empleo. En realidad, pondrá a competir a los trabajadores de una región contra los de otra. El chantaje de las patronales pasará por la “necesidad de bajar costos laborales” para competir con las importaciones. Así, presionarán con baja de las condiciones de trabajo a cambio de no despedir. En Argentina ya hemos visto ejemplos de este apriete con los Preventivos de Crisis que varias empresas como Coca Cola, el grupo Madanas y otras presentaron en lo que va de 2019. De la misma manera, en Europa los patrones apelan a estos métodos. La pérdida de puestos de trabajo por la crisis preocupa a enormes sectores en ambas regiones, pero lamentablemente esta preocupación es usada por distintas fracciones de la burguesía para enfrentarnos con nuestros hermanos de clase en pos de promesas vacías. Así como en Argentina y Brasil los bonapartismos sui generis se disputan el apoyo de sectores del proletariado, atándolos a intereses de clases enemigas; en Europa los intentan seducir con ideas nacionalistas que los Estados imperialistas utilizarán para justificar el saqueo a las semicolonias. Los que recetan proteccionismo y cerrar las economías se deben enfrentar a la falta de financiamiento y a la pérdida de mercados para exportar...

 

Por un programa internacionalista y revolucionario

El proletariado sudamericano y europeo tiene un interés de clase común, que es la liberación de la sociedad de la explotación capitalista. La metáfora de la “sábana corta” que usan los gobiernos capitalistas para favorecer a ciertos sectores en detrimento de otros es la expresión más cínica de la anarquía que reina en la economía. Y siempre los perjudicados son los trabajadores. En los países imperialistas europeos es fundamental que el proletariado enfrente a sus propios Estados que someten a los trabajadores en las semicolonias. Y en los países semicoloniales, debemos enfrentar a las sub-burguesías que nos someten a los dictados del capital imperialista y nacional. Es una tarea de primer orden que los proletariados europeo y sudamericano enfrenten este acuerdo y así preparen las condiciones revolucionarias para derrotar a sus propios Estados. Hay que romper con las corrientes patronales y sus agentes en nuestras propias filas para imponer la más férrea unidad internacionalista del proletariado. Esto implica organizar a la vanguardia obrera y recuperar a los sindicatos de las manos de las burocracias que sostienen a los Estados capitalistas, en pos de un programa obrero, que por esencia es internacionalista. Debemos comenzar desde ahora a sentar las bases de esta unidad internacional, comenzando con iniciativas como acciones conjuntas contra las patronales multinacionales que nos explotan tanto en Europa como en Sudamérica. Para ir preparando las condiciones revolucionarias que nos permitan avanzar en la expropiación de los patrones, superando los límites de las fronteras nacionales que impone el capital. Es tarea del proletariado europeo destruir la UE imperialista para construir la Federación de Estados Unidos Socialistas de Europa; así como es tarea del proletariado sudamericano poner en pie una Federación de Estados Unidos Socialista de América Latina. Estas tareas requieren de una dirección revolucionaria firme, que agrupe a la vanguardia más consciente del proletariado internacional, lo cual implica, a su vez, avocarnos a la construcción de las secciones nacionales de la IV Internacional, el partido de la revolución.