TRCI-web

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Las diversas federaciones y sindicatos de la salud anuncian una extensión del paro por mejores condiciones laborales. La medida se suma a la ya tomada la semana pasada que llevó a la paralización de trabajadores de la salud ante las precarias condiciones que les impone el sistema de salud pública, con largas jornadas, no reconocimiento de funciones, etc. Se suma a las movilizaciones realizadas por los TENS, se trata de un sector de trabajadores que ha soportado el peso de la “crisis sanitaria” lo que ha devenido en crisis social y política en el país y el mundo.
El descalabro de los sistemas de salud forma parte del carácter anárquico y explotador del capitalismo, que deja en evidencia que la clase dominante no está interesada en la salud de los explotados, como se muestra en Europa donde ha habido nuevos rebrotes de la Covid 19, y los sistemas de salud se muestran en crisis (como en España, Italia y Francia) como asimismo en Latinoamérica con cifras exponenciales de enfermos y muertos dada la precariedad semicolonial.
Se debe pelear por el fin de los trabajos temporales y precarios, poner fin tercerización, por el pase planta de todos los trabajadores de la salud. Aumento de presupuesto que vaya a salario y condiciones de salud de los trabajadores. Se debe promover la unificación de todos los sindicatos para terminar con la fragmentación de las organizaciones obreras. Recuperar los sindicatos de la salud para ampliar sus funciones y avanzar en imponer el control de los trabajadores del sistema sanitario de conjunto
Estas acciones de lucha pueden ser una importante instancia para impulsar un congreso de delegados de base los delegados de base de hospitales y centros de salud, para discutir un plan de lucha y programa para dar salida a la crisis.

Norteamérica ha votado

La democracia imperialista avanza en su descomposición

 

El martes 3 de noviembre a la noche, los resultados de las elecciones presidencial de EEUU todavía eran poco claros. Sin obtener una victoria aplastante, ni ganar el estado de Florida, los demócratas ya sabían que entraban en el pantano de una elección cuestionada por Trump, que venía preparando el terreno con acusaciones de fraude en el voto por correo desde por lo menos el primer debate. Poco más de una semana después, la estrategia judicial de Trump para impugnar resultados en varios estados viene de fracaso en fracaso, pero no es a nivel legal donde debemos fijar nuestra atención. Biden tiene grandes chances de consagrarse presidente cuando se reúna el colegio electoral a principios de diciembre. Sin embargo, la idea de que ganó con fraude ha calado hondo en un enorme sector de la población y su discurso de sanar las heridas buscando la unidad luego de la polarización extrema que las elecciones reflejaron solo parcialmente no tiene por ahora ninguna perspectiva de asentarse en elementos materiales, algo que solo una salida de la crisis podría brindar.

El sinuoso proceso de crisis política abierto la noche del 3 de noviembre sigue en curso, ya que por el momento la llamada transición está empantanada y Trump y los republicanos no renuncian a desafiar el resultado electoral. Aquí nos limitaremos a señalar algunos elementos de la situación.

 

Trump y el trumpismo no fueron repudiados

Lejos de todos los pronósticos, Trump obtuvo hasta el momento (el conteo continúa en varios Estados) más de 72 millones y medio de votos en la elección. Es el segundo candidato a presidente con más votos de toda la historia, sólo superado por el propio Biden, que obtuvo por ahora más de 77 millones y medio. La diferencia entre ambos es bastante mayor que la que obtuvo Hillary Clinton en relación al propio Trump en 2016, es cierto. Sin embargo, tras casi 4 años en la Casa Blanca, con una política que agitó la polarización política e ideológica, un manejo desastroso de la pandemia y una muy reciente entrada en recesión, Trump conquistó más votos que en 2016 y presenta una base electoral gigantesca que complica las pretensiones de la crema del Partido Republicano (PR o GOP) de ir a un proceso de transición más tranquilo. El trumpsimo no ha sido repudiado en las urnas; por el contrario, ha recibido el apoyo de poco menos de la mitad de la población.

 

El voto masivo señala una crisis de la democracia imperialista

Obviamente, si con semejante cantidad de votos Trump no conquistó la presidencia es porque Biden logró no sólo superarlo en el llamado voto popular, sino que alcanzó diferencias suficientes en los llamados Estados oscilantes (swing states). Esto significa una afluencia masiva de votantes a las urnas, la mayor desde 1908 (participó el 65,7%), considerando los votos hasta ahora contados (participación del 63,9%), pero que podría incluso superarla si se alcanza el 66,5% proyectado. (The Washington Post, 5/11) Cuando Obama fue elegido en medio de la crisis de 2008 con una participación de 61,6% ya habíamos planteado que eso, lejos de mostrar fortaleza de la democracia imperialista, representaba una crisis. Con este nuevo salto en la participación, entra en cuestión la relación de las masas con las instituciones burguesas, en su decadencia, ya que el sistema electoral norteamericano está basado en una democracia de elite. Pero ante el fracaso de esas elites, la irrupción de grandes masas que van a votar genera una contradicción que aún no han logrado solucionar. Esa irrupción en la política desdibuja el rol de las elites organizadas en los dos grandes partidos de la democracia imperialista, el Demócrata y el Republicano, que quedan ambos, luego de cosechar semejantes resultados, en una profunda crisis.

 

Las instituciones de la república pierden sus bases históricas

El desafío que plantea Trump al desconocer los resultados y denunciar el fraude electoral hace crujir la serie de instituciones estatales que conforman la llamada “república” norteamericana. En primer lugar, la relación de la unión federal con los estados y el rol de mediación que juega en las elecciones presidenciales el colegio electoral que elige al presidente. Luego, a nivel federal y en cada estado, el papel de la justicia burguesa y su relación con el resto de los poderes públicos. Llevamos más de una semana de un gobierno en funciones operando sobre estos mecanismos y poniéndolos bajo extrema tensión.

Un sector de los llamados progresistas o socialistas democráticos en EEUU, del cual se hacen eco un numero importantes de variantes del centrismo trotskista, pretenden desarrollar este cuestionamiento en clave de un programa democrático radical, levantando el parlamento unicameral y el fin del colegio electoral para reemplazarlo por el voto directo del presidente. Pero las instituciones políticas son el producto de la historia y en EEUU han servido como un mecanismo estatal para atenuar las contradicciones de clase, en sus laberínticas manifestaciones, como son las tensiones entre el campo y la ciudad, entre diferentes sectores burgueses, y entre éstos y las masas obreras. Luego de la II GM, estas instituciones adquirieron una base de masas más amplia, con la extensión de las políticas del New Deal y la indiscutible hegemonía yanqui en el diseño del equilibrio de la posguerra, basado en su preponderancia en la productividad del trabajo, el fordismo, el dólar, Bretton Woods y sus instituciones como el FMI, el Banco Mundial y la ONU. Quizás estemos asistiendo al choque abierto entre estas instituciones estatales de la principal potencia imperialista, producto de procesos históricos anteriores (independencia, constitución, guerra civil, equilibrio de posguerra), con un desarrollo divergente en las bases de la sociedad y en las contradicciones que en su seno se desarrollan, azuzadas por la irreversible crisis histórica del imperialismo. Si todas estas instituciones funcionaban como un atenuador de las contradicciones sociales, esto estaba basado, como planteaban Lenin y Trotsky, en la posición especial de ciertos países imperialistas en el mercado mundial, esa “grasa” provenía de la expoliación de las colonias, las semicolonias y, más tarde, una relación de tutelaje sobre Europa y Japón. El programa de los revolucionarios no debe orientarse a renovar esas instituciones de la democracia imperialista, lo que además es una utopía desde el punto de vista material e histórico, sino desarrollar esa contradicción entre el desarrollo de la base económica en su dinámica de crisis y la inercia del andamiaje de las superestructuras políticas. Es a partir de estas contradicciones históricas que se producen las revoluciones, los golpes de Estado, las contrarrevoluciones. La tarea es preparar a la vanguardia obrera para ese tipo de desarrollo, oponiendo a las instituciones del Estado imperialista la revolución para destruirlo y la dictadura del proletariado, que plantea una nueva relación con la propiedad socializando los medios de producción.

 

Biden no representa una salida para el imperialismo

Claramente, el proyecto trumpista tenía como eje dar cuenta de esta crisis del equilibrio de posguerra, yendo a un cambio de la orientación imperialista para tomar la iniciativa y trastocar todo aquel andamiaje institucional. Ese proyecto quedó a mitad de camino, ya que Trump modificó varias de aquellas relaciones, pero no consiguió llevarlo hasta el final. La victoria de Biden, además de quedar totalmente cuestionada por la campaña de Trump contra la legitimidad de las elecciones y de la perspectiva de tener el senado en contra (todavía restan definir 2 bancas en Georgia), pone en la Casa Blanca a un gobierno débil también desde el punto de vista de que todas sus propuestas son, por lo menos por el momento, desandar las modificaciones que hizo Trump en 4 años, intentando volver a un statu quo que ya no existe. Ese no es un plan serio de salida a la crisis ni mucho menos. Tener claro que es necesario tener una política más firme hacia China y Rusia para avanzar en la asimilación de los ex Estados obreros no dice mucho si no se responde a la pregunta estratégica que recorre las cabezas imperialistas desde hace por lo menos tres décadas ¿Cómo hacerlo? Por lo pronto, el futuro gobierno de Biden ya ha sido etiquetado por el imperialismo yanqui como un gobierno de transición.

 

La crisis política en EEUU desordena la política mundial

En la coyuntura, lo tortuoso de la transición presidencial a la que le quedan por delante 2 largos meses está profundizando aún más lo que veníamos viendo desde el comienzo de la pandemia y la crisis: al estar el imperialismo yanqui enfrascado en su propia crisis interna, distintos sectores de clase y gobiernos que los representan toman posiciones en el mundo. China avanza en una postura más agresiva (mar de China, conflicto con India, Hong Kong y Taiwán), Turquía desarrolla una agenda propia desafiando a la UE (conflicto con Grecia en el Mediterráneo oriental y Chipre, apoyo a Azerbaiyán en la guerra en Nagorno Karabaj), se producen conflictos importantes intra UE. Existe incluso una preocupación de que Trump tome medidas intempestivas de política internacional en los dos meses que le quedan a su administración. Además de esto, se siguen desarrollando procesos de lucha de masas en varios países del globo, con diferentes contenidos, pero todos bajo la sombra del avance de la crisis mundial y la falta de un norte claro para las diferentes facciones burguesas y pequeñoburguesas.

 

La contención de los movimientos de lucha es solo coyuntural

En cuanto a los movimientos de lucha dentro de los propios EEUU, que pusieron en el tapete todas las contradicciones sociales que se acumulan desde la crisis de 2008 y su grado de profundidad, debemos tener en claro que el desvío hacia las elecciones con la bandera de “sacar a Trump” y el apoyo masivo que los progresistas y el DSA (Democratic Socialists of America) dieron a Biden no significan que estos procesos hayan sido cerrados. Si bien las direcciones de los movimientos probablemente queden cooptadas por el Estado burgués y sus instituciones, las bases históricas y sociales de los mismos siguen sin resolución y podemos prever que explotarán con mayor virulencia, ahora contra un Estado encabezado por los demócratas, cuyo partido ya se vislumbra dividido entre el ala conservadora de la elite política que lo dirige y los sectores que están bajo la presión de los movimientos, como muestra el debate iniciado el día siguiente a la elección sobre la pérdida de sillas en la cámara de representantes (los demócratas mantienen su mayoría, pero con menor margen).

 

La clase obrera sigue actuando diluida

Dos puntos a tener en cuenta en la elección son el apoyo abierto de la burocracia sindical de la AFL-CIO a los demócratas (no es ninguna novedad), pero también de algunos sindicatos que han protagonizado importantes luchas en los últimos años y, por otro lado, tomar nota de que Trump perdió la elección al recuperar los demócratas sus bastiones en las históricas regiones industriales del llamado cinturón de óxido (específicamente los estados de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania). Esto último no quiere decir, ni mucho menos, que haya existido una vuelta de campana en las preferencias de los trabajadores industriales de esas zonas. Como siempre, la intervención de la clase obrera en las elecciones burguesas es una intervención de por sí atomizada y diluida, y más cuando no existen candidaturas de ningún partido con un programa de independencia de clase. Más bien, la opción era seguir al bonapartismo de Trump que intenta una “conexión” directa y en términos ya culturales (porque poco quedó del discurso de recuperar las fábricas de la campaña de 2016) o a la conciliación de clase que significa la vieja alianza que une a la burocracia sindical con los burgueses imperialistas del Partido Demócrata. Pero, además, la clase obrera no tuvo un papel como tal tampoco en los procesos de lucha, aunque sí pudimos apreciar la intervención de algunos sindicatos en las movilizaciones por problema racial y contra la policía, experiencias de vanguardia que debemos propagandizar y desarrollar como parte de la elaboración programática de nuestra clase, tomando consignas como echar a la policía de los sindicatos o no transportar represores en los buses. Sin duda, las tareas de autodefensa para enfrentar a las fuerzas represivas e incluso a las fuerzas armadas a través del armamento de la clase obrera es hoy un debate central para todo obrero consciente y para todo revolucionario.

 

Es urgente una dirección revolucionaria internacional

Para que la clase obrera y su núcleo proletario industrial puedan intervenir en la situación, no alcanza con agitar la independencia de clase. Es necesario desarrollar, en base a la experiencia que está ganando un sector de vanguardia en la crisis en curso y los enfrentamientos abiertos, la elaboración de un programa de transición donde el proletariado se postule, a través de su control de la economía y su papel en la administración de las cosas, para dar una salida a la crisis capitalista enfrentando al aparato burocrático militar, cuyo rol no es sólo dominar a la clase obrera de un país, sino mantener la sobrevida del capitalismo en putrefacción en todo el planeta. Enfrentar al imperialismo y al Estado yanqui es una tarea colosal y solo puede plantearse en una unidad de hierro con los trabajadores de Europa y Japón, y sobre todo con los pueblos semicoloniales que luchan contra la injerencia del FMI y de los ejércitos yanquis en América Latina, Medio Oriente, Asia, en suma, en todo el globo. Se tratar de sentar las bases de un partido revolucionario en EEUU, un partido armado con la teoría de la revolución permanente, como sección de la IV Internacional reconstruida. Una vez más, insistimos en nuestro llamado a una Conferencia Internacional de las corrientes y tendencias que defendemos el programa de la dictadura del proletariado para discutir las tareas preparatorias para conquistar este objetivo. La aceleración de la crisis es extrema, nuestros desafíos son urgentes.

 COR Chile - LOI Brasil - COR Argentina

A crise econômica deflagrada em 2008 continua se aprofundando. A pandemia acelerou acentuadamente os processos por ela abertos, contra os quais a burguesia não consegue apontar saída e sobretudo o imperialismo não tem conseguido, em detrimento de “recuperações conjunturais”, reverter a alta do endividamento e a tendência geral de queda na lucratividade da produção. Frente ao mergulho das economias numa recessão de dimensões históricas, os Estados intensificaram o controle da produção, aproveitando-se da política de quarentena e intensificaram a injeção de crédito e subsídios através da ampliação e do rolamento das dívidas, que ultrapassam os U$255 trilhões e tornam-se cada vez mais impagáveis, isso aponta uma espiral ainda maior da crise, que caminha para a depressão mundial.

Todos esses processos catalisam a decadência do imperialismo e suas contradições agudizadas pela crise pandêmica e empurram a classe trabalhadora para a barbárie. Decorrentes disso, seguem em curso a implementação de processos que redefinem as relações de classes dentro dos Estados com a instituição de um novo pacto entre capital e trabalho, o que impõe aos trabalhadores em todo o mundo uma ofensiva com reformas que ampliam a retirada de direitos, precarizam e flexibilizam as relações de produção e reduzem o valor da força de trabalho com demissões massivas.

Em consequência dessa dinâmica depressiva da economia, crescem as disputas interestatais por mercados e aprofundam as crises políticas internas em inúmeros governos, demonstrando o avanço das acirradas disputas interburguesas em andamento, e, consequentemente, promovendo o desgaste das instituições do regime burguês. Os últimos governos são governos da crise e em crise e essa máxima não se alterará de uma hora para outra. Recorremos aqui ao famoso preceito de Lênin “Vivemos em um período de crise, guerras e revoluções”, quando se expõe as contradições do capitalismo, o qual avança à máxima exploração sobre os trabalhadores. As crises econômica e política têm colocado em xeque a dita governabilidade e em última instância o próprio regime. Isso pode ser notado em todo espectro político de Estados, desde o imperialismo às semicolônias.

O histórico recente mostra as crescentes polarização e disputas políticas, expressadas em diversos processos. O Brexit ainda vivencia suas contradições, aprofundam-se disputas intestinas nos EUA, a imensa dificuldade do parlamentarismo europeu em definir governos, as constantes crises de governos na América Latina e a deflagração de conflitos em várias regiões do mundo, a exemplo da situação explosiva nos ex-Estados operários da periferia da Rússia.

Esse movimento de crises escancara, portanto, os limites do regime democrático burguês e suas instituições. Contudo, a “democracia” segue sendo a principal arma de controle ideológico, que se concretiza no discurso em defesa do voto e das eleições. A cada disputa eleitoral “temos o direito” de escolher quem vai melhor gerir os negócios dos patrões, pois não nos esqueçamos de um detalhe, quase sempre o óbvio precisa ser dito, o Estado é burguês e carrega todo o conteúdo da classe dominante.

A quarentena, nesse sentido, serviu como política de Estado muito mais para salvar o capital que resguardar a condição de vida dos trabalhadores. Revelou-se como uma das principais estratégias do Imperialismo para a implementação de uma reação para conter a onda de mobilizações que explodiram nos quatro cantos do mundo no final de 2019.

Contudo, em detrimento dessa conjuntura, eclodem processos mais radicalizados de luta de classes, rompendo até mesmo as políticas de isolamento social. Contra isso, governos em crise recorrem também ao seu forte aparato repressor, nesse caso nenhum pouco ideológico.

Atualmente, as manifestações contra a repressão policial e o Estado racista não cessam nos Estados Unidos, desde o caso George Floyd. Em vários países da Europa, são inúmeras as manifestações contra as medidas de isolamento, diante da segunda onda do coronavírus. Na América Latina manifestações massivas também ocorrem em meio a violência policial e os efeitos das reformas e os planos dos governos, a Colômbia é o maior exemplo disso hoje. Na Indonésia, os trabalhadores se organizaram em grandes mobilizações, fortemente reprimidas, contra a Reforma trabalhista do presidente Joko Widodo. Como já mencionado, a periferia da Rússia também explode diante da crise e dos desdobramentos do processo de assimilação pelo capitalismo dos ex-Estados operários. Em Belarus, o governo de Lukashenko segue contestado nas ruas, as manifestações não dão trégua. No Quirguistão governos não se sustentam e são enfrentados forte movimentos de massas, sem dizer do conflito armado entre Armênia e Azerbaijão.

Estes processos demonstram a incapacidade das instituições da democracia burguesa em absorver as contradições de classe, acentuadas pela crise, todos esses processos têm dois pontos em comum, colocam em xeque os governos de turno e escancaram o problema de direção revolucionária mundial.  Só a intervenção organizada e consciente da classe trabalhadora nestes processos pode alavancar a luta rumo a destruição do estado burguês como forma de dominação capitalista.

 

CHILE, EUA E BOLÍVIA: A QUEM SERVIU O VOTO?

A história recente nos remete a inúmeros exemplos de processos eleitorais/plebiscitários que serviram para estancar crises políticas e o ascenso das lutas. Em 2020, marcado pela crise pandêmica, vimos três importantes processos de ascenso das massas serem canalizados para processos democráticos eleitorais burgueses. Chile, EUA e Bolívia viveram meses de massivos protestos e grandes mobilizações nas ruas que questionavam e enfrentavam os governos.

No Chile, que viveu forte ascenso das massas no final do ano passado, os trabalhadores, a juventude e estudantes avançaram suas fileiras de forma semi-insurrecional contra as medidas do governo de Sebastian Piñera, que em conciliação com o reformismo, estabeleceu um acordo de unidade nacional com todos os partidos burgueses e pequenos burgueses, desde o Pinochetista União Democrática Independente (UDI) até a coalizão de Frente Ampla (FA) de esquerda, um acordo assinado pela "paz, ordem pública, defesa da institucionalidade democrática e uma nova constituição". Desta forma, o governo de Piñera abriu a porta para a mudança da Constituição projetada pelo pinochetismo, ao qual todo o espectro político do parlamento burguês veio acudir para salvar o governo e preservá-lo. Ocorreu, assim, o plebiscito em 25/10, quando mais uma vez votou-se para escolher aqueles que vão legislar em prol da manutenção das bases do capitalismo.

Na Bolívia, por sua vez, tivemos em 18 de outubro a eleição presidencial, que elegeu Luis Arce, do MAS. Processo que se deu após um ano da renúncia de Evo Morales e em meio a processos agudos de luta de classes, nos quais uma pequena fração burguesa aliada ao exército e à polícia foram capazes, através da repressão, de mudar a relação de força que havia sido estabelecida com as massas, após vários anos de governo do MAS. Essas eleições são o resultado do acordo costurado entre o MAS e o governo de Janine Áñes. Foram as mesmas bases do estado semicolonial boliviano que conduziu a renúncia de Evo e, em seguida, através de um acordo parlamentar com os demitidos, convocou novas eleições.

Fica claro, com isso, que disputavam para abordar suas diferenças e para ver qual era a fração mais pró-imperialista e quem poderia garantir sua forma de dominação. Tal encaminhamento revela o nível de decomposição da semicolônia e as frações de classe que defendem esse estado.

Os EUA, por seu turno, encerrou um processo eleitoral dos mais acirrados entre Trump e Biden. O pano de fundo da conjuntura política norte-americana é a explosão da crise social, cujos elementos vêm se acumulando no aprofundamento das contradições de classe diante da crise sanitária. Essa situação vai na contramão da propaganda da “recuperação” econômica nos últimos anos, discurso disputado por republicanos e democratas, puxado por crédito barato e política fiscal. Os últimos períodos foram marcados por intensas manifestações que explodiram contra a violência da polícia sobre trabalhadores negros. Mobilizações tomaram as ruas e não só se fizeram e se fazem presentes na luta do povo negro e no forte questionamento à instituição policial, mas também em várias lutas sindicais, onde se luta para recuperar o que foi perdido em mais de uma década de crise econômica. Na outra ponta da luta de classes, a burguesia defende a linha de que a classe operária deve em troca dar maiores “concessões” às empresas face à recessão atual. A situação polariza-se ainda mais com o surgimento de grupos radicalizados pela direita, alguns armados, que levantam as bandeiras do racismo, os valores religiosos e a liberdade burguesa. Esses grupos são a base dura do voto em Trump, os quais recuperaram o discurso da “Lei e ordem” de Nixon.

Com uma apuração acirrada e em meio às manifestações pela continuidade da contagem de todos os votos, Joe Biden foi declarado eleito novo presidente dos EUA. Há um clima de celebração e euforia, uma vez que a “democracia” derrotou o Trumpismo e seu conservadorismo. O fato é que, independente do vencedor, não se pode esquecer a dimensão da crise que os EUA estão mergulhados, a linha apontada é de um aumento brutal da dívida pública, na tentativa de alavancar o crescimento, maiores gastos se farão necessários, o que pressionará para um ferrenho disciplinamento fiscal não muito distante. Apesar de Biden defender um discurso mais “multipolar” nas relações exteriores, segue a necessidade de o imperialismo manter uma política de disciplinamento da China, para a manutenção de sua influência na economia mundial.

Qualquer um que viesse a vencer, uma coisa é certa, haverá o aumento da crise social e a ofensiva será dura contra os trabalhadores estadunidenses, com maior recrudescimento da repressão aos movimentos e às lutas operárias. Nesse sentido é fundamental que se rompa com a ilusão do voto para avançar com os métodos e total independência de classe na construção de uma greve geral para enfrentamento necessário contra qualquer governo.

A luta de classes, portanto, desenrola-se no bojo da ofensiva dos governos em crise. A cada movimento dos trabalhadores, a burguesia responde recorrendo a seus instrumentos de controle das massas, de um lado põe em ação a força repressora de seu aparato policial e militar e de outro, como dito acima, forja ideologicamente a democracia como a principal rota a ser seguida, apontando  o voto como a pedra de toque para a superação de crises. Nos processos descritos acima, a que serviu votar senão para a governos estancarem os processos de lutas abertos nesses países na defesa dos interesses políticos e econômicos da burguesia.

A democracia burguesa não serve aos trabalhadores, é a ditadura de classe do capital, é a democracia da ínfima minoria, a democracia dos ricos! As liberdades democráticas nunca impediram o massacre diário da classe trabalhadora, nem a utilização das Forças Armadas para reprimi-la nos processos abertos de luta de classes. Como defenderia Lenin, a liberdade que não é capaz de emancipar a classe trabalhadora da opressão do capital, não é liberdade, mas pura demagogia.

 

 BRASIL: NAS ELEIÇÕES MUNICIPAIS O VOTO É NULO!

No Brasil, desde as últimas eleições para presidente, quando houve o ascenso de Bolsonaro, permaneceu desenrolando-se forte instabilidade política e aqui também cabe o preceito de que temos um governo da crise em crise. Segundo as direções políticas reformistas (PT/PC do B/PSOL) e centristas, depois de 15 anos de governos de conciliação de classes do PT, tivemos o ascenso do Fascismo na semicolônia, afinal os “militares voltaram” e as instituições democráticas se viram sobre ataque. Diante disso, a tarefa central apontada por esses setores configurou-se da defesa da democracia, antes não havia problemas para os trabalhadores, afinal “estavam representados” no poder.

Dois anos depois, a dinâmica da crise empurrou o governo para os braços fisiologistas do centrão e o governo atua nos mesmos marcos da “velha política” dos governos anteriores, avançando ainda mais nas condições para a aprovação das reformas. Cabe aqui frisar, portanto, que o fascismo é uma forma de dominação imperialista, “a mais selvagem e abominável forma do imperialismo”, não é possível sua existência histórica nos países semicoloniais, como o Brasil. Nos países semicoloniais, a luta contra o fascismo só pode ser a própria luta contra o imperialismo e não contra representações ideológicas do fascismo.

Dito isso,  há que se reafirmar também que a recessão econômica acentuada pela pandemia também acirrou a crise política no país, especialmente o jogo de ataques entre o governo Bolsonaro, o Congresso e o Judiciário, que expressam as disputas entre frações burguesas, contudo, forjam consensos e acordos para pautar a agenda de privatizações e reformas, já aprofundaram a reforma trabalhista, já fizeram a reforma da previdência e agora discutem a reforma administrativa transformando o funcionalismo público na bola da vez dos ataques.

Em São Paulo, os governos Doria e Covas (PSDB), sendo o segundo é candidato à reeleição no município, liderando as pesquisas, não fazem nada diferente, avançam com a privatização, a flexibilização das relações de trabalho, a precarização dos serviços públicos. Está cada vez mais claro que na esteira da reforma administrativa federal o centro do ataque é o servidor e os serviços públicos.

É diante desse cenário de ampla instabilidade que ocorrem as eleições municipais de 2020 no Brasil. Os dados, em nível nacional, apontam a queda acentuada da produtividade, o aumento do desemprego e precarização do trabalho, a desvalorização da moeda, a fuga de capital estrangeiro. Consequentemente, por trás destes índices, existe uma crise social imensurável, com o desemprego beirando a taxa de 15% e com a inflação galopante, um contingente imenso entregue a barbárie.

O fato é que em meio a uma ofensiva dos governos sem precedentes, os trabalhadores seguem isolados, desmobilizados e impedidos de se organizar, pois os sindicatos permanecem com a política do imobilismo e calando-se diante da crise que assola o conjunto da classe. Frente a isso, o que decidem fazer as direções políticas e sindicais? Defender a democracia burguesa! Chamar os trabalhadores a votar.

Desse modo, as burocratas sindicais, mais do que nunca, se voltam para o parlamento e se lançam candidatos. É o exemplo do Presidente do Sinpeem, Cláudio Fonseca (CIDADANIA), um aliado defensor da fração da burguesia que ocupa o governo e que durante todo o ano esteve focado na reeleição para a vereança.

Nesse campo, o reformismo mantém-se nos marcos que sempre esteve, única e exclusivamente na defesa da democracia, da atuação no parlamento e nas fileiras de conciliação com a burguesia para se manter no poder. O principal candidato na linha reformista é Guilherme Boulos do PSOL, que, por sua vez, objetiva ocupar o posto do PT. Boulos alça um discurso conciliador e de democratização da economia. A velha ideia de humanizar o capital. O PSOL que cavalga no vácuo do petismo, avança com sua plataforma oportunista e eleitoreira, que não o diferencia dos partidos burgueses, fechando coligações em vários municípios com aqueles a quem há pouco chamava de “golpistas”, a exemplo do PSDB, do MDB e do DEM, sem dizer da política voltada para o polícia, sobretudo no Rio de Janeiro.

No centrismo, o PSTU e  o MRT (o segundo retira as candidaturas nas cidades onde o PSOL fez coligação com “golpistas” ou tem candidatos policiais, mas finge que o partido não é nacional e mantém candidaturas, por exemplo em SP) também mergulham no processo eleitoral e seguem defendendo que uma “boa” administração do Estado burguês pode salvar os trabalhadores. Ambos também encerraram suas ações na defesa da quarentena como política dos trabalhadores. Desconsideram que essa é a política aplicada pela própria burguesia para salvar o capital e não vidas. Seus programas de saída para a crise não saem dos marcos de um estatismo exacerbado. A crítica deve ser feita, principalmente, às organizações trotskistas e que se autodenominam “revolucionárias” estarem rendidas ao oportunismo, mascarando o caráter de classe da democracia burguesa, enquanto forma de dominação.

A política para os trabalhadores não pode ser definida pelas eleições e consequente disputa pela administração do estado burguês, alimentando a ilusão de uma “democracia pura” cujo aparato estatal pudesse ser preenchido com determinado conteúdo de classe. Os ataques da burguesia sobre o conjunto dos trabalhadores estarão na ordem do dia, independentemente do governo eleito para “administrar seus negócios”. É nossa tarefa imediata, portanto, a batalha pela recuperação dos nossos sindicatos da burocracia, para que possamos organizar o enfrentamento desses ataques com independência de classe e com nossos próprios métodos de luta. 

 A política para os trabalhadores só pode ter como centro a necessidade de construção do partido revolucionário que dirija a derrubada do estado burguês e imponha a nossa ditadura de classe. Não há saída para os trabalhadores dentro do regime burguês. Por isso, defendemos o VOTO NULO.

Elecciones en EEUU

Desorientado, el imperialismo elige dirección

 

Signadas por la pandemia y la crisis económica y social, las próximas elecciones presidenciales en EEUU enfrentan a los 2 históricos partidos imperialistas. El actual presidente Donald Trump encabeza la boleta republicana; el ex-vicepresidente de Obama, Joe Biden, la demócrata. Son expresión de las dos últimas administraciones, ambas fallidas.

Las encuestas muestran a Biden como favorito, con un 51% del voto popular contra el 43% de Trump según una “encuesta de encuestas” de la BBC (27/10). Sin embargo, el sistema de votación yanqui no es directo, sino a través de un colegio electoral, por lo que este número es relativo. Un análisis más minucioso igualmente favorece al candidato del Partido Demócrata (PD). El colegio electoral está conformado por delegados de cada Estado según su representación en el congreso, y quien gana en cada uno se lleva todos los delegados; por otra parte, muchos Estados están históricamente definidos para uno u otro partido, por lo que los que determinan el resultado son los llamados “swing Estates” (Estados oscilantes). En este estudio que maneja la BBC, Trump mantendría por el momento 4 de los Estados oscilantes que ganó en 2016, y no recuperaría ninguno, mientras Biden mantendrían 4 de los que ganó Hillary Clinton, y recuperaría 6 de los que ganó Trump. En algunos aparece con una ventaja clara, como es el caso de 3 importantes Estados industriales que en 2016 ayudaron a la victoria de Trump: Michigan (dif 9%), Pennsylvania (dif 3,8%) y Wisconsin (dif 5,5%), los tres integrantes del llamado “Rust Belt” (Cinturón de óxido). Sin embargo, los mismos autores del estudio advierten que hay que leer las encuestas con escepticismo, no solo por las últimas pifias en elecciones alrededor del globo, sino más concretamente por la incertidumbre creada por la pandemia y sus efectos sobre la economía mundial y la propia votación del 3 de noviembre. De hecho, las condiciones de pandemia han llevado a un inédito aluvión de votos anticipados: 84 millones a la fecha.

 

Elecciones de crisis

Esta incertidumbre no sólo debe atribuirse al COVID-19, que de hecho aceleró la crisis mundial que ya se estaba desarrollando, sino también al empantanamiento del cambio de orientación imperialista que prometía la administración Trump. Esto queda reflejado en la propia campaña electoral. Trump dejó de lado varios elementos del discurso que lo llevó a la presidencia en 2016. Si bien continúan sus bravuconadas contra China, no puede mostrar números sustantivos de recuperación de puestos de trabajo industriales que supuestamente iba a crear a través de la guerra comercial con China y otros países como México para repatriar fábricas. Y si bien algunas empresas norteamericanas sacaron sus plantas industriales de China, solo fue para trasladarlas a semicolonias del sudeste asiático, mientras otra parte de las empresas industriales se pasaron al apoyo a Biden enojadas por el encarecimiento de productos intermedios importados desde China por la aplicación de los aranceles. Por el lado de los números, el déficit comercial con China continúa, y el peor golpe está relacionado con la pandemia: China se coloca como la única gran economía industrial que cerrará 2020 recuperando los niveles de producción pre-crisis. Esto quizás explique la posibilidad de perder electoralmente varios Estados del Cinturón (industrial) de óxido. La campaña de Trump ya no pone énfasis en estos problemas, y mete en el centro la consigna de “la ley y el orden”, polarizando con viejas contradicciones que la conformación del Estado yanqui como tal nunca pudo ni podrá resolver como el racismo, el sometimiento del pueblo negro, la relación de los Estados con el gobierno central y de las instituciones estatales entre sí. En efecto, la designación por parte de la mayoría republicana en el Senado de Amy Coney Barrett como nuevo miembro de la Corte Suprema como un baluarte de la derecha para volcar el poder judicial en favor de los sectores conservadores ha desplazado a la pandemia en la discusión política de las últimas semanas. En cuanto a la posición del imperialismo en el mundo, si bien la administración actual avanzó en la ruptura del viejo andamiaje de instituciones internacionales de posguerra como el acuerdo de París, la OMC o incluso la OMS, no ha podido negociar una nueva configuración que defina una orientación estratégica para el capital. En el plano internacional, el logro más importante fue la defensa a rajatabla del avance diplomático y militar de Israel sobre Palestina y en Medio Oriente en general, aunque esto también está cuestionado por movilizaciones en el seno del engendro sionista.

Biden, por su lado, tiene muy poco para mostrar. Necesita contener a los movimientos que vienen desarrollándose ante la acumulación de contradicciones sociales generadas por la imposibilidad de dar una salida imperialista a la crisis de 2008, sobre la que se montan las nuevas contradicciones generadas por la crisis actual. Con la ayuda de los Socialistas Democráticos de América (DSA por sus siglas en inglés) y de la burocracia sindical de la AFL-CIO, ha logrado desarrollar un discurso que intenta cooptar a estos movimientos y al mismo tiempo evitar enajenarse las simpatías de los sectores burgueses imperialistas que sostienen su campaña. Estamos hablando de lo más granado del capital financiero de Wall Street y los gigantes de la “nueva economía” del Silicon Valley. Biden sabe que si tiene alguna chance de ganar es aglutinando a todos los sectores anti-Trump: por eso lo ataca por algunos flancos como su derrape en la política hacia China y Rusia, prometiendo un supuesto “multilateralismo”… para sostener un avance aún más agresivo sobre China. Probablemente este sea el único elemento serio del planteo de Biden: sostener una ofensiva para intentar acelerar la asimilación de los ex-Estados Obreros es sin duda la única salida estratégica que tienen en claro los imperialistas desde hace décadas. El problema son los obstáculos objetivos que la propia descomposición imperialista opone a esta tarea. Otros puntos que enuncia Biden son la reforma en los gastos estatales, los impuestos, incluso el salario mínimo, una discusión bastante disparatada para un país imperialista pero que también está planteada en la Unión Europea. Sucede que las ayudas que introdujo Trump para intentar salir de la actual crisis, el más grande paquete de rescate de la historia (U$S 2,2 billones), al igual que los paquetes del estado central y las provincias chinas y el votado por la UE, están generando una espiral de endeudamiento que sientan las bases para un nuevo salto en la crisis capitalista mundial.

 

Recesión y pandemia

El horripilante manejo de la pandemia por Trump es algo incuestionable: con 230.000 muertos y 9 millones de contagiados, hasta la propia administración confiesa que se ha tornado un problema incontrolable. Pero el flamante dato de un crecimiento del PBI del 7,2% en el 3º trimestre de este año contra el trimestre anterior ha permitido a los trumpistas retomar la ofensiva en cuanto al manejo de la economía. Lo cierto es que incluso antes de la pandemia, el crecimiento económico venía en desaceleración después de una década de crecimiento iniciado bajo la administración anterior luego de la crisis de 2008. Y las consecuencias de la pandemia llevaron a la economía a la recesión, con una enorme pérdida de puestos de trabajo. Ni el PBI ni el nivel de empleo han vuelto a los niveles previos a marzo. Y lo que es peor, la llamada segunda ola de la pandemia, tanto en Europa como en EEUU, pone en cuestión que la recuperación del 3º trimestre se mantenga, por lo menos a ese ritmo. De hecho, el FMI sitúa la caída interanual para fines de año en 4,3%. Ante estas perspectivas sombrías, la respuesta es un nuevo paquete de estímulos que Trump intentó meter por decreto pero finalmente quedó trabado en el congreso. Este paquete probablemente será aprobado una vez finalizada la elección, sea quien sea su ganador, aumentando el endeudamiento estatal, al que hay que sumar la burbuja bursátil que marca que la recuperación, como sucedió en 2008, sólo está siendo apuntalada con la emisión de capital ficticio. La diferencia es que esta vez aparece como una “emisión preventiva” que lejos de estimular el crecimiento podría ahogar el vigor de las empresas en su disputa por el mercado mundial, donde cobran plena vigencia las leyes tendenciales del capital.

Ya hablamos de las debilidades de la guerra comercial lanzada contra China. Esto no quiere decir que China esté saliendo como ganadora de este enfrentamiento. El PC chino sí está aprovechando que el imperialismo yanqui está concentrado en saldar su crisis interna para tomar posiciones en el mundo, pero al mismo tiempo también recurre a un endeudamiento sin igual para alentar a su sector manufacturero y su mercado interno, alimentando otro tipo de burbuja. La desorientación imperialista, sumada al desarrollo de la crisis de la economía mundial, da lugar a todo tipo de crisis políticas, desde la UE, hasta las diferentes regiones donde las sub-burguesías semicoloniales quedan sin un eje que les permita por lo menos refrenar la crisis social y de las instituciones Estatales. Todos estos elementos, lejos de hacer a “Norteamérica grande otra vez”, sientan las bases para que todas esas contradicciones golpeen aún con más fuerzas los cimientos del imperialismo norteamericano.

 

Lucha de clases

El elemento más novedoso de la situación norteamericana, incluso mundial, es el estallido de la crisis social cuyos elementos vienen acumulándose en lo profundo de las contradicciones de clase por lo menos desde la crisis de 2008. Movimientos surgidos luego de esa crisis, como el Black Lives Matter (las Vidas Negras Importan) y otros como Ocuppy Wall Street, si bien fueron en su momento incorporados institucionalmente a través de la campaña de Bernie Sanders, son antecedentes de las enormes movilizaciones por el asesinato continuo del pueblo negro por parte de la policía, cuyo momento de quiebre fue el asesinato de George Floyd en mayo, en medio de las políticas de cuarentena de los Estados. Este deterioro social choca con la propaganda de 10 años de crecimiento, bandera que se disputan los dos partidos del orden imperialista. Y este choque no sólo se hace evidente en la lucha del pueblo negro y el masivo cuestionamiento a la institución policial, sino en varias luchas sindicales, donde se pelea por recuperar lo perdido en las negociaciones colectivas pos 2008, mientras la burguesía levanta la línea de que la clase obrera debe en cambio dar mayores “concesiones” a las empresas de cara a la actual recesión.

La situación se polariza, con el surgimiento de grupos radicalizados por derecha, algunos armados, que toman las banderas del racismo, los valores religiosos y la libertad burguesa. Estos grupos son la base dura del voto Trump. Así como éste polariza con la idea de que BLM y los ANTIFA son el caos y están apañados por los demócratas para galvanizar a su base, la AFL-CIO y sectores progresistas llaman a enfrentar la posibilidad de que Trump desconozca los resultados en una suerte de “autogolpe” para consolidar el voto de Biden. Es el mismo papel que el ala izquierda de los demócratas jugó para cooptar a los movimientos post 2008, haciendo orgánico lo inorgánico, pero con un grado mayor de decadencia y descomposición. La idea sería que el no haber tragado el sapo de Hillary por muchos de los votantes de Sanders en la interna de 2016 fue lo que llevó a Trump a la presidencia… ahora llaman a tragarse el sapo del conservador Biden, y en defensa de las instituciones de la democracia imperialista que se basa en esa policía que las masas cuestionaron en las calles y barricadas de Oregon, Wisconsin y todo el país. Esa democracia que ya venía cuestionada por su rol asesino en Afganistan e Irak, algo que Obama y Trump debieron tener en cuenta para camuflar y refrenar sus aventuras en el extranjero, aunque igual las hayan tenido como en Libia, Siria o arrojando la “madre de las bombas” en Asia central.

El rol contrarrevolucionario del reformismo sin reformas de Bernie Sander cobra una forma más organizada en el DSA, que en su documento “National Electoral Estrategy” (Estrategia Electoral Nacional) denuncia como “establishment neoliberal” a los candidatos del PD, mientras su máxima referente, Alexandria Ocasio-Cortez, llama a votar por Biden con el argumento de que “es central sacar a Trump”.

Lo peor es que una lógica similar lleva a corrientes del centrismo trotskista a, mientras llaman a la abstención, impulsar sin embargo un Frente Único democrático contra un eventual “autogolpe” de Trump, como es el caso del PO. O diluyen cualquier idea de programa obrero para intentar “empalmar” con esta ala izquierda del régimen y con los movimientos, como si estos últimos no tuvieran direcciones, como es el caso de Left Voice, ligado al PTS-FT. La tendencia de Altamira festeja de antemano una gran participación electoral, como hizo en Bolivia y Chile, fortaleciendo por izquierda el principal engaño que la burguesía tiende a las masas: hacerles creer que están eligiendo voluntariamente a sus representantes, cuando en realidad es el imperialismo el que está definiendo su dirección. Las elecciones son un reflejo distorsionado de la realidad, y en ellas se mide la orientación de la burguesía imperialista en su relación con las masas a través del régimen de dominación, el Estado y la democracia imperialista y sus instituciones. En esto el imperialismo norteamericano tiene un problema grave. Los mecanismos de cooptación y las nuevas direcciones contrarrevolucionarias son efímeros, porque las bases materiales, económicas, de dominación del capitalismo se están pudriendo. La clave es preparar las fuerzas del proletariado y su vanguardia para poder enfrentar al Estado imperialista, no apoyar a un ala supuestamente democrática del régimen burgués contra su ala “derecha”.

 

Programa de transición y dirección revolucionaria

Las corrientes centristas que enumeramos anteriormente, y muchas otras, plantean la abstención frente a lo impresentable de los candidatos de los grandes partidos imperialistas y también de las pequeñas formaciones liberales, reformistas y verdes que pululan en cada elección presidencial. Sin embargo, acompañan esto con un programa democrático radical, al que llegan por diferentes caminos, ya sea la subordinación a los movimientos de los morenistas y neo-morenistas o la teoría de campos tipo PO argentino. Para dar un ejemplo, coquetean con ideas jacobinas como la abolición del colegio electoral y la implantación del voto directo, y reformas institucionales de esa especie, y con el enfrentamiento a la “derecha fascistizante” de Trump y los paramilitares. No está descartado que Trump y los grupos que él inflama se salgan de la relación de fuerzas desconociendo los resultados poniendo sobre el tapete una crisis política aún mayor, aunque sea poco probable, pero de todas formas no se trataría de enfrentarlos con un programa de reforma democrática, sino con un programa obrero y con los métodos de nuestra clase.

Desde la TRCI planteamos desarrollar un movimiento de abstención para enfrentar a los candidatos del imperialismo, desde una posición de independencia de clase. Llamamos a organizarnos en las ramas de la producción, a recuperar los sindicatos, a organizar las fábricas y lugares de trabajo contra las patronales y al ingreso masivo de los inmigrantes, los negros, los latinos, los jóvenes y las mujeres a nuestras organizaciones de clase. Llamamos al proletariado norteamericano a ponerse al frente de la lucha contra la opresión que el imperialismo ejerce en todo el mundo, a solidarizarse con los pueblos semicoloniales que pelean contra el FMI y los gobiernos cipayos, fortaleciendo así la unidad obrera con los inmigrantes dentro de los propios EEUU. Frente a la crisis capitalista, es necesario desarrollar un programa de transición, que de respuesta a las penurias de las masas desde una salida obrera para dejarnos en el umbral de la dictadura del proletariado. Sentar así las bases de un partido revolucionario en EEUU, que levante bien alto las banderas antiimperialistas como sección de la IV internacional reconstruida.

 

COR Chile - LOI Brasil - COR Argentina

 

El pasado 25 de octubre se realizó el plebiscito, elección en la que se consultaba sobre la opción de aceptar o rechazar avanzar hacia un nuevo texto constitucional y adicionalmente, en caso de ser aceptado, si el organismo redactor de la nueva constitución iba a estar integrado en un 50% por actuales parlamentarios en ejercicio o por la totalidad de ellos mediante la opción convención constitucional. El resultado de estas fue un abrumador triunfo para la opción “apruebo” con un 78% de los votos y , con un porcentaje similar, que el mecanismo redactor de la nueva constitución sea con constituyentes 100% electos.

Si bien la abstención al proceso fue un poco menor que en otras elecciones, llegando al 50% del total de inscriptos, se puede indicar que existió un mayor grado de participación tanto en las poblaciones como en particular de amplios sectores de la juventud que, teniendo en cuenta el contexto la pandemia, no dejó de ser expresión de que un amplio sector de trabajadores de la juventud y la pequeña burguesía se volcaron ampliamente por este plebiscito y el cambio constitucional como una salida a la crisis que evidenció el proceso iniciado por la semi-insurrección del 18 de octubre del año pasado.

Tanto desde el gobierno como desde la oposición coincidieron en la retórica de plantear que todo el problema se reducía a la existencia de una “constitución que nos divide” y en la necesidad de avanzar hacia “una constitución que nos una” en clara referencia al intento de fraguar un pacto social que dé por cerrada la crisis que abriera la lucha de clases. Es así que dirigentes políticos, autoridades, periodistas “progresistas” y demás desfilaron durante todo el día de la elección hablando de que ésta era una “fiesta de la democracia” llamando a participar activamente de la misma. Amplios sectores de la población luego de cerrado los comicios salieron a festejar el resultado en plazas y calles públicas situación que pretendió ser leída por el gobierno como una “gesta cívica de unidad nacional”.

Es efectivo que las fuerzas más reaccionarias como el partido pinochetista UDI o los grupos fascistoides que fueron los que llamaron a votar el “rechazo” salieron más debilitados de lo que pensaban, generando una crisis interna en la coalición gobernante. Este voto también manifestó aquello que muchos sectores replicaron de que “no eran 30 años sino tres comunas” en relación a que en los únicos lugares donde el “rechazo” fue mayoritario fue en las comunas donde viven los sectores más privilegiados de la burguesía y la alta pequeña burguesía.

Sin embargo lo anterior, se equivocan quienes pretenden ver una expresión de clase en un voto tan amplio y difuso como el del apruebo a un cambio constitucional, tanto por el diverso contenido político de quienes lo impulsaban, entre ellos la misma oposición burguesa de la vieja concertación e incluido un sector importante del propio gobierno de Piñera y de "Chile Vamos", como el carácter heterogéneo de los distintos sectores de clases y estratos de clase participantes del proceso. Y es que en toda elección burguesa no puede expresarse más que de forma distorsionada la lucha de clases, más aún cuando el mecanismo plebiscitario está contemplado en el mismo sistema de dominación política de la burguesía, que si bien es utilizado por lo general en momentos de crisis del Estado, no deja de ser una expresión de un mecanismo utilizado por los explotadores para maquillar la dictadura del capital.

Tampoco se trató como otros señalaron de una suerte de "voto popular" o dónde se habría expresado el pueblo entendiendo por éste a un todo homogéneo. Volvemos a hacer nuestras las palabras de Lenin a este respecto para evidenciar la necesidad de luchar contra “la ilusión pequeñoburguesa de que el pueblo es un todo único y de que la voluntad popular pueda ser expresada en algo que no sea la lucha de clases”, por lo que un sufragio de esta característica puede expresarla sólo de forma distorsionada.

Es sintomático eso si qué la opción por candidatos constitucionales 100% elegidos expresan una alta desconfianza a todos los representantes políticos burgueses y pequeños burgueses evidenciando una vez más la separación entre el aparato de estado y las grandes masas. Y al mismo tiempo, el proceso de elección de constituyente será el telón de fondo de la disputa por el botín del Estado en los cargos municipales de las elecciones de abril donde primarán las diversas componendas y alianzas de las coaliciones políticas atravesadas por la crisis del semiestado burgués.

La esencia de la democracia de los ricos se basa en la exclusión de los explotados, de las grandes mayorías obreras populares, del ejercicio del poder político dándole un carácter de clase. Por más que las alas izquierdas de la democracia semicolonial pretendan reforzar el proceso constitucional con cabildos locales, asambleas populares o encuentros organizacionales, orientados de este modo no serán más que otras formas de legitimar al aparato de Estado, una máquina a la cual hay que destruir y no hacer esfuerzos por reformar. Sólo el norte de la revolución, de la toma del poder político por la clase obrera, puede abrir las puertas del ejercicio del poder a las grandes masas incorporándolas en el manejo de su destino.

La semana previa al plebiscito se cumplió un año de la semi-insurrección espontánea que comenzara la juventud aquel 18 de octubre. Este aniversario repitió de forma fidedigna todo la indignación y explosividad combativa de los sectores en lucha; se sucedieron las manifestaciones en todas las regiones del país, el enfrentamiento a la represión, los ataques a la institucionalidad reaccionaria, barricadas en las ciudades y poblaciones etc. Fue la descarga de energía acumulada en las masas contenida en tiempos de pandemia y de crisis social, una evidente muestra de qué las masas, pese a los distintos momentos de flujo de reflujos de sus luchas, de la represión persistente, de los ataques constantes de la burguesía descargando la crisis, o de los desvíos de la coyuntura política, no han sido derrotada y, por el contrario, todos los fundamentos que ocasionaron la crisis siguen vigentes. Y esto es así porque pese a las formas nacionales de las luchas y las particularidades el llamado Chile “modelo” para el imperialismo, modelo de país semicolonial, los fundamentos de la situación objetiva hayan su fuente en la crisis del capitalismo internacional que descompone a los sistemas de Estado, a sus bases económicas y acelera las contradicciones entre las clases, cómo lo dejan en evidencia los procesos abiertos en distintos países de la región como en Colombia, Ecuador, Bolivia etcétera.

La burguesía pretende que el plebiscito y la comisión constitucional sea el punto final del proceso abierto el 18 de octubre. Sin embargo es difícil decirle a toda una generación que los muertos, los mutilados, los presos políticos, justifican el tránsito de los escudos y las piedras de “las primeras líneas y las brigadas” en las luchas callejeras al lápiz azul de la normalidad democrática, de la naturalización de un régimen en descomposición.

Es necesario que los trabajadores y la juventud fortalezcan el próximo período la organización obrera y de la juventud. Se dirijan a fortalecer cada una de las luchas que se han venido dando, aunque de forma aislada pero si persistente, a esos millones de trabajadores productores de la riqueza social, recuperando sus sindicatos, promoviendo a nuevos dirigentes decididos a las directivas, unificando a los mismos por rama productiva, impulsando todas formas de control obrero, levantando la necesidad de una sola central de trabajadores con presencia fundamental de trabajadores mineros e industriales. En esta perspectiva es necesario pelear por un programa revolucionario que levante la independencia política de los trabajadores, e impulsar un congreso de delegados de base de todo el movimiento obrero para votar un plan de lucha para imponerlo. La batalla estará en dotar de conciencia y de organización a nuestra clase y no en ponerla a la rastra de las diversas expresiones del régimen burgués.

Para ello es fundamental luchar por forjar un partido revolucionario como “la dirección consiente del proceso inconsciente de la historia”, parte de la pelea por reconstruir la cuarta internacional, el partido mundial de la revolución socialista.

 

*(en la foto Fabiola Campillay y Gustavo Gatica, víctimas de la represión policial)

 

  La disputa por el territorio de Nagorno Karabaj, o Alto Karabaj, entre Azerbaiyán y los independentistas armenios que controlan la zona ha desatado un enfrentamiento bélico que se ha llevado puestas 2 treguas desde su inicio el 27 de septiembre.
  Los actuales territorios de Armenia, Azerbaiyán y Georgia, en el Cáucaso meridional, eran parte del imperio zarista y tras la revolución de Octubre fueron incorporados a la URSS. El territorio de Nagorno Karabaj mantuvo un estatus especial dentro de la federación soviética, como territorio autónomo de mayoría armenia integrado al territorio de la República Soviética de Azerbaiyán. La descomposición de la URSS llevó a que se desatara un enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán a partir de 1988, y tras la caída de la misma, comenzó una sangrienta guerra que, a partir de la intervención de Rusia y el imperialismo, llegaría a un alto el fuego precario en 1994. Azerbaiyán es una potencia petrolera y de la extracción del gas, ligada a Turquía por el idioma y la historia. Armenia es un pequeño país montañoso de un poco más de 3 millones de habitantes, cuya industrialización avanzó con su integración a la URSS y luego retrocedió abruptamente con su caída, y recibe cuantiosas remesas de la llamada diáspora, unos 10 millones de armenios que viven fuera de esta república, luego de ser expulsados de Anatolia oriental por el imperio Otomano durante la 1º Guerra Mundial, a través del genocidio de más de un millón de personas.

Las bases sociales del desorden

  Lo que caracteriza el actual período histórico es, por un lado, un tortuoso proceso de asimilación de los ex-Estados obreros al sistema capitalista y, por el otro, el avance de la descomposición imperialista que a la vez determina las dificultades para completar esa asimilación. En la coyuntura, esto se ve exacerbado por la desorientación del imperialismo yanqui, que no ha tenido ninguna política coherente en la región y está más bien sumido en su propia crisis económica y social interna y en la disputa electoral. Por su parte, la UE, que era la estructura supra estatal que supuestamente estaba destinada a organizar la asimilación de los ex Estados obreros de Europa oriental, está, en cambio, sumida en la negociación de la salida de uno de sus principales socios con el Brexit. Y ha quedado paralizada en su política para su frontera sur-oriental, por posturas divididas en cuanto a su relación con Turquía, cuya burguesía definió dejar de pelear por el ingreso al bloque europeo (lo que llevó a un intento de golpe de Estado en 2016). Esta división queda expuesta por las diversas posiciones en relación al avance turco en las prospecciones hidrocarburíferas en el Mediterráneo oriental, su política en Chipre, sus intervenciones en Libia y Siria y finalmente su posición de abierto apoyo al gobierno Azerí en la actual guerra en Alto Karabaj. Mientras el francés Macron pretende encabezar una política de mayor enfrentamiento al gobierno turco de Erdogán, con el apoyo del gobierno derechista griego, Merkel y el gobierno alemán prefieren una política de apaciguamiento. Sin embargo, es necesario decir que los obstáculos para la asimilación de los ex Estados soviéticos no están dados por una falencia en la política exterior, sino por el desgarramiento del proyecto imperialista europeo en sus bases materiales capitalistas, sobre todo a partir del estallido de la crisis de 2008. Actualmente, podemos hablar de una nueva crisis que es continuidad de aquella, pero no lineal, exacerbada por la pandemia y por las funestas consecuencias de la destrucción de conquistas obreras de las décadas anteriores, que utilizó la burguesía imperialista europea bajo la bandera de la austeridad para intentar dar una salida burguesa.
  Frente a esta descomposición imperialista y a la errática política exterior de los Estados metropolitanos, la burguesía turca intenta diseñar su propia hoja de ruta como potencia regional, lo que podría llamarse un “imperio de opereta” con bases totalmente semicoloniales, no por ello menos brutal y asesino. A su turno, el bonapartismo de la protoburguesía rusa encabezado por Putín debe enfrentarse a las contradicciones que explotan en la periferia de su dominio estatal, como es el caso de la crisis en Bielorrusia, de la semiinsurrección en Kirguistán y de la guerra a que nos referimos en esta nota. Acá, nos parece interesante tomar la hipótesis de León Trotsky en relación a la restauración capitalista, que planteaba que la dirección contrarrevolucionaria que dirigiera los procesos de restauración, en su contradicción de no poder conformarse en clase, generaría, en su relación con las leyes tendenciales de la economía mundial, un caos capitalista. En este caso, se extiende a la periferia de la ex- URSS, donde los sectores provenientes de la burocracia estatal y la pequeña burguesía de estos países pujan por el control territorial bajo el ropaje de argumentos de derecho internacional e ideologías nacionalistas para intentar establecer nuevos Estados, sin duda semicoloniales, buscando un equilibrio entre las diferentes fuerzas internacionales circundantes (tanto Armenia como Azerbaiyán pertenecen a un sinnúmero de coaliciones internacionales de posguerra) en un período de decadencia capitalista y, por lo tanto, de decadencia de la forma estatal de dominación burguesa, el Estado-nación.

La experiencia trunca de la URSS

  Frente a la guerra actual, que ya cuenta decenas de muertos, cientos de refugiados y el bombardeo de importantes ciudades de Alto Karabaj y Azerbaiyán, algunos grupos e intelectuales proponen volver a los “valores cosmopolitas e internacionalistas” del Estado soviético como solución para conquistar la paz entre los pueblos. Las bases marxistas del programa revolucionario, que guió a los bolcheviques a tomar el poder y desarrollar la experiencia de la URSS como forma estatal de la dictadura del proletariado, niega que un programa se base en ideologías. Porque es el ser social el que determina la conciencia y no al revés. El problema de las minorías nacionales que estaban atrapadas en la entonces llamada “cárcel de los pueblos”, el imperio Zarista, fue tomado con mucha seriedad por Lenin. Estas naciones oprimidas vivían bajo condiciones de atraso en su desarrollo económico y social. El llamado de los comunistas, materializado en los Congresos de la III Internacional, era a integrarse a una Federación de Repúblicas Socialistas en una alianza revolucionaria con el proletariado ruso para superar ese atraso a través de formas socialistas de organización económica y social, comprimiendo las etapas históricas. La transición del capitalismo al socialismo bajo la dirección del proletariado a través de su dictadura, esas fueron las bases materiales que permitirían la reorganización democrática de los pueblos en el seno de la federación. Un futuro socialista plantearía nuevos problemas, pero sin dudas permitiría liquidar las luchas fratricidas sembradas por el atraso y las necesidades posteriores de territorialización de la ganancia propias del capitalismo.
  De hecho, la experiencia de la URSS permitió una convivencia entre las naciones del Cáucaso y un relativo desarrollo industrial. Sin embargo, la experiencia fue truncada por la contrarrevolución burocrática dirigida por Stalin, que estableció el dominio de esta casta sobre el proletariado y sobre las minorías nacionales de la URSS, fortaleciendo el aparato estatal en lugar de sentar las bases sociales para su extinción. El pasaje de la burocracia a las filas de la restauración capitalista abierta a principios de los noventa liberó todas las tendencias centrífugas del capital, llevando a guerras como la de los Balcanes y este proceso continuará desarrollándose por un período determinado de tiempo, cuya duración no podemos definir a priori,  al no poder encontrar una salida capitalista estable dada la descomposición imperialista. Y tampoco una salida progresiva, dada la crisis de dirección revolucionaria. Esta condicionalidad estará determinada, a su vez, no por “valores e ideales” al gusto de los nostálgicos, sino por la lucha de clases, por el choque entre las fuerzas proletarias de la revolución mundial y de la contrarrevolución burguesa. “Definir al régimen soviético como transicional o intermedio es descartar las categorías sociales acabadas como capitalismo (incluyendo al "capitalismo de Estado"), y socialismo. Pero esta definición es en sí misma insuficiente y susceptible de sugerir la idea errónea de que desde el régimen soviético actual solo es posible una transición al socialismo. En realidad, un retroceso hacia el capitalismo es totalmente posible. [...] Naturalmente, los doctrinarios no quedarán satisfechos con una definición tan hipotética. Quisieran fórmulas categóricas: sí y sí, no y no. Los fenómenos sociológicos serían mucho más simples si los fenómenos sociales tuviesen siempre contornos precisos. Pero nada es más peligroso que desechar, en nombre de la integridad lógica, los elementos de la realidad que hoy contrarían nuestros esquemas, y que mañana pueden refutarlos por completo. En nuestro análisis hemos evitado, ante todo, violentar las formaciones sociales dinámicas que no han tenido precedentes y que no tienen analogías. La tarea científica, tanto como la política, no es dar una definición acabada de un proceso inacabado, sino seguir todas sus fases, desprender sus tendencias progresivas de las reaccionarias, exponer sus relaciones recíprocas, prever posibles variantes del desarrollo ulterior, y encontrar en esta previsión un punto de apoyo para la acción.” (L. Trotsky, La Revolución Traicionada)
  Los revolucionarios nos oponemos a la guerra fratricida entre armenios y azeríes, dirigida por los sectores que pretenden la creación de pequeños Estados vasallos del imperialismo en la región. Es parte del militarismo general al que llevan las tendencias bonapartistas que recorren el mundo ante la decadencia burguesa. Peleamos por una salida obrera, a partir de un programa de expropiación de los expropiadores, la derrota de las protoburguesías que dirigen las repúblicas de la Ex Unión Soviética y por una Federación Socialista del Cáucaso. La clase obrera rusa está llamada a apoyar a los trabajadores azeríes, armenios y georgianos en esta tarea, comenzando por la paralización de las fábricas de armas y pertrechos militares y del transporte de los mismos, destinados a armar a ambos bandos para beneficio de Putín y sus acólitos. Así como llamamos a los trabajadores de Turquía, los países europeos y Estados Unidos a acciones obreras contra la intervención de sus Estados burgueses en la región, que como quedó demostrado en Kosovo, sólo sirve para aumentar las masacres y las penurias de los trabajadores y el pueblo pobre. Nuevamente, y de manera cada vez más urgente, llamamos a impulsar una Conferencia Internacional a todas las corrientes revolucionarias que defienden la necesidad histórica de la dictadura del proletariado y luchan por la reconstrucción de la IV Internacional.

 

Publicado en www.cor-digital.org, 21/10/2020.

Elecciones en Bolivia

Votar en blanco o nulo y organizar las fuerzas

El 18 de octubre se vota en Bolivia a un nuevo presidente. Esto ocurre casi un año después de la renuncia de Evo Morales, en medio de procesos de lucha de clases agudos, en el que una fracción pequeño burguesa aliada al ejército y a la policía pudo, mediante la represión, modificar la relación de fuerza que se había establecido con las masas luego de varios años de gobierno del MAS.

Estas elecciones son la culminación de una transición pactada a sangre y fuego, como dijimos en su momento en medio de los acontecimientos de la renuncia de Evo, ya que fueron los mecanismos de un semi Estado burgués los que se pusieron en marcha para forzar la renuncia a la presidencia y después, vía un acuerdo parlamentario con los destituidos, llamar a nuevas elecciones. Por eso los que se apresuraron a llamar a la renuncia de Evo como un golpe, como hizo gran parte de la izquierda, no pudieron sostener su caracterización seriamente, ya que no fueron los militares quienes tomaron el poder, no se cerró el Congreso, ni se anuló la constitución, medidas centrales de un golpe.

Los acontecimientos mostraron el nivel de descomposición de un semi Estado y de las fracciones de clase que defienden ese Estado, las que se enfrentaron para dirimir sus diferencias para ver cuál era la fracción mas pro imperialista y quién podía garantizar la mejor forma de dominación para los intereses de su clase y el imperialismo.

Es en este marco histórico donde se da la crisis política y social en Bolivia. Y las masas mostraron gran predisposición a la lucha para no perder posiciones ante el avance de una fracción más pro imperialista con los bloqueos de ruta, las tomas de fábricas y depósitos. Protagonizaron el enfrentamiento contra la policía y el ejército, a pesar de que las direcciones del movimiento obrero como la COB aceptaban una salida dentro del régimen. Estas acciones son la demostración de que los procesos en Bolivia son parte de las grandes luchas que se vienen dando en gran parte de América Latina. La transición pactada y la pandemia hicieron que los fenómenos de lucha de clase más agudos fueran desviados, pero no derrotados.

En estas elecciones los candidatos con más chance de ganar son Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana, Arce Catacora del MAS y Camacho de “Creemos”, después de que la actual presidenta Añez y otros candidatos se bajaran para tratar de que la fórmula del MAS no gane en primera vuelta y forzar una segunda.

Algunas corrientes de izquierda llaman a votar al MAS (como el PO de Argentina en el FITU), otros llaman a organizar a la vanguardia, pero sin un pronunciamiento concreto ni campaña (como la LOR-CI, en la FT). Es una demostración de que se puede escribir y hacer eventos como la Conferencia latinoamericana, pero la adaptación a la democracia burguesa y a los nacionalismos burgueses no se puede omitir en la realidad. Ya mostraron la misma táctica cuando llamaron a votar a Haddad del PT en Brasil.  

Llamamos a votar en blanco o nulo y organizar las fuerzas para prepararnos para el escenario post electoral, ya que gane quien gane deberán pactar para atacar aun más a nuestra clase e intentar recomponer el semi Estado. El voto en blanco puede expresar la independencia de clases y la necesidad de organizarnos y desarrollar una vanguardia, para luchar contra esa transición pactada, levantando un programa que prepare los pre requisitos para la destrucción del semi Estado. Hay que recuperar nuestras organizaciones como la COB y acaudillar a los sectores campesinos e indígenas en esta tarea. Por el control obrero de los hidrocarburos y el litio. Por una revolución agraria. Por la construcción de un partido revolucionario como sección de la IV Internacional reconstruida. Por la unidad revolucionaria del proletariado latinoamericano. Por una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina, forma estatal de la dictadura del proletariado.

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Viernes, 09 Octubre 2020 21:14

LAS POLICIAS DEBEN SER DISUELTAS

Piñera  ha salido  a respaldar tanto al general Rozas como a la institución de conjunto, dando cuenta con esto de la importancia que tiene la represión en su gobierno, que después del 18 octubre eso se ha hecho patente, por eso los llamó “la primera línea contra la violencia en el país”, dando una definición de clase del carácter burgués de esta institución podrida. Es que para el gobierno ha sido fundamental asentarse en el cuerpo armado organizado por el Estado para la represión del pueblo trabajador. Desde un comienzo con la llamada operación huracán, todo un despliegue represivo y de inteligencia que resultó con el asesinato del comunero Camilo Catrillanca, ahora la reforma a la que se abre el gobierno es lo que vienen en llamar “de modernización de las policías” que busca establecer como norma el ingreso a la fuerzas armadas en el control social interno, y además otorgar mayores atribuciones para perseguir a dirigentes sindicales, estudiantiles etc. Además de la ley aprobada por el arco político burgués y pequeño burgués (UDI hasta el F.A.) conocida como ley  antibarricadas (ley n° 21.208), todo un reforzamiento del aparato burocrático militar, del cuerpo armado al servicio de la burguesía y su Estado contra la clase obrera y el pueblo.

También utilizaron conspirativamente a los gremios de los patrones camioneros para exigir al congreso una serie de leyes más represivas, como la de infraestructura crítica, ley antiterrorista, ley antiencapuchados, de mayores poderes a carabineros y la PDI.

Se han sucedido hechos tras hechos donde el actuar de los policías, lúmpenes organizados por el Estado,  han mostrado toda su descomposición en una línea de represión sistemática, que además de las decenas de muertos post-18 de Octubre, los cientos de casos con mutilación ocular, o pérdida visual total como en el caso de Gustavo Gatica, Fabiola Campillay, o Manuel Acuña golpeado hasta dejarlo en estado vegetal, a lo que se suma ahora Antony Araya joven que fue lanzado al lecho del río Mapocho. Es por esta razón que sectores de la oposición burguesa y pequeño burguesa plantean una reforma o refundación a esta institución irreformable, pretendiendo un lavado de cara a esta institución intentando ocultar que la esencia de ésta institución es la protección de la propiedad privada capitalista sostenida por el aparato represivo estatal.

Ante la negativa del gobierno de sacar al general Rozas, y por el contrario blindarlo, la oposición burguesa apunta sus dardos al ministro del interior utilizando el estéril mecanismo de la democracia burguesa como la acusación constitucional, mostrando  todo un cinismo porque bajo sus gobiernos reprimieron y asesinaron a luchadores obreros y populares, realizaron persecuciones y montajes, etc. Al fin de cuentas de lo que se trata para ellos es mejorar la maquinaria de opresión para proteger las ganancias capitalistas. No se trata del fuera Rozas, tampoco de embellecer a la PDI, o fiscalía que cargan son cientos de atropellos a los trabajadores, que mantiene presos a cientos de luchadores, no se puede regenerar las instituciones del Estado burgués.

En el programa de los revolucionarios se inscribe la consigna de disolución de las policías como una de sus tareas. La profundidad de la descomposición del capitalismo imperialista está evidenciando la naturaleza brutal reaccionaria de las policías en el mundo, como en EEUU, Colombia, Argentina, etc, donde los asesinatos y vejámenes llevados adelante por esta institución han quedado completamente expuestos. Esta pelea no podrá resolverse dentro del marco de la sociedad capitalista en descomposición. No será pacíficamente como se logre, todo lo contrario, significara una fuerte fractura del Estado, una alta conciencia de clase del proletariado, del desarrollo de su vanguardia, vale decir, en una dinámica de lucha entre revolución y contrarevolución.

Los sindicatos deben ponerse la tarea de organizarse contra la represión de los capitalistas y sus Estado. El enfrentamiento con su aparato de represión es inevitable, como lo muestran cientos de luchas obreras y huelgas, donde la disposición de las policías al servicio de los patrones queda más patente. Se debe pelear por la disolución de la policía, se deben organizar comités de autodefensa, para hacer frente a la represión y derrotarla

DESPROCESAMIENTO Y LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS OBREROS, POPULARES Y MAPUCHES.

COMITÉS DE AUTODEFENSA LIGADOS A LOS SINDICATOS

DISOLUCIÓN DE LAS POLICÍAS

Miércoles, 07 Octubre 2020 17:31

30 años de un proceso que todavía no se cierra

3 de octubre, aniversario de la “reunificación” de Alemania

30 años de un proceso que todavía no se cierra

 

El pasado 3 de octubre se conmemoró el trigésimo aniversario de la “reunificación” entre las Repúblicas Democrática Alemana y la República Federativa de Alemania, creadas en 1949 a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Con la “reunificación” se dio por cerrada esta etapa.

El surgimiento de la RDA fue un proceso contradictorio, en el que la burocracia estalinista acordó con los Aliados, a través de los pactos de Potsdam y Yalta, el reparto del mundo. La división de Alemania es parte de ese acuerdo, en que la burocracia de la URSS llevó el modelo de la propiedad estatal a la RDA, con una planificación burocrática de la economía, degenerando cualquier proceso de transición hacia la extinción del Estado y reforzando las ideas del socialismo en un solo país. La construcción del muro de Berlín ha resonado como una de las mayores aberraciones de la posguerra. De hecho, su caída, el 9 de noviembre de 1989, marcó el fin de la guerra fría y el capitalismo imperialista se apuró a declararse ganador, decretando el “fin de la historia”.

La “reunificación” viene a sellar ese acontecimiento y a dar comienzo al proceso de asimilación de los ex Estados obreros. Sin embargo, la historia no se terminó ahí, ni mucho menos dio vuelta la página. El proceso de asimilación trajo consigo infinidad de contradicciones que el imperialismo mundial aun no puede saldar. Si bien de la RDA ya no queda nada, se puede decir que esta asimilación en particular ha tenido un triunfo coyuntural, pero no histórico. 30 años más tarde, la propia debilidad imperialista hace que sea muy difícil terminar de desmantelar a los ex Estados obreros, privatizar todos sus activos, transformar a la burocracia en una sub burguesía subordinada. Demás está decir que, como planteó Trotsky, “el paso del poder a la burguesía en ninguna circunstancia se limitaría sólo a un proceso de degeneración; asumiría inevitablemente la forma de un derrocamiento abierto y violento”.

 

Los mitos de la Alemania unida

Podemos decir que el desmantelamiento de la RDA fue el primer laboratorio del imperialismo para avanzar sobre el ex bloque soviético. Aun siendo el proceso más avanzado, lejos está Alemania de haber cerrado la etapa de asimilación. La unidad alemana se mantiene sobre endebles bases sociales, que el Estado intenta reforzar a través de mitos que se han intentado instalar con la diplomacia.

Primero, que se dio un proceso pacífico. De hecho, al proceso del ’89 se le dio el nombre de “revolución pacífica”, llevada adelante por manifestantes en la RDA. El territorio alemán fue uno de los más destruidos durante la guerra. Se debieron reconstruir ciudades enteras. Para esto, los occidentales contaron con los EEUU, y los orientales, con la URSS. En este lapso de tiempo, ese territorio fue uno de los epicentros de la guerra fría, totalmente militarizado y sometido a la fuerza de las armas. Aun así, no dejaron de haber importantes enfrentamientos de clases, a ambos lados del muro. Algunos progresistas alemanes consideran que la agresiva política occidental de privatizaciones conocida como la “Treuhandanstalt” fue la continuación de la guerra fría por otros medios. Luego del ’89, el lado occidental se consideró ganador absoluto y, lejos de llevar adelante un “acuerdo de partes”, llevó adelante una suerte colonización del territorio oriental. Las posiciones de poder, que supuestamente serían compartidas, fueron tomadas por los occidentales, quienes dirigieron la venta, privatización y desmantelamiento de las importantes instalaciones industriales de la RDA. Los trabajadores orientales sufrieron el azote del desempleo y la carestía de la vida. Las protestas masivas de los mineros de localidades como Bischofferode son un ejemplo. A pesar de esto, la clase obrera alemana se vio despojada de un horizonte político independiente, sin una dirección capaz de mostrar una salida de clase.

Segundo, que se construyó un país democrático y libre. Uno de los principales caballitos de batalla ideológicos del occidente contra el oriente era la máxima de libertad, entendida en el sentido liberal burgués. Fue una propaganda que, apoyada en las dificultades económicas que se profundizaron en el Este y la decadencia de la URSS, hizo mella en importantes sectores, incluso dentro de la RDA. Las movilizaciones contra el régimen del Partido Socialista Unificado de Alemania estaban en gran medida alimentadas por el asfixiante control burocrático del Estado sobre la vida cotidiana de la población. Pero también resultó en una decepción para gran parte de los protagonistas de la revolución pacífica, que levantaban la esperanza genuina de una sociedad más democrática e incluso muchos enarbolaban la consigna de “democracia socialista”. El capitalismo demostró que la democracia burguesa se basa en la explotación de clase y que no hay lugar para reformas “socialistas” dentro de su dominio. Ni siquiera la libertad de vender la propia fuerza de trabajo se podía garantizar. Hasta el día de hoy, los alemanes del Este sufren las enormes diferencias en cuanto a acceso al trabajo, salarios y viviendas que hay con los occidentales.

Tercero, que hay convivencia pacífica y tolerancia. Otro mito que se quiso reflotar a principios del milenio, de la mano de la política “multicultural” de la democracia cristiana y la socialdemocracia. Para 2015, con el estallido de la crisis de la inmigración, se dejó ver claramente que esto nunca fue así. A comienzos de la década del ’90 surgieron los pogromos en la ex RDA contra los inmigrantes. Muchos intentan explicar este odio irracional a partir de la frustración de una juventud sin trabajo, ni perspectivas, que era tratada como extranjera en su propio país. Los ataques a albergues de inmigrantes se volvieron a ver hace pocos años. El crecimiento de las fuerzas neonazis en ciudades como Chemnitz, así como la consolidación de un partido ultra nacionalista como AfD muestran que el capitalismo no es capaz de cerrar las contradicciones del pasado. Esto es así porque se asienta sobre la explotación de clase y los privilegios de la burguesía; no puede llevar hasta el final ninguna idea de libertad y democracia sobre esta base, mucho menos en este momento de crisis abierta.

 

Alemania en el espejo del ex bloque soviético

En 2020 la dirección imperialista alemana se encuentra en la encrucijada de una crisis sin precedentes. A la crisis económica que, con altibajos, lleva más de 10 años se le sumaron la decadencia total del proyecto de la UE, de la cual es el corazón, y el Brexit; la crisis de los inmigrantes y, además, qué rol jugará en las nuevas crisis que estallan en los ex Estados obreros, como vimos en Ucrania y Bielorrusia.

En una reciente entrevista a un personaje clave de la “reunificación”, el político de la CDU Wolfgang Schäuble compara al proceso de asimilación de Alemania con el de China, a la que considera “de gran atractivo”, y destaca su éxito, a pesar de que éste se da al precio de mantener un control total de la economía, cuestión que los alemanes, según él, no aceptarían. Y, además, propone para Alemania una mayor cooperación con Rusia, ante la política norteamericana de patear el tablero del orden mundial de posguerra. Sin duda, la rivalidad con Rusia se verá agudizada a la hora de intervenir en enfrentamientos políticos como los que se vieron en Ucrania, pero estos competidores a la vez se tornan necesarios para el imperialismo alemán, que se encuentra al frente del barco sin timón de la UE. Claro que nada bueno para el proletariado internacional se puede esperar, ni del imperialismo occidental, ni de las burocracias, que persiguen su propio interés de sobrevivir con sus privilegios, a costa del Estado, pero a la vez, bloqueando el libre juego del capital.

 

Tareas históricas

A 30 años de la declaración de victoria del capitalismo sobre el “socialismo real”, el imperialismo está en problemas. Uno a uno, han ido cayendo sus mitos. Luego de las tortuosas experiencias de los Estados de transición del siglo 20, que surgieron de procesos revolucionarios inaugurados por la Revolución Rusa, el proletariado del siglo 21 no parte de cero. Contamos con la rica experiencia de las anteriores generaciones y podemos sacar balance de sus errores. Así y todo, la tarea que esas generaciones tomaron en sus manos, la de la construcción del socialismo, aún sigue siendo una tarea a completar. Este año hemos visto a importantes sectores de la juventud salir a luchar contra sus patrones y sus Estados. El ejemplo que se destaca es en EEUU, donde no sólo se han enfrentado a las instituciones represivas tras los asesinatos violentos a jóvenes negros, sino también empiezan a mostrar simpatías con las ideas del comunismo; cuestión que ha despertado las alarmas de la burguesía imperialista.

La principal debilidad de nuestra clase hoy es la falta de una dirección revolucionaria capaz de sistematizar esa experiencia y de poner en marcha el programa comunista a la luz de los desafíos actuales. Está a la orden del día la reconstrucción de la IV Internacional, partido mundial de la revolución, que sistematizó no sólo lo mejor de la experiencia de la Revolución Rusa, sino la mecánica de la transición de la revolución proletaria a la revolución mundial.

La experiencia del proletariado alemán, en particular, tiene una gran riqueza que aportar al proletariado mundial. Hoy más que nunca, debemos levantar bien alto las banderas del socialismo y emprender la lucha por derribar las fronteras que impone la burguesía construyendo la Federación de Estados Unidos Socialistas de Europa, como forma estatal de la dictadura del proletariado internacional. Para desarrollar la meta histórica de sentar las bases para un mundo sin explotadores, ni explotados.