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La clase obrera es una y sin fronteras
El gobierno de Piñera comienza una nueva oleada de expulsión de inmigrantes.
El pasado 24 de setiembre carabineros arremetieron contra familias migrantes instaladas en carpas en la plaza Brasil de Iquique, en indignantes condiciones de indigencia, insalubridad y precariedad absoluta. Como es costumbre para este grupo de lúmpenes organizados por el Estado, arremetieron a palos contra hombres, mujeres y niños, dejando lesionados y detenidos. El día posterior una nutrida convocatoria de un par de miles de manifestantes, muñidos con banderas chilenas y cantos “patrióticos”, azuzados por los grupos más reaccionarios, salieron a quemar carpas, enseres y hasta coches de infantes de las familias migrantes. Contradictoriamente una de las manifestantes expresaba que el problema era que “no podemos hacernos cargo de nuestros pobres para que vengan más”.
En su gran mayoría las familias trabajadoras provienen de Venezuela, país del que ha emigrado casi un 20% de su población por las condiciones de subsistencia en que se encuentra.
El mismo gobierno de Piñera fue el que alentó (previo al levantamiento del 18 de Octubre del 2019), de la mano del empresariado, y promocionó a la semicolonia Chile S.A. como el “oasis” latinoamericano al cual llegar. Efectivamente al “país modelo” del patio trasero del imperialismo norteamericano han arribado, en medio de la crisis económica capitalista y la pandemia mundiales, importantes contingentes de trabajadores de distintos países, principalmente de Haití y Venezuela, que ya conforman más del 10% de la clase obrera nacional.
La inmigración ha sido alentada persistentemente desde mediados del 2000 por las 7 familias, enfeudadas al capital financiero internacional y los monopolios imperialista, los dueños de Chile, para disponer tanto de personal calificado como de mano de obra barata dispuesta para todo tipo de atropellos. No es menor que la mayor cantidad de denuncias de abusos laborales en la inspección del trabajo sea de parte de los trabajadores migrantes. Es así que según estudios del 2019 (sin contar los efectos potenciadores de la pandemia) los ingresos de los trabajadores migrantes habían reducido casi un 20% el ingreso salarial por el mismo trabajo, al tiempo que aumentaba considerablemente el índice de desocupados. El “modelo” de país semicolonial es el de profundizar de forma sistemática las divisiones de la clase trabajadora, ya sea mediante la subcontratación, la rotación laboral, la precarización, etc. Esto coronado con una atomización extrema de las organizaciones sindicales capaces de unificar a la clase obrera y empujarla a la lucha.
La descomposición acelerada del capitalismo imperialista, la intervención reaccionaria de los Estado, los reacomodamientos de las burguesías latinoamericanas en medio de la crisis, descargando sus efectos de forma despiadada sobre las masas, el aumento exponencial de la pobreza y la indigencia, las “corrientes” migratorias en distintas partes del mundo (Medio Oriente, CentroAmérica, Asia Central, etc), grafican un decadente cuadro de un sistema que avanza hacia la barbarie.
Las respuestas de la burguesía ante esta situación crítica pasa desde la expulsión, hasta la instalación de campos de refugiados en sus versiones más progres.
El fin de los subsidios estatales, el incremento de la población trabajadora desocupada, el fin de los efectos supérfluos de una recuperación ficticia, pronostican un escenario que puede ser caldo de cultivo para algunas expresiones de xenofobia ante la falta de salida de fondo y el crecimiento de la miseria.
Es preciso que la clase trabajadora intervenga unificando sus filas, unificando a sus destacamentos nacionales e inmigrantes. Los trabajadores no tenemos patria, somos parte de una clase poderosa, de una clase que es por escencia internacional. La lucha contra el imperialismo y las sub-burguesías latinoamericanas (sea Chilena, Venezolana, Argentina, etc) está a la orden del día.
Que las organizaciones obreras se dispongan a luchar por incorporar al aparato productivo a todos los trabajadores desocupados, chilenos o inmigrantes, así como a levantar acciones de solidaridad activa para con las luchas de los trabajadores en los distintos países contra el imperialismo y sus democracias para ricos.
Para ello es necesario también preparar la dirección política internacional de los trabajadores que se ponga como norte la conquista del poder de la clase obrera, destruyendo los aparatos burocráticos estatales de la burguesía. Un partido mundial de la revolución socialista, la IV internacional.
Paso a las luchas de la clase trabajadora y la unidad de sus filas.
Por una Federación de Estados Obreros Socialistas de Latinoamérica
Trabajadores del mundo Uníos