Desorientado, el imperialismo elige dirección
Sábado, 31 Octubre 2020 19:25Elecciones en EEUU
Desorientado, el imperialismo elige dirección
Signadas por la pandemia y la crisis económica y social, las próximas elecciones presidenciales en EEUU enfrentan a los 2 históricos partidos imperialistas. El actual presidente Donald Trump encabeza la boleta republicana; el ex-vicepresidente de Obama, Joe Biden, la demócrata. Son expresión de las dos últimas administraciones, ambas fallidas.
Las encuestas muestran a Biden como favorito, con un 51% del voto popular contra el 43% de Trump según una “encuesta de encuestas” de la BBC (27/10). Sin embargo, el sistema de votación yanqui no es directo, sino a través de un colegio electoral, por lo que este número es relativo. Un análisis más minucioso igualmente favorece al candidato del Partido Demócrata (PD). El colegio electoral está conformado por delegados de cada Estado según su representación en el congreso, y quien gana en cada uno se lleva todos los delegados; por otra parte, muchos Estados están históricamente definidos para uno u otro partido, por lo que los que determinan el resultado son los llamados “swing Estates” (Estados oscilantes). En este estudio que maneja la BBC, Trump mantendría por el momento 4 de los Estados oscilantes que ganó en 2016, y no recuperaría ninguno, mientras Biden mantendrían 4 de los que ganó Hillary Clinton, y recuperaría 6 de los que ganó Trump. En algunos aparece con una ventaja clara, como es el caso de 3 importantes Estados industriales que en 2016 ayudaron a la victoria de Trump: Michigan (dif 9%), Pennsylvania (dif 3,8%) y Wisconsin (dif 5,5%), los tres integrantes del llamado “Rust Belt” (Cinturón de óxido). Sin embargo, los mismos autores del estudio advierten que hay que leer las encuestas con escepticismo, no solo por las últimas pifias en elecciones alrededor del globo, sino más concretamente por la incertidumbre creada por la pandemia y sus efectos sobre la economía mundial y la propia votación del 3 de noviembre. De hecho, las condiciones de pandemia han llevado a un inédito aluvión de votos anticipados: 84 millones a la fecha.
Elecciones de crisis
Esta incertidumbre no sólo debe atribuirse al COVID-19, que de hecho aceleró la crisis mundial que ya se estaba desarrollando, sino también al empantanamiento del cambio de orientación imperialista que prometía la administración Trump. Esto queda reflejado en la propia campaña electoral. Trump dejó de lado varios elementos del discurso que lo llevó a la presidencia en 2016. Si bien continúan sus bravuconadas contra China, no puede mostrar números sustantivos de recuperación de puestos de trabajo industriales que supuestamente iba a crear a través de la guerra comercial con China y otros países como México para repatriar fábricas. Y si bien algunas empresas norteamericanas sacaron sus plantas industriales de China, solo fue para trasladarlas a semicolonias del sudeste asiático, mientras otra parte de las empresas industriales se pasaron al apoyo a Biden enojadas por el encarecimiento de productos intermedios importados desde China por la aplicación de los aranceles. Por el lado de los números, el déficit comercial con China continúa, y el peor golpe está relacionado con la pandemia: China se coloca como la única gran economía industrial que cerrará 2020 recuperando los niveles de producción pre-crisis. Esto quizás explique la posibilidad de perder electoralmente varios Estados del Cinturón (industrial) de óxido. La campaña de Trump ya no pone énfasis en estos problemas, y mete en el centro la consigna de “la ley y el orden”, polarizando con viejas contradicciones que la conformación del Estado yanqui como tal nunca pudo ni podrá resolver como el racismo, el sometimiento del pueblo negro, la relación de los Estados con el gobierno central y de las instituciones estatales entre sí. En efecto, la designación por parte de la mayoría republicana en el Senado de Amy Coney Barrett como nuevo miembro de la Corte Suprema como un baluarte de la derecha para volcar el poder judicial en favor de los sectores conservadores ha desplazado a la pandemia en la discusión política de las últimas semanas. En cuanto a la posición del imperialismo en el mundo, si bien la administración actual avanzó en la ruptura del viejo andamiaje de instituciones internacionales de posguerra como el acuerdo de París, la OMC o incluso la OMS, no ha podido negociar una nueva configuración que defina una orientación estratégica para el capital. En el plano internacional, el logro más importante fue la defensa a rajatabla del avance diplomático y militar de Israel sobre Palestina y en Medio Oriente en general, aunque esto también está cuestionado por movilizaciones en el seno del engendro sionista.
Biden, por su lado, tiene muy poco para mostrar. Necesita contener a los movimientos que vienen desarrollándose ante la acumulación de contradicciones sociales generadas por la imposibilidad de dar una salida imperialista a la crisis de 2008, sobre la que se montan las nuevas contradicciones generadas por la crisis actual. Con la ayuda de los Socialistas Democráticos de América (DSA por sus siglas en inglés) y de la burocracia sindical de la AFL-CIO, ha logrado desarrollar un discurso que intenta cooptar a estos movimientos y al mismo tiempo evitar enajenarse las simpatías de los sectores burgueses imperialistas que sostienen su campaña. Estamos hablando de lo más granado del capital financiero de Wall Street y los gigantes de la “nueva economía” del Silicon Valley. Biden sabe que si tiene alguna chance de ganar es aglutinando a todos los sectores anti-Trump: por eso lo ataca por algunos flancos como su derrape en la política hacia China y Rusia, prometiendo un supuesto “multilateralismo”… para sostener un avance aún más agresivo sobre China. Probablemente este sea el único elemento serio del planteo de Biden: sostener una ofensiva para intentar acelerar la asimilación de los ex-Estados Obreros es sin duda la única salida estratégica que tienen en claro los imperialistas desde hace décadas. El problema son los obstáculos objetivos que la propia descomposición imperialista opone a esta tarea. Otros puntos que enuncia Biden son la reforma en los gastos estatales, los impuestos, incluso el salario mínimo, una discusión bastante disparatada para un país imperialista pero que también está planteada en la Unión Europea. Sucede que las ayudas que introdujo Trump para intentar salir de la actual crisis, el más grande paquete de rescate de la historia (U$S 2,2 billones), al igual que los paquetes del estado central y las provincias chinas y el votado por la UE, están generando una espiral de endeudamiento que sientan las bases para un nuevo salto en la crisis capitalista mundial.
Recesión y pandemia
El horripilante manejo de la pandemia por Trump es algo incuestionable: con 230.000 muertos y 9 millones de contagiados, hasta la propia administración confiesa que se ha tornado un problema incontrolable. Pero el flamante dato de un crecimiento del PBI del 7,2% en el 3º trimestre de este año contra el trimestre anterior ha permitido a los trumpistas retomar la ofensiva en cuanto al manejo de la economía. Lo cierto es que incluso antes de la pandemia, el crecimiento económico venía en desaceleración después de una década de crecimiento iniciado bajo la administración anterior luego de la crisis de 2008. Y las consecuencias de la pandemia llevaron a la economía a la recesión, con una enorme pérdida de puestos de trabajo. Ni el PBI ni el nivel de empleo han vuelto a los niveles previos a marzo. Y lo que es peor, la llamada segunda ola de la pandemia, tanto en Europa como en EEUU, pone en cuestión que la recuperación del 3º trimestre se mantenga, por lo menos a ese ritmo. De hecho, el FMI sitúa la caída interanual para fines de año en 4,3%. Ante estas perspectivas sombrías, la respuesta es un nuevo paquete de estímulos que Trump intentó meter por decreto pero finalmente quedó trabado en el congreso. Este paquete probablemente será aprobado una vez finalizada la elección, sea quien sea su ganador, aumentando el endeudamiento estatal, al que hay que sumar la burbuja bursátil que marca que la recuperación, como sucedió en 2008, sólo está siendo apuntalada con la emisión de capital ficticio. La diferencia es que esta vez aparece como una “emisión preventiva” que lejos de estimular el crecimiento podría ahogar el vigor de las empresas en su disputa por el mercado mundial, donde cobran plena vigencia las leyes tendenciales del capital.
Ya hablamos de las debilidades de la guerra comercial lanzada contra China. Esto no quiere decir que China esté saliendo como ganadora de este enfrentamiento. El PC chino sí está aprovechando que el imperialismo yanqui está concentrado en saldar su crisis interna para tomar posiciones en el mundo, pero al mismo tiempo también recurre a un endeudamiento sin igual para alentar a su sector manufacturero y su mercado interno, alimentando otro tipo de burbuja. La desorientación imperialista, sumada al desarrollo de la crisis de la economía mundial, da lugar a todo tipo de crisis políticas, desde la UE, hasta las diferentes regiones donde las sub-burguesías semicoloniales quedan sin un eje que les permita por lo menos refrenar la crisis social y de las instituciones Estatales. Todos estos elementos, lejos de hacer a “Norteamérica grande otra vez”, sientan las bases para que todas esas contradicciones golpeen aún con más fuerzas los cimientos del imperialismo norteamericano.
Lucha de clases
El elemento más novedoso de la situación norteamericana, incluso mundial, es el estallido de la crisis social cuyos elementos vienen acumulándose en lo profundo de las contradicciones de clase por lo menos desde la crisis de 2008. Movimientos surgidos luego de esa crisis, como el Black Lives Matter (las Vidas Negras Importan) y otros como Ocuppy Wall Street, si bien fueron en su momento incorporados institucionalmente a través de la campaña de Bernie Sanders, son antecedentes de las enormes movilizaciones por el asesinato continuo del pueblo negro por parte de la policía, cuyo momento de quiebre fue el asesinato de George Floyd en mayo, en medio de las políticas de cuarentena de los Estados. Este deterioro social choca con la propaganda de 10 años de crecimiento, bandera que se disputan los dos partidos del orden imperialista. Y este choque no sólo se hace evidente en la lucha del pueblo negro y el masivo cuestionamiento a la institución policial, sino en varias luchas sindicales, donde se pelea por recuperar lo perdido en las negociaciones colectivas pos 2008, mientras la burguesía levanta la línea de que la clase obrera debe en cambio dar mayores “concesiones” a las empresas de cara a la actual recesión.
La situación se polariza, con el surgimiento de grupos radicalizados por derecha, algunos armados, que toman las banderas del racismo, los valores religiosos y la libertad burguesa. Estos grupos son la base dura del voto Trump. Así como éste polariza con la idea de que BLM y los ANTIFA son el caos y están apañados por los demócratas para galvanizar a su base, la AFL-CIO y sectores progresistas llaman a enfrentar la posibilidad de que Trump desconozca los resultados en una suerte de “autogolpe” para consolidar el voto de Biden. Es el mismo papel que el ala izquierda de los demócratas jugó para cooptar a los movimientos post 2008, haciendo orgánico lo inorgánico, pero con un grado mayor de decadencia y descomposición. La idea sería que el no haber tragado el sapo de Hillary por muchos de los votantes de Sanders en la interna de 2016 fue lo que llevó a Trump a la presidencia… ahora llaman a tragarse el sapo del conservador Biden, y en defensa de las instituciones de la democracia imperialista que se basa en esa policía que las masas cuestionaron en las calles y barricadas de Oregon, Wisconsin y todo el país. Esa democracia que ya venía cuestionada por su rol asesino en Afganistan e Irak, algo que Obama y Trump debieron tener en cuenta para camuflar y refrenar sus aventuras en el extranjero, aunque igual las hayan tenido como en Libia, Siria o arrojando la “madre de las bombas” en Asia central.
El rol contrarrevolucionario del reformismo sin reformas de Bernie Sander cobra una forma más organizada en el DSA, que en su documento “National Electoral Estrategy” (Estrategia Electoral Nacional) denuncia como “establishment neoliberal” a los candidatos del PD, mientras su máxima referente, Alexandria Ocasio-Cortez, llama a votar por Biden con el argumento de que “es central sacar a Trump”.
Lo peor es que una lógica similar lleva a corrientes del centrismo trotskista a, mientras llaman a la abstención, impulsar sin embargo un Frente Único democrático contra un eventual “autogolpe” de Trump, como es el caso del PO. O diluyen cualquier idea de programa obrero para intentar “empalmar” con esta ala izquierda del régimen y con los movimientos, como si estos últimos no tuvieran direcciones, como es el caso de Left Voice, ligado al PTS-FT. La tendencia de Altamira festeja de antemano una gran participación electoral, como hizo en Bolivia y Chile, fortaleciendo por izquierda el principal engaño que la burguesía tiende a las masas: hacerles creer que están eligiendo voluntariamente a sus representantes, cuando en realidad es el imperialismo el que está definiendo su dirección. Las elecciones son un reflejo distorsionado de la realidad, y en ellas se mide la orientación de la burguesía imperialista en su relación con las masas a través del régimen de dominación, el Estado y la democracia imperialista y sus instituciones. En esto el imperialismo norteamericano tiene un problema grave. Los mecanismos de cooptación y las nuevas direcciones contrarrevolucionarias son efímeros, porque las bases materiales, económicas, de dominación del capitalismo se están pudriendo. La clave es preparar las fuerzas del proletariado y su vanguardia para poder enfrentar al Estado imperialista, no apoyar a un ala supuestamente democrática del régimen burgués contra su ala “derecha”.
Programa de transición y dirección revolucionaria
Las corrientes centristas que enumeramos anteriormente, y muchas otras, plantean la abstención frente a lo impresentable de los candidatos de los grandes partidos imperialistas y también de las pequeñas formaciones liberales, reformistas y verdes que pululan en cada elección presidencial. Sin embargo, acompañan esto con un programa democrático radical, al que llegan por diferentes caminos, ya sea la subordinación a los movimientos de los morenistas y neo-morenistas o la teoría de campos tipo PO argentino. Para dar un ejemplo, coquetean con ideas jacobinas como la abolición del colegio electoral y la implantación del voto directo, y reformas institucionales de esa especie, y con el enfrentamiento a la “derecha fascistizante” de Trump y los paramilitares. No está descartado que Trump y los grupos que él inflama se salgan de la relación de fuerzas desconociendo los resultados poniendo sobre el tapete una crisis política aún mayor, aunque sea poco probable, pero de todas formas no se trataría de enfrentarlos con un programa de reforma democrática, sino con un programa obrero y con los métodos de nuestra clase.
Desde la TRCI planteamos desarrollar un movimiento de abstención para enfrentar a los candidatos del imperialismo, desde una posición de independencia de clase. Llamamos a organizarnos en las ramas de la producción, a recuperar los sindicatos, a organizar las fábricas y lugares de trabajo contra las patronales y al ingreso masivo de los inmigrantes, los negros, los latinos, los jóvenes y las mujeres a nuestras organizaciones de clase. Llamamos al proletariado norteamericano a ponerse al frente de la lucha contra la opresión que el imperialismo ejerce en todo el mundo, a solidarizarse con los pueblos semicoloniales que pelean contra el FMI y los gobiernos cipayos, fortaleciendo así la unidad obrera con los inmigrantes dentro de los propios EEUU. Frente a la crisis capitalista, es necesario desarrollar un programa de transición, que de respuesta a las penurias de las masas desde una salida obrera para dejarnos en el umbral de la dictadura del proletariado. Sentar así las bases de un partido revolucionario en EEUU, que levante bien alto las banderas antiimperialistas como sección de la IV internacional reconstruida.
COR Chile - LOI Brasil - COR Argentina