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Lunes, 10 Marzo 2025 19:44

O SOCIALISTA nº122

Lunes, 10 Marzo 2025 19:39

O SOCIALISTA nº121

Preparemos a nuestra clase en la lucha contra el capitalismo imperialista

 

El 8 de marzo es el día internacional de la mujer trabajadora. Conmemoración forjada con la lucha valerosa de cientos de miles de mujeres activistas y revolucionarias desde los inicios de la actual etapa de descomposición del capitalismo, el imperialismo. Ora por los derechos políticos, por los derechos reproductivos, por la igualdad social y contra la explotación del capital, fuente de esa doble opresión. Fue la revolución de febrero en Rusia (el 8 de marzo para el calendario gregoriano) la que coincidió con la conmemoración del día Internacional dela mujer trabajadora, que tuvo como protagonista indiscutible a las obreras rusas, cuyo impulso puso en marcha el derrocamiento del zar que inició el proceso que llevara a la victoria al proletariado, inaugurando la era de la revolución proletaria.

Durante decenios el capitalismo ha intentado cooptar, absorber, domesticar esta conmemoración, con el fin de confundir a la mujer trabajadora en las filas de la mujer burguesa. Los feminismos de conjunto, como una expresión pequeñoburguesa, han diluido el carácter de clase de la luchas de la mujer, levantando reivindicaciones propias del arribismo burgués (participación de la mujer en directorios de empresas o en instituciones burguesas) o con expresiones separatistas para fragmentar las filas obreras.

Cientos de organizaciones autodenominadas revolucionarias, abandonaron sus larvados programas para levantar la bandera “feminista”, provocando la disgregación de los programas y las luchas políticas, para sumarse a las agendas identitarias quitando el filo revolucionario a la lucha por la liberación de la mujer de toda forma de opresión.

El regreso de Trump a la presidencia de EEUU, con su línea de imponer un reordenamiento mundial, deja al descubierto el carácter del imperialismo que es reacción en toda línea. Una reacción que se juega a asestar duros golpes sobre el proletariado internacional, pauperizando a la clase de conjunto y empeorando las condiciones sociales de la mujer obrera.

Ante esto se levantan voces de que la lucha es “contra el fascismo” o contra una supuesta “restauración conservadora”. Estas consignas encubren el carácter reformista de su orientación, pretendiendo una vez más diluir la lucha contra la descomposición capitalista y la ofensiva imperialista en una lucha por maquillar el régimen burgués.

En Chile, luego de más de 3 años de un gobierno “feminista”, el carácter reaccionario de este bonapartismo pequeñoburgués, nos recuerda el apoyo dado de amplios sectores a esta farsa de “lucha contra el fascismo”. El balance vuelve a ser que se perdió la oportunidad de “conquistar derechos” con la derrota del proceso constituyente. Preparan un escenario preelectoral donde los actuales administradores, y parásitos menores, de los negocios capitalistas, posen de abanderados de los derechos democráticos. Los mismos que blindaron con impunidad a represores y asesinos, que encarcelaron a luchadores, que despojan a pobladores de sus viviendas, que militarizan el país ante cada oportunidad, que criminalizan la protesta y la pobreza, que encubre desapariciones como Julia Chuñil, volverán a mostrarse como la alternativa o “mal menor” ante el fortalecimiento electoral de tendencias ultrareaccionarias. Tendencias que, como la de Milei en Argentina, se van debilitando al calor de su propia decadencia y de las luchas obreras.

Es necesario recuperar el 8 de marzo como un día de lucha de la mujer trabajadora, un día de nuestra clase en su lucha por la emancipación.

Paso a la Mujer trabajadora

Recuperemos nuestras organizaciones para la lucha

Por un Congreso de delegados de base de la clase trabajadora

Luchemos por la aparición con vida de Julia Chuñil

Em novembro do ano passado, um importante debate sobre condições de trabalho se impôs, superando as bolhas da internet, que foi a discussão sobre a escala 6x1, impulsionado pela deputada Erika Hilton (PSOL), que apresentou projeto de lei na câmara dos deputados.

O tema mobilizou forças políticas em todos os espectros políticos - contra e a favor - e trouxe à ordem do dia a pauta sobre as condições de trabalho, e consequentemente ataques diretos aos trabalhadores como forma de garantir os lucros da burguesia e recuperar a produtividade, em um momento de aprofundamento da crise capitalista, marcada entre outros justamente pela queda dos índices mundiais de produção.

Porém, a discussão posta com a proposta da deputada psolista se dá de forma rebaixada, localizada nos marcos do parlamento burguês e acompanhando as próprias políticas de flexibilização do patronato. O que está implícito no bojo dessa medida são: a redução de jornada com a redução de salário, lay-off, banco de horas e o arrocho salarial.

As escalas de trabalho sofrem alterações ou mudanças de ritmo e tempo de acordo com as necessidades e interesses dos capitalistas, cujo processo produtivo já emprega inúmeras jornadas de trabalho na perspectiva da divisão social do trabalho. Essas escalas são negociadas nas mesas dos burocratas sindicais, que estão há tempos afastados dos locais de trabalho, logo de suas bases e colados ao Estado, conciliando-se com patrões enquanto atuam como muro de contenção da luta de classes.

Como contraponto a essa política patronal, a política que se impõe é a da ESCALA MÓVEL DAS HORAS DE TRABALHO - em que todo o trabalho disponível, deve ser distribuído entre toda a força de trabalho disponível, sem qualquer redução salarial, e essa luta deve ser levantada não através das instituições da burguesia como o parlamento e o judiciário, mas através de nossos métodos históricos de luta, e sempre sob a luz da independência de classe.

Para isso, mais do que atos de rua isolados, é preciso que os sindicatos e centrais sindicais tomem a frente desse processo, tomando para si o protagonismo dessa luta, porém, diante da política deliberada de contenção da luta de classes, empreendida pelas direções sindicais e políticas da esquerda eleitoral, se torna urgente a necessidade de recuperação dos sindicatos dessas camarilhas que se apossaram do nosso instrumento de luta e o transformaram em seu meio de vida, desviando toda a luta histórica para as instituições burguesas, advogando que migalhas em meio aos destroços, devem ser consideradas como vitórias.

  • PELA ESCALA MÓVEL DE HORAS DE TRABALHO!
  • PELA ORGANIZAÇÃO NAS NOSSAS ESTRUTURAS, COM NOSSOS MÉTODOS HISTÓRICOS DE LUTA E INDEPENDÊNCIA DE CLASSE!

Una ola de críticas sacude el mundo luego de las declaraciones de Donald Trump del 4/2, en las que propuso que EEUU se “haga cargo” de la Franja de Gaza. Esta “iniciativa” implicaría, lo dejó claro, la expulsión de ese territorio de los palestinos que vienen de enfrentar más de un año de bombardeos y asedio por parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes. El imperialismo propone la limpieza étnica definitiva como “solución final” a la guerra genocida de su enclave israelí contra los palestinos, hoy en pausa a partir de una tregua impuesta a los sionistas por la resistencia.
No es casual que esta propuesta nefasta, una muestra más de la barbarie que el sistema capitalista en descomposición ofrece a la humanidad, fuera vertida en la 1º recepción internacional de Trump luego de asumir como presidente por segunda vez. El honrado era justamente Benjamín Netanyahu, el primer ministro del ente de ocupación. Trump sale así al rescate del gobierno sionista, que tambalea al no encontrar salida no sólo al actual conflicto, sino a una crisis de magnitud histórica dado que Israel es producto de una institucionalidad imperialista propia del equilibrio de posguerra, que hoy cruje por todos lados. Trump propone, retomando la línea de su 1º presidencia, arrasar con toda esa vieja institucionalidad, y su propuesta para la Franja de Gaza, aún con lo poco viable que la podamos considerar, viene a poner en primer lugar la defensa yanqui a Israel como una premisa fundamental del pretendido nuevo orden mundial.
Los hipócritas imperialistas que dirigen los gobiernos europeos, así como los cipayos de todo color en Medio Oriente y el resto del globo, salen a defender el derecho internacional, se rasgan las vestiduras contra la afrenta a los derechos humanos que implican las declaraciones de Trump, gritan la necesidad de mantener las instituciones del sistema de las Naciones Unidas, que pintan como garantes de la paz pero son, por el contrario, las instituciones que han permitido la reciente masacre en Gaza, la continuidad de la guerra en Ucrania, las limpiezas étnicas en África y Asia y todas las tropelías de las potencias imperialistas en los últimos años. Gobiernos como el del laborista británico Christy Cooney o el príncipe heredero Mohammed bin Salman, así como la ONU y los gobiernos de la UE, son cómplices de la expulsión del pueblo palestino de su tierra que se dirige a cumplir 80 años, así como del genocidio en curso, hoy sólo en pausa. Los señores demócratas, liberales y conservadores, defensores de la institucionalidad capitalista no tienen nada que ofrecer al proletariado y los pueblos oprimidos, más que una versión (en apariencia) un poquito menos brutal de la barbarie que sirven hoy a la mesa Trump y su gobierno de multimillonarios. Una versión que no deja de encuadrarse en la preparación militarista de los dirigentes burgueses del capitalismo en descomposición, que anuncia la propia presidenta de la comisión europea, von der Leyen, al solicitar la relajación de las reglas fiscales y de endeudamiento de la UE para aumentar los presupuestos de defensa; ni deja de regirse por el único eje claro que tiene el imperialismo, que es la necesidad de modificar la relación capital-trabajo a su favor, atacando a nuestra clase, tal como vienen aplicando en Polonia, Ucrania y demás países.
Como planteamos oportunamente, Trump sigue la idea de recuperar el liderazgo perdido en los últimos años y, en base a una política agresiva a nivel económico y poderío militar, se pone como objetivo recuperar la influencia perdida, especialmente ante China, en distintas regiones para intentar imponer una nueva hoja de ruta –en su decadencia- para la situación mundial. Sus primeras medidas han mostrado los límites de la maquinaria productiva y financiera yanqui, amenazando con una guerra de aranceles contra México y Canadá que tuvo que meter 30 días en el freezer por la resistencia de la propia burguesía imperialista que teme que semejantes medidas terminen por agrietar aún más la ya de por sí alicaída salud de la economía norteamericana. Sin embargo, tanto el gobierno de Trudeau, en vías de salida, como el gobierno mexicano de Sheinbaum debieron subordinarse y ceder al pedido de militarizar las fronteras de sus países. Sheinbaum muestra que Trump cuenta no sólo con Milei, Bukele y otros presidentes lamebotas en América Latina; también se ofrecen los servicios de un progresismo decadente, dispuesto a desplegar 10 mil tropas contra su propio pueblo para satisfacer al amo imperialista.

Unidad internacionalista contra el imperialismo
Las reacciones de cólera y el enfrentamiento a la agresividad imperialista expresada por Trump ya se han visto reflejadas en las manifestaciones contras las deportaciones en el propio EEUU. Podemos esperar que la juventud retome allí, así como en Europa, la lucha en favor del pueblo palestino. Esas manifestaciones antiimperialistas son un toque de alarma para la clase obrera organizada y su vanguardia, que ha protagonizado acciones de solidaridad muy importantes, pero no ha logrado ponerse a la cabeza de estas expresiones de lucha. El proletariado tiene la capacidad de enfrentar al capitalismo en su base, imponiendo la paralización de la producción y su control para dejar en el aire a los burgueses y detonar las bases de sus Estados. Luchando contra la asimilación capitalista de los ex estados obreros y los gobiernos bonapartistas de Rusia y China que pretenden disputar la dirección del proceso de restauración al imperialismo, con toda la regresión social que eso implica. Peleando por la destrucción de Israel, ente de ocupación sionista en Medio Oriente, y contra todos los gobiernos burgueses de la región (árabes, túrquicos y el gobierno iraní) cómplices de la masacre contra el pueblo palestino, luchando por la Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente como forma política de la dictadura del proletariado. Para la consecución de todas esas enormes tareas que tenemos por delante, es necesario encarar la labor de saldar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, que muestra una vez más ser la crisis de la humanidad. A cada paso, la situación da nuevos elementos para impulsar de forma urgente el llamado a una Conferencia Internacional por la reconstrucción de la IV Internacional y sus secciones nacionales.

 

Ante la magnitud de la crisis y la aceleración de los preparativos guerreristas, conscientes de las consecuencias que esto implica para nuestra clase, se torna urgente el llamado a una Conferencia Internacional hacia las corrientes que aún levantan la necesidad de la dictadura del proletariado.

Hacemos este llamado con el propósito de abrir un debate al interior de las corrientes que se reivindican trotskistas, ya que el trotskismo es la única tradición marxista que mantiene viva la perspectiva de la revolución socialista. Es necesario dar un paso en el sentido de reagrupar a parte de la vanguardia detrás de un programa revolucionario y poder intervenir en la situación internacional. Nuestra corriente aspira a actuar en este proceso como tendencia de una dirección revolucionaria que impulse el desarrollo de una nueva generación que retome las tareas históricas de construir el partido mundial de la revolución, que en esta época es la reconstrucción de la IV Internacional. La construcción de este partido se vuelve imperiosa, en un momento donde priman las ideas de movimientos o coaliciones electorales, que luego se transforman en mediaciones podridas y entran en crisis por su impotencia para hacer frente al avance de sectores ultra reaccionario. Esto lo vimos, por ejemplo, en Brasil donde el PSOL apoyó a Lula, en Chile con el colapso del Frente Amplio de Boric y su alianza con el PC y corrientes afines o el NPA de Francia que hizo una campaña en común con “Francia Insumisa” de Melenchon, para dar sólo algunos ejemplos.

Desde la TRCI definimos que la situación internacional se encuentra en una etapa que se caracteriza entre la descomposición del imperialismo y los procesos de asimilación de los ex Estados obreros. Asistimos a una aceleración de los tiempos, impulsada por la política guerrerista del imperialismo, en la necesidad de asimilar a los ex Estados obreros y abrir nuevos mercados en medio de una crisis en la organización del capital y sus instituciones, como el Estado burgués, y de su forma de dominación, con un bonapartismo decadente.

El 20/01/25 asumió su segundo mandato Donald Trump, rodeado por el establishment financiero y político más concentrado del mundo y representantes políticos internacionales. El discurso que pronunció en el Capitolio planteó la idea de recuperar el liderazgo perdido en los últimos años y, en base a una política agresiva a nivel económico y poderío militar, se pone como objetivo recuperar la influencia perdida –por su decadencia- en distintas regiones, especialmente ante China, para intentar imponer una nueva hoja de ruta para la situación mundial.

Debemos discutir las tareas de los revolucionarios y la política hacia los sectores organizados del proletariado ante la extensión en el tiempo de la crisis económica mundial abierta en el 2008. Los elementos belicistas se están agudizando, como lo demuestran la guerra Rusia-Ucrania, que está desestabilizando a gran parte de Europa; el genocidio en Palestina por parte del enclave de Israel, que está generando una crisis abierta en la región de Medio Oriente, como quedó demostrado en la caída de Al Asad en Siria; la guerra comercial entre EE. UU. y China; la crisis en África.

Tenemos que discutir qué rol debe cumplir el proletariado de los ex Estados obreros, como el chino, el ruso y el ucraniano, para frenar la guerra y derrotar a la OTAN y a los gobiernos restauracionistas. En esos Estados estamos asistiendo a una contradicción histórica, en la cual la burocracia contrarrevolucionaria, que aún no logra constituirse como clase y sigue buscando de forma infructuosa experimentos de acumulación, debe tomar tareas burguesas de la época imperialista, tales como restaurar el dominio del capital. Pero, a la vez, el imperialismo no reconoce a esa formación social como representante para esa tarea histórica. La extensión en el tiempo de esta anomalía es lo que está llevando a una guerra, aún encapsulada. Sin embargo, de llegar a este punto, ya no sería como las otras guerras mundiales, que fueron por el reparto del mercado en la expansión del sistema capitalista, sino que sería para asimilar a los ex Estados obreros en el momento de mayor decadencia y descomposición del imperialismo. Sostenemos que estamos en un escenario novedoso, no sólo porque ya no existen las condiciones económicas y políticas del periodo de guerra mundial, sino que tampoco existen las mediaciones partidarias o movimientos políticos con base obrera que se desarrollaron en ese periodo. Por eso es difícil y hasta estéril buscar analogías históricas, como las que plantean que estamos en un momento como el previo a 1915 u otras. Lo que debemos constatar es que el imperialismo en su decadencia puede llevar a los trabajadores a enfrentamientos militares y creemos que la dinámica mundial está dando indicios de esos preparativos. Debemos enfrentar la guerra con la revolución, guiados por la teoría de la revolución permanente.

Hoy presenciamos la crisis de las corrientes que aun reivindican el legado de Mandel, Moreno, Ted Grant, Lambert y otros que no pueden dar respuesta a los procesos abiertos. Dado que se vieron en la necesidad de desarrollarse en un periodo que ya está desapareciendo, éstas están quedando obsoletas para orientar la práctica revolucionaria actual. En su momento debieron dar respuesta a procesos históricos muy contradictorios como la política contrarrevolucionaria del estalinismo (desde la autoridad de la Revolución Rusa y la URSS), el surgimiento de los Estados de bienestar y toda una serie de políticas imperialistas para dar concesiones a sectores de masas en su competencia contra el sistema soviético, etc. Al no desarrollarse la dirección revolucionaria, por el hecho de que la IV Internacional no logró superar el estadio germinal, terminaron desarrollando distintas variantes de adaptaciones al Estado y sus instituciones, ya sea en los países imperialistas como semicoloniales. En general, terminaron separando economía de política y cayeron en trampas de conciliación de clases, sosteniendo esta idea como norte sin entender la dinámica de la revolución permanente donde ya no están las tendencias organizadas del pasado, y donde se plantea el carácter de la revolución, en clave mundial y no nacional. Ahora, por esa adaptación, no pueden dar respuesta a la caída del Estado de bienestar en Europa, a los procesos de asimilación de los ex Estados obreros, a la descomposición imperialista y a los desafíos de la lucha de clases. Aun así, nuestra corriente sigue viva como continuidad del marxismo revolucionario. Esto impone recuperar el método que nos enseñaron los grandes revolucionarios del pasado, para completar la tarea de desarrollar la lucha por el socialismo en las condiciones actuales. Necesitamos una Internacional, que para nosotros es la IV Internacional, que ordene los debates y defina las tareas en todas las secciones nacionales, unificando la lucha de los batallones del proletariado que se destaquen en todo el mundo.

Hacemos este llamado para que empecemos a abordar esta tarea histórica, en pos de saldar la crisis de la humanidad, que es la crisis de dirección revolucionaria del proletariado.

 

Miércoles, 22 Enero 2025 12:18

La era de la descomposición continúa...

El 20/01/25 asumió su segundo mandato Donald Trump, rodeado del establishment financiero y político más concentrado del mundo y de representantes políticos internacionales. El discurso que pronunció en el Capitolio planteó la idea de recuperar el liderazgo perdido en los últimos años y, en base a una política agresiva a nivel económico y poderío militar, se pone como objetivo recuperar la influencia perdida, especialmente ante China, en distintas regiones para intentar imponer una nueva hoja de ruta –en su decadencia- para la situación mundial.

El imperialismo yanki siempre se ha caracterizado por exportar sus crisis, pero ahora todas las contradicciones de la situación mundial golpean fronteras adentro. Eso hace que cada política imperialista que se proponga tenga una fragilidad histórica, por la misma pérdida de la hegemonía mundial.

Los procesos históricos han demostrado, desde el inicio de la fase imperialista, que ninguna política se puede imponer de forma pacífica, por lo que la línea guerrerista llevada a cabo por el gobierno saliente de Biden continuará con Trump, con otros objetivos. La nueva administración se centra en retomar la guerra comercial con China y buscar revertir la desindustrialización en el territorio norteamericano. Trump apostará a revitalizar la industria petrolera para abaratar la energía en el mercado doméstico y desarrollar una competencia agresiva con la industria petrolera de Medio Oriente, pretendiendo alinear a Arabia Saudita centralmente. Por eso plantea que terminará con los conflictos en la franja de Gaza y Cisjordania y en Ucrania, reviviendo los “acuerdos de Abraham”, disciplinado a Líbano y Siria, aislando a Irán, para concentrarse en confrontar con China y fortalecer la economía interna.

El discurso pronunciado fue de tinte proteccionista y nacionalista reaccionario, invocando un supuesto “sentido común”, que implica la supremacía blanca de las épocas doradas del siglo XX. La línea proteccionista ya ha generado devaluaciones en algunos países semicoloniales como Brasil y no podemos descartar que más adelante se generen crisis de deuda en varios países. También esbozó una política migratoria que proponía expulsar en un principio, antes de la victoria electoral, a 10 millones de inmigrantes, pero que ahora se trataría sólo de 1 millón, lo que da cuenta de la composición de la clase obrera norteamericana que cuenta con un fuerte elemento inmigrante, pero también se propone disciplinar fuertemente a un proletariado que ha estado organizándose en algunas ramas. Es una línea de marcada división hacia la clase obrera, para cohesionar base social para su orientación. No podemos subestimar los dichos de Trump, pero tampoco tomarlos como una línea coherente de un imperialismo senil, ya que en el discurso se apeló a una nostalgia de lo que nunca fue y ya no será. Recuperar Groenlandia, retomar el control de canal de Panamá, anexionar provincias de Canadá y México son objetivos que, de intentar realizar seriamente, abriría conflictos profundizando las crisis de los regímenes bonapartistas abriendo posiblemente fenómenos antiimperialistas. Está línea de expansionismo imperialista, incrementa la presión sobre el imperialismo europeo, profundizando su crisis interna, enfrentamientos que de agudizarse empujarían a una tercera guerra mundial, para lo cual, por ahora, no cuenta con una base social.

Este segundo mandato de Trump se asienta en el fracaso del gobierno de Biden e intentará buscar una unidad imperialista, para la cual cuenta como principal aliado a la burocracia sindical, como evidenció recientemente la burocracia de los portuarios bajando las medidas de lucha para que zarparan los pertrechos militares en nombre de la “seguridad nacional” con la complicidad del Partido Demócrata, en una fenomenal crisis. Pero del dicho al hecho hay kilómetros de diferencia. La política del discurso inaugural niega una situación internacional totalmente inestable, de crisis económica desde el 2008 sin solución y con procesos de lucha de clases y guerras de difícil resolución.

En este escenario el proletariado norteamericano tiene una tarea histórica de enfrentar al gobierno imperialista de Trump, frenar la política migratoria reaccionaria, romper con el PD y sus satélites como el DSA, echar a la burocracia proimperialista, desarrollar el incipiente proceso de sindicalización de muchos sectores nuevos con independencia de clase. La derrota de la burocracia sindical permitirá que la clase obrera internacional avance en su unidad con la resistencia palestina, con los trabajadores de Rusia y Ucrania que luchen contra la asimilación capitalista de los ex Estados obreros y con el proletariado de los países oprimidos por el imperialismo yanki.

¡Por la derrota del imperialismo! ¡Por la reconstrucción de la IV Internacional, partido mundial de la revolución!

 

 

 

El domingo 19/01/25 empezaban a regir las condiciones del acuerdo de cese al fuego alcanzado en Qatar, luego de meses de negociaciones fallidas, que consta de tres tramos: entrega de rehenes y liberación de detenidos; retirada del ejército israelí y reconstrucción de la Franja de Gaza luego de los bombardeos. 

Este acuerdo pende de un hilo, ya que Netanyahu dejó en claro que en cualquier momento el ejército israelí puede continuar el genocidio bajo cualquier excusa. De hecho, ya está apuntando a Cisjordania como objetivo de nuevos ataques. Aún así, el cese al fuego fue celebrado por el pueblo palestino, demostrando una vez más la resistencia histórica de un pueblo que lucha contra la usurpación de su territorio por parte del enclave imperialista israelí. La tregua es parte de una política imperialista de la administración saliente de Biden, así como de la entrante de Trump, para que no estallen las confrontaciones en las región luego de los levantamientos y el derrocamiento de Al Asad en Siria. Esto se enmarca en una política guerrerista más general del imperialismo norteamericano, que está desarrollando una guerra “proxy” a través de la OTAN en el frente ucraniano, para cerrar frentes y concentrar las fuerzas en un eventual enfrentamiento más directo con China y sus aliados. Es parte del proceso de asimilación de los ex Estados obreros encabezado por el imperialismo en un su momento de mayor descomposición.  

Otro elemento que muestra el acuerdo Israel-Hamas es la crisis del régimen que gobierna Netanyahu y las tendencias incipientes al surgimiento de sectores rebeldes por fuera de las direcciones burguesas de Hamas y de la Autoridad Palestina, como se vio en los campos de refugiados en Yenín. Esto obligó a acelerar el acuerdo ante la fragilidad de las direcciones en conflicto. Por eso, nosotros siempre planteamos que la salida revolucionaria a esta situación es internacional. Para que se desarrolle la resistencia palestina que expulse al enclave de Israel de Medio Oriente tiene que actuar el proletariado internacional con sus propios métodos, frenando el abastecimiento militar del imperialismo hacia Israel, enfrentarndo a los gobierno que apoyan al enclave sionista en todo el mundo y, junto al proletariado árabe concentrado principalmente en las industrias del petróleo, abran un proceso revolucionario que culmine en la Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente y el Magreb. En las actuales condiciones históricas, ya no hay posibilidad de soluciones  mediante la dimplomacia burguesa con la propuesta de “dos estados”, ni salidas etapistas como “una Palestina laica, autodeterminada, democrática”, la dinámica de la decadencia imperialista nos impone una salida que implica retomar las experiencias  más avanzadas del siglo XX a partir de las Federaciones Soviéticas dadas por la Revolución Rusa, como expresión estatal de la dictadura del proletariado internacional. Retomar las banderas del antiimperialismo y no tener ninguna confianza en los bonapartismos sui generis de los países árabes que han traicionado la lucha palestina y se han subordinado al imperialismo es una tarea central de una dirección revolucionaria. Levantar el programa de la IV Internacional aportará directrices para la formación de una organización de estas características.  

Llamamos a una Conferencia Internacional a todas las corrientes que reivindican la dictadura del proletariado para intervenir en esta situación de forma revolucionaria. 

 

Venezuela

 

La toma de posesión por un nuevo mandato presidencial de este 10 de enero en Venezuela se ha convertido en otro hito en el avance de la descomposición política y social del país. El resultado de las elecciones del 26 de julio, elecciones que en un inicio fueron producto de un acuerdo entre Maduro y el chavismo, por un lado, y el imperialismo y la oposición burguesa por otro, terminó en un fracaso del acuerdo y en ambos bandos auto-proclamándose ganadores. Maduro avanza en la represión sobre la oposición e incluso encarcela extranjeros catalogados como terroristas internacionales, incluyendo al gendarme argentino Gallo. La oposición, por su lado, realizó una gira en la figura del, según este sector, “presidente electo” González Urrutia por los escasos países de la región cuyos gobiernos lo reconocen taxativamente como ganador: Argentina, Uruguay, Panamá, República Dominicana  y, por supuesto, Estados Unidos. La mayoría de los gobiernos, con eje en Brasil, Colombia y México, intentan mediar para que se retomen las negociaciones entre ambos bandos, hoy rotas.

Lejos de los discursos abstractos sobre la calidad de la democracia burguesa venezolana, lo que está en juego es la relación entre las sub burguesías latinoamericanas y el imperialismo, y en el caso de Venezuela, específicamente en relación al control y la explotación del petróleo. La crisis en la que está inmerso el semiestado venezolano parte del fracaso rotundo del proyecto del nacionalismo burgués encarnado en Chávez y su “socialismo del siglo XXI”, que terminó liquidando PDVSA y demoliendo las capacidades de exploración y extracción de hidrocarburos. La leve recuperación productiva de los últimos años ha sido producto del precario acuerdo alcanzado con el gobierno de Biden, que necesitaba nuevas fuentes energéticas de cara a la guerra entre Rusia y Ucrania. Incluso el arreglo que fue base de las elecciones de julio del año pasado puede entenderse como parte de estas necesidades del imperialismo. Pero la situación se ha visto modificada, tanto en el terreno de la guerra como por el triunfo de Trump, que ha pasado en muy poco tiempo de un discurso “pacificador” a una retórica (bastante delirante por cierto) de expansionismo imperial sobre Canadá, Groenlandia y el canal de Panamá.

La forma especial de poder estatal en las semicolonias fue caracterizada por Trostky como bonapartismo sui generis, también una semidemocracia semibonapartista, una forma de dominación determinada por la relativa debilidad de la burguesía “nacional” desde el punto de vista estructural (es decir, en su relación con la producción) frente al imperialismo y a la clase obrera nativa. Este concepto, si bien es necesario actualizarlo dado el avance de la penetración imperialista, sigue siendo útil para los revolucionarios para comprender la dinámica de la situación en América Latina. El rol que están adquiriendo las Fuerzas Armadas hoy en Venezuela, tanto como principal instrumento de dominación de Maduro como en su carácter de objeto principal de la política de presión del imperialismo para intentar quebrarlas, puede comprenderse cabalmente a partir de esta categoría de la teoría política marxista.

Pero lo más trágico es el papel subordinado del movimiento obrero, sobre todo de su núcleo industrial, papel que es producto de la política de conciliación de clases de las direcciones de los sindicatos, muchos de ellos dirigidos en su momento por el centrismo trotskista. Las responsabilidades de esta tragedia se ven más claras con el paso del tiempo: el llamado a votar a Chávez del Partido Obrero/Política Obrera (en ese momento eran una misma organización), las vacilaciones de la FT-CI (PTS de Argentina, MRT de Brasil, PTR de Chile), las concesiones de la LIT-CI (PSTU en Brasil y Argentina, MIT en Chile) y la UIT-CI (IS en argentina, CST en Brasil, MST en Chile) a la oposición antichavista y directamente el pasaje a las filas de la burguesía del MST argentino (hoy en la LIS, junto Revolución Socialista/PSOL de Brasil) al integrarse al partido PSUV de Chávez, muestran hoy todas sus consecuencias. Saldar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado se plantea como necesidad histórica e implica la lucha contra las corrientes reformistas y centristas que dirigen las organizaciones sindicales. Para ello, es necesario reagrupar a la vanguardia de nuestra clase a partir un programa de transición, que plantee una salida obrera a la crisis. No sólo en Venezuela, sino en todos los países de la región y en EEUU, donde la burguesía intentará engañar a los trabajadores con falsos discursos como la supuesta lucha por la democracia contra la dictadura de Maduro o, del otro lado, por la defensa de Maduro y las burguesías nacionales contra “la derecha” y los yanquis. Una Conferencia Internacional de las corrientes que aún defendemos el programa de la dictadura del proletariado, con el objetivo de discutir el método, el programa y la política para reconstruir la IV Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista, es una iniciativa que venimos levantando desde la TRCI para avanzar en los desafíos de nuestra época de aceleración de la descomposición imperialista.

 

¡Fuera las manos del imperialismo de Venezuela!

¡Control obrero de la industria petrolera!

¡Por un gobierno obrero!

¡Por una federación de repúblicas socialistas de América Latina!

¡Por la reconstrucción de la Cuarta Internacional y sus secciones latinoamericanas!

Martes, 07 Enero 2025 22:00

Aparición con vida de Julia Chuñil

El gobierno de Boric también es responsable

El pasado 8 de noviembre Julia Chuñil “desapareció” en las inmediaciones de su casa en un terreno disputado por el empresario forestal Juan Carlos Morstadt Anwandter, quien ya tenía antecedentes de hostigamiento hacia las comunidades mapuches con el respaldo de las instituciones estatales.

Esta desaparición es parte de la política llevada a cabo por el gobierno del PC-FA, quien ha profundizado notoriamente la política de represión y resguardo de la propiedad privada, como continuidad de las políticas aplicadas por los gobiernos de la derecha y la concertación.

La militarización de la zona sur se ha vuelto permanente, así como la persecución, criminalización y represión de las organizaciones mapuches. La ley de “gatillo fácil” Naim-Retamal, ha habilitado a los agentes de represión a que puedan desenfundar, apuntar y disparar en completa impunidad. La misma impunidad que este gobierno otorgó a los altos mandos de carabineros instigadores de los asesinatos, torturas y mutilaciones durante el “estallido”. La ley “antitoma” también ha sido una herramienta que permitió desalojar, y mantiene en vilo, a cientos de familias privadas del derecho a la vivienda. Con esta misma ley (junto con la de infraestructura crítica) se le otorga manga ancha a los represores para intervenir en las tomas de terrenos, edificios, escuelas, fábricas, hospitales, etc, para intentar desarticular métodos de lucha histórica de nuestra clase.

Hoy, Boric y distintos personeros oficialistas, se ven forzados a hablar de la desaparición de Julia, pretendiendo posar con un perfil democrático de “defensa de los derechos humanos”. Un cinismo de alto calibre para un gobierno que aplicó la pinochetista ley de seguridad interior del estado contra dirigentes de la CAM, en concomitancia con el aparato judicial estatal, otorgando sin pruebas de acusación, más que la persecución ideológica, condenas equivalentes a cadena perpetua. Podríamos sumar el hostigamiento y represión sistemática contra el movimiento estudiantil, la represión a distintas luchas de la clase obrera, o la persecución criminalización y represión de los sectores en lucha (marcha del 11S, conmemoración del 18-O, redada en Villa Francia, etc).

En un proceso acelerado de descomposición del capitalismo a nivel mundial, el semiestado chileno manifiesta su crisis profundizando su deriva represiva, mientras intenta sin éxito encauzar en la institucionalidad de los parlamentos, del aparato judicial descompuesto y los pasillos ministeriales el malestar social.

El gobierno bonapartista pequeñoburgués, regentea la dictadura del capital, intentando saldar la crisis de dominación imperialista, atando al país con dobles cadenas. Su política represiva brinda amplias facultades a los hacendados y diversos sectores capitalistas a incursionar en la creación de grupos paramilitares o elementos lumpen a su servicio.

Exijamos la Aparición con Vida de Julia Chuñil

Libertad y desprocesamiento de los presos por luchar

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