Plebiscito Constitucional: Un desvío que no cuajó

Martes, 06 Septiembre 2022 00:24

El resultado del plebiscito por una nueva constitución le dio el triunfo a la opción Rechazo con un 62% de los votos contra un 38% de la opción Apruebo, resultado contundente, ganando la opción derrotada sólo en 8 comunas en todo el territorio nacional.

El proceso constituyente, con la convención constitucional como organismo ad hoc del aparato estatal, fue la salida que optó la burguesía, aquel 15 de Noviembre del 2019, para salvar al entonces gobierno de Piñera de su derrocamiento producto de la intervención semiinsurreccional de la clase obrera en esos días. Todas las alas de la burguesía y la pequeñoburguesía cerraron filas para llevar aguas al molino de la democracia burguesa, mediante una batería de elecciones (plebiscito de entrada, elección de constituyentes, municipales, presidenciales, plebiscito de salida) que haría difuminar la energía desplegada por las masas en las calles, y su encauzamiento en las vías institucionales.

Los “movimientos sociales” y gran parte de la izquierda se metieron de lleno a este proceso que tuvo como resultado la absorción por esta comisión constituyente de gran parte de estos movimientos, provocando su fragmentación y dilución.

Gran parte de los convencionales eran (mal) llamados “independientes” o eran referentes del movimiento feminista, representantes indígenas, por “el derecho al agua”, hasta una convencional de la izquierda (MIT-LIT-CI). Por supuesto que no faltaban los partidos políticos burgueses y pequeñoburgueses (UDI, DC, PS, FA, PC, etc) quienes se encargaban de cocinar las maniobras políticas pertinentes para cuajar la nueva carta magna. Se abocaron desde un comienzo, pese que ya estaba pauteado su funcionamiento desde el pacto del 15N sobre quórums y respeto a los tratados internacionales, a entregar las certezas necesarias a la burguesía y al imperialismo en  la defensa de la propiedad privada, la entrega de los recursos naturales a la explotación privada, etc etc. A partir de aquí incorporaron toda una serie de declamaciones sobre derechos sociales, culturales e identitarios, que iban desde el derecho al trabajo y a la vivienda hasta la protección de los animales y el medio ambiente, pasando por el respeto a la diversidad sexual, etc.

El texto fue presentado por la prensa internacional, y saludado desde distintos lugares por distintas alas de la burguesía (Bernie Sanders EEUU, Podemos en España, Nupes en Francia, etc), como el ejemplo a seguir para salir de las “crisis sociales”. Nuevamente Chile prometía ser el laboratorio para encauzar las crisis de los regímenes políticos; algo ya practicado en otros países de la región (Colombia, Ecuador, Bolivia, Venezuela, etc) pero con mayor significación ante la profundización de la descomposición capitalista y la crisis de los semi-Estados.

Una vez montado este fraude, las mentiras de la democracia para ricos, eran moneda corriente en la campaña electoral de lado y lado. Mientras esto sucedía, se reprimían las luchas de la juventud secundaria y de las comunidades mapuches, se afianzaba la cárcel a los presos de la revuelta, se encarcelaba a nuevos luchadores, se renovaba una y otra vez los estados de excepción militarizando el sur, se aprobaba la ley de infraestructura crítica para sacar militares en caso de huelgas obreras, se tomaban prestamos con el FMI para solventar la especulación y el precio del dólar, se pactaba un salario mínimo de miseria licuado por la inflación (con el auspicio de la burocracia sindical de la CUT), se reprimían luchas como la de subcontratistas de ENAP, se avanzaba en el cierre de la fundición Ventanas, y un largo etc.

Estas eran algunas pruebas de amor de que el texto, ya pauteado y limitado a una declamación (ya que todas sus “bondades” deberían materializarse en leyes o no serían), era no solo completamente inocuo para los intereses capitalistas sino que podía perfectamente ser útil para descargar la crisis sobre las espaldas del pueblo trabajador. Tanto así que en la recta final el gobierno de Boric, en una “nueva cocina”, pacta una serie de cambios (incorporación de los Estados de excepción, restitución de las funciones del senado, etc) cuestionando el mismo texto y extendiendo la idea de que básicamente el texto sí era malo (“no es perfecto”, decían). Así todos los que estaban por la opción Apruebo, se iban disciplinando detrás de todo el arco concertacionista que comandaba la campaña, en lo que había que buscar con lupa que era lo que criticaban los autoproclamados del apruebo “crítico”[1].

De este modo las masas se enfrentaban a la elección de una constitución que no era defendida a cabalidad ni por sus redactores[2].

Son muchos y diversos los motivos que explican el resultado. Pero evidentemente la puesta en funciones de una constitución que no ofrecía certeza sobre ningún cambio, donde las promesas de mejora se diluían en la trastienda de los pasillos del congreso o los ministerios, en medio de un agravamiento generalizado de las condiciones de vida (inflación, cesantía, salarios, etc), dieron expresión a este “conservadurismo” de masas, que optó por quedar marcando el paso en el mismo lugar, agudizando al mismo tiempo su separación del aparato de Estado.

La derecha, la misma que dejó el poder completamente deslegitimada hace menos de 3 años, si bien salió a festinar su triunfo, también le preocupa la contundencia del mismo, ya que la sola opción de rechazo no entrega ninguna respuesta a la crisis que abriera el 18-O y que el proceso constituyente apostaba a desviar y liquidar. Si bien, la crisis, la pandemia, la represión y el mismo proceso electoral burgués, hicieron retroceder al movimiento de masas, los problemas planteados por dicho levantamiento no solo continúan su curso, sino que se agravan a cada paso.
Javier Macaya, presidente de la UDI, indicó que Boric “sigue siendo un interlocutor válido” para el proceso que se viene. Viniendo de un pinochetista que se refiere al “presidente de la república”, expresa la debilidad en la que quedó el gobierno, y al mismo tiempo la maleabilidad del personaje Boric en una genuina expresión del carácter bonapartista pequeñoburgués del gobierno.

Sólo en ese sentido, y por haber apostado su suerte a la del plebiscito, es que la derecha tendrá más influencia en las decisiones del gobierno. Ya se está fraguando un cambio de gabinete donde seguramente tendrán más peso los viejos personeros de confianza de la burguesía, colocando algún que otro concertacionista.

También el acuerdo de cambios a la constitución con todos los partidos desde la UDI al PC, querrán fraguarlo antes del 11 de Septiembre (a 49 años del golpe contrarrevolucionario) porque la vigencia de la “constitución de Pinochet”, sin conseguir acaramelar su vigencia y encubrir la impunidad de los genocidas, genera una situación convulsiva ante una generación que se movilizó para sepultarla.

La pequeñoburguesía en el poder, en los movimientos sociales y en las  directivas sindicales “rotea” a las masas por haber perdido la oportunidad de haber cambiado el legado pinochetista. Mientras se lamen las heridas, se lamentan de la pérdida de cargos y prebendas potenciales que traía consigo la reforma al estado.

Los movimientos sociales llaman a convertir el texto constitucional en una “hoja de ruta”, en un programa, por el cual luchar.

Otros, incluida la izquierda revolucionaria, llaman una vez más a levantar una “verdadera Asamblea Constituyente”, perseverando en este derrotero, colocando a esta institución burguesa como el medio o etapa necesaria hacia la conquista del poder.

La actual situación puede y debe ser aprovechada por la vanguardia obrera y juvenil, para dirigir sus esfuerzos hacia las estructuras, hacia las escuelas, los hospitales, las minas, las fábricas, para disputar un programa de independencia de clase que impulse la intervención de la clase obrera para dar una salida a la crisis. El abandono de los programas estatistas se vuelve una necesidad.

La construcción de un partido revolucionario internacional, que no puede ser otro que la IV Internacional reconstruida, debe ser el norte para poner en pie una dirección revolucionaria a la cabeza de la clase obrera para que ésta se erija como caudillo de la nación explotada y oprimida hacia la conquista del poder.

 

[1] El MIT en una nota petulantemente titulada “Aprendan a pensar”, hace un análisis lleno de generalidades forzadas donde no discute con nadie en particular, endilga el mote de “ultraizquierdistas” a todos aquellos que no estaban con el “apruebo crítico”, donde termina justificando como excepcionalidad, ir siempre detrás de fracciones burguesas. Como buenos discípulos de la tendencia morenista, golpean a la izquierda para ir hacia la derecha. Quizás una pequeña consigna en el acto de cierre concertacionista como “la libertad de los presos por luchar” bastaba para mostrar que era eso de “crítico”, por el contrario, el cierre de filas era absoluto.

[2] Fernando Atria, abogado oficialista, uno de los principales artífices del texto, luego de la derrota señala que el texto, realizado por él mismo, era “unilateral” con “ánimo revanchista” y peca de no considerar a la derecha, vaya voltereta.

Más en Cor-Chile