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IMPONGAMOS NUESTRAS CONDICIONES PARA LA PRESENCIALIDAD ESCOLAR
POR UNA CAMPAÑA DE LUCHA INTERNACIONALISTA
IMPONGAMOS NUESTRAS CONDICIONES PARA LA PRESENCIALIDAD ESCOLAR
A un año del cierre masivo de escuelas, dispuesto en casi todos los países como parte de las medidas de cuarentena se generalizan los conflictos educativos ante la ofensiva estatal por imponer la vuelta a las aulas en pandemia, con una campaña furibunda de ataque a la docencia y, particularmente, a sus organizaciones sindicales para doblegar la resistencia a un retorno sin condiciones de seguridad sanitaria. En momentos en que gobiernos, empresarios y burócratas nos hablan de “nueva normalidad” y preparan las condiciones de la pos pandemia, afloran violentamente las contradicciones de la crisis mundial irresuelta, sacudida por la segunda ola de covid y el repudio al manejo estatal de la crisis sanitaria, a la vacunación de privilegio, al abandono a su suerte de la población pobre y asalariada.
La cuarentena, como medida estatal burguesa de control de la circulación de personas y mercancías, con el objetivo de preservar sus sistemas del colapso (en especial, su sistema de salud), se tradujo en una injerencia masiva del Estado en la producción y las relaciones sociales, entre ellas, la educación. “Urgidos por incesantes intereses y peligros sociales, los gobiernos irrumpen en el reino económico con medidas de emergencia cuyos resultados, la mayoría de las veces, ni ellos mismos pueden prever” (LT, El nacionalismo y la economía, 1933). El resultado de esta injerencia del Estado burgués no podía ser otro que la exacerbación de las desigualdades sociales, sus contradicciones y el aumento de la desorganización en las relaciones de producción y reproducción social. Contrariamente a las fantasías estatistas, el Estado capitalista, y menos aún un Estado semicolonial, es incapaz de introducir elementos de planificación. “En una sociedad donde prevalece la propiedad privada, es imposible que el gobierno conduzca la vida económica de acuerdo a un ´plan´” (LT, Sobre el segundo plan sexenal en México, 1939).
La necesidad de mayor reapertura de la actividad económica es el verdadero motivo detrás de la ofensiva estatal y empresaria por la vuelta a la presencialidad, justamente por las implicancias en la organización de la vida de las familias asalariadas causadas por el cierre de escuelas en 2020. Las pujas interestatales por las vacunas, desnudando la voracidad del capital farmacéutico y la falacia de la cooperación internacional en el combate de la pandemia, obstruyen cualquier previsión sobre los planes de vacunación de la población de riesgo, o de los trabajadores considerados esenciales para los intereses de la clase dominante.
Sin embargo, la presión a la reapertura escolar para el ciclo 2021, se topa con la realidad de la “vieja normalidad” materializada en una infraestructura escolar absolutamente deficiente. Al deterioro y deficiencia de la infraestructura se agregan los resultados de las sucesivas reformas educativas, laborales y previsionales, impuestas por los organismos de crédito en la región. El achique del gasto en educación, el cierre de aulas y escuelas, incrementaron el hacinamiento escolar. El deterioro salarial fuerza a la gran mayoría de la docencia a trabajar en múltiples escuelas para sobrevivir, lo cual añade gran complejidad al diseño de esquemas de burbujas/alternancia y el uso del transporte público. El ataque a los regímenes jubilatorios del personal escolar, extendiendo la edad jubilatoria, lo cual, junto a las pésimas condiciones de trabajo que impactan en su salud, se traduce en un alto porcentaje de población de riesgo en las escuelas.
Los protocolos que diseñan los ministerios de educación hablan de “burbujas” por aula, de distancia de 2 metros, ventilación, lavado frecuente de manos, ingreso escalonado, alternancia, etc. Medidas imposibles de cumplir en la realidad escolar que los sucesivos gobiernos fueron responsables de crear. La fórmula mágica de los ministros de educación para parchar sus protocolos, es la bimodalidad, el aula invertida (flipped classroom), favoreciendo el negocio de las plataformas educativas. Por supuesto, trasladan completamente el gasto en conectividad y equipos a los docentes y familias, como hicieron en 2020. La bimodalidad es intensificación y extensión de la jornada laboral docente. De imponerse como organizador del trabajo educativo, es una reforma laboral de hecho, que los docentes ya soportaron tras un año de trabajar 24x7.
Las gestiones educativas son incapaces de diseñar protocolos para una “presencialidad segura” ante la profunda fragmentación de los sistemas educativos, la infraestructura, las condiciones de vida y trabajo de estudiantes y docentes. “Empoderar al directivo”, “liderazgo educativo”, son líneas de política educativa imperialista que emanan del Banco Mundial y sus pares, y orientan el accionar de los gobiernos de la región asignando al personal directivo la tarea de definir cómo abrirá su escuela. Estas medidas generan mayor atomización y desorganización entre los trabajadores, porque cada escuela se vuelve un espacio de presiones y división interna, de aislamiento por unidad de trabajo.
Para hacerle frente, los trabajadores necesitamos más que nunca fortalecer la organización por escuela, y la coordinación en cuerpos de delegados escolares por zona/región. Extender el ejemplo de los compañeros de Brasil, quienes han puesto en pie comandos de huelga por distritos, para organizar desde las bases la huelga efectiva como resistencia a la presencialidad sin condiciones, desafiando la pasividad de la burocracia sindical frente a la catástrofe sanitaria y la arbitrariedad estatal. Propagandizar estas experiencias, convocar a los trabajadores de la salud a poner en pie organismos conjuntos de centralización de la acción y decisión, son la tarea del momento frente al rol desorganizador de las burocracias.
Por un plan de acción internacionalista de los trabajadores de la educación
Las direcciones sindicales en toda la región hicieron de la cuarentena su programa. A él se adaptaron la mayoría de las corrientes de oposición que exigían cuarentena para todos. Con sus matices, depositaron en el Estado la tarea de combatir la pandemia. Y como vimos, el balance de esas medidas estatales ha sido brutal para la población asalariada y empobrecida. El despliegue represivo de las fuerzas de seguridad, para controlar la circulación de la población, exacerbó la violencia estatal contra la juventud y los asalariados informales. El costo de la crisis económica lo estamos pagando los trabajadores que cargamos con la desocupación creciente, con la caída brutal de nuestros ingresos, con los enfermos y muertos por miles ante el colapso sanitario, mientras los gobiernos atan por décadas la generación de riqueza al pago de la deuda externa con los bonistas y el FMI.
Los trabajadores de la educación necesitamos hacer nuestro balance de la cuarentena, de la posición asumida por las conducciones que delegaron en el Estado el combate de la pandemia. Este balance es necesario para preparar programáticamente cómo enfrentamos la vuelta a la presencialidad sin condiciones y la segunda ola de la pandemia desde nuestros intereses. Sólo con nuestros métodos y con independencia de clase podremos dar una respuesta a la crisis, en resguardo de nuestras vidas y las de nuestros estudiantes. Necesitamos darnos condiciones para tener asambleas presenciales, por unidad de trabajo, y preparar plenarios de delegados de base con mandato para debatir y resolver un pliego de reivindicaciones sobre las condiciones que necesitamos en las escuelas. No puede haber retorno a las aulas sin recomposición salarial de todo lo perdido en el período anterior. No podemos aceptar volver a las aulas, sin un plan serio de vacunación ni inversión en implementos sanitarios e infraestructura.
Saquemos lecciones de la experiencia internacional de nuestra clase, de la recuperación de los métodos obreros, como la huelga, para imponer cierres ante la ausencia de condiciones seguras, como en Brasil, Italia o en EEUU. Pongamos en pie instancias de discusión con las organizaciones estudiantiles, interpelando a los estudiantes a elegir sus representantes para formar comités de higiene y seguridad conjuntos por escuela, con delegados específicos para esa tarea que designemos los trabajadores de la educación. Es necesario que la fuerza organizada los docentes pueda ser también un núcleo de tracción para coordinar con la juventud de las escuelas, poblaciones y barriadas que, mediante sus centros de estudiantes y organismos, se liguen a los sindicatos de los trabajadores de la educación para encauzar en una lucha conjunta la energía desplegada por la juventud, que destaca en Chile, Colombia y Perú.
La crisis mundial nos afecta como clase obrera sin respetar fronteras, como nos afectan las políticas patronales que implementan todos los gobiernos, de Fernández a Bolsonaro, de Piñera a López Obrador. Es urgente forjar lazos internacionalistas de solidaridad y de lucha unitaria, recuperando con las mejores tradiciones del movimiento obrero mundial nuestras organizaciones para la lucha, echando a las burocracias traidoras. La descomposición de nuestras organizaciones sindicales por la sujeción a la regulación estatal y por la política conciliadora de la burocracia, es una tendencia internacional que debemos combatir con un programa internacionalista.
Las tendencias políticas que reivindicamos la independencia de clase, y más aún aquellas con responsabilidad de dirección en sindicatos recuperados pueden jugar un rol central en forjar una nueva dirección de los trabajadores de la educación. ¡Pongamos en pie oposiciones sindicales revolucionarias! Preparemos una campaña internacionalista de lucha contra la presencialidad escolar sin condiciones. Organicemos un congreso latinoamericano de delegados escolares con mandato, para debatir un balance obrero de la cuarentena y del fracaso del accionar estatal contra la pandemia. Opongamos a la colaboración de la burocracia con el aparato estatal burgués, un programa y plan de lucha internacional de nuestra clase. Preparemos una jornada internacional de paro educativo y movilización.
COR Chile - LOI Brasil - COR Argentina