Las política de recorte y ajuste del gobierno de Piñera, a tono con lo exigido por el imperialismo en varios países de la región, ha significado el despido de más de 4000 funcionarios públicos. La mayor cantidad de éstos han acontecido luego de que la burocracia sindical de la ANEF/CUT/Colegio de Profesores cerrara, bajando las medidas de lucha por un reajuste miserable de 3,5 %, apenas un 0,6% por arriba del IPC.

Justamente fue Bárba Figueroa quien celebró el acuerdo dado que contenía el compromiso de no realizar despidos “injustificados”, como si pudiera justificarse dejar familias en la calle y negarles el mínimo derecho al trabajo.

Ante los despidos llamaron a un día de paro, el que se diluyó en una vuelta al trabajo a realizar reuniones informativas. Por supuesto que la intención era posibilitar que la discusión pasara al parlamento donde los partidos madre de la burocracia sindical (ex Nueva Mayoría) debían ponerle el broche de oro de votar el reajuste para no quedar con las manos vacías y poder seguir mostrando un triunfo.

Y esta situación de ajuste se da por ante un programa de gobierno que plantea “sacar la grasa del Estado”, y no está hablando de los charlatanes y arribistas de toda índole que pueblan los pasillos de los ministerios, el parlamento o demás instituciones del Estado burgués. Habla directamente de que la crisis capitalista la deben pagar los trabajadores y sus familias, los que mueven las escuelas, los hospitales, los consultorios, etc. Además que el gobierno pretende establecer un parámetro insignificante para el resto de negociaciones salariales públicas y privadas.

La pelea por el botín de cargos en el Estado entre los distintos agrupamientos políticos burgueses o pequeñoburgueses es una característica de estos sectores sociales, de políticos profesionales, que exigen su recompensa por la labor de sostenedores del ordenamiento capitalista. Esta es la burocracia estatal de la que también se nutre y se articula la burocracia sindical. En esta pelea quedan entrampados los trabajadores de las escuelas, los hospitales y demás servicios estatales quienes en otros años han sabido desplegar movilizaciones y paros contundentes.
Es prioridad que los trabajadores del Estado se desembaracen de la tutela de los partidos burgueses como el PS, PC o DC, expulsen de las organizaciones sindicales a las burocracia sindical y recuperen estos organismos para luchar contra los planes de ajuste del imperialismo, desplegar una lucha desorganizando al Estado e imponer demandas tales como el fin del trabajo a contrata y honorarios, reincorporación de todos los despedidos  y salarios acordes al costo de canasta familiar.

16-12-18

Abajo la represión del Estado Burgués contra la juventud

Más de un mes ha pasado desde que del Gobierno dieran a conocer el proyecto de ley “Aula Segura” para, según palabras de la Ministra Cubillos, “perseguir con toda la fuerza de la ley a aquellos delincuentes y violentistas disfrazados de estudiantes”. Los jóvenes han estado en la mira del gobierno hace rato, primero con el estatuto laboral juvenil que viene a precarizar el trabajo de los jóvenes y ahora con la ley Aula Segura, que resulta un ataque por donde se le mire hacia la organización estudiantil y su lucha de años contra la educación de clases, dividiendo a estudiantes y trabajadores de la educación e imponiendo salidas directamente autoritarias, porque al parecer que se les quedó en la casa el disfraz de “democracia”. La burguesía sabe que la juventud es un sector que no ha podido cooptar, ya que no le ofrece más que un futuro de miseria en esta sociedad de explotación.

El proyecto de ley (original) en la práctica viene a otorgar a los directores de escuelas públicas (designados por los Alcaldes) la facultad de expulsar de forma inmediata y sin un “debido proceso” (porque no son capaces ni de respetar sus propias leyes) a los estudiantes que porten armas, bombas molotov, o que agredan a miembros de la comunidad educativa, con la clara finalidad de perseguir a las organizaciones que los propios estudiantes tengan dentro de su establecimiento. Las razones que nos dan ya las conocemos de sobra, sus medios de comunicación ya se encargaron de difundir el terror y la desaprobación generalizada hacia la organización y movilización estudiantil con la difusión de los videos que muestran un claro acto de defensa parte de grupos de estudiantes hacia los pacos que fueron a reprimir impunemente dentro de los liceos.

Ahora el proyecto modificado por la oposición parlamentaria le agregan el mote de “aula democrática”, un eufemismo usado por estos cínicos para posar de democráticos, aunque en lo fundamental cierran filas, manteniendo la injerencia represiva en las salas de clases; la oposición viendo la seguidilla de cuestionamientos que le llovían al proyecto ha agregado algunos días posteriores a la expulsión para que el estudiante pueda realizar sus descargos al respecto y así vestir de democrática la medida que les dé chance de desarticular el movimiento estudiantil y que no se vea tan descaradamente la represión. El Frente Amplio no se ha quedado atrás, tanto en el congreso como en los medios han manifestado públicamente su condena hacia los actos de “violencia” por parte de los estudiantes en los liceos, instando como cualquier sapo o lacayo de los burgueses a buscar culpables dentro de los establecimientos, haciéndoles como siempre la pega de mejorar los métodos represivos del Estado.

El Colegio de Profesores, por otro lado, si bien en un comienzo manifestó un tibio rechazo hacia la medida, se ha cuadrado también condenando la violencia por parte de los estudiantes y señalando algunas modificaciones que harían posible que el proyecto fuera apoyado por el magisterio. Se le olvida al parecer al “humanista” Aguilar toda represión y violencia de años que llevan encima los estudiantes y trabajadores de la educación, se le olvida la indiferencia que han mostrado todos los gobiernos de turno hacia la crisis de la educación, hacia las propias demandas docentes como los docentes a contrata, la deuda histórica y o la desmunicipalización son sólo una muestra de cómo les han puesto el pie encima durante todos estos años, sin que sus dirigentes hayan respondido de forma contundente. El gobierno señala hipócritamente que esta medida busca proteger y defender a profesores agredidos, mientras desconoce sus demandas históricas, sus reivindicaciones salariales y los mantiene sin una respuesta frente al petitorio que lleva meses discutiendo con el C.d.P. en estos momentos.

La hipocresía es aun mayor si es que hablamos de violencia; la represión constante e indiscriminada hacia estudiantes, trabajadores, sin mencionar lo que sucede con las comunidades mapuches, ha sido siempre parte de la estrategia de gobierno, una estrategia sistemática de represión por parte del Estado en defensa de este sistema de explotación.

Es preciso entonces que la juventud trabajadora y estudiantil se encargue de organizar los comités de seguridad necesarios como respuesta de defensa y organización de nuestras medidas de lucha como las tomas de colegios, las marchas o manifestaciones.

Por la organización revolucionaria de la juventud. Paso a la juventud trabajadora

El proyecto aula segura no se dirige contra unos encapuchados o unos overoles. Se dirige estrictamente para perseguir y criminalizar a los activistas estudiantiles. Pretenden evitar que los colegios y liceos se transformen en centros de organización y discusión en la lucha contra la educación burguesa. Los estudiantes, así como los trabajadores tienen un legítimo derecho a organizarse, accionar y defenderse frente a los ataques del Estado burgués, que busca desarticular cualquier viso de organización y movilización. Es necesario más que nunca fortalecer la organización estudiantil. Imponer asambleas generales en los colegios, exigir que se paren las clases para que podamos deliberar sobre el futuro. Los centros de alumnos deben llamar a votar delegados de curso que sean los verdaderos cuerpos de activistas dirigentes los que luchen contra la represión que hoy quieren imponer en los colegios. Los estudiantes deben discutir y desarrollar planes de lucha que sean votados en asambleas generales. Es prioritario impulsar medidas de acción para unificarse con los trabajadores, se debe pelear por mejores condiciones de infraestructura y condiciones de trabajo, para ello se debe exigir a las organizaciones sindicales docentes y de funcionarios levantar un pliego común por la educación, que parta con un compromiso por apoyar las medidas de lucha de los estudiantes, la defensa de los estudiantes perseguidos y sumariados, incluyendo la defensa de las acciones de lucha como las tomas, por ningún motivo se puede permitir que el Estado divida la lucha contra la educación burguesa. Los revolucionarios defendemos la violencia que ejercen los explotados y oprimidos contra los explotadores, pero buscamos que esta se ejerza de manera organizada y consciente para repeler todo tipo de ataque y persecución contra la movilización y lucha estudiantil. Se debe transformar la lucha educativa en lucha de clases.

Noviembre 2018

 

Más de un mes duró el paro de los trabajadores portuarios, un sector de la clase obrera que protagonizó una de las más importantes luchas de los últimos años contra una de las patronales más fuertes del país. Esta lucha de los trabajadores vino a dar luz sobre las condiciones precarias e inestables de este sector obrero donde su salario depende de la disponibilidad de los turnos, sin derechos laborales y sociales, en una ciudad con altos índices de cesantía y pobreza, donde por ejemplo los incendios han arrasado los hogares donde viven las familias obreras. La  línea dura contra los trabajadores, llevada a cabo por la patronal que buscó reventar la huelga mediante el accionar represivo, que incluyó golpizas a trabajadores, seguimiento a dirigentes, la utilización de rompehuelgas, la represión policial y de la marina, la represión se dirigió contra el sindicato ingresando y destrozando la histórica sede (su mobiliario, estandarte, vidrios y todo lo que encontró a su paso la furia e impotencia de carabineros que no pudo bajar del techo a los trabajadores que enfrentaban la represión).

El gobierno después de señalar que este era un conflicto entre privados salió a evitar que se les abriera otro flanco de una mayor crisis, donde el gran empresariado presionaba para que esta movilización pare y no escalara más allá. Por ello intervinieron directamente primero el 18 de diciembre para llegar a un preacuerdo, firmado y aprobado por la directiva sindical la que no podía hacerlo pasar sin la consulta a la asamblea, algo que era visto como peligroso por las cámaras empresarias, preacuerdo que la asamblea rechazó unánimemente. Al final en una segunda ocasión los dirigentes Kimpel-Rojas y el gobierno lograron un preacuerdo que implica una giftcard de 250.000, un préstamo de 550.000 y un aguinaldo de 75.000. Para enero un curso de capacitación de 400.000 y un bono de 750.0000 para enero (los trabajadores pedían 2 millones). En todo momento los dirigentes se la jugaron por imponer este acuerdo. Una propuesta que no se condice con los casi 40 días  de huelga de los trabajadores y las posibilidades de extenderse el conflicto en la rama portuaria, donde ya había habido paros y diversas expresiones de solidaridad. Pese a todo los trabajadores lo han considerado un triunfo ante la intransigencia patronal, lo cual es un punto de apoyo para avanzar en lucha y organización. Lo fundamental es que este acuerdo no cierra el conflicto puesto que las condiciones de “eventualidad laboral” se mantienen en los portuarios, solo es un paliativo insultante hacía los trabajadores que han protagonizado esta enorme lucha.

Por su parte el alcalde Sharp (F.A.) junto con la oposición burguesa hicieron insistentes llamado a los empresarios a dialogar junto con haber condenado los hechos de violencia, para que el conflicto no escalara, es decir, buscando evitar que se ponga en el centro la lucha de clases. Pretendiendo cerrar la lucha en las instituciones del Estado, mal que le pese a su discurso autonomista, buscando discursivamente impulsar alianzas de clase territoriales dirigidas por la pequeñoburguesía, cuando lo que en realidad se necesitaba es la alianza de toda la clase trabajadora en la producción para enfrentar los ataques de las patronales y la miseria que el capitalismo genera en las familias obreras.

Los dirigentes de la Unión Portuaria buscaron que el gobierno de Piñera intercediera en el conflicto impulsando mesas de diálogo que llevaran a proyectos de ley que establezcan la base de “derechos laborales” para los trabajadores eventuales. Como era de esperar el gobierno intenta dar respuesta a esta situación indicando que la salida es precarizar aún más las condiciones de trabajo ante las innovaciones técnicas en la producción (lo que no viene al caso dado que las nuevas grúas asisten a naves de mayor dimensión requiriendo la misma fuerza de trabajo).

Esta orientación de llamar a confiar en proyectos de ley o en la política de presión al Estado burgués, será nefasta para los trabajadores portuarios quienes han enfrentado el accionar tanto de la gestión en representación directa del empresariado de los ministros de trabajo y transporte  (Monckenberg/Hutt), como la represión abierta y descarnada de parte de ese mismo Estado.  Si bien han llevado a cabo acciones nacionales en solidaridad, la orientación planteada por la directiva y los asesores legales se dirige a contener, desviar y desmotivar la fuerza de los trabajadores portuarios para irse colocando como una nueva mediación de la dominación capitalista. Luchar contra la burocratización de la Unión Portuaria, que surgió como un ejemplo de organización y de lucha de todo un sector obrero agrupado en una  rama, promoviendo a nuevos dirigentes, desplazando a los burócratas históricos y luchando por la independencia de los sindicatos del Estado, será una tarea central para la vanguardia obrera en el próximo periodo.

La necesidad de un programa obrero

La clase obrera portuaria ocupa un importante papel, puesto que, es parte de la rama de la economía donde se desarrolla la circulación de mercancías, esto lo saben las patronales que reclaman por las pérdidas en sus ganancias, en particular en la patronal agroexportadora que ve perder la producción y vencer las fechas de entrega.

Es central  que como balance se discuta la necesidad de  un congreso de delegados de base a nivel nacional, con mandato de asambleas, donde se discuta un programa obrero que parta entre otros puntos con la consigna de pelear por poner fin al trabajo eventual, partiendo por imponer la escala móvil de horas de trabajo, calculada por el trabajo conjunto de permanente y eventuales, estableciendo un piso mínimo de turnos y horas al mes determinado por el costo de la canasta familiar, junto con imponer que se garanticen todos los derechos laborales y sociales.

Es importante recuperar los sindicatos de manos de burócratas sindicales para luchar contra los planes del gobierno, la patronal como la de Von Appen y los planes de ajuste y represión dictados por el imperialismo. Es necesario levantar fracciones obreras revolucionarios en los sindicatos para pelear por un programa obrero para enfrentar los ataques patronales y la miseria generalizada del capitalismo en descomposición.

Diciembre 2018

Artículo escrito el 16 de enero de 2019.

 

El martes 15 de enero las calles de Londres y varias ciudades inglesas estuvieron palpitando el debate por el acuerdo del Brexit en el Parlamento. En las afueras del recinto se agolparon manifestantes con banderas que decían, entre otras cosas, “leave means leave” (“irse significa irse”). La votación en la cámara de los Comunes resultó en 432 en contra y 202 a favor.

Para Theresa May la estrepitosa derrota no fue una sorpresa. El ala dura del partido conservador ya viene desde hace meses haciendo campaña en contra el acuerdo negociado con Bruselas durante 2018. A pesar de las presiones, tanto de los tories como del Partido Laborista (LP), la Primera Ministra se negó a modificar el proyecto que se trató el martes 15 en el recinto. Su estrategia se apoyó en el argumento de “darle un mayor rol al parlamento” y dejar que éste se exprese ante el acuerdo propuesto tal como está. El panorama que se abre ahora es incierto para la clase dirigente, que se encuentra ante la colosal tarea de practicar un cambio superestructural que repercutirá fuertemente en la economía y, por tanto, requiere precisión quirúrgica –y a contrarreloj- para sostener al Reino Unido tal y como lo conocemos hoy. Si es que eso es posible, en medio de la crisis histórica que está atravesando el capitalismo mundial.

La sensación inmediata es de confusión total. Tanto así que en los titulares del miércoles 16, periódicos como The Guardian, habilitaron en sus portales formularios para que los lectores hicieran preguntas sobre qué iba a pasar en el país. En los siguientes 3 días, el gobierno de May debe presentar un plan alternativo. Todo esto, considerando que la UE aseguró que el plan no puede ser modificado.

Inmediatamente después de la votación, el ala más “radical” del laborismo, liderada por Jeremy Corbyn, planteó lo que se conoce como “moción de censura” (confidence motion), que apela a que los parlamentarios se pronuncien sobre si la Primera Ministra todavía tiene la confianza del Parlamento para gobernar o no. En caso de haberse perdido esa confianza, se debería convocar a elecciones parlamentarias anticipadas. Pero la táctica de Corbyn no prosperó; el miércoles 16 su moción perdió por 29 votos en el Parlamento. Los conservadores que votaron en contra del acuerdo no aceptaron la moción de censura y renovaron “el voto de confianza” a Theresa May.

Claramente, la fracción de May está en minoría; pero entre los opositores al acuerdo hecho con Bruselas tampoco hay heterogeneidad. Los tories “duros” quieren un Brexit inmediato y sin negociaciones con Europa. La semana anterior a la votación, Boris Johnson, representante de este sector, había declarado que “el no-acuerdo está más cerca de los votantes del Reino Unido. (...) Mientras más dramáticas las advertencias, mayor ha sido la indiferencia”. Recordemos que el escenario de Brexit sin acuerdo ha sido muy rechazado por los medios británicos y que el Banco de Inglaterra vaticinó que podría ocurrir una grave crisis económica con disparada del desempleo y la inflación, caída de la libra esterlina y reducción del PBI. A su vez, se teme escasez de medicamentos y problemas con los tránsitos marítimo y aéreo. Para Johnson esto es una exageración. “Es un no-acuerdo, o los términos de la OMC, lo que en realidad corresponde a su idea de salir; y ahora ven esa opción con una confianza que ahora es directamente proporcional al crecimiento de la fuerza de las advertencias del gobierno en su contra, porque estas predicciones catastróficas son tan hiperbólicas como sufrir por la ley de retorno disminuido”, declaró.

La fecha estipulada para la salida del Reino Unido de la Unión Europea es el 29 de marzo, de haber necesidad de renegociación, esa fecha se aplazaría. Ante esto, las alternativas son: elecciones parlamentarias anticipadas; o un segundo referéndum. El stablishment se decantaría por la primera alternativa, ya que iría en la línea de darle mayor injerencia a la vía parlamentaria, cuestión que contraponen al mecanismo de votación directa del referéndum. De todos modos, el aplazamiento debería ser aprobado por la totalidad de los países miembros de la UE. De ser aprobado, podría postergarse para junio-julio.

Por el contrario, el laborismo, tras la figura de Corbyn, ha manifestado que es necesario negociar un “mejor acuerdo” con Bruselas. Esto implicaría que, en ocasión de un segundo referéndum, se incluya la posibilidad de permanecer en la UE. El LP –no sin fricciones internas- iría por esta opción luego del fracaso de su intento de llamar a elecciones anticipadas. En este caso, la UE aclaró que, hasta tanto no se haga efectiva la salida británica, puede frenar el proceso unilateralmente sin necesidad de que se expidan el resto de los países miembros.

 

“¡Empresas, desplieguen sus planes de emergencia!”

Mientras tanto, en Alemania ya especulan con que un “hard Brexit” es casi inevitable. El economista Michael Hüther, director del Instituto de Economía alemana en Colonia, a través de una entrevista en el portal digital de Der Spiegel, lanzó el llamado a que las empresas alemanas lancen sus planes de emergencia, porque su economía deberá adaptarse a esta situación. Desde Alemania analizan que el escenario político británico es muy complejo, ya que no hay mayoría para ninguna opción por la positiva, sólo por la negativa: contra el acuerdo negociado, contra el no-acuerdo, contra un segundo referéndum; tienen en claro que no hay mucho más margen de negociación. Tampoco parece que el LP y Corbyn sean un mejor interlocutor que May, ya que tampoco sabe qué hacer. Por lo tanto, desde el gobierno de Merkel ya se están preparando para la salida del Reino Unido.

La UE también tiene un panorama complicado. El Brexit se conjuga con la coyuntura de enfriamiento, el proteccionismo de Trump, los enfrentamientos comerciales y las debilidades económicas de China –es decir, los elementos de desarrollo de la crisis capitalista. Seguramente, las consecuencias variarán según la rama. Las automotrices alemanas ya está teniendo retrasos por los controles aduaneros y las demoras de suministros. En peor situación están los laboratorios, ya que algunas certificaciones de productos hacia la UE podrían quedar sin validez: si una compañía alemana tuviera una sola fábrica en Gran Bretaña cuyos productos trabajara en la UE, tendría un gran problema. Las consecuencias para las empresas que exportan a Gran Bretaña aún no pueden preverse. Por supuesto, Hüther, al igual que la mayoría de los pro UE en el Reino Unido, considera que el “hard Brexit” tendrá peores consecuencias para los británicos y que esto puede hacer estragos en el empleo de ese país.

Pero lo más preocupante para los think tanks europeos es que ninguna de las alas en disputa tiene un plan. Les preocupa que en el corto plazo no hay perspectiva de una reconciliación en la sociedad británica, lo cual hace más difícil cualquier solución política.

Esta inquietud se extiende a la Europa continental, también atravesada por grandes divisiones sociales y lucha de clases cada vez más aguda; como se está viendo de manera más radical con los chalecos amarillos en Francia, pero también en Alemania y en la mayoría de los países de la UE. Esa “divisón” de la que hablan los analistas burgueses hace referencia a enfrentamientos entre distintos sectores de clases, incluso dentro de la propia clase dominante. Ante la magnitud fenomenal de la crisis capitalista, no hay consenso, ni mucho menos planes, sobre cuál es el camino a seguir. En este escenario, cada sector económico intentará sacar ventajas de la coyuntura. Sólo hay algo en lo que hay acuerdo entre los burgueses: la manera de sobrevivir es aumentando la explotación de la clase obrera y recargando el enorme peso de la crisis en sus condiciones de vida. Las alternativas xenófobas que están aflorando son un claro ejemplo de esta necesidad de dividir a los explotados para dominarlos mejor.

 

 Preparar el futuro

Muchos sectores de izquierda, incluso los que se llaman revolucionarios, se han maravillado con el crecimiento de tendencias “radicalizados” que se alinean detrás de la figura de Jeremy Corbyn. Sectores “anticapitalistas” en Gran Bretaña, entre los que encontramos al SWP británico, lanzan críticas al LP y su trayectoria de enormes servicios al capital imperialista en las últimas décadas, pero terminan adaptándose a la perspectiva propuesta por Corbyn de adelantar las elecciones. Esto significa: seguir buscando una salida para la clase obrera dentro de los estrechos márgenes de la democracia imperialista.

Luego de haber renunciado a la construcción de un partido revolucionario para diluirse en movimientos “radicales” la izquierda europea ha quedado a la zaga de los procesos de luchas que están surgiendo, totalmente impotente para ofrecer una respuesta revolucionaria al proletariado. Si para la tribuna parlamentaria figuras como Corbyn pueden resultar atractivas, para la lucha de clases desde el punto de vista del proletariado no dejan de ser enemigos que se disfrazan de aliados.

Para preparar el futuro de una Europa socialista es preciso comenzar desde ahora mismo a organizar las fuerzas de la clase trabajadora detrás de un programa revolucionario. Esto implica un enfrentamiento abierto con el Estado imperialista y sus instituciones “democráticas”. El proletariado británico tiene mucho que decir ante la crisis de este país imperialista: debe enfrentar a su propio Estado, que oprime a otros (Escocia, Irlanda, Gales, semicolonias y colonias por el mundo), midiendo las fuerzas con la burguesía en la producción. Esto sólo será posible construyendo la herramienta revolucionaria que es el partido. La vanguardia obrera tiene que desarrollar un plan para recuperar los sindicatos de manos de la burocracia pro imperialista y atacar la propiedad privada. Sólo así se podrá forjar una nueva dirección que ofrezca una verdadera salida a la mayoría de los trabajadores. Esto arrasará con las ficticias fronteras nacionales y obligará al proletariado a desarrollar una lucha internacional por los Estados Unidos Socialistas de Europa, que no será más que una forma transitoria de la dictadura del proletariado, y que deberá ir aún más lejos en el desarrollo de la lucha revolucionaria en los países semicoloniales oprimidos por los imperialistas europeos.

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El pasado jueves 10 de enero, Nicolás Maduro asumió su 2º período como presidente venezolano. Las elecciones presidenciales fueron el 20 de mayo de 2018, con una abstención mayor al 70%, mostrando la precariedad institucional del poder burgués en el país. Las bases de la economía capitalista se vienen deteriorando de forma acelerada en los últimos años, con una inflación galopante que ha destruido el salario obrero y empujando a cientos de miles a la migración por el desabastecimiento de productos alimentarios, médicos y sanitarios. Este descalabro económico, sin dejar de ser responsabilidad del gobierno chavista, es indudablemente parte de la crisis capitalista mundial.

Luego de desconocer las elecciones del 20/5/18, la oposición venezolana se ha atrincherado en otra institución de la república burguesa, la Asamblea Nacional. Desde este punto de apoyo, el imperialismo, comandado por Trump, está llamando a desconocer al gobierno de Maduro, primero a través de los gobiernos cipayos del llamado grupo de Lima (a excepción de México, que se postula como mediador) y luego abiertamente a través de funcionarios de su administración como Bolton, Pompeo, y el propio vicepresidente Pence. La Asamblea Nacional aporta un “presidente interino” para esta operación imperialista, el derechista Juan Guaidó, quien desde la asunción de Maduro no cesa de llamar a las fuerzas armadas a rebelarse. La oposición burguesa venezolana, frente a su propia debilidad, comprende que la clave de la situación es la relación de fuerzas a nivel continental y ha leído la ofensiva de Trump y la asunción de Bolsonaro como una oportunidad para dar una salida favorable a sus intereses (los mismos que los del imperialismo) a la crisis que atraviesa desde hace años al país.

 

Dos bandos burgueses

Bajo esta pelea cada vez más descarnada por el poder están los intereses por el control de los enormes recursos económicos de Venezuela y de toda la región. Trump está lanzando una cruzada para desalojar a China de las posiciones conquistadas durante el período de gobiernos bonapartistas sui generis de la década pasada, que debieron lidiar con una agenda marcada por semiinsurrecciones espontáneas frente a las consecuencias de las políticas del consenso de Washington en diferentes países como Argentina, Bolivia, Ecuador y la propia Venezuela. La actual ofensiva del imperialismo por imponer una nueva orientación se hace sentir con toda crudeza, y los resabios de esos gobiernos anteriores que no han sabido acomodarse a la situación (a diferencia de Evo Morales, nuevo amigo de Bolsonaro y viejo aliado de las petroleras) son un blanco predilecto para una política mucho más abarcadora. Y es que toda la región, a través gobiernos más directamente alineados al amo yanqui, está siendo sometida a los paquetes de reformas laborales, previsionales y fiscales, educativas y de salud, entre otras, a pedido del imperialismo y los intereses de las grandes empresas del capital financiero internacional.

Si la lucha por los recursos y el control de los mercados es descarnada, y abre una pelea por el poder, lo trágico es que la crisis de dirección revolucionaria impide por el momento al proletariado venezolano y de toda la región presentar una salida progresiva a través de una acción independiente y de clase. No podemos dejar de señalar cómo todas las expresiones de centroizquierda y progresistas de la región han contribuido a esta tragedia, alimentando expectativas en agentes del capital como los Chávez, los Lula, los Evo y los Kirchner. Más penoso aún es que corrientes de la izquierda trotskista hayan hecho lo propio, buscando dialogar con “las masas”, embelleciendo a los gobiernos latinoamericanos a lo sumo como el “mal menor” frente a la derecha “neoliberal”. El último ejemplo de esto es el llamado de corrientes como la FT-CI, el PO argentino, el SOB o la UIT-CI a apoyar, más o menos abiertamente, al petista Fernando Haddad en la 2º vuelta electoral en Brasil contra Bolsonaro.

 

No hay salida bajo el capitalismo

El desarrollo de la crisis venezolana ha dejado expuesto el rol central de las fuerzas armadas como núcleo central del estado capitalista. Por eso los llamados desesperados de la oposición para atraerlas a su bando y los constantes gestos de Maduro para mostrar el apoyo de las bayonetas a su gobierno, tal como lo expuso en su último discurso el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López. La situación de polarización que se vive en Venezuela no debe ser tomada como una excepción, sino como el preludio de los choques políticos y sociales que generará la política norteamericana en el continente.

La política de reformas impulsadas por el imperialismo ya ha encontrado resistencia en los países donde se está aplicando. No sólo en América Latina, sino también en Europa, donde los chalecos amarillos vienen enfrentando la política de desmantelamiento del estado de bienestar de Macron. Los procesos de masas irrumpen contra los planes de ajuste, pero aún se desarrollan dentro de la legalidad burguesa y con direcciones reformistas y, en gran parte de estos procesos, el proletariado interviene de forma diluida.

Los revolucionarios debemos enfrentar la situación con audacia y sin engañar al proletariado. La política de clase debe orientarse a romper la envoltura democrática del Estado burgués, envoltura cada vez más tenue y casi inexistente en los países latinoamericanos. Seguir sembrando ilusiones en las formas democráticas de la burguesía, que en realidad pretenden ocultar la dominación de clase del imperialismo, es un error con consecuencias funestas para los trabajadores y las masas.

La necesidad de recuperar los sindicatos y a partir de ello organizar la autodefensa es una tarea de primer orden en Venezuela. El control obrero por ramas económicas se impone como única salida al descalabro económico a que someten al pueblo Maduro y la oposición pro imperialista. Un congreso de delegados con mandato de base es una política a levantar en cada fábrica y establecimiento, para unificar a nuestra clase en la necesidad de enfrentar al Estado con un plan de lucha y discutir un programa de salida obrera a la crisis generada por los capitalistas.

Las actuales debilidades organizativas de la clase obrera venezolana pueden y deben ser superadas con el apoyo decidido de los trabajadores de todo el continente, empezando por el proletariado norteamericano, que desarrolla importantes experiencias de organización y lucha contra Trump y el Estado imperialista. Abrir las puertas de los sindicatos de los diferentes países de la región para la organización de los trabajadores venezolanos desplazados es una tarea internacionalista de primer orden que debe encarar todo revolucionario.

Se trata de una pelea a muerte contra el imperialismo, que viene a recuperar las posiciones en su patio trasero. Una lucha antiimperialista y revolucionaria, que debe partir de sacar balance de los gobiernos de la etapa anterior que lejos de enfrentar al imperialismo sentaron las bases para la debacle actual. Y luchar por la dictadura del proletariado y su extensión internacional en una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina.

Sostenemos la necesidad de desarrollar una Conferencia Latinoamericana, para poder discutir de cara a la vanguardia y ayudar a su desarrollo en países como Venezuela y otros países de la región, para impulsar tareas internacionalistas que permitan afianzar núcleos revolucionarios y una lucha política entre las tendencias que nos reivindicamos del trotskismo para aproximarnos a sentar las bases de una dirección revolucionaria. Llamamos a la LIT-CI, la CRCI, FT-CI y organizaciones que aún reivindiquen la dictadura del proletariado y la reconstrucción de la IV Internacional a tomar en sus manos la realización de dicha Conferencia para discutir un programa transicional.

 

¡Fuera las manos del imperialismo de Venezuela!

¡Por una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina!

19 de Enero de 2019

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El capitalismo avanza hacia otro capítulo más de la crisis iniciada en el 2008. Los pronósticos de los principales representantes del capital financiero como el BM o el FMI, pronostican a la baja el crecimiento mundial con posibilidades de una situación recesiva a en EEUU que arrastrará o afectará en distinta grado, al igual que en el 2008 a todas las regiones del planeta. Y es que esa crisis, no fue una más del ciclo económico sino que expresa la profunda crisis estructural de la economía capitalista y que llevó a todos los gobiernos de la burguesía a impulsar distintas recetas para paliar la crisis o patearla para adelante. Dichas recetas tienen como principal ingrediente el descargar sobre los trabajadores y el pueblo los costos de esta. Así se han sucedido los recortes de presupuesto fiscal, los cierres de empresas, los ataques a la seguridad social, reformas laborales para precarizar el trabajo y aniquilar conquistas obreras, exenciones impositivas para mitigar la alicaída tasa de ganancia capitalista, etc. Como parte de esto el capitalismo ha tensado las disputas interimperialistas profundizando las guerras comerciales, la lucha de aranceles, ha incentivado el desarrollo de guerras regionales, la disputa por el control de mercados, recursos y el dominio sobre determinadas ramas económicas. Justamente por esto ha colocado en crisis el inestable equilibrio capitalista conseguido a la salida de la 2a Guerra Mundial profundizando los conflictos interestatales, la anarquía capitalista de la producción y la crisis de los regímenes políticos burgueses en cientos de países.

En latinoamérica recrudece la crisis el carácter semicolonial de los países de la región. Una mayoría de gobiernos se encuentran aplicando las recetas del Fondo Monetario, incrementando sideralmente las deudas nacionales y la dependencia imperialista, atacando la salud, la educación, el salario y las condiciones de trabajo. La crisis social es gigantesca llegando, según cifras de la CEPAL, a más de 184 millones de pobres en la zona a lo que hay que sumarle más de 62 millones en la extrema pobreza a fines del 2017, siendo las mujeres y la juventud su principal componente. Cifras que aún no dan cuenta de la profundidad de la crisis que ha seguido su curso, donde países como Venezuela, Argentina o Brasil, exponen un panorama sombrío que planta un futuro de miseria para las nuevas generaciones.

Es en este contexto de crisis capitalista que el imperialismo norteamericano de la mano del gobierno de Trump, ha redoblado la ofensiva sobre lo que considera su "patio trasero" presionando a gobiernos y fracciones burguesas a posicionarse ante el amo del norte. Y es que la misma crisis lleva a las débiles burguesías latinoamericanas a tomar posición para alinearse ante el capital financiero y maniobrar en medio de las contradicciones de la economía mundial como es la dependencia de las importaciones de Chinas, de las inversiones imperialistas, y los vaivenes de la guerra comercial desatada por los EEUU, o las oscilaciones en las medidas monetaristas del Tesoro yanqui, que aniquilan las capacidades de maniobra de los gobiernos dependientes. En este contexto es que las sub-burguesías latinoamericanas ensayan alineamientos políticos pro-imperialistas como es el grupo de Lima (encabezado por los gobiernos de Chile, Colombia, Perú y Argentina) con la expectativa de que, mostrándose serviles al amo del norte, los flujos de capital vengan a dinamizar los negocios capitalistas, mientras endurecen aún más el carácter represivo de sus regímenes burgueses, y hasta restringen las escasas "libertades" democráticas de la sociedad de clases. Del mismo modo, las fracciones burguesas armadas con programas políticos estatistas, como en México o Venezuela, o que se encuentran en la oposición en otros países (como las que representa el PT Brasilero o el Kirchnerismo argentino) pretenden negociar mejores condiciones con el imperialismo para el pago de las deudas externas o de la gradualidad del ajuste, aplicando una que otra dádiva para amortiguar la crisis social, pero se proyectan de todas maneras como los continuadores del saqueo generalizado de la rapiña imperialista a los trabajadores y el pueblo.

La clase trabajadora es la única clase con el potencial para derrotar al imperialismo, sus planes y sus gobiernos serviles. Justamente es la que mueve todo el aparato productivo que controla el mando capitalista y que es la base de la dominación social imperialista. La única clase que genera valor al poner en acción sus músculos, su inteligencia, su creatividad. Los recursos disputados por las potencias imperialistas, el anárquico debilitamiento o el desarrollo de fuerzas productivas, no son nada sin la fuerza social que pone en movimiento la creación diaria de riqueza que es expropiada y despilfarrada por la parasitaria clase capitalista. No han faltado demostraciones de importantes luchas de los trabajadores en diferentes países contra los planes del gobierno y el imperialismo. Sin embargo, estas han sido aisladas, contenidas o directamente derrotadas por la política de las direcciones oficiales del movimiento obrero. Direcciones burocráticas que llevan a los trabajadores a la vía muerta de la presión a las instituciones estatales como el parlamento o los ministerios, y de paso coquetean o directamente se alinean con diversas fracciones de capitalistas "nacionales". Como ejemplo podemos tomar a Venezuela y al chavismo del PSUV como el caso extremo en el que se mantiene maniatados a importantes sectores de trabajadores al aparato del Estado Burgués regenteado por la "boliburguesía" y su aparato militar. Y esta dirección dice llamarse socialista y antiimperialista, para mejor engañar a las masas obreras y coartarle cualquier salida independiente. Ante la extrema presión del imperialismo yanqui en la región, no es el antiimperialismo de corte nacional y burgués el que dará una salida a la crisis en la que está sumida la población. Ese falso "antiimperialismo" que pregona un desarrollo nacional de la mano del Estado capitalista y para el beneficio de la gran y pequeña burguesía autóctona. Esto sólo seguirá profundizando la dependencia nacional y la explotación obrera.

Es necesario que los trabajadores recuperen los sindicatos expulsando a la burocracia de los mismos. Es necesario que empecemos a trabajar arduamente por impulsar la unidad de las filas de nuestra clase al mismo tiempo que levantar un programa de acción y revolucionario que se dirija a enfrentar a los patrones, los gobiernos y los planes imperialistas. Hay que luchar a cada paso por la independencia política de la clase trabajadora de la influencia de la clase dominante. Esta lucha no empieza y acaba en una que otra declaración de principios, se trata de medidas políticas, organizativas y de acción de nuestra clase que se dirijan principalmente contra el principal instrumento de opresión de los explotadores que es el Estado. Parte de este programa deberá ser el imponer mediante el control obrero de las principales ramas económicas, la apertura de libros contables, la escala móvil de salarios y de horas de trabajo, para detener la degradación de las condiciones sociales de las masas obreras, y al mismo tiempo incorporar masivamente a los desocupados a la producción. Estos primeros pasos pueden educar a la vanguardia obrera en las tareas de la planificación de la economía preparando las bases para la expropiación de los expropiadores.

Los trabajadores en los países semicoloniales deben luchar por expulsar al imperialismo, hermanando sus luchas con los trabajadores de los países imperialistas. Es el carácter internacionalista inalterable de la clase trabajadora la que debe colocarse en primer plano. La lucha de los trabajadores latinoamericanos será por arrebatar el poder a la burguesía poniendo en pie una Federación de Estados Obreros Socialistas de Latinoamérica como la forma en extensión internacional de la dictadura del proletariado.

Esta perspectiva de lucha no puede sino estar ligada a la lucha de los trabajadores por el poder, por el derrocamiento de la burguesía y su régimen de explotación. Para esta perspectiva es que tenemos que levantar una organización internacional de la vanguardia obrera, que prepare paciente y persistentemente el triunfo sobre los capitalistas. Un partido mundial de la revolución socialista que no será otro que la IV Internacional reconstruida.

A fines del siglo XIX la clase trabajadora con sus luchas generalizadas contra la explotación y por la jornada de 8 horas, dejó instituido el primero de mayo como el día internacional de nuestra clase. No podemos menos que aprovechar esta conmemoración para retomar las lecciones de las luchas revolucionarias del proletariado y enarbolar la consigna que han recorrido las mismas:

"Trabajadores del mundo Uníos"

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