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La situación mundial y las tareas de los revolucionarios
Declaración TRCI
La situación mundial y las tareas de los revolucionarios
Estamos dentro de un periodo histórico caracterizado por una tendencia a la descomposición del imperialismo y un proceso de asimilación capitalista de los ex Estados obreros. La crisis de los Estados- nación, del bonapartismo como proceso histórico y la relación con la revolución social son parte de nuestro análisis para comprender las contradicciones del periodo.
La política imperialista, aun en su debilidad, propone una idea de nuevo pacto entre el capital y el trabajo, dentro del histórico conflicto entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción del capitalismo; apuntando a romper con los pactos de posguerra y las instituciones creadas durante el período anterior y definir un nuevo equilibrio de clases dentro de los Estados, ante el nivel de la crisis mundial. Esta intervención política del imperialismo, en el desarrollo de las leyes del capital, produce indefectiblemente efectos en las relaciones sociales de producción.
La agudización de la crisis ha producido una ruptura en los equilibrios interestatales, aumentado sus antagonismos económicos, generando una mayor guerra comercial entre EEUU y China, la caída del petróleo, conflictos entre los países dentro de la UE y una feroz competencia por insumos sanitarios en medio de la pandemia. De desarrollarse un enfrentamiento armado entre China e India, se abriría un conflicto a nivel internacional que modificaría la situación mundial.
La pandemia del coronavirus puso al descubierto al sistema capitalista y sus formas de dominación. Pone de manifiesto las consecuencias del avance del capitalismo sobre la naturaleza de forma anárquica. La pandemia agudiza y acelera las tendencias de la crisis del 2008, llevando de seguro a una recesión con tendencias a una depresión mundial. Es importante comprender que, si bien es continuidad de la crisis de la década pasada, esta continuidad no es necesariamente lineal; pueden producirse saltos de calidad en el estado general del capitalismo imperialista, cuyas consecuencias se verán en el mediano y largo plazo.
El proceso de crisis mundial ya no vendría a ser un estadio de estancamiento (relación entre auges cortos y crisis), sino más bien en una tendencia a declinación de las fuerzas productivas. La relación ruptura - restauración en la definición de equilibrio está mediada por la lucha de clases. Si el proletariado no interviene de forma revolucionaria el capitalismo buscará restaurarse descargando la crisis en los trabajadores. Por eso cada paso que vaya en sentido de la reconstrucción del equilibrio significa un aumento en la explotación de nuestra clase. Cada esfuerzo de la burguesía que vaya en sentido de restablecer el equilibrio de la producción, de la distribución, de las finanzas del Estado, compromete fatalmente el inestable equilibrio de clase.
Ante la pandemia, podemos decir que asistimos a un ensayo general reaccionario del sistema capitalista, en medio de un proceso más histórico de descomposición. Es un gran ensayo de conciliación de clases, de patrioterismo. Ante una dirección anárquica, como lo es el sistema capitalista, que depende de sus Estados mayores armados para garantizar la reproducción del capital, nosotros peleamos por una dirección colectiva consciente, que prepare las etapas de la dictadura del proletariado, ya que el sistema actual engendra las condiciones materiales y las formas sociales para la reconstrucción económica de la sociedad.
La centralización estatal no puede ser más que reaccionaria. La cuarentena como política del Estado es para salvar al capital. Podríamos decir que la cuarentena es una política preventiva para resguardar a los grandes capitalistas y a su clase, desorganizando a nuestra clase con la complicidad de la burocracia sindical, para preservar sus Estados en descomposición, reforzando al aparato burocrático militar para disciplinar a las masas.
En este escenario, la burguesía mundial busca descargar la crisis sobre la clase trabajadora por medio de la desocupación y la carestía de la vida. Será prioritario que la vanguardia intervenga de forma audaz en las organizaciones obreras, como los sindicatos, para impulsar la lucha por unir ocupados y desocupados, levantando la escala móvil de horas de trabajo y salario, impulsando medidas de control obrero, preparando el camino hacia el régimen proletario.
La crisis del imperialismo norteamericano
Los procesos radicalizados que se dieron en EEUU después del asesinato de Floyd por parte de la policía, y que expresaron una crisis política en el corazón del imperialismo, aún no se han podido resolver. A diferencia de otros procesos en los que se busca justicia en general, el movimiento después del asesinato se centró en el rol de la policía, lo que obligó, tanto a republicanos como a demócratas a tener que plantear una serie de reformas para tratar de contener el movimiento. Un elemento muy importante es que Trump no pudo detener el proceso con represión e inclusive, cuando planteó la salida del ejército, se negaron los altos mandos, debilitando aún más la figura de Trump.
El debate que se abrió en torno a las fuerzas auxiliares del bonapartismo, que son las fuerzas armadas, en este caso la policía, pone en cuestionamiento toda la estructura de un Estado burgués. Por la crisis, ya se venía desarrollando una discusión ideológica, que se aceleró por la pandemia, en cuanto a los fundamentos mismos del sistema capitalista y su supuesta libertad y un debate interno en EEUU entre unión o federación de estados en cuanto a cómo actuar ante esta pandemia. Hay casos emblemáticos como Seattle, donde un sector de la ciudad se considera como zona liberada de policías.
El movimiento obrero venía realizando acciones aisladas, como huelgas salvajes en medio del ataque en medio de la pandemia, y actuó de forma diluida en los primeros momentos de las movilizaciones por el asesinato. Pero debemos remarcar que la huelga de portuarios del 19 de junio, fecha en que se conmemora el fin de la esclavitud, fue una huelga muy fuerte. Esto muestra que ha comenzado a irrumpir de forma organizada un sector combativo de la clase obrera norteamericana con mucha historia. Es muy importante que sectores del movimiento industrial salgan a la lucha, porque EEUU ha entrado en una crisis industrial producto del parate de las exportaciones ante la pandemia y la guerra comercial con China.
La crisis abierta, política y económica, en EEUU obliga a los revolucionarios a poner todas las fuerzas en función de tratar de intervenir en esta coyuntura, en la que el país imperialista por excelencia ha abierto un proceso de lucha de clases agudo donde los trotskistas tenemos que desplegar nuestro programa transicional para unir al proletariado norteamericano y el proletariado mundial en la pelea por el socialismo.
La cuestión negra fue un gran debate en las filas del trotskismo. Trotsky planteaba no sólo la discusión de la autodeterminación, sino que debíamos pelear por mostrar al proletariado blanco que EEUU no era nuestro Estado y, de esa forma, buscar la unidad con el proletariado negro.
La disolución de la policía es un debate muy importante al interior del movimiento obrero y los que luchan, para dar lucha política contra las visiones reformistas y contra el centrismo que considera que la policía debe organizarse en sindicatos. En EEUU, parte de los que se movilizaron levantaron la consigna de que se retiren los sindicatos de policías de la AFL CIO. Conlutas en Brasil los afilia y la CTA en Argentina, también. Desde la TRCI levantamos: ¡fuera los sindicatos de policía de las centrales sindicales! Así como peleamos por el no pago de la deuda externa, como medida antimperialista. El proletariado de toda América tiene tareas comunes: enfrentar al imperialismo y a los gobiernos semicoloniales, subordinados a éste. Debemos pelear por una Federación de Estados obreros de América, como forma estatal de la dictadura del proletariado.
Ante este escenario de crisis mundial, pandemia y crisis política en las principales potencias imperialistas es que llamamos a reorganizar las fuerzas del trotskismo que aun sostienen la necesidad de la dictadura del proletariado, para desarrollar una vanguardia al interior de nuestra clase y ayudar a que triunfen las luchas en curso, en la perspectiva de la reconstrucción de la IV internacional.
Desde la TRCI veníamos sosteniendo la necesidad de una Conferencia latinoamericana, en medio de los procesos de lucha de clase que se estaban dando en la región. La aceleración de la crisis impone el llamado a una Conferencia Internacional que intente abordar la crisis de dirección revolucionaria al calor de la situación mundial convulsiva.
28 de junio de 2020
LOI Brasil - COR Chile - COR Argentina
“Dinámica” para una crisis
El gobierno de Chile aplicó las cuarentenas, al igual que en el resto de los países de la región, donde dichas cuarentenas no significan otra cosa más que el despliegue de la esencia represiva del aparato estatal, de su acción coercitiva. Lo distintivo en relación a otros gobiernos fue la aplicación de cuarentenas “dinámicas” qué significaban el aislamiento, o la intervención del Estado en las relaciones sociales -dislocando distintos sectores económicos como el comercio, el turismo, gastronomía, construcción, etc- y evidenciando al mismo tiempo la centralidad de la producción en el desempeño económico de todas aquellas empresas o servicios que se consideraron esenciales del punto de vista de la burguesía. Al mismo tiempo pretendieron sacar una ventaja competitiva en relación al resto de los distintos países locales llamando a una “nueva normalidad” donde las empresas pusieron acelerador ante el inminente desarrollo exponencial de la pandemia. Esto era evidente dado que venían maquillando números, escondiendo los casos asintomáticos o no contabilizando el total de muertos por Covid19 registrados. Esta nueva normalidad de explotación, lejos de ser un error fue una política consciente de la burguesía chilena que en ese momento expresó la necesidad de no paralizar el aparato productivo para no ser “los más pobres de América Latina” como dijo uno de los máximos representantes de la CPC. Un ejemplo de este ganar tiempo, se evidenció en que estas caprichosas cuarentenas dinámicas no eran aplicadas en su momento en los barrios donde habita la alta pequeña burguesía y la burguesía, y en la prolongación indefinida en aquellas comunas que fueron epicentro de las luchas del proceso semi insurreccional del pasado 18 de octubre. Mientras tanto los hospitales y centros de salud seguían estando al borde del colapso, donde los trabajadores de la salud no contaban ni con los implementos de seguridad adecuados, ni con condiciones mínimas sanitarias, teniendo que reportar al día de hoy la friolera de más de 150 mil infectados y más de 2600 muertos.
Mientras esto acontecía la burguesía aprovechaba para profundizar la crisis social, consecuencia de la crisis y descomposición del capitalismo mundial, cuyas contradicciones se aceleraron con la pandemia. Es así que sacaron distintos proyectos para salvar a la burguesía y a la pequeña burguesía explotadora con la ley de protección del empleo, en rigor una ley de suspensiones que involucra el no pago del salario y el desgaste de los fondos individuales de cesantía más algún que otro aporte del Estado, y sólo para aquellos trabajadores que tuvieron cierta estabilidad laboral previa. Así también se sucedieron una oleada de despidos donde el caso testigo más importante ha sido Latam, la que entre despidos, retiros y licencias sin goce de sueldo, lleva más de 3.600 trabajadores, y en su adhesión al capítulo 11 de la ley de quiebras en Estados Unidos promete que serán varios más, ya que se compara con empresas competidoras como la salvatada alemana Lufthansa que ha declarado que despedirá cerca de 25.000 trabajadores en el planeta. Esta serie de medidas, junto con el despliegue del aparato coercitivo, y la prohibición de actividades llamadas cuentapropistas, es decir actividades de subsistencia, han arrojado violentamente a la mendicidad a cientos de miles que hoy dependen de que el Estado llegue con algún tipo de ayuda. Por esta crisis social en curso salieron a dar “bonos Covid”, y aprobaron el llamado Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), con menos de $65 mil (U$82) por persona en extrema pobreza, y también montaron un show con la entrega de cajas de mercadería con un lindo instructivo para “agradecer al presidente” por esa ayuda miserable.
El preludio de un acuerdo, el temor a las masas
Toda esta política asistencial manifestó sus límites con una estruendosa voz de alarma con las manifestaciones y luchas callejeras qué en medio de la cuarentena y el toque de queda, salieron en los barrios más pobre a reclamar por esa falta de ingreso, por esa preanunciada situación de hambre y desesperación en la cual cientos de miles de familias van cayendo inminentemente. Justamente un sector de este subproletariado, el que vive el día a día de pitutos, del comercio ambulante o de contratos precarios en obras o faenas, es el principal sector de la clase trabajadora que se manifestó en aquellos días del pasado levantamiento de octubre junto con la juventud explotada y oprimida.
Y esa voz de alarma fue la señal al gobierno de que su periodo de luna de miel con el pánico de las masas ante la enfermedad y la muerte, le imponía un freno a seguir jugando con las mismas, se estaba nuevamente resquebrajando en el momento en el cual se agudizan las condiciones de la pandemia y se profundiza la crisis social desatada. Es aquí donde vuelve reflotar la necesidad de un pacto o acuerdo de unidad nacional. Este acuerdo de unidad nacional es llamado luego de que se agotara la utilización del colegio médico (ColMed) como mediación ante la ausencia de la misma. Si bien un importante sector de los médicos tienen condiciones de vida, semejantes o emparentadas con algunos sectores obreros, sobre todo con sus estratos altos, independientemente de sus buenas intenciones, constituyen de por sí una capa social media conservadora entre el capital y el trabajo, orientados por lo general a apalancar al régimen democrático, a sostenerlo y embellecerlo. Este es el rol que ha jugado en rigor el ColMed con Izkia Siches a la cabeza, quien en su momento llamara a desmovilizar, a no participar de movilizaciones, y quien en sus discusiones con el gobierno llamó una y otra vez a la unidad con el mismo, responsable a sabiendas de la inoperancia y la criminalidad con la cual actuaba. Es efectivo que jugar a la mediación social a través del ColMed tenía sus limitaciones ya que no estaban integrando a las organizaciones de trabajadores de la salud ni tampoco estaban visibilizando siquiera la situación catastrófica del sistema de salud en la llamada “Mesa Social Covid” en la que participan no pocos verdaderos mercenarios de la salud, ligados a Isapres y clínicas privadas. Efectivamente esta mediación estaba agotada para la política del gobierno y necesitaba algo más amplio y superestructural. Justamente fue el colegio médico junto a economistas de la concertación y distintos arribistas del FA los que propusieron un plan económico basado en la utilización del fondo de estabilidad económico social (FEES) para no perjudicar las cuentas de la gran burguesía cuyo marco entusiasmó airosamente a multimillonarios como Luksic.
Al mismo tiempo el gobierno gestiona un préstamo con el FMI de 24 mil millones de dólares, con el organismo famoso en países como Argentina, Ecuador o el Salvador por sus recetas de ajuste y ataque a los trabajadores. El organismo presuroso le concedió dicho préstamo viendo el currículum de Chile de niño mimado del imperialismo qué ha sabido flexibilizar a la clase obrera y abrir de par en par el país a la explotación y usura del capital financiero internacional. Este préstamo, eso sí, no es para paliar la crisis actual sino que está destinado a “otorgar liquidez” a los grandes monopolios ante la potencial situación de fuga de capitales o descalabro del sistema crediticio.
Al plan del gobierno de acuerdo nacional asistieron rápidamente todos los partidos de la vieja concertación más revolución democrática. El plan consiste en 10 mil millones de dólares, 3000 millones a utilizar este año en la emergencia, y siete mil millones para el 2021 hasta febrero del 2022 para reactivación y subsidios al empleo, eso sí, con un compromiso para no levantar nuevas solicitudes de gastos en todo ese periodo. Estos tres mil millones estarían financiados por reasignaciones presupuestarias o partidas no ejecutadas. Toda la diferencia de la oposición burguesa y pequeñoburguesa con el gobierno se acoto a cuánto era deuda y cuanto del FEES y; cuánto iban a potenciar el IFE ya que el mismo quedaba debajo de la línea de pobreza para un hogar de 4 personas, algo que la burguesía no va a permitir ya que esta ayuda estatal de mendicidad no puede estar por sobre el salario mínimo que regirá en el momento de una potencial reactivación económica. Un bello proyecto que también incluye la potencial rebaja de impuestos a las empresas post-pandemia.
Si estatismo quieres…
Por su parte el partido comunista no asistió al acuerdo partidario intentando colocar una “mesa social” con el gobierno vía la CUT por los despidos y suspensiones la que fue reemplazado por un par de reuniones del consejo superior laboral, órgano tripartito permanente (gobierno, empresarios, centrales sindicales), creado durante el gobierno de Bachelet. El centro de la política del PC fue la exigencia de un impuesto mínimo a las grandes fortunas “a los súper ricos” para financiar la crisis. A esta demanda se han acoplado sectores de la izquierda exigiendo además que ese impuesto a las ganancias sea impulsado por luchas de exigencia de los trabajadores, una especie de estatismo de “primera línea”, que abandona todo norte por expropiar a los expropiadores.
Y es que estos giros de intervencionismo estatal, dejan en mal pie a todas las tendencias estatistas que bregaban justamente porque, mediante una reforma al Estado, una nueva constitución, se pudiese poner límite o condiciones a la burguesía y a la explotación imperialista, otorgando mediante este acto político fundacional los derechos que hoy se ven abiertamente negados como la salud, la educación, el trabajo o la vivienda. Dado que sale a la luz toda la miseria en una semicolonia, el aceleramiento de las contradicciones producto de la crisis económica mundial, profundizada por la pandemia en curso, y la intervención violenta del Estado en las relaciones sociales ha motivado o ha hecho emerger, como en todas las grandes catástrofes en Chile, la putrefacción del capitalismo. Las condiciones de hacinamiento que se expresa en la falta de viviendas para la población trabajadora, que ha tenido como correlato la toma de algunos terrenos, la expansión de los campamentos. Caso testigo la situación de la población inmigrante, que llegó entusiasmada con las promesas de un Chile modelo que le prometía mejores condiciones de vida que en sus países de origen, ha terminado viviendo en las peores condiciones de miseria en campamentos, en cites ruinosos, acosados por la enfermedad y el hambre, muchos terminaron acampando literalmente frente a sus embajadas, pidiendo volver a sus países, mientras se montaban espectáculos con su desgracia como si fuera ajena. También el acceso a la salud y las condiciones de trabajo dejan en evidencia lo que los números no pueden maquillar, aquello de que una familia con un salario apenas superior al mínimo pertenece a una “clase media” endeudada pero con “calidad de vida”.
Latam es un caso testigo del rol del Estado y de la burguesía chilena. Latam es una empresa cuyo principal accionista es la familia Cueto (por medio de 3 empresas distintas) asociada con la yanki Delta Airline y con la árabe Qatar Airways. Se encuentra regentada por la filial Latam Finance ltda con domicilio en Gran Caymán, “una sociedad establecida con domicilio y nacionalidad en un paraíso fiscal”[El Mostrador 09/06]. A esta empresa luego de la crisis social que está provocando y seguirá provocando (sin mencionar perlitas como el pago de una deuda a su exsocio Piñera de $26mil millones antes de pedir el rescate estatal), el Estado está presto ayudar a salvatar como línea fundamental de bandera “nacional” e industria estratégica del Estado chileno. Es ejemplificador ya que no existe propiedad de las 7 familias, de los “dueños de Chile”, que no se encuentre ligada de una manera similar a alguna empresa monopólica perteneciente a los grandes países imperialistas, lo que explica que la sub-burguesía chilena es una clase rentista parasitaria al mando del semi Estado burgués.
Preparar una respuesta
Los datos oficiales dan cuenta alrededor de 1 millón de desocupados más otro tanto de trabajadores que han dejado de buscar trabajo, e igual número que han sido pasados por la ley de suspensión laboral. Al mismo tiempo las empresas han redoblado los ritmos de producción, en muchos casos se han dejado al descubierto a los trabajadores de riesgo, no se han dado los implementos básicos de protección personal -y en aquellos lugares donde sí se han dado se han restringido los protocolos de aislamiento físico- dándose una situación contínua de cada vez mayor cantidad de trabajadores contagiados quedando en evidencia que ni el Estado, ni los patrones que lo regentean están preocupados para salvar la vida de la población.
Ante esto se torna imperioso que los trabajadores de las grandes concentraciones obreras organicen los sindicatos activamente para enfrentar este ataque en regla hacia el conjunto de la clase trabajadora, ligando los desocupados mediante comités de acción, para su incorporación al aparato productivo, levantando los protocolos necesarios sanitarios discutidos con las bases, para imponer el aislamiento físico allí donde sea necesario, levantando comités de seguridad desde las bases, luchando mediante los métodos de la clase trabajadora, como las detenciones productivas, las huelgas, las barricadas. El impedimento de celebrar reuniones masivas es una excelente excusa de parte del gobierno y la patronal para impedir la organización sindical. Es aquí donde las reuniones con delegados de base se tornan una herramienta formidable para evadir la prohibición y mantener activo el sindicato. Es prioritario que ante el grado de la crisis económica y social en desarrollo sea la clase trabajadora la que intervenga con un programa propio para dar una respuesta a la altura de la situación.
Se contradicen a sí mismas aquellas organizaciones que llaman al Estado a ejercer una “acción coercitiva” ante los bajos efectos de las cuarentenas gubernamentales si al mismo tiempo pretenden mantener activas las organizaciones sindicales y sociales. Quizás opinen que la lucha de clases pueda desarrollarse por Zoom o Facebook Live. También están quiénes no dimensionan el carácter internacional de la actual crisis que compromete a todo el equilibrio capitalista - algo que está siendo demostrado con creces en el proceso de masivas movilizaciones espontáneas en el seno del imperialismo norteamericano, que muestran al capitalismo en su alto grado de descomposición-, y se vuelven a ejercitar recetas redistribucionista tales como “renacionalizar el cobre para obtener recursos frescos” para paliar el hambre, o intervenir los puertos “abriendo los containers” para distribuir esa comida en la población o en las ollas comunes. Una salida y un programa obrero revolucionario debe desarrollar el control obrero como una forma de organizar el poder de nuestra clase para destruir el Estado de los explotadores, luchando no por conquistar una reforma al aparato estatal o redistribuir el desarrollo anárquico de su producción, sino que por el contrario, en vías de imponer una planificación económica mundial, promover la necesidad de la conquista del poder político de la clase trabajadora avanzando hacia una Federación de Estados Obreros y Socialistas de América, uniendo a la clase trabajadora de los países oprimidos con el potente proletariado norteamericano, que está dando importantes batallas contra su propia burguesía.
Para esto fundamental discutir y agrupar a la vanguardia revolucionaria en un partido mundial de la revolución socialista, que no es otra lucha que la lucha por reconstruir la cuarta internacional.
DEMOCRACIA PRA QUEM?
Em todo o mundo, a pandemia acelerou e agudizou os processos abertos pela crise econômica de 2008, dos quais a burguesia não consegue uma saída. Ainda que com crescimentos econômicos conjunturais, provocados pela oferta de crédito nos últimos anos, o imperialismo não consegue reverter a tendência geral de queda na lucratividade da produção e de endividamento. Com o advento da pandemia, os Estados ampliaram sua dominação nas relações sociais produtivas, intervindo diretamente na produção através de medidas de lockdown e racionalização da produção, injeção de crédito e subsídios através de ampliação e rolamento das dívidas, que ultrapassam os U$255 trilhões e tornam-se cada vez mais impagáveis.
Com o aprofundamento da crise, intensificou-se também as disputas interestatais pelo comércio global (agora também por insumos hospitalares), por fundos de recuperação econômica regionais e pelo controle migratório, o esvaziamento e desmonte das organizações multilaterais e sua substituição por acordos bilaterais impostos nesta disputa, além de crises políticas internas.
A pandemia também acelerou os processos que buscam redefinir as relações de classes dentro dos Estados e a instituição de um novo pacto entre capital e trabalho através do desmonte das instituições criadas desde o pós-guerra. Nesse sentido, ampliam-se os ataques aos trabalhadores em todo o mundo com reformas que ampliam o tempo de contribuição, intensificam, precarizam e flexibilizam o trabalho e reduzem o valor da força de trabalho com demissões massivas.
Todos esses processos que caracterizam a fase decadente do imperialismo e suas contradições, agudizadas pela crise pandêmica, empurram a classe trabalhadora em todo o mundo para situações de barbárie. Por tudo isso, começam a irromper processos mais radicalizados de luta de classes, os quais a política imperialista de quarentena não consegue mais segurar. Trabalhadores organizados na Itália, Espanha e França iniciam novas jornadas de luta contra demissões e condições de trabalho. No Chile, a população utiliza sua experiência adquirida nas lutas do ano passado para radicalizar manifestações de enfrentamento ao governo. Atualmente, no seio do imperialismo, as lutas contra a repressão policial e o Estado racista assumem formas semi inssurreicionais em todo os Estados Unidos.
Estes processos de luta demonstram a incapacidade das instituições da democracia burguesa em absorver as contradições de classe, acentuadas pela crise, e escancaram o problema de direção revolucionária mundial. Só a intervenção organizada e consciente da classe trabalhadora nestes processos pode alavancar a luta rumo a destruição do estado burguês como forma de dominação capitalista. No mundo inteiro, está cada vez mais nítido: a democracia burguesa não serve e nunca serviu aos trabalhadores!
O AVANÇO DO CORONAVÍRUS E DA CRISE ECONÔMICA NO BRASIL: AMBOS ESTÃO DESTRUINDO A CLASSE TRABALHADORA
No Brasil, a pandemia se apresenta de forma catastrófica. Anos de redução de investimento na saúde, acentuada pela aprovação do teto de gastos em 2016 e a ausência de uma política nacional de controle da epidemia já tiraram mais de 34 mil vidas até o momento. Considerando a subnotificação, implementada inclusive como política em alguns estados, esse número pode ser até sete vezes maior. Com a enorme desigualdade, característica de um país semicolonial, o corte de classe tem se apresentado como o principal definidor do índice de mortalidade que a doença assume no país. Morrem mais trabalhadores informais e da saúde, negros e periféricos.
A crise econômica e social se ampliam diante da epidemia e da crise política. O PIB apresentou queda de 1,5% no primeiro trimestre (período que abrangeu apenas 15 dias do início da pandemia). A produção industrial regrediu 18,8% em abril, acumulando queda de 27,2% em um ano. O desemprego subiu para 12,6%, fechando mais 4,9 milhões postos de trabalho. Desses, 3,7% eram empregos informais. Atualmente a população que está fora da força de trabalho chega a 70,9 milhões de pessoas. Dos trabalhadores formais, mais de 8 milhões tiveram seus contratos suspensos ou reduzidos pela MP 936, editada pelo governo Bolsonaro, que permite a suspensão do contrato e redução de salários e jornada durante a pandemia. Esse número representa mais de 20% dos trabalhadores formais. Segundo informações da Caixa Econômica, quase 60 milhões de pessoas já receberam o auxílio emergencial de R$600, e estima-se que cerca de 32 milhões de trabalhadores podem ficar sem renda e sem direito ao auxílio pela regra determinada.
As disputas interburguesas também se acirraram com o advento da pandemia e ampliaram a crise do governo Bolsonaro. Desde o início da pandemia, dois ministros da saúde foram afastados do governo por diferenças no combate à epidemia. Enquanto tentavam implementar políticas alinhadas com a OMS, os ministros chocaram-se com o negacionismo bolsonarista e sua defesa da cloroquina como medicamento de protocolo para casos de contaminação por covid-19. Há mais de quinze dias, o ministério da saúde segue com ministro interino proveniente das forças armadas.
As políticas de combate da epidemia alinhadas com a OMS foram implementadas pelos governadores dos estados, em aberta disputa com o governo federal pelo protagonismo no controle da crise. João Dória (PSDB-SP) e Wilson Witzel (PSC-RJ), aliados eleitorais de Bolsonaro, protagonizaram a ruptura com o governo federal na condução do controle da pandemia e acirraram a disputa política com Bolsonaro. A burguesia nacional ligada ao comércio e prestação de serviços, apoiadora de Bolsonaro, faz ampla campanha contra medidas de isolamento e pela reabertura do comércio evocando a salvação da economia, enquanto o setor da burguesia ligado ao mercado financeiro e à indústria (ambos auxiliados pelas medidas do governo) se alinharam, por algum tempo, à política imperialista de controle pelo isolamento. No país inteiro, a pressão pela reabertura é mais forte e envolve os setores da classe média e trabalhadores empobrecidos pela crise. Nas próximas semanas, os estados iniciarão os processos de flexibilização do isolamento com a abertura do comércio, mesmo com o número de contaminação e mortes longe de atingir o pico.
As medidas de isolamento e quarentena, como política do imperialismo, não foram aplicadas para salvar vidas, mas sim o capital. Buscam evitar o colapso dos sistemas de saúde, racionalizar a produção diante da possibilidade de uma situação mais catastrófica e desorganizam, com a conivência das direções, a classe trabalhadora diante das medidas dos governos e patrões que buscam jogar os custos da crise nas nossas costas. Aplicar ou não aplicar a política de isolamento não diferencia os governos em seu conteúdo de classe, burguês, apenas nas estratégias que utilizam para minimizar os custos da crise para o Estado. Fosse para salvar vidas, porque o número de assassinatos pela polícia militar aumentou mais de 40% em São Paulo e no Rio de Janeiro durante a pandemia, mesmo com decretos de isolamento e redução da criminalidade? A recomendação para ficar em casa facilitou a política de extermínio da juventude periférica da polícia de ambos os estados.
Nós, trabalhadores, não podemos ficar sujeitos às disputas interburguesas e suas políticas para o controle da crise pandêmica. A pandemia atinge massivamente a classe trabalhadora e a política cínica de “defesa da vida” não têm nos protegido, já que o isolamento não nos é uma escolha pessoal. Como trabalhadores, somos os únicos interessados na defesa de nossas vidas e, portanto, precisamos intervir de forma organizada nesta crise, com nossos próprios métodos.
BOLSONARO E A CRISE POLÍTICA INSTITUCIONAL
Além da crise entre o governo federal e os governos estaduais, aberta pela pandemia, o governo Bolsonaro, desde a posse, tensiona as relações com os demais poderes e instituições políticas do país. O que era antes uma disputa aberta com o Congresso pelo protagonismo de aprovação das reformas que transferem para a classe trabalhadora os custos da crise econômica, torna-se com o aprofundamento da crise, uma disputa generalizada com os demais poderes políticos, isolando cada vez mais Bolsonaro.
Além da saída de dois ministros da saúde, a saída do ministro da justiça, Sergio Moro, um dos principais alicerces do governo Bolsonaro por representar a essência do antipetismo e da luta contra a corrupção, escancarou o isolamento de Bolsonaro no governo. Moro saiu denunciando Bolsonaro por tentar intervir no comando da Polícia Federal para evitar o avanço das investigações contra os filhos, envolvidos com esquemas de rachadinhas, operações milicianas, produção de fake News e até no assassinato da vereadora Marielle Franco (PSOL-RJ).
No governo Bolsonaro, Moro acumulou algumas derrotas como a aprovação distorcida do projeto original de seu pacote anticrime, cujas modificações foram comemoradas como vitória pela oposição reformista. Além disso, a aproximação de Bolsonaro com o “centrão” no Congresso Nacional para evitar o avanço dos mais de 30 processos de impeachment protocolados, causou certo constrangimento para o paladino da justiça, já que muitos políticos que compõem essa base são condenados em processos de corrupção, como o “mensalão”. Bolsonaro já desembolsou, apenas em abril, R$ 6,2 bilhões para emendas parlamentares para o centrão. Moro, ao abandonar o barco governista, ainda apresentou provas da interferência de Bolsonaro na PF para proteger seus interesses e, dentre estas, um vídeo de uma reunião ministerial que caiu nas mãos do STF.
Junto com Moro, diversas frações da burguesia ligada ao imperialismo também abandonaram o governo. A incapacidade de produzir resultados econômicos satisfatórios, mesmo antes da pandemia, colaborou para a maior fuga de capitais estrangeiros do país e desvalorização brutal da moeda. A política de Guedes, a menina dos olhos do governo Bolsonaro, de reformas de enxugamento do Estado e privatizações chocou-se com a necessidade de intervenção estatal trazida pela pandemia. Ou seja, o Brasil deixou de ser aos olhos do imperialismo, um país atrativo para investimento como fora outrora. Diariamente, Bolsonaro é massacrado pela grande mídia que faz coro com setores da oposição por sua saída do governo, vislumbrando até os prós e contras de diferentes processos para chegar ao afastamento de fato.
O STF tem protagonizado o enfrentamento com Bolsonaro. O ministro Celso de Mello autorizou a divulgação do vídeo da reunião ministerial. Entre discursos extremistas dos ministros, incluindo sugestões de prisões para ministros do STF e governadores, o vídeo desmascarou o governo Bolsonaro como um governo de “rapina”, de aparelhamento do Estado para servir a seus interesses milicianos. Celso de Mello também recomendou que a PGR recolhesse o aparelho celular de Bolsonaro, provocando a ira do governo federal com declarações ameaçadoras à estabilidade nacional por parte oficiais de reserva que compõem o governo. Já o ministro Alexandre de Moraes avançou no inquérito das “Fake News”, despachando mandatos de busca e apreensões de celulares e notebooks de apoiadores de Bolsonaro que compõem o “gabinete do ódio”, responsável pela criação e divulgação de fake news pró governo e também dirigido pelos filhos do presidente. Alexandre de Moraes também tomou posso no Tribunal Superior Eleitoral, no qual somam-se oito ações de cassação da chapa Bolsonaro e Mourão por irregularidades na campanha.
Cada vez mais isolado, a estratégia de Bolsonaro tem sido a de elevar o tom contra as instituições do estado, tentando manter e fidelizar sua base eleitoral mais extremista, ao mesmo tempo em que articula sua reorientação no congresso com o centrão para evitar um processo de impeachment. Para isso, Bolsonaro tem utilizado em seus discursos elementos ideológicos golpistas, da extrema direita e de regimes fascistas, agradando cada vez mais seus apoiadores mais radicais e, ao mesmo tempo, conduzindo a pauta das direções para a luta pela democracia e antifascista. A ausência de uma política independente para os trabalhadores tem nos mantido reféns do discurso ideológico bolsonarista e desmobilizados pelas políticas de “defesa da vida”.
CONTRA O FASCISMO E GOLPE: DEMOCRACIA?
Os discursos de representantes do governo assumiram, nas últimas semanas, o teor ideológico do fascismo. Citação de Mussolini, símbolos relacionados à extrema direita racista como o leite, tochas e a bandeira ucraniana passaram a fazer parte do repertório do presidente, de seus ministros e influenciadores digitais. Movimentos organizados de apoio à Bolsonaro, como o “300” em Brasília levantam a consigna de “Ucranizar o Brasil” e outras palavras de ordem pela ditadura militar contra a “ditadura do STF”. Já os militares de reserva que fazem parte do governo, como o general Heleno, soltam mensagens abertamente golpistas para, logo depois, moderar o discurso.
Com isso, Bolsonaro pretende fidelizar sua base eleitoral mais radical, abertamente extremista, e que lhe confere ainda algum capital eleitoral para se segurar politicamente enquanto busca construir uma base no congresso, bem como consolidar o apoio das Forças Armadas. Essa estratégia política reacendeu os debates sobre o avanço do fascismo no Brasil e o advento de um golpe militar a ponto de se começar a construir uma grande frente suprapartidária que agrega setores da sociedade civil de toda gama (empresários, movimentos populares, artistas, intelectuais) e políticos liberais e reformistas pela democracia, como o Movimento Estamos Juntos e #Somos70% (em referência ao índice de desaprovação ao governo).
O fascismo, assim como a democracia burguesa, são formas de dominação da burguesia monopolista utilizadas conforme condições históricas e se apoiam em diferentes combinações de classe. O fascismo desenvolveu-se, historicamente, no contexto da disputa entre o imperialismo e a ditadura revolucionária do proletariado e, portanto, é caracterizado pela destruição sistemática de todas as organizações operárias. Enquanto que na democracia, a burguesia se apoia nas organizações dos trabalhadores e suas direções adaptadas, no fascismo a burguesia se apoia na pequena burguesia para, sobretudo, destruir as organizações operárias.
Desse modo, sendo o fascismo uma forma de dominação imperialista, “a mais selvagem e abominável forma do imperialismo”, não é possível sua existência histórica nos países semicoloniais, como o Brasil. Nos países semicoloniais, a forma de dominação está intrinsecamente relacionada à dependência imperialista de uma burguesia relativamente débil frente a um proletariado desenvolvido, criando “condições especiais de poder estatal”. Assim, estes países podem até assumir regimes “semi-fascistas” como nas ditaduras civis e militares presentes em suas histórias recentes. Contudo, essas ditaduras são mantidas e apoiadas por países imperialistas, na maioria das vezes “democráticos”. Nos países semicoloniais, a luta contra o fascismo só pode ser a própria luta contra o imperialismo.
Às ameaças de golpe, se contrapõe a democracia burguesa. Todos: empresários, políticos de “direita e esquerda”, movimentos sociais, organizações centristas e as direções sindicais pela democracia. A democracia como contraposição ao golpe fascista, mascara o caráter de classe de ambas as formas de dominação. Não é surpresa a defesa da democracia pelo empresariado e políticos, pois a democracia não altera o conteúdo burguês da dominação. Contudo, quando o fazem organizações políticas dos trabalhadores e direções sindicais, o fazem de forma oportunista e conciliatória. Da mesma forma, a consigna “Fora Bolsonaro”, ou a mais “radical” ainda “Fora Bolsonaro e Mourão”, não expressam uma política independente para os trabalhadores, apenas a circunscreve no marcos da governabilidade da democracia burguesa.
A democracia burguesa não serve aos trabalhadores, é a ditadura de classe do capital, é a democracia da ínfima minoria, a democracia dos ricos! O fechamento do regime, alentado por Bolsonaro na forma de uma ditadura, tem implicações sérias na organização dos trabalhadores e no aumento de repressão, mas não muda o caráter de classe da democracia burguesa. As liberdades democráticas nunca impediram o massacre diário da classe trabalhadora, nem a utilização das Forças Armadas para reprimi-la nos processos abertos de luta de classes. Como defenderia Lenin, a liberdade que não é capaz de emancipar a classe trabalhadora da opressão do capital, não é liberdade, mas pura demagogia.
O advento de um golpe militar ou de um autogolpe de Bolsonaro depende da correlação de forças entre o governo, a orientação da política imperialista e o movimento independente dos trabalhadores. Também é importante observar o movimento das Forças Armadas no próximo período, já que Bolsonaro tem ameaçado fazer uso de sua força para intervir nos demais poderes. Nos países semicoloniais, as Forças Armadas cumprem um importante papel na forma de dominação apresentada. O fato é que, ainda que pouco provável, qual a política que os trabalhadores deveriam assumir num cenário golpista? Abraçar uma frente ampla conciliatória para as próximas eleições? Ou instaurarmos, em nossas organizações, comitês de segurança e autodefesa? Nós, trabalhadores, não podemos ficar reféns das orientações da política burguesa, mas precisamos intervir e construir uma saída independente para a crise.
À ditadura não se contrapõe a democracia burguesa, porque ambas são expressões da forma de dominação da burguesia. À ditadura do capital é preciso contrapor e impor a ditadura revolucionária do proletariado, única forma possível de dominação da classe trabalhadora. No cenário de decomposição imperialista, as tarefas que se colocam para os revolucionários são imensas e, neste sentido não se pode admitir titubeações conciliatórias. Aos ataques e ameaças advindos do governo, é preciso contrapor um programa operário de saída para a crise, que não será resolvida nos marcos da democracia burguesa, nem na ampliação desta!
É preciso, portanto, dar uma batalha pela abertura de nossos sindicatos, e, internamente enfrentar não só a burocracia traidora, mas também o centrismo adaptado. É urgente romper com o imobilismo das centrais! Precisamos levantar um congresso nacional de delegados mandatários e eleitos na base para discutir um programa operário de saída da crise.
Movilizaciones masivas contra el asesinato de George Floyd
La crisis sacude el centro del capitalismo mundial
Movilizaciones masivas hacen temblar las principales ciudades de EEUU desde la noche del jueves 28 de mayo. El asesinato racial perpetrado por la policía de Minnesota contra George Floyd no es el primero de estos crímenes, que ya bajo el gobierno de Obama tuvieron su respuesta en el movimiento Black Lives Matter, protagonista central en las actuales movilizaciones. En muchas ciudades, además de reivindicar la vida de Floyd, los manifestantes levantan pancartas con los casos de asesinatos de jóvenes y trabajadores negros locales, como David Smith, Jamar Clark, Breonna Taylor y Philando Castile. La situación en el área de las Ciudades Gemelas (“Twin Cities”) de Minneapolis (Minnesota) y St. Paul (Wisconsin), lugar del crimen y epicentro de las protestas, ha tomado alcances de semiinsurreción de las fuerzas elementales, de carácter espontánea. Esto ha llevado al gobernador demócrata de Minnesota a movilizar a la guardia nacional y solicitar la intervención de tropas del ejército federal.
La opresión racial de la población negra en EEUU es un viejo problema que el capitalismo ha demostrado ser incapaz de resolver. La abolición de la esclavitud luego de la guerra civil en el siglo XIX sólo abrió la puerta al desarrollo capitalista pleno, sin dar una salida ni desde el punto de vista político ni social a la población afroamericana. Este, igual que tantos otros problemas, quedarán sin resolución bajo el imperialismo, que como decía Trotsky, es incapaz de llevar sus tendencias hasta el final, acumulando contradicciones como capas geológicas bajo la dominación de hierro de la burguesía y su Estado.
Catalizador
Cómo en otras oportunidades, la acumulación de contradicciones en las bases económicas y sociales del capitalismo estallan por eventos contingentes, que hacen de catalizador de las tendencias a la lucha de los explotados y oprimidos por revertir la situación desesperante a la que los arrastra la descomposición del imperialismo. Quizás este sea el caso de la respuesta al salvaje asesinato de Floyd: no sólo vuelve a poner en el tapete la lucha del pueblo negro contra la opresión del Estado, contra los abusos policiales, las violencias y asesinatos, demostrando que muchos de los movimientos que surgieron al calor de la crisis de 2008 mantiene su fuerza como es el caso del Black Lives Matter. Las movilizaciones espontáneas, los ataques contra las fuerzas represivas, son también expresión de una respuesta de la juventud y de la clase obrera a la situación generada por la crisis presente, potenciada y acelerada por la pandemia del coronavirus. La destrucción de 50 millones de puestos de trabajo en los últimos meses dan cuenta de la realidad del “crecimiento del empleo” que vendieron Obama y Trump en los últimos años: puestos completamente precarios, sin ningún tipo de estabilidad, que hoy arrojan a casi un cuarto de la población del país a la desocupación. Las movilizaciones actuales además han sido abonadas por una oleada de paros y huelgas contra las consecuencias de la crisis, en diferentes empresas, grandes y pequeñas, de costa a costa, de sur a norte de EEUU. Muchas de ellas protagonizadas por trabajadores de las minorías e inmigrantes, muchas de ellas con organizaciones sindicales con nombres en español. Y esto no es raro teniendo en cuenta que los trabajos más peligrosos y precarios son los que en todo el mundo las patronales y sus estados llaman la “primera linea” y lanzan como carne de cañón a trabajar sin las condiciones de seguridad y salubridad laboral mínimas durante la pandemia. Tampoco es curioso que un porcentaje que no se condice con la condición de minoría de negros o latinos sean las poblaciones principalmente afectadas por el COVID19.
Pero no son sólo estas comunidades quienes están protagonizando la lucha. Porque se trata de un movimiento espontáneo con confusión de objetivos, sin una dirección clara, pero que sí demuestra que el Partido Demócrata, que hizo todo por absorber en su ala izquierda, el Socialismo Democrático, a los movimientos inorgánicos que surgieron de la crisis anterior, no ha sido capaz de contener la actual explosión, incluso contra sus propios gobernadores e intendentes como es el caso de Minnesota y su capital.
Descomposición imperialista
El imponente estallido de las contradicciones acumuladas durante décadas en las profundidades del capitalismo amenazan con echar por tierra el último proyecto imperialista para intentar recuperar la hegemonía mundial de EEUU: el trumpismo. Los saltos hacia adelante que está ensayando Trump ante la crisis, en todos sus aspectos, ya sea en el problema de la pandemia, con su lucha por que las fábricas trabajen a como de lugar y la retirada del país de la OMS; en el plano económico con los paquetes de rescate a las grandes empresas y la escalda de los enfrentamientos con China y los competidores imperialistas; y en el caso puntual de las actuales agitaciones de masas, provocando a los manifestantes con consignas racistas y amenazas de bala, son las respuestas naturales del trumpismo como proyecto. Es evidente que un sector cada vez más numeroso de la burguesía imperialista ha tomado nota y está pasándose a la oposición, para intentar revivir la candidatura del alicaido Biden, que nadie sabe que representa ni que programa propone, pero que es visto como una alternativa. Los últimos en subirse al carro de Biden fueron los burócratas sindicales de la AFL-CIO, que adhirieron formalmente a su candidatura del 26 de mayo. Cabe una pregunta: ¿Trump y la nueva orientación imperialista que lo sustenta como proyecto están chocándose con los límites de EEUU como potencia encargada de dirigir al capitalismo en la peor fase de su putrefacción? Lo cierto es que la división en la burguesía es evidente que intentan preparar el recambio, pero con enormes dificultades. No sólo las masas movilizadas sino el propio personal político imperialista, con Trump a la cabeza, están cuestionando las instituciones de la democracia imperialista, peleándose por la forma del voto, algo muy peligroso teniendo en cuenta que a fines de año se tiene que ir a las urnas para definir al encargado de dirigir los destinos del país en abrupto giro hacia una mayor intervención estatal en la economía doméstica, pero también mundial.
Por una dirección proletaria
La crisis mundial que vivimos, con perspectivas de depresión económica, despidos, suspensiones, desempleo masivo, catástrofes sanitarias como la que viven Brasil y el propio EEUU, apenas está comenzando. Y sin embargo ya son masivas las movilizaciones cuestionando a los elencos burgueses que dirigen los estados y sus diferentes recetas para dar una salida capitalista, es decir, reaccionaria, a la misma. Estos sectores de masas, si bien con confusión de objetivos, vienen acumulando una experiencia previa, que incluye las políticas de cooptación de las direcciones contrarrevolucionarias, que se visten de todo tipo de ropajes como el Socialismo Democrático y Bernie Sanders en EEUU, y las diferentes versiones del reformismo sin reformas socialimperialista europeo. Al mismo tiempo, la clase obrera, en experiencias más localizadas, más o menos moleculares, aunque a veces de carácter nacional como en el caso de la huelga general en Italia o de algunas luchas por rama en el propio EEUU, paralelamente y en forma entrelazada a estos procesos viene haciendo una experiencia de lucha y organización sindical contra las políticas de reformas del imperialismo para tratar de avanzar sobre nuestras conquistas y cambiar a su favor la relación capital-trabajo. Sobre estos elementos y estas experiencias los revolucionarios apostamos a poner en marcha el programa de transición entre este sistema podrido y la dominación política del proletariado a través de su dictadura. Un programa obrero que permita unificar a los mejores elementos de la vanguardia para dotar a las masas asalariadas y del pueblo oprimido de una dirección que los lleve a la victoria. Luchamos por el castigo a los asesinos de George Floyd y de todas las victimas del aparato estatal imperialista. Luchamos porque el pueblo negro pueda decidir su destino. Confiando que el camino es la lucha contra las bases sociales de esa opresión, el de la expropiación de los expropiadores, para poner en pie une Federación de Repúblicas Socialistas de América, donde sentaremos las bases para acabar con toda forma de opresión nacional y racial destruyendo la dominación burguesa y la explotación asalariada.
Publicado el 31 de mayo de 2020 en www.cor-digital.org
1° de mayo: Mostremos el poder de la clase obrera en todo el mundo
Declaración de la TRCI
1° de mayo: Mostremos el poder de la clase obrera en todo el mundo
En nuestro día en todo el mundo, los trabajadores debemos levantar nuestra voz contra la decadencia imperialista y mostrar el poder de la clase obrera.
La pandemia y la decadencia imperialista
Este 1° de mayo nos encuentra a los trabajadores luchando contra un virus y contra un parásito histórico, que es el capitalismo. La pandemia del coronavirus puso al desnudo al sistema capitalista y sus formas de dominación. Demuestra las consecuencias del avance del capitalismo sobre la naturaleza de forma anárquica. La pandemia agudiza y acelera las tendencias de la crisis del 2008, llevando de seguro a una recesión mundial. Pero es importante comprender que, si bien es continuidad de la crisis de la década pasada, esta continuidad no es necesariamente lineal; pueden producirse saltos de calidad en el estado general del capitalismo imperialista, cuyas consecuencias se verán en el mediano y largo plazo.
La crisis acelerada por el coronavirus acentuó aún más la descomposición de las instituciones creadas en la posguerra, un gran ejemplo es las OMS y su actuación, la ruptura de los equilibrios interestatales, entrando en una situación caótica la UE y una exacerbación de la competencia entre EEUU y China como lo más importante. En este escenario no se descarta la posibilidad de la ruptura de los equilibrios de clase en los estados nación abriendo procesos más agudos de lucha de clases.
Lo particular en esta crisis es la intervención de los Estados de forma deliberada en la esfera de la producción, en la relación entre el capital y el trabajo. Es decir, sobre las leyes del capital, no para violarlas, sino para negarlas parcialmente.
La respuesta de las principales potencias imperialistas ante la crisis, es un mayor estatismo, es decir, un intento de economía dirigida, intervención con un festival de subsidios al capital, nacionalizaciones de empresas en crisis como las aerolíneas de bandera e impuestos a las riquezas o políticas fiscales agresivas. Para los trabajadores esto no es otra cosa que un ataque en todas las líneas, con despidos masivos, suspensiones, rebajas salariales y quita de conquistas, entre otras.
La centralización estatal no puede ser más que reaccionaria. La cuarentena como política del Estado es para salvar al capital. Podríamos decir que la cuarentena es una política preventiva para resguardar a los grandes capitalistas y a su clase, desorganizando a nuestra clase con la complicidad de la burocracia sindical, para preservar sus Estados en descomposición, reforzando al aparato burocrático militar para disciplinar a las masas. En cambio, si fuéramos nosotros los que paralizáramos todo, no sólo estaríamos enfrentando al virus, sino estaríamos organizados para enfrentar los ataques. Los métodos de la clase obrera, como el cese de actividades y paros para ir a una huelga general, son medidas que permiten preservarnos de forma organizada, mediante los sindicatos, ante el ataque centralizado de los burgueses y las fuertes tendencias destructivas de la economía capitalista en crisis. Por eso no podemos estar a favor de la cuarentena impuesta por el Estado, ya que no es una medida “sanitaria”, sino una línea imperialista de resguardar las ramas de la producción haciendo descender el valor de la fuerza de trabajo.
Esta distorsión que introduce la intervención del Estado en la esfera de la producción abre un sinfín de crisis políticas de las distintas fracciones burguesas y una relación diferente con los trabajadores, ya que actúa en la base misma de las relaciones sociales de producción. Resulta muy evidente la importancia de la fuerza de trabajo en la creación de valor y la dinámica del capitalismo y su relación con esta fuerza de trabajo. Y ante el ataque de los capitalistas debemos contraponer el ataque a su capital. Los trabajadores ante el nivel de la crisis debemos reforzar la idea de expropiar a los expropiadores.
Debemos combatir la ficción de un aparato burocrático-militar perimido, que tiene bajo control lo que pasa en su territorio. Sólo la clase obrera puede dirigir medidas coordinadas internacionalmente. Planteamos el control obrero de las principales ramas de la economía, ante la desorganización de la economía y nos posicionamos por la destrucción de Estado burgués de forma revolucionaria, ya que es imposible que un Estado burgués responda a nuestras demandas.
Podemos decir que asistimos a un ensayo general reaccionario del sistema capitalista, en medio de un proceso más histórico de descomposición. Es un gran ensayo de conciliación de clases de patrioterismo. Ante una dirección anárquica como es el sistema capitalista, que depende de sus Estados mayores armados para garantizar la reproducción del capital, nosotros peleamos por una dirección colectiva consciente, que prepare las etapas de la dictadura del proletariado, ya que el sistema actual engendra las condiciones materiales y las formas sociales para la reconstrucción económica de la sociedad.
Sólo confiar en nuestras propias fuerzas
De forma cínica, los escribas del capitalismo pretenden demostrar que el marxismo es una teoría equivocada, temerosos de que la inocultable crisis en la que se encuentra el sistema propague la idea de la revolución social ante la irrefutable demostración de lo que produce la anarquía del capital. El ataque al marxismo en medio de una crisis, es la desesperación de una clase burguesa en descomposición ante escenarios más agudos de la lucha de clases que se avecinan.
Los trabajadores podemos organizar las tareas para enfrentar las consecuencias de la pandemia, frenar los ataques y desorganizar a la burguesía en su base de sustentación la producción. Lo haremos imponiendo el control obrero de las ramas más importantes de la economía, la escala móvil de horas y de salarios, la expropiación de los bancos, la apertura de los libros de las grandes empresas, son algunos puntos programáticos transicionales que pueden mostrar al conjunto de las masas la dominación de los trabajadores en la administración de las cosas. Intervenir de forma independiente y con nuestros métodos en esta crisis es la tarea que tenemos planteada. Ejemplos en el mundo ante la crisis, que aceleró el coronavirus, hay muchos. Sectores de trabajadores salieron a hacer paros y huelgas en contra de los ataques. Quizás el caso más importante sea la huelga general en Italia, donde los trabajadores pararon en contra del decreto de cuarentena del gobierno. En EEUU, la principal potencia imperialista, los trabajadores también realizan huelgas en sus lugares de trabajo. Las luchas semi-insurreccionales de las masas en América Latina, como en Chile o en Ecuador, donde no han logrado imponer derrotas decisivas a la clase obrera y la juventud, pronostican la posibilidad de irrupción del proletariado del continente para vencer los planes de hambre y miseria del imperialismo. En Argentina, la lucha de los trabajadores del frigorífico Penta, de BedTime y del sistema de salud marcan el camino.
Los trabajadores debemos intervenir en esta crisis de forma independiente, preparando las condiciones para que surja una vanguardia revolucionaria que se constituya en partido como dirección revolucionaria en la necesidad de reconstruir la IV Internacional.
Cor Chile - LOI Brasil - Cor Argentina
Los métodos obreros y la cuarentena
En momentos en que el gobierno se prepara para extender la cuarentena, queremos formular algunas consideraciones sobre la situación y cómo, a nuestro entender, deberíamos intervenir los revolucionarios.
Alberto Fernández con su grupo de notables, es decir Paolo Rocca, Acevedo, de la UIA, y lo más granado de los empresarios, definen los destinos de los trabajadores en nombre de la salud de sus negocios. Alberto, está llevando a cabo la máxima de uno de sus maestros, Néstor Kirchner, que decía “no le den importancia a lo que digo, sino a lo que hago”. Les dice “miserables” a los empresarios, pero avala los despidos de Techint; dice control de precios, pero avala sobreprecios en las compras de alimentos, y dice con acciones: entre los bancos y los jubilados, elijo a... los bancos.
Resulta llamativo que gran parte de la izquierda reclame que siga la cuarentena e intente cambiarle el contenido a esta medida estatal. Debemos ser claros, la cuarentena es una medida recomendada por la Organización Mundial de la Salud, una institución creada en la posguerra como parte del nuevo orden mundial después de la segunda guerra. Es evidente que toda política que venga de semejante organización imperialista, responsable de la destrucción de la salud y, por lo tanto, artífice de la pauperización de nuestras condiciones de vida, no va ser para favorecer a nuestra clase.
Por eso, si están en juego nuestras condiciones de explotación, no nos ofrecerán una salida favorable nuestros explotadores. Es con los métodos obreros, que son parte de nuestra historia, como los ceses de actividad, paros, huelga de brazos caídos, huelgas, es decir, paralizar la producción imponiendo un programa que enfrente al Estado como los trabajadores podremos enfrentar esta crisis.
La cuarentena es el método que tiene la burguesía, no para detener el virus, sino para garantizar su forma de dominación ante la crisis y que no colapsen sus sistemas, centralmente el de salud. Los métodos obreros, como parte de medidas transicionales, son intervenciones del poder estatal proletario que limitan de manera consciente el derecho de los capitalistas a disponer de sus bienes y su afán de lucro.
Podríamos decir que la cuarentena es una política estatal preventiva, para resguardar a los grandes capitalistas y a su clase, desorganizando a nuestra clase con la complicidad de la burocracia sindical, para preservar un semi Estado en descomposición, reforzando al aparato burocrático militar para disciplinar a las masas. Para imponer esta política utiliza el monopolio de las fuerzas del Estado, con la policía, la gendarmería, hasta el espionaje cibernético y el ejército para garantizar esta línea. Si fuéramos nosotros los que paralizáramos todo, no sólo estaríamos enfrentando al virus, sino estaríamos organizados para enfrentar los ataques.
Debemos abrir un debate central al interior de nuestra clase, principalmente en el movimiento obrero industrial, ante la propaganda oficial de la importancia del Estado en esta crisis, de sus funciones sociales y de control. Es imperioso aclarar el contenido de clase del concepto de Estado. La naturaleza de clase del Estado es burguesa, defiende a una clase antagónica a la nuestra, por lo que debemos preparar las condiciones materiales para su destrucción.
Permitir que el gobierno siga imponiendo una centralidad reaccionaria con la cuarentena, lo que significa un ataque brutal a los trabajadores, con suspensiones, rebajas de salario, despidos y quita de conquistas, es -como mínimo- entregarnos sin dar pelea.
Los trabajadores podemos organizar las tareas para enfrentar las consecuencias de la pandemia, frenar los ataques y desorganizar a la burguesía en su base de sustentación, la producción. Imponiendo el control obrero de las ramas más importantes de la economía, la escala móvil de horas y de salarios, la expropiación de los bancos privados, la apertura de los libros de las grandes empresas, son algunos puntos programáticos que pueden mostrar al conjunto de las masas la dominación de los trabajadores en la administración de las cosas. Intervenir de forma independiente y con nuestros métodos en esta crisis es la tarea que tenemos planteada. Ejemplos en el mundo ante la crisis, que aceleró el coronavirus, hay muchos. Sectores de trabajadores salieron a hacer paros y huelgas en contra de los ataques. Quizás el caso más importante sea la huelga general en Italia, donde los trabajadores pararon en contra del decreto de cuarentena del gobierno. En EEUU, la principal potencia imperialista, los trabajadores también realizan huelgas en sus lugares de trabajo.
Confiar en nuestras propias fuerzas es la única salida que tenemos los trabajadores.
Ley de protección… de las ganancias
El pasado martes 31 de marzo el congreso despachó la “ley de protección del empleo” que viene a constituir un ataque en regla contra el salario, un precioso regalo dado a los empresarios para que éstos puedan suspender a los trabajadores, o reducir sus jornadas, sin que tengan que asumir los costos de la crisis y por el contrario descargar el peso de la misma sobre las familias obreras.
El desarrollo de la pandemia anuncia consecuencias catastróficas para latinoamérica, dada la deficiente infraestructura sanitaria, si vemos lo que está sucediendo en países imperialistas como España o Italia donde los muertos diarios llegan a bordear el millar de personas. Comparado con otras enfermedades el COVID-19 –si bien tiene una rápida transmisibilidad- posee una baja tasa de mortalidad. Lo que en Chile se ha manifestado momentáneamente muy por debajo de la media mundial debido a que los contagios se han extendidos entre la población de bajo riesgo y además entre los sectores acomodados, de la burguesía y la alta pequeñaburguesía, quienes poseen condiciones privilegiadas de higiene y salubridad. Algo que cambia radicalmente en la medida en que se extiende hacia la población trabajadora, como ya lo muestran los primeros muertos pertenecientes a familias pobres. El drama de la salud no viene del control y respuesta a una nueva pandemia, sino que será el agravamiento exponencial de la crisis sanitaria que se produce todos los años, donde los hospitales colapsan de enfermos, las listas de espera para operaciones o atenciones son interminables, los mínimos implementos de higiene así como los medicamentos escasean; los trabajadores de la salud mal pagos y con regímenes a contrata; etc, etc, vuelven a esta farsa del Estado burgués interviniendo en la salud una parodia de corto alcance y de consecuencias imprevisibles. Así mismo, la intervención de los Estados en el mundo no está destinada a paliar una crisis de tipo sanitaria, sino que está catalizando una profunda crisis estructural del capitalismo, que tiene interviniendo al aparato burocrático-militar en las relaciones sociales, destruyendo fuerzas productivas, saneando la economía y atacando en masa a la fuerza de trabajo, dejando miles de cesantes, cerrando empresas, suspendiendo personal, recortando salarios, y por supuesto, ejerciendo el monopolio de la fuerza, mientras levantan su dedo acusatorio responsabilizando por el descontrol de la pandemia a la población que no acata las resoluciones burocráticas de estos sirvientes del capital. Actúan de forma anárquica y desesperada, recurriendo al centralismo estatista, para salvar al capitalismo de su propia crisis. Esta intervención violenta del aparato de estado en las relaciones sociales constituye un ensayo general reaccionario.
Las mediaciones al pie de la cama
Desde distintas organizaciones como la CUT, la Confusam o el Colegio Médico se insistía desde los primeros casos de contagios en la exigencia al Estado de que imponga la cuarentena total. Silenciando canallescamente las denuncias del estado calamitoso en que se encuentran los hospitales y centros de salud municipal. Esto era, y es intermitentemente, presentado casi como la solución de salvación ante la pandemia, llamando al mismo tiempo a dejar de realizar movilizaciones o asambleas sindicales. El mismo Colegio de Profesores llamó al cese de actividades en los colegios sin colocar a debate de los trabajadores docentes las medidas necesarias para intervenir en la crisis. Es así que en muchos lugares de trabajo se comenzó a exigir el cierre o paralización de las obras como respuesta lógica a lo que consideraban una medida de protección sanitaria. Finalmente la intervención del gobierno decretando cuarentena en varias comunas vino acompañada de un exhaustivo listado de las empresas consideradas “esenciales”, que debían seguir funcionando, entre aquellas las que “abastecen a los supermercados”, o sea… prácticamente todas. Para que los trabajadores afectados por la cuarentena no se creyeran con derecho a quedarse en sus casas por resguardo a su salud, se sacó un dictamen de la dirección del trabajo indicando que no están obligados a trabajar, como así tampoco el empleador no está obligado a pagar el salario, pretendiendo esgrimir una igualdad jurídica entre el capital y el trabajador. Este dictamen encontró a los más fervientes críticos entre la oposición burguesa y la burocracia sindical quienes amenazaron con recursos de amparo y todo tipo de escritos legales. Pero el dictamen sólo era el preludio del proyecto de ley de “protección del empleo”.
¿En que consiste el proyecto votado al unísono en el congreso?
El mismo establece que las empresas impedidas de funcionar con motivo de la suspensión por la autoridad recurrirán a que el empleador deje de pagar las remuneraciones, pagando sólo los aportes previsionales y de salud, prorrogables y en cuotas, mientra el trabajador será remunerado por sus fondos del seguro de cesantía en proporciones decrecientes mes a mes 70%, 55%, 45%, 40%, 35…..de la remuneración promedio. Si el trabajador no dispone de fondos hará uso del fondo de cesantía solidario en las mismas proporciones (70% , 55%…) aunque con tope en el tramo alto de $ 525.000 y de ahí decrece del mismo modo. La misma fórmula se utilizará también en aquellas empresas que, si bien no son impedidas por el Estado de funcionar, aduzcan reestructuraciones “para poder mantener su continuidad operacional o para proteger eficazmente la vida y salud de sus trabajadores”, vía un “pacto de suspensión del contrato de trabajo”con el trabajador y/o el sindicato. También podrán hacer uso de esta ley para realizar un pacto de reducción de la jornada laboral hasta la mitad, donde el seguro de cesantía cubrirá hasta el 25% de la remuneración con un tope de $ 225.000.-. Eso sí no todos los trabajadores pueden acceder a esta fórmula, quedan excluidos, aquellos que no tienen un mínimo de cotizaciones (3 continuas en el mismo trabajo, o 2 continuas y 6 en total en el último año) así como aquellos que hayan hecho uso del seguro de cesantía en los último 5 meses. Es decir, que los trabajadores que trabajan en negro, con altos niveles de rotación, en condiciones de alta precariedad laboral, o que hayan salido recientemente de las filas de desocupados, ni siquiera pueden optar por un miserable subsidio de subsistencia. Hay que sumarles que no pueden optar los que reciban algún subsidio por discapacidad o los que tengan fuero laboral. Y como cereza de la torta el trámite lo tiene que realizar el empleador, lo que deja al trabajador en cuarentena a merced de su explotador.
El “seguro de cesantía” fue creado para mantener en la subsistencia al ejército de reserva de la clase trabajadora y fue diseñado de tal modo que “desincentive”, según la lógica de los explotadores, que los trabajadores cesantes quieran mantenerse mucho tiempo en esa situación, brindando una fuente de mano de obra barata a los capitalistas. A este diseño hay que agregarle que el monto que el empleador “aporta” a este seguro (compuesto por aportes bipartitos) lo recupera, con los intereses respectivos en el descuento que realiza de los finiquitos con indemnización por despidos. Una verdadera bicoca servida en la mesa de los patrones.
La intervención de la clase trabajadora es la única perspectiva realista
Los diputados y burócratas que habían vociferado contra el dictamen de la dirección del trabajo la noche previa, terminaron votando y apoyando a mano alzada un proyecto que además incluye (que vuelve ley) el cese temporal de “la obligación de prestar servicios por parte del trabajador y de la obligación de pagar la remuneración y demás asignaciones que no constituyan remuneración, señaladas en el inciso segundo del artículo 41 del Código del Trabajo, por parte del empleador.” Una vez aprobado el proyecto la directiva de la CUT sacó un comunicado en contra diciendo en rigor que no era lo que ellos querían, toda vez que en la víspera los parlamentarios del PC votaron al unísono el proyecto. Es bastante probable que las pymes que su aparato controla, y la de sus grupos de pequeños explotadores allegados, hayan visto como un alivio que no tengan que pagar más salarios durante el cierre de sus negocios. Una vez más se demuestra el carácter reaccionario de esta dirección, que posa de flanco izquierdo en la defensa de la democracia burguesa.
Es necesario que la salida a la crisis capitalista, así como a los efectos de la pandemia, sean impuestos por la clase trabajadora, única interesada en la salud de la población obrera y la única con la fuerza capaz de derrotar los planes de los explotadores y de su Estado. La cuarentena impuesta por el Estado es sólo una política reaccionaria, complementada con los decretos del estado de catástrofe y toque de queda, para desplegar las fuerzas represivas…contra un virus. Nada tiene que ver con las acciones que podemos tomar los trabajadores para proteger realmente la salud de la población. Es necesario que seamos nosotros los que determinemos cuales son las ramas esenciales que deben ser prioritarias, así como levantar un plan obrero de salida a la crisis dirigido a imponer un programa de independencia de clase, formando en los sindicatos comisiones de higiene y seguridad para imponer y vigilar nuestra medidas sanitarias, la escala móvil de horas de trabajo para vincular a los desocupados a la producción, que lejos de plantear exigencias de centralización estatal, se dirija a organizar a la clase trabajadora para imponer el control sobre los medios de producción, a dislocar el aparato de Estado y a coordinar acciones internacionales para confrontar con los explotadores ante esta ofensiva reaccionaria en toda línea.
La crisis mundial y la pandemia
La crisis mundial y la pandemia
El desarrollo de la crisis abierta en el 2008 ha dado nuevos capítulos, mostrando que aun el capitalismo no logró salir de los efectos de la misma. Lo demostró la pandemia del coronavirus, que vino a poner al desnudo y aceleró los procesos de la crisis que se venían acumulando en los últimos años. Debemos sumar a este escenario la crisis del petróleo, que había comenzado antes de la crisis del covid 19, producto de que la economía mundial se desaceleraba e iba camino a una recesión con niveles de crecimientos muy bajos. Es por eso que la pandemia muestra el nivel de debilidad del sistema capitalista y sus instituciones en un escenario de descomposición del imperialismo. Aunque las grandes potencias intenten hacer creer la falacia de que la economía mundial venía bien y que la proliferación del virus fue el culpable de todos los males, la epidemia es sólo un factor secundario en medio de una crisis mundial más profunda.
Eso no quiere decir que el imperialismo no aproveche esta crisis para descargar aún más los efectos de la crisis sobre el conjunto de los trabajadores y el pueblo pobre. Esto se demuestra en la mayor injerencia del Estado en el control de las relaciones sociales, no para impedir que se propague el virus, sino para proteger los sistemas de salud de sus Estados, sus economías de un posible colapso. Fortalecer el centralismo reaccionario de los Estados burgueses, ante su debilidad histórica, y para que en el peor de los escenarios no se contagie el virus de la lucha de clases.
En la crisis del 2008 la política de las grandes potencias fue inundar de mayor liquidez el mercado vía los bancos centrales para salvar a las grandes empresas y facilitarles créditos para que en un futuro se reactive la economía a nivel mundial aumentando la productividad del trabajo y lograr recuperar un crecimiento más sostenido. Una larga huida hacia adelante que no logró los objetivos deseados y, peor aún, hoy se desarrolla una crisis de similares características sin que puedan implementar las mismas recetas del 2008.
EEUU y su sistema de salud mostró el verdadero rostro del capitalismo. Ahora debate si disminuye los impuestos, ya no a los empresarios, sino a los trabajadores, para que eso se vuelque al consumo, o ponerle plata en los bolsillos a la población vía aumento de los fondos de desempleo o subsidios al salario, ante el inminente cierre de plantas y carestía de la vida. Esto es estatismo de la máxima potencia mundial.
En la UE, con epicentro en Italia y España, se muestra la crisis fenomenal que hay en su sistema de salud, que para algunos nostálgicos es culpa del desmantelamiento del Estado de bienestar y producto de la derrota de los trabajadores después de la posguerra. Es muy importante atender a los aún incipientes procesos de huelga que se están dando, centralmente en Italia, en distintas fábricas y sectores de salud.
Toda salida a la crisis, que se aceleró, va a ser reaccionaria. La burguesía mundial es consciente de su debilidad, pero también de su rol histórico contrarrevolucionario. Por eso, quienes creen que el capitalismo está mostrando su rol humanitario, ante la crisis de coronavirus y sus demagógicos discursos, no son más que provocaciones a nuestra clase, que ante la crisis de dirección revolucionaria no puede dar una respuesta de forma centralizada, pero que tendrá que darla ante el nivel de crisis. Debemos apoyarnos en los procesos abiertos de lucha de clases a nivel mundial, como en el caso regional, en varios países de América Latina, con el más radicalizado en Chile.
La anarquía del capital se ve en todas sus dimensiones, ante la desorganización de la economía los revolucionarios debemos plantear, no una exigencia al estado burgués y sus instituciones como los congresos, sino la necesidad de organizar la economía sobre nuevas bases. Para esa transición es central el control obrero de las ramas más importantes de la economía, para demostrar el poder de la clase obrera internacional en la administración de las cosas. Debemos desplegar un programa de transición para desarrollar una vanguardia al interior de nuestra clase.
Son tareas históricas de carácter urgente.
Ensayo general reaccionario
Declaración de la TRCI
Ensayo general reaccionario
La pandemia del coronavirus puso al desnudo al sistema capitalista y sus formas de dominación. Demuestra las consecuencias del avance del capitalismo sobre la naturaleza de forma anárquica.
Esta crisis mundial obliga a las potencias, ante el nivel de pérdida de sus riquezas, a acelerar sus ataques a la clase obrera a nivel mundial, ya que, conscientes de la debilidad de su dominación, deben apelar a un ataque más directo.
La burguesía imperialista se encuentra ante un problema que no es meramente epidemiológico, sino político-estratégico, que ha comenzado como una cuestión de “salud pública”, que en sus inicios subestimó. En todo caso, se quiso enmarcar en la disputa comercial entre EEUU y China, pero puso en muy poco tiempo de manifiesto la debilidad de los Estados imperialistas; de los Estados en proceso de asimilación, como China, y el estado de destrucción de las instituciones/servicios (resabios) de los que fuera el Estado de bienestar. Recordemos que el Estado de Bienestar fue concebido para (después de la gran derrota que significaron la 2da guerra mundial y la salida pactada de la posguerra para la clase obrera y sus organizaciones) “competirle” al bloque comunista en las aspiraciones de la aristocracia obrera y sus representantes sindicales. Fue una forma determinada en la que se cumplió uno de los pronósticos de Trotsky en cuanto al resultado de la guerra: llevar las contradicciones sociales a los Estados, acelerando su descomposición.
La pandemia agudiza y acelera las tendencias de la crisis del 2008, llevando de seguro a una recesión mundial. Pero es importante comprender que, si bien es continuidad de la crisis de la década pasada, esta continuidad no es necesariamente lineal; pueden producirse saltos de calidad en el estado general del capitalismo imperialista, cuyas consecuencias se verán en el mediano y largo plazo.
Por ahora la burguesía está aprovechando la coyuntura para “sanear” la economía y ver si puede lograr generar contratendencias que le permitan establecer nuevos bloques comerciales y lidiar con el enorme capital acumulado. La competencia entre los Estados burgueses por ver cuál lidia mejor con los efectos de la pandemia y sus consecuencias generales (económico-sociales en particular) no tienen nada que ver con las declaraciones cínicas de “salvar vidas”, sino con posicionarse ante los procesos de lucha de clases que se preanuncian y los que se han estado desarrollando como en América Latina, y ante los antagonismos entre Estados que están planteados. Buscan conservar las fuerzas productivas y someter mejor a “sus” proletariados para preparar ese enfrentamiento.
Se refuerzan las tendencias bonapartistas
Debemos analizar que la aceleración de la crisis mundial, con la pandemia como un elemento importante, ha llevado a los Estados burgueses a actuar reforzando los elementos de control estatal sobre las relaciones sociales de producción. Es importante puntualizar este aspecto, ya que el centrismo está basando su política de adaptación al estatismo en la exigencia de “centralización estatal” para manejar esta crisis.
Dicha centralización no puede ser más que reaccionaria. La cuarentena como política del Estado es para salvar al capital. En cambio, los métodos de la clase obrera como el cese de actividades y paros para ir a una huelga general, son medidas que permiten preservar nuestra fuerza de trabajo de forma organizada mediante los sindicatos, ante el ataque centralizado de los burgueses y las fuertes tendencias destructivas de la economía capitalista en crisis. Por eso no podemos estar a favor de la cuarentena impuesta por el Estado, ya que no es una medida “sanitaria”, sino una línea imperialista de preservar las ramas de la producción haciendo descender el valor de la fuerza de trabajo.
Podemos decir que asistimos a un ensayo general reaccionario del sistema capitalista, en medio de un proceso más histórico de descomposición. Es un gran ensayo de conciliación de clases, de patrioterismo. Ante una dirección anárquica como es el sistema capitalista, que depende de sus Estados mayores armados para garantizar la reproducción del capital, nosotros peleamos por una dirección colectiva consciente, ya que el sistema actual engendra las condiciones materiales y las formas sociales para la reconstrucción económica de la sociedad.
La línea reaccionaria es el disciplinamiento mediante las fuerzas represivas, es más despidos, rebaja de salarios, mayor flexibilización y precarización laboral, ataque a la organización sindical en el lugar de trabajo y quita de conquistas donde puedan. Buscan sanear la economía mundial en medio de una crisis fenomenal y establecer un nuevo pacto de capital y trabajo, solo que ahora deben hacerlo de forma acelerada ante la profundización de la crisis. No está descartado que los países imperialistas nacionalicen ramas de la economía y refuercen su bonapartismo con mayor estatismo.
Por una salida obrera
Ante cada política estatal debemos contraponer los fundamentos programáticos de la injerencia del Estado obrero en la sociedad capitalista, que no se detiene en el marco estrecho de las fronteras nacionales. Debemos combatir la ficción de un aparato burocrático-militar perimido, que tiene bajo control lo que pasa en su territorio. Sólo la clase obrera puede dirigir medidas coordinadas internacionalmente. Planteamos el control obrero de las principales ramas de la economía, ante la desorganización de la economía y nos posicionamos por la destrucción de Estado burgués de forma revolucionaria, ya que es imposible que un Estado burgués responda a nuestras demandas.
Es primordial que no nos desorganicen, el centrismo ya ayudó a que nos desmovilicen, suspendiendo acciones callejeras, como la marcha del 24 de marzo en Argentina. No podemos permitir ante la centralización del ataque, actuar de forma aislada, y mucho menos que primen las salidas individuales.
Debemos defender el funcionamiento los organismos de deliberación de la clase obrera, como los sindicatos, las comisiones internas, los cuerpos de delegados, para prepararnos antes los coletazos de la crisis y poder enfrentar a la burocracia sindical, los gobiernos de turno y el imperialismo.
Los trabajadores debemos intervenir en esta crisis de forma independiente, preparando las condiciones para que surja una dirección revolucionaria en la necesidad de reconstruir la IV internacional.
LOI – Brasil
COR – Chile
COR - Argentina
#18M – NÃO BASTAM “BARULHAÇOS”! É PRECISO CONSTRUIR UMA SAÍDA OPERÁRIA À CRISE!
A pandemia do Covid-19, o coronavírus, acelerou os processos desencadeados pela crise econômica de 2008. Atingindo as economias já fragilizadas pelo baixo crescimento e pela queda em nível mundial das operações de comércio internacional e produção industrial nos últimos períodos, a epidemia carrega a ameaça de um novo ciclo recessivo. O crescimento mundial já foi revisto de 2,9% para 2,4%, podendo chegar a 1,5%, segundo a OCDE, puxado pela redução do crescimento das principais economias mundiais.
Dentro da decomposição histórica do imperialismo, a pandemia do coronavírus escancarou as tendências abertas pela crise estrutural do capitalismo, impondo ainda maiores dificuldades aos países imperialistas, pois devido ao acúmulo da dívida interna, a aplicação da política do “dinheiro barato” não produzirá os resultados esperados para alavancar crescimento. A proporção da dívida global em relação ao PIB atingiu uma alta histórica de mais de 322% no terceiro trimestre de 2019. Por se tratar de uma crise de superprodução, as medidas de juros baixo e crédito barato não tem efeitos significativos na tendência geral de queda de lucros, mas impulsionam ainda mais a especulação financeira.
A crise tem obrigado os Estados a intervirem, ainda que em sua debilidade histórica como forma de dominação burguesa, não apenas na economia, mas também no fluxo de pessoas, no fechamento de fronteiras, nas relações sociais entre capital e trabalho. As principais potências anunciam medidas de diminuição de impostos, aumento do crédito para fomentar o consumo e subsídios, não apenas para as empresas afetadas pela crise, mas também aos salários dos trabalhadores prejudicados por afastamentos. Com isso, buscam não apenas evitar o colapso das economias, mas principalmente, a radicalização dos processos de luta de classes. Isso não impede, contudo, que abandonem medidas que transferem o custo da crise e da manutenção do aparato estatal para os trabalhadores.
A crise brasileira parece não ter fim
No Brasil, isso está exposto com muita clareza. Como país semicolonial, os efeitos da crise econômica mundial se fazem sentir de forma mais perversa. A queda acentuada da produtividade, o aumento do desemprego e precarização do trabalho, a desvalorização da moeda, a fuga de capital estrangeiro, a queda nas bolsas, podem ser medidos em índices que batem novos recordes todos os dias. Contudo, por trás destes índices, existe uma crise social e política imensurável.
Com o anúncio do crescimento do PIB de 2019 de 1,1% (já carinhosamente apelidado de “pibinho”), o mais baixo dos últimos três anos, a expectativa com a recuperação da economia pelo governo Bolsonaro e o super ministro Paulo Guedes foi frustrada, pois ainda não houve recuperação das perdas de 2015 e 2016. Bolsonaro, cumprindo o papel de braço do imperialismo no Brasil, tem implementado uma política de reformas estatais que beneficiam o grande capital, cortam direitos sociais e trabalhistas e repassam aos trabalhadores os custos da crise econômica. Contudo, não o faz sem dificuldades, já que extremamente débil. A ausência de “resultados” do governo contribuiu para a maior fuga de capitais estrangeiros do país que resultam em maior queda da produtividade, mesmo com a aprovação da Reforma da Previdência e a abertura de terras para a mineração, que, segundo o governo, seriam responsáveis pelo aumento da projeção do PIB para este ano, o que também já foi revisto para baixo.
A emenda constitucional 55, aprovada em 2016, instituindo o corte de investimentos em serviços públicos, especialmente na área da saúde, juntamente com a crise econômica e social instaurada propiciaram todas as condições para que a pandemia mundial atingisse o país de forma catastrófica. Sem políticas efetivas de contenção e acompanhamento dos casos de contaminação, o que se apresenta pelo governo são subnotificações de pessoas doentes e mortes causados pela epidemia, já que apenas 20% dos casos suspeitos estão sendo efetivamente testados. Os trabalhadores e população mais pobre estão largados à própria sorte. Com o aprofundamento da reforma trabalhista, poucos conseguem realizar o isolamento, sem prejuízo do salário, orientado pelos agentes de saúde para evitar um pico muito grande de disseminação da doença, o que deve ocorrer nas próximas semanas. Somam-se a isso os mais de 300mil casos de dengue apenas neste ano.
Os processos abertos pela crise econômica e acentuados pela pandemia também acirraram a crise política no país, especialmente as disputas entre o governo Bolsonaro e o Congresso, que atua para pautar a agenda de reformas propostas, especialmente a reforma fiscal e a reforma administrativa. Frente a crise epidêmica, Paulo Guedes iniciou uma campanha no congresso para acelerar a aprovação das reformas e pacotes de privatização e foi publicamente criticado pelo presidente da Câmara, Rodrigo Maia, por não apresentar nenhuma medida econômica que intervenha diretamente nesta crise. Maia, por outro lado, impôs ao Congresso seu próprio ritmo de condução da aprovação destas reformas (ontem, dia 17, por exemplo, encaminhou a aprovação do relatório sobre a MP da carteira verde e amarelo, que aprofunda ainda mais a reforma trabalhista) enquanto Guedes teve que apresentar um pacote de medidas para a crise do coronavírus.
Ao mesmo tempo, o governo Bolsonaro atua de forma a aparelhar o estado na defesa de seus próprios interesses e de sua família, toda implicada em práticas de corrupção e envolvimento com milícias e forças paramilitares, o que também tem gerado incertezas e inseguranças no Congresso e STF. Para demonstrar força frente ao Congresso, bem como agradar sua base eleitoral, Bolsonaro participou das convocações de atos por todo o país, no último dia 15, que exigiam o fechamento do Congresso e do STF. Bolsonaro não só participou dos atos, como quebrou os protocolos de saúde, já que o próprio é suspeito de contaminação por coronavírus, após viagem e reunião com Trump, nos Estados Unidos (15 pessoas de sua comitiva estão infectadas). Bolsonaro minimiza e desdenha da pandemia, enquanto o Ministério da Saúde busca alinhar-se às recomendações gerais da OMC, causando desconforto na base governista. O caso agravou ainda mais a crise política entre os diferentes poderes. Nesta terça-feira foi protocolado um pedido de impeachment de Bolsonaro na Câmara que deve se utilizar da prerrogativa, não para afastar o presidente, mas para discipliná-lo em relação à política de ajustes e reformas a ser seguida.
A DEMOCRACIA burguesa é uma DITADURA de classe!
Diante das convocações de Bolsonaro para atos pelo fechamento do Congresso, foi proposto pelo conjunto das centrais e partidos políticos de oposição ao governo, bem como correntes e organizações reformistas e centristas, a ampliação da pauta do dia 18 de março, prevista inicialmente como um dia de Greve Geral da Educação, para um “Dia Nacional de Paralisações em Defesa dos Serviços Públicos, Empregos, Direitos e Democracia”. Desde então, surgiram artigos, panfletos e palavras de ordem pela democracia em contraposição à ditadura, principalmente nas organizações trotskistas e que se autodenominam “revolucionárias”; uma discussão feita de forma rasa e oportunista, pois mascara o caráter de classe das ditas formas de dominação.
A democracia burguesa não serve aos trabalhadores, é a ditadura de classe do capital, é a democracia da ínfima minoria, a democracia dos ricos! O fechamento do regime, alentado por Bolsonaro na forma de uma ditadura, tem implicações sérias na organização dos trabalhadores e no aumento de repressão, mas não muda o caráter de classe da democracia burguesa. As liberdades democráticas nunca impediram o massacre diário da classe trabalhadora, nem a utilização das Forças Armadas para reprimi-la nos processos abertos de luta de classes. Como defenderia Lenin, a liberdade que não é capaz de emancipar a classe trabalhadora da opressão do capital, não é liberdade, mas pura demagogia.
À ditadura não se contrapõe a democracia burguesa, porque ambas são expressões da forma de dominação da burguesia. À ditadura do capital é preciso contrapor e impor a ditadura revolucionária do proletariado, única forma possível de dominação da classe trabalhadora. No cenário de decomposição imperialista, as tarefas que se colocam para os revolucionários são imensas e, neste sentido não se pode admitir titubeações conciliatórias. Aos ataques e ameaças advindos do governo, é preciso contrapor um programa operário de saída para a crise, que não será resolvida nos marcos da democracia burguesa, nem na ampliação desta!
Por uma saída operária para a crise!
O dia de hoje é um exemplo claro do papel que cumprem as burocracias sindicais e direções do movimento para a classe trabalhadora. Em sua traição às demandas históricas que se colocam para a nossa classe, se apresentam como verdadeiros inimigos dos trabalhadores que precisam ser extirpados de nossas fileiras. O 18 de março que iniciou-se com uma convocação de Greve Geral chega hoje como uma “greve de pijama” cujo ápice será um “barulhaço” na janela por “Fora Bolsonaro”. À desmobilização recorrente realizada pelos sindicatos e centrais, somou-se a orientação de evitar aglomerações e, na sexta-feira, os atos e assembleias foram cancelados. Contudo, os trabalhadores seguem trabalhando, apesar da pandemia, sem nenhuma proteção ou direito ao isolamento recomendado. É imprescindível que os trabalhadores sejam afastados dos locais de trabalho imediatamente, sem nenhum prejuízo de salário ou emprego.
A única quarentena possível para nós, trabalhadores, é a Greve Geral por tempo indeterminado, que paralise cada posto de trabalho, cada planta, cada serviço e meio de transporte. É preciso, portanto, dar uma batalha no interior de nossos sindicatos, enfrentando não só a burocracia traidora, mas também o centrismo adaptado. É urgente romper com o imobilismo das centrais e defender um congresso nacional de delegados mandatários e eleitos na base para discutir um programa operário de saída da crise.