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Viernes, 09 Octubre 2020 21:14

LAS POLICIAS DEBEN SER DISUELTAS

Piñera  ha salido  a respaldar tanto al general Rozas como a la institución de conjunto, dando cuenta con esto de la importancia que tiene la represión en su gobierno, que después del 18 octubre eso se ha hecho patente, por eso los llamó “la primera línea contra la violencia en el país”, dando una definición de clase del carácter burgués de esta institución podrida. Es que para el gobierno ha sido fundamental asentarse en el cuerpo armado organizado por el Estado para la represión del pueblo trabajador. Desde un comienzo con la llamada operación huracán, todo un despliegue represivo y de inteligencia que resultó con el asesinato del comunero Camilo Catrillanca, ahora la reforma a la que se abre el gobierno es lo que vienen en llamar “de modernización de las policías” que busca establecer como norma el ingreso a la fuerzas armadas en el control social interno, y además otorgar mayores atribuciones para perseguir a dirigentes sindicales, estudiantiles etc. Además de la ley aprobada por el arco político burgués y pequeño burgués (UDI hasta el F.A.) conocida como ley  antibarricadas (ley n° 21.208), todo un reforzamiento del aparato burocrático militar, del cuerpo armado al servicio de la burguesía y su Estado contra la clase obrera y el pueblo.

También utilizaron conspirativamente a los gremios de los patrones camioneros para exigir al congreso una serie de leyes más represivas, como la de infraestructura crítica, ley antiterrorista, ley antiencapuchados, de mayores poderes a carabineros y la PDI.

Se han sucedido hechos tras hechos donde el actuar de los policías, lúmpenes organizados por el Estado,  han mostrado toda su descomposición en una línea de represión sistemática, que además de las decenas de muertos post-18 de Octubre, los cientos de casos con mutilación ocular, o pérdida visual total como en el caso de Gustavo Gatica, Fabiola Campillay, o Manuel Acuña golpeado hasta dejarlo en estado vegetal, a lo que se suma ahora Antony Araya joven que fue lanzado al lecho del río Mapocho. Es por esta razón que sectores de la oposición burguesa y pequeño burguesa plantean una reforma o refundación a esta institución irreformable, pretendiendo un lavado de cara a esta institución intentando ocultar que la esencia de ésta institución es la protección de la propiedad privada capitalista sostenida por el aparato represivo estatal.

Ante la negativa del gobierno de sacar al general Rozas, y por el contrario blindarlo, la oposición burguesa apunta sus dardos al ministro del interior utilizando el estéril mecanismo de la democracia burguesa como la acusación constitucional, mostrando  todo un cinismo porque bajo sus gobiernos reprimieron y asesinaron a luchadores obreros y populares, realizaron persecuciones y montajes, etc. Al fin de cuentas de lo que se trata para ellos es mejorar la maquinaria de opresión para proteger las ganancias capitalistas. No se trata del fuera Rozas, tampoco de embellecer a la PDI, o fiscalía que cargan son cientos de atropellos a los trabajadores, que mantiene presos a cientos de luchadores, no se puede regenerar las instituciones del Estado burgués.

En el programa de los revolucionarios se inscribe la consigna de disolución de las policías como una de sus tareas. La profundidad de la descomposición del capitalismo imperialista está evidenciando la naturaleza brutal reaccionaria de las policías en el mundo, como en EEUU, Colombia, Argentina, etc, donde los asesinatos y vejámenes llevados adelante por esta institución han quedado completamente expuestos. Esta pelea no podrá resolverse dentro del marco de la sociedad capitalista en descomposición. No será pacíficamente como se logre, todo lo contrario, significara una fuerte fractura del Estado, una alta conciencia de clase del proletariado, del desarrollo de su vanguardia, vale decir, en una dinámica de lucha entre revolución y contrarevolución.

Los sindicatos deben ponerse la tarea de organizarse contra la represión de los capitalistas y sus Estado. El enfrentamiento con su aparato de represión es inevitable, como lo muestran cientos de luchas obreras y huelgas, donde la disposición de las policías al servicio de los patrones queda más patente. Se debe pelear por la disolución de la policía, se deben organizar comités de autodefensa, para hacer frente a la represión y derrotarla

DESPROCESAMIENTO Y LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS OBREROS, POPULARES Y MAPUCHES.

COMITÉS DE AUTODEFENSA LIGADOS A LOS SINDICATOS

DISOLUCIÓN DE LAS POLICÍAS

Miércoles, 07 Octubre 2020 17:31

30 años de un proceso que todavía no se cierra

3 de octubre, aniversario de la “reunificación” de Alemania

30 años de un proceso que todavía no se cierra

 

El pasado 3 de octubre se conmemoró el trigésimo aniversario de la “reunificación” entre las Repúblicas Democrática Alemana y la República Federativa de Alemania, creadas en 1949 a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Con la “reunificación” se dio por cerrada esta etapa.

El surgimiento de la RDA fue un proceso contradictorio, en el que la burocracia estalinista acordó con los Aliados, a través de los pactos de Potsdam y Yalta, el reparto del mundo. La división de Alemania es parte de ese acuerdo, en que la burocracia de la URSS llevó el modelo de la propiedad estatal a la RDA, con una planificación burocrática de la economía, degenerando cualquier proceso de transición hacia la extinción del Estado y reforzando las ideas del socialismo en un solo país. La construcción del muro de Berlín ha resonado como una de las mayores aberraciones de la posguerra. De hecho, su caída, el 9 de noviembre de 1989, marcó el fin de la guerra fría y el capitalismo imperialista se apuró a declararse ganador, decretando el “fin de la historia”.

La “reunificación” viene a sellar ese acontecimiento y a dar comienzo al proceso de asimilación de los ex Estados obreros. Sin embargo, la historia no se terminó ahí, ni mucho menos dio vuelta la página. El proceso de asimilación trajo consigo infinidad de contradicciones que el imperialismo mundial aun no puede saldar. Si bien de la RDA ya no queda nada, se puede decir que esta asimilación en particular ha tenido un triunfo coyuntural, pero no histórico. 30 años más tarde, la propia debilidad imperialista hace que sea muy difícil terminar de desmantelar a los ex Estados obreros, privatizar todos sus activos, transformar a la burocracia en una sub burguesía subordinada. Demás está decir que, como planteó Trotsky, “el paso del poder a la burguesía en ninguna circunstancia se limitaría sólo a un proceso de degeneración; asumiría inevitablemente la forma de un derrocamiento abierto y violento”.

 

Los mitos de la Alemania unida

Podemos decir que el desmantelamiento de la RDA fue el primer laboratorio del imperialismo para avanzar sobre el ex bloque soviético. Aun siendo el proceso más avanzado, lejos está Alemania de haber cerrado la etapa de asimilación. La unidad alemana se mantiene sobre endebles bases sociales, que el Estado intenta reforzar a través de mitos que se han intentado instalar con la diplomacia.

Primero, que se dio un proceso pacífico. De hecho, al proceso del ’89 se le dio el nombre de “revolución pacífica”, llevada adelante por manifestantes en la RDA. El territorio alemán fue uno de los más destruidos durante la guerra. Se debieron reconstruir ciudades enteras. Para esto, los occidentales contaron con los EEUU, y los orientales, con la URSS. En este lapso de tiempo, ese territorio fue uno de los epicentros de la guerra fría, totalmente militarizado y sometido a la fuerza de las armas. Aun así, no dejaron de haber importantes enfrentamientos de clases, a ambos lados del muro. Algunos progresistas alemanes consideran que la agresiva política occidental de privatizaciones conocida como la “Treuhandanstalt” fue la continuación de la guerra fría por otros medios. Luego del ’89, el lado occidental se consideró ganador absoluto y, lejos de llevar adelante un “acuerdo de partes”, llevó adelante una suerte colonización del territorio oriental. Las posiciones de poder, que supuestamente serían compartidas, fueron tomadas por los occidentales, quienes dirigieron la venta, privatización y desmantelamiento de las importantes instalaciones industriales de la RDA. Los trabajadores orientales sufrieron el azote del desempleo y la carestía de la vida. Las protestas masivas de los mineros de localidades como Bischofferode son un ejemplo. A pesar de esto, la clase obrera alemana se vio despojada de un horizonte político independiente, sin una dirección capaz de mostrar una salida de clase.

Segundo, que se construyó un país democrático y libre. Uno de los principales caballitos de batalla ideológicos del occidente contra el oriente era la máxima de libertad, entendida en el sentido liberal burgués. Fue una propaganda que, apoyada en las dificultades económicas que se profundizaron en el Este y la decadencia de la URSS, hizo mella en importantes sectores, incluso dentro de la RDA. Las movilizaciones contra el régimen del Partido Socialista Unificado de Alemania estaban en gran medida alimentadas por el asfixiante control burocrático del Estado sobre la vida cotidiana de la población. Pero también resultó en una decepción para gran parte de los protagonistas de la revolución pacífica, que levantaban la esperanza genuina de una sociedad más democrática e incluso muchos enarbolaban la consigna de “democracia socialista”. El capitalismo demostró que la democracia burguesa se basa en la explotación de clase y que no hay lugar para reformas “socialistas” dentro de su dominio. Ni siquiera la libertad de vender la propia fuerza de trabajo se podía garantizar. Hasta el día de hoy, los alemanes del Este sufren las enormes diferencias en cuanto a acceso al trabajo, salarios y viviendas que hay con los occidentales.

Tercero, que hay convivencia pacífica y tolerancia. Otro mito que se quiso reflotar a principios del milenio, de la mano de la política “multicultural” de la democracia cristiana y la socialdemocracia. Para 2015, con el estallido de la crisis de la inmigración, se dejó ver claramente que esto nunca fue así. A comienzos de la década del ’90 surgieron los pogromos en la ex RDA contra los inmigrantes. Muchos intentan explicar este odio irracional a partir de la frustración de una juventud sin trabajo, ni perspectivas, que era tratada como extranjera en su propio país. Los ataques a albergues de inmigrantes se volvieron a ver hace pocos años. El crecimiento de las fuerzas neonazis en ciudades como Chemnitz, así como la consolidación de un partido ultra nacionalista como AfD muestran que el capitalismo no es capaz de cerrar las contradicciones del pasado. Esto es así porque se asienta sobre la explotación de clase y los privilegios de la burguesía; no puede llevar hasta el final ninguna idea de libertad y democracia sobre esta base, mucho menos en este momento de crisis abierta.

 

Alemania en el espejo del ex bloque soviético

En 2020 la dirección imperialista alemana se encuentra en la encrucijada de una crisis sin precedentes. A la crisis económica que, con altibajos, lleva más de 10 años se le sumaron la decadencia total del proyecto de la UE, de la cual es el corazón, y el Brexit; la crisis de los inmigrantes y, además, qué rol jugará en las nuevas crisis que estallan en los ex Estados obreros, como vimos en Ucrania y Bielorrusia.

En una reciente entrevista a un personaje clave de la “reunificación”, el político de la CDU Wolfgang Schäuble compara al proceso de asimilación de Alemania con el de China, a la que considera “de gran atractivo”, y destaca su éxito, a pesar de que éste se da al precio de mantener un control total de la economía, cuestión que los alemanes, según él, no aceptarían. Y, además, propone para Alemania una mayor cooperación con Rusia, ante la política norteamericana de patear el tablero del orden mundial de posguerra. Sin duda, la rivalidad con Rusia se verá agudizada a la hora de intervenir en enfrentamientos políticos como los que se vieron en Ucrania, pero estos competidores a la vez se tornan necesarios para el imperialismo alemán, que se encuentra al frente del barco sin timón de la UE. Claro que nada bueno para el proletariado internacional se puede esperar, ni del imperialismo occidental, ni de las burocracias, que persiguen su propio interés de sobrevivir con sus privilegios, a costa del Estado, pero a la vez, bloqueando el libre juego del capital.

 

Tareas históricas

A 30 años de la declaración de victoria del capitalismo sobre el “socialismo real”, el imperialismo está en problemas. Uno a uno, han ido cayendo sus mitos. Luego de las tortuosas experiencias de los Estados de transición del siglo 20, que surgieron de procesos revolucionarios inaugurados por la Revolución Rusa, el proletariado del siglo 21 no parte de cero. Contamos con la rica experiencia de las anteriores generaciones y podemos sacar balance de sus errores. Así y todo, la tarea que esas generaciones tomaron en sus manos, la de la construcción del socialismo, aún sigue siendo una tarea a completar. Este año hemos visto a importantes sectores de la juventud salir a luchar contra sus patrones y sus Estados. El ejemplo que se destaca es en EEUU, donde no sólo se han enfrentado a las instituciones represivas tras los asesinatos violentos a jóvenes negros, sino también empiezan a mostrar simpatías con las ideas del comunismo; cuestión que ha despertado las alarmas de la burguesía imperialista.

La principal debilidad de nuestra clase hoy es la falta de una dirección revolucionaria capaz de sistematizar esa experiencia y de poner en marcha el programa comunista a la luz de los desafíos actuales. Está a la orden del día la reconstrucción de la IV Internacional, partido mundial de la revolución, que sistematizó no sólo lo mejor de la experiencia de la Revolución Rusa, sino la mecánica de la transición de la revolución proletaria a la revolución mundial.

La experiencia del proletariado alemán, en particular, tiene una gran riqueza que aportar al proletariado mundial. Hoy más que nunca, debemos levantar bien alto las banderas del socialismo y emprender la lucha por derribar las fronteras que impone la burguesía construyendo la Federación de Estados Unidos Socialistas de Europa, como forma estatal de la dictadura del proletariado internacional. Para desarrollar la meta histórica de sentar las bases para un mundo sin explotadores, ni explotados.

Miércoles, 07 Octubre 2020 14:14

8 de octubre paro internacional de repartidores

Declaración de la TRCI

8 de octubre paro internacional de repartidores

Este 8 de octubre se realiza el 4to paro internacional de los trabajadores de reparto. Este nuevo paro nos pone por delante tareas importantes a desarrollar ante el avance de la crisis a nivel internacional que somete a la clase trabajadora, donde los capitalistas pretenden que los seamos los trabajadores quienes paguemos los costos de la crisis que ellos generaron. Los repartidores han sido uno de los sectores donde las líneas imperialistas de explotación y precarización han sido profundizadas cada vez más.

En el último tiempo se ha discutido en algunos países “proyectos de ley” que otorgarían algunos derechos como trabajadores pero que de ninguna manera solucionan el problema de fondo, ya que en ningún caso estas patronales imperialistas están dispuestas, vía leyes, a reconocer ningún derecho y mucho menos esclarecer la relación laboral encubierta que existe y aún más lejos de reconocer algún tipo de organización sindical. Generalmente, mediante el lobby, estas empresas obtienen las leyes para legalizar la precarización. Esto pasa en California, por ejemplo, donde este 8 se discute dar marcha atrás con la enmienda AB5 que obligaba (bajo ciertas condiciones) a las empresas a reconocer como trabajadores a quienes eran contratados de forma independiente. Algunas organizaciones convocantes del paro están planteando la defensa de la enmienda ante el debate de anularla. Por supuesto que hay que rechazar incluso mayores avances de estás patronales, pero creemos que es un error plantear como ejemplo la defensa a una ley, generando expectativas en la legalidad burguesa. En EEUU es la orientación demagógica del Partido Demócrata de California, en el marco de la disputa electoral con Trump. La tarea planteada es poner en pie la organización internacional de repartidores que pelee por imponerle a las patronales el reconocimiento sin restricciones de los trabajadores y sindicatos en todos los países que encabecen la pelea contra estas patronales. Es clave desarrollar una lucha contra nuestros propios estados, quienes son cómplices de estas empresas, y poner al desnudo cuál es su verdadero rol.

Este paro cuenta con la participación de trabajadores de países como Chile, Ecuador, Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil, México, EEUU Costa Rica, Francia, Italia, España y Alemania. Aquí se vienen desarrollando distintos conflictos donde ha habido enfrentamientos con la policía y el ejército y la juventud y la clase trabajadora se puso en pie para enfrentar los avances de las políticas imperialistas que pretenden someternos más ante la posibilidad que se vean afectadas sus ganancias. En todas partes del mundo la política de las empresas es la misma, mayor explotación y pésimas condiciones laborales. Por esto es fundamental desarrollar tareas antiimperialistas y tejer alianzas a lo largo del mundo entre los trabajadores de reparto y pensar acciones y métodos obreros de lucha que tiendan a cuestionar la propiedad de estas empresas, por ejemplo, paralizar y bloquear sus galpones propios, entre otras medidas.

Basta de precarización laboral por un sindicato de trabajadores de reparto

Un elemento importante es la reciente ida de Glovo de los países de Latinoamérica dejando a miles de trabajadores sin fuente de trabajo, bajo una falsa promesa de incorporación a otras empresas de reparto. ¡Es importante profundizar la pelea y desnudar que son despidos encubiertos!

En Argentina en el último periodo se ha venido desarrollando un debate en el seno de la organización de repartidores y que tiene que ver con una idea estatista donde mediante la presión al estado se le podría imponer a las patronales el reconocimiento como trabajadores.

De forma semejante, en Brasil, la disputa por la regulación estatal de los repartidores de apps entre los partidos burgueses en el parlamento y en los programas de gobierno de cara a las elecciones municipales busca cooptar al movimiento de los trabajadores de las apps dentro de las instituciones de la democracia burguesa. Fue lo que hizo el PSOL en la última huelga de repartidores, el 15 de septiembre, agendando una reunión de los líderes del movimiento con Rodrigo Maia, en la Cámara de Diputados. Esta adaptación ha contribuido a disminuir la adhesión a las grandes paralizaciones, aislando a los repartidores en protestas más puntuales, como la realizada en Rappi por incumplimiento de pago de R$100, en el condominio de lujo del cliente que humilló al repartidor, o en Campinas, por la muerte de un repartidor en un accidente causado por la ausencia de señalización de una obra en la calzada. Es importante señalar que, sólo en San Pablo, el número de muertes de motociclistas aumentó 38% durante la pandemia, a pesar de la disminución del índice general de accidentes.

En el mismo sentido, en Chile, un reciente fallo de los tribunales de justicia de primera instancia resolvió a favor de un trabajador despedido por Rappi dictaminando la existencia de hecho de una relación laboral declarando el despido como injustificado. La CUT Chile, además de señalar a este fallo como la vía de solución para los trabajadores de reparto, llama a apoyar los proyectos en el congreso tal como “mi jefe es una app” que busca la regimentación estatal de la relación laboral y la organización sindical, mientras los abusos, las extensas jornadas y los accidentes laborales se suceden a diario.

Queremos advertir sobre los peligros de estas líneas que siembran confianza en que mediante un proyecto de ley y la intervención de los diputados logremos nuestras demandas. Esta idea deja desnudos a los trabajadores de reparto para poder desarrollar una idea que afecte realmente a las empresas. La única forma de imponerle a las patronales el reconocimiento de la relación laboral va a ser afectando la producción e imponiendo la organización sindical general de la rama, con independencia del estado. El estado y sus instituciones no son nuestros aliados, son aliados de las empresas y por eso es que no tenemos que confiar en ellos. Es importante desarrollar la organización de los trabajadores mediante asambleas por zona, eligiendo delegados o voceros sindicales, para pensar acciones concretas que afecten a estas patronales.

Las tareas que tenemos por delante son fortalecer la organización en pos de poner en pie una organización sindical de los trabajadores de reparto y dar la pelea por el reconocimiento como trabajadores de transporte, la puesta en pie de un convenio único. Hoy más que nunca retomemos las banderas del proletariado que comienza a levantarse en todo el mundo y desarrollemos una pelea común contra nuestros enemigos de clase.

 

 LOI Brasil - COR Chile - COR Argentina

El 18 de Octubre las fuerzas elementales de la juventud y la población trabajadora irrumpieron súbitamente para cuestionar décadas de sometimiento, explotación y opresión, ejercida de forma despótica por la democracia capitalista. El punto más álgido de ese proceso se dio también de forma espontánea, pero no menos contundente, en una histórica huelga general el 12 de Noviembre que si bien carecía de fortaleza organizativa  dejó en evidencia el poder de la clase trabajadora, paralizando todo el aparato productivo, tomando al mismo tiempo las calles para enfrentar a la maquinaria de represión estatal. Este acto semiinsurreccional dejó al gobierno al borde de caer, y para salvarlo y salvarse a sí mismos, acudieron a él todos los partidos de la burguesía y la pequeñoburguesía para sacar la promesa de que este régimen de opresión y explotación, puede mejorar su cara, se puede reformar al Estado, se puede volver a edificar “la casa de todos” donde explotados y explotadores vivamos felices bajo el mismo techo.

Casi un año ha transcurrido desde estos acontecimientos y la pandemia mundial vino a profundizar la crisis económica y social que se desarrolla en el mundo producto de un proceso profundo de descomposición del capitalismo y del desarrollo cada vez más agudo de la lucha de clases. La injerencia represiva del Estado, no sólo en el accionar sistemático contra los sectores movilizados, los trabajadores, la juventud, las comunidades mapuches, etc, sino también en la intervención de las relaciones sociales con las políticas restrictivas de cuarentena, que han dejado en evidencia una y mil veces que a la clase dominante no le interesa la “salud” de la población, está dejando una crisis social de enormes proporciones.

Entre desocupados, los llamados “inactivos” (los que dejaron de buscar pega) y los suspendidos (por la ley de protección del empleador) acumulan la friolera de 3 millones de trabajadores. Una masa humana de fuerza de trabajo que se volcará, en la medida que la “apertura” económica lo permita y la necesidad lo exija, a buscar sustento, porque no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo para vender. Esta masa de trabajadores hace que los empresarios se estén sobando las manos para abaratar el costo de la mano de obra, ya que para ellos somos una mercancía más. Una evidencia que empresas imperialistas como Unilever, estén aumentando el número de desocupados con cierres y despidos preocupados de que su cuota de ganancia no califica como “rentable”.

Al mismo tiempo los otrora abanderados del llamado “neoliberalismo antiestatista” utilizan fondos estatales y la generación de deuda con créditos multimillonarios al FMI para financiar este festín de despidos, para contener mediante dádivas fiscales el hambre y la carestía de grandes sectores de la población. En un puñado de meses el Chile modelo que habría superado la pobreza está comenzando a desarrollar la misma a niveles exponenciales. Algo que se expande más rápido que la pandemia  por toda la región. También el gobierno dispone de una batería de medidas “proempleo” para financiar la contratación, que no es más que otro eufemismo para que los empresarios abaraten aún más el valor de la mano de obra, rotando a los trabajadores despojando al mismo tiempo de sus conquistas a aquellos que son desplazados. Basta sólo dejar en evidencia que las remuneraciones reales no hicieron más que descender de marzo a la fecha mientras los ricos se hicieron más ricos, y las restricciones impuestas por los patrones y el Estado en las empresas llamadas “esenciales” aumentaron los niveles (estancados durante años) de productividad, esto es que produjeron lo mismo o incluso más con menos trabajadores, algo que la burguesía querrá extender e implantar.

Los recientes proyectos, rechazados momentáneamente en el congreso, de “salario mínimo” e “infraestructura crítica" no reflejan otra cosa que la orientación más decidida de la burguesía en vísperas del 11 de septiembre de imponer salarios de hambre y represión, incluso con la fuerzas militares, toda una provocación con un decidido simbolismo reaccionario.

Mientras este ataque en toda línea de la burguesía acontece, los partidos del régimen se preparan aglutinándose en “comandos” por el apruebo o rechazo a un cambio constitucional. Un cambio que ya quedó amarrado y maniatado tanto en su técnica electoral, a medida de los “incumbentes” de la burguesía, como en su esencia y su carácter de clase, pauteado para no cuestionar ni un ápice de la dominación imperialista. Es verdad que amplios sectores de los trabajadores depositan sus expectativas en esta opción, no tan esperanzados como amplios sectores de la pequeñaburguesía, pero si como la única vía práctica hoy por hoy para intentar torcer su destino. Sin embargo, esto sólo es un subproducto de la crisis de dirección, de las direcciones políticas reformistas contrarrevolucionarias que infestan y difunden la falsa ideología reaccionaria de que la democracia burguesa puede ser perfectible, de que aggiornando o limitando las instituciones más reaccionarias legadas por la transición del régimen pinochetista al democrático, se puede abrir al futuro.

Es así que también enarbolan la falacia de que instalando en una carta magna el “derecho” a la educación, la salud o la vivienda, esta se hará realidad como proceso de reforma democrática. Es aquí donde los grupos “estatistas” de la pequeñoburguesía como el PC o el FA pretenden ocultar el carácter de clase del actual aparato estatal, buscan arribar al botín del Estado semicolonial para favorecer a otras fracciones burguesas menores. Esto es lo que prometen en sus programas y proclamas, y en una eventual convención constituyente será procenio de debate, en una suerte de parlamento “ad hoc”, en definitiva, un podio de charlatantes.

También están quienes rechazando este proceso se expiden por una Asamblea Constituyente, libre, soberana, popular o revolucionaria. La levantan como un “puente” hacia la toma del poder o hacia formas de gobierno obrero, una abstracción absoluta que no identifica ni denuncia el carácter de clase de tal institución implantándola como obstáculo.

Se conmemoran 47 años del golpe contrarrevolucionario, que derrotó de forma brutal y despiadada a toda una generación de luchadores y de la vanguardia obrera. Este proceso contrarrevolucionario preparado directamente en el seno del imperialismo yanqui, se dirigió a aplastar un proceso revolucionario. No fue la interrupción de un proceso democrático gradual y en ascenso. Fue la liquidación de la posibilidad de que la clase trabajadora se hiciera del poder y extendiera una revolución hacia “patio trasero” del imperialismo. Fueron varias las medidas de contención que utilizó la burguesía antes del golpe de Estado, entre ellos las medidas de capitalismo de Estado, todo para mantenerse en la escena histórica. Esta mayor injerencia del Estado burgués en los 70s tuvo su punto culmine bajo el gobierno de la UP, presentado como la “vía pacífica al socialismo”, que difuminó en el movimiento obrero la farsa de un socialismo sin destruir el aparato burocrático militar, que constituye la esencia del estado, como maquinaria de opresión de una clase sobre otra.

A 47 años vemos que la decadencia imperialista se ha profundizado, y la burguesía vuelve a desempolvar viejas ideas de intervención estatal, aunque la mayor descomposición capitalista presentará a esta ideas reformistas ya no como una tragedia sino como una farsa, colocadas para salvar al capital de sus crisis, atacando al proletariado.

El actual proceso de ataque y descomposición del capitalismo sólo puede enfrentarse si se preparan y organizan las fuerzas del sujeto revolucionario. El gran triunfo del golpe contrarrevolucionario consiste en la dispersión y debilidad organizativa de la clase obrera. El poder de la burguesía reside en la producción, es prioritario que sea la clase trabajadora la que dé una salida con un programa de independencia de clase. A la actual crisis social sólo puede darle una salida nuestra clase. La desocupación creciente sólo puede ser enfrentada por la unidad de los ocupados con los desocupados levantando un programa de escala móvil de salarios por rama, peleando por salarios acordes a la canasta familiar, imponiendo el derecho al trabajo, así como el de la salud, la educación o la vivienda, enfrentando activa y decididamente despidos como los de Unilever. La burocracia sindical tratará de jugar de mediación para apoderarse del movimiento, pacificarlo y domesticarlo a los cauces de la democracia para ricos. Es necesario que levantemos la organización obrera, recuperando los sindicatos, impulsando un Congreso de delegados de base de toda la clase trabajadora que pelee por poner en pie una Central Única de trabajadores donde se levante un programa y un plan de lucha con una perspectiva para superar al capitalismo semicolonial decadente. No se puede repetir la historia quedándose en la trampa de la reforma estatal, es necesario superarla peleando por imponer la dictadura del proletariado extendiéndola internacionalmente, el norte de la vanguardia debe ser la derrota de la burguesía, la victoria del proletariado.

Las débiles fuerzas de los activistas y la vanguardia obrera no pueden desgastarse en fórmulas tácticas para las que ni siquiera se tiene ni el peso ni, por sobre todo, la claridad. La pelea por poner en pie un Partido Revolucionario, debe ser la bandera de la reconstrucción de la IV Internacional como el Partido Mundial de la Revolución Socialista.

Miércoles, 09 Septiembre 2020 11:24

O Socialista 114

Leia O Socialista de setembro 2020

Ya contamos 3 semanas de intensa agitación en Bielorrusia, motorizada por el rechazo al fraude electoral con que el presidente Lukashenko pretenden prolongar su mandato. Ya van 26 años desde que asumiera por primera vez, en 1994. Las movilizaciones callejeras vienen marcando el pulso desde el 9 de agosto, y la bestial represión del régimen, lejos de debilitarlas, ha producido lo contrario. En las calles, la juventud de clase media tiene un papel importante, pero todos los observadores destacan la irrupción del movimiento obrero, especialmente sus batallones más concentrados de la industria.
Las marchas y protestas, que llevaron a unas 100.000 personas a las calles de Minsk el domingo 23 de agosto, son muestra de un movimiento espontáneo, con confusión de objetivos y con una dirección debilitada por la poca estructuración de la oposición nacionalista/liberal, pro reformas de mercado, que tiene como figura electoral a la candidata opositora, Svetlana Tijanóvskaya, actualmente exiliada en Lituania. El movimiento tiene extensión nacional, y no se concentra sólo en la capital, Minsk.

Antagonismos interestatales

Bielorrusia es un país de 9,4 millones de habitantes, ex integrante de la URSS y luego histórico aliado de Rusia. En esa alianza, es el socio menor, pero no debemos pensar la relación cómo estamos acostumbrados: Bielorrusia concentra importantes centros de industrialización de materias primas rusas. Un elemento que alienta la actual crisis es la depresión del precio del petróleo a principios de año, ya que las refinerías bielorrusas exportan petróleo procesando el crudo que obtienen a precios subsidiados de Rusia. Además de esta estrecha relación económica, que ha tenido sus altibajos en los últimos años, también unen a ambos países acuerdos militares y elementos culturales históricos.
Es por esta relación con Rusia que muchos, incluido el bonapartista Lukashenko, etiquetan a las recientes protestas como “pro-occidentales” o pro Unión Europea, tratando de igualarlas al llamado Euromaidán que irrumpiera en Ucrania en 2014, llevando a la dimisión del presidente, y más tarde a una guerra civil. Lo cierto es que las movilizaciones no reivindican la entrada del país en la UE, cosa que era explícita en 2014 en Ucrania, y ni siquiera levantan consignas anti rusas. La propia Tijanóvskaya, desde Lituania, se ha cuidado de desmarcar las posiciones de la oposición de un enfrentamiento con Moscú, dejando claro que se trata de protestas que se limitan a defender la democracia a secas, es decir, la democracia burguesa de la cual la única experiencia que tiene el país son… los gobiernos de Lukashenko, vaya paradoja.
La Unión Europea (UE) viene de años de aflojar las sanciones que aplicaba a Bielorrusia por las violaciones a las libertades políticas del llamado “último dictador de Europa”, en un cuadro de revisión de relaciones con la propia Rusia, país con el que Alemania tiene importantes vínculos productivos, sobre todo por la provisión de materias primas, especialmente hidrocarburos. Frente al actual proceso, las autoridades de la UE se han limitado a emitir declaraciones y el viernes 28/8 votaron sanciones para algunas figuras del régimen.
Por su parte, Putín tiene que manejarse con prudencia en su relación con el país. Si bien apoyó a Lukashenko y la última semana avanzó en amenazar con una intervención directa en la crisis, tiene que, por un lado, mantener su relación con Trump y la UE, y por el otro, pondera más la estabilización de Bielorrusia que al propio Lukashenko, por lo que un sector de su partido político tiende lazos con los sindicatos bielorrusos que participan de las movilizaciones a través de la burocracia sindical de la Federación de Sindicatos Independientes de la Federación Rusa (FNPR).
EEUU, por su parte, no ha tomado una postura clara, y es que el peso de la crisis interna del imperialismo no sólo puede explicar esto, sino que es un elemento determinante en la serie de crisis políticas, de régimen y Estados, y los procesos de lucha de clases que están atravesando el mundo. La desorientación imperialista, de cara a las elecciones presidenciales de Noviembre y con un gobierno de Trump bastante golpeado por las consecuencias de la recesión económica, el mal manejo de la pandemia y el proceso de lucha contra la brutalidad policial y el racismo, son un elemento central de la coyuntura internacional.
Toda una serie de corrientes políticas, la resaca del estalinismo y todo tipo de populistas, se centran en el antagonismo entre EEUU y la UE, por un lado, y Rusia y China por el otro, para condenar las movilizaciones en Minsk y otras ciudades y dar su apoyo al Lukashenko y su régimen, que viene de arrestar a 7.000 manifestantes, matar a más de 3 y que cuenta todavía con desaparecidos en las últimas represiones. El basurero de la historia es el único sitio donde pueden ser bienvenidos estos nostálgicos del Gulag, nada tienen que ver con la izquierda revolucionaria y la vanguardia del movimiento obrero internacional.
La ofensiva imperialista sobre Rusia, y sobre todo sobre China, tiene que apreciarse desde el punto de vista del proceso histórico, no desde la lógica burguesa de la geopolítica. Se trata del problema de la asimilación de los ex Estados obreros, cuyas contradicciones explosivas se desarrollan en todo tipo de manifestaciones especificas en diversos territorios nacionales, con características determinadas. Estamos hablando de procesos tan disímiles como los de Hong Kong, Ucrania y ahora Bielorrusia, pero que son expresión de toda una etapa histórica. Volveremos sobre este problema nodal de la situación mundial más abajo.

Fuerzas elementales

Bielorrusia, como otros ex Estados obreros, sufrió un proceso de privatización de la industria a principios de los años 90. Sin embargo, este proceso de restauración capitalista “en frío” tuvo límites tempranamente, llevando a la renacionalización de gran parte de las empresas ya en 1994. Actualmente, el capitalismo de Estado en la industria alcanza entre el 75% y 80% del sector. Se trata de un proceso de renacionalización que también realizó, aunque más tarde, Rusia bajo el comando de Putín. Estos elementos sirven para señalar que la protoburguesía bielorrusa es particularmente débil, y no existen los llamados “oligarcas”, que monopolizan ramas industriales enteras (aunque no de la industria pesada) como fue el caso en Ucrania. Los sectores de esta protoburguesía junto a capas pequeñoburguesas son la base de la candidata opositora, que en realidad viene a reemplazar a su marido, un empresario detenido por el régimen.
Otra diferencia con Ucrania, importante desde el punto de vista sociológico, es la relativa debilidad del sector agrícola y en general de producción de materias primas, en relación a la industria. La industria heredada de la URSS se mantiene en Bielorrusia, mostrándose competitiva en algunas ramas como la de fabricación de maquinaria pesada y tractores, y en la semielaboración de productos primarios. Esta relación es bastante elocuente llevada a cifras: la agricultura, pesca y actividad forestal representan un 6,6% de la producción bruta, mientras la industria significa el 26%. El sector servicios, el de mayor peso en la economía, sustenta a otra fracción importante de la clase obrera, que incluso ha tenido un papel activo en las protestas como es el transporte, y también a amplios sectores pequeñoburgueses.
Cuando hablamos del peso económico de la industria, esto también se refleja en la política. Porque todas las facciones en pugna tienen un activo interés en ganar para sí la simpatía de la clase obrera. Ya hablamos de la federación sindical rusa, pero una actividad similar lleva a cabo la burocracia de la Confederación Sindical Internacional (CSI, a la que están afiliadas las CTAs y la CGT argentinas), sobre todo sus seccionales europeas ligadas por mil y un lazos a los Estados y patronales imperialistas de la UE. También la oposición nacionalista/liberal lanza llamados a la huelga para apoyarse en las fábricas, mientras Lukashenko tuvo una desagradable sorpresa cuando intentó darse un baño de popularidad en su visita a la fábrica de tractores de Minsk, y ahora envía a las autoridades locales a negociar con los trabajadores.
Las acciones obreras han sido importantes, incluyendo paros, asambleas en portones, columnas obreras en las marchas y reuniones con las gerencias y las autoridades locales para exigir la liberación de detenidos y rechazar las sanciones a trabajadores participantes de las movilizaciones, aunque no se terminó de concretar el llamado a huelga general. Tal es el peso de las medidas sindicales que tras las primeras manifestaciones de este tipo Lukashenko tuvo que liberar a los primeros detenidos. Lo novedoso es que estén desarrollándose este tipo de luchas en un país donde el derecho a huelga no está reconocido legalmente y donde la represión está a la orden del día. Mientras la propiedad estatal de las empresas se ha mantenido, Lukashenko viene aplicando un programa, en acuerdo con el FMI, EEUU y la UE, de sucesivas reformas, liquidando la negociación colectiva, imponiendo contratos laborales a plazo fijo, aumentando la edad jubilatoria e impulsando una constante baja del salario real por efecto de la inflación y la devaluación.
Por el momento, las acciones del proletariado van en contra de tener que pagar por las peleas entre las fracciones dirigentes. Utilizan a la oposición para enfrentar a su patronal. Las organizaciones sindicales, estatizadas, no cumplen un rol por lo que los trabajadores han constituido comités obreros, que buscan ser influenciados por la oposición. La lucha por una dirección que permita la intervención de forma independiente de la clase obrera se hace urgente, y es a la vez una tarea internacionalista que los revolucionarios de Europa, Rusia y del resto del planeta debemos apuntalar con toda seriedad y audacia.

Entre la asimilación capitalista y la descomposición imperialista

La caída de la URSS significó para muchas corrientes la restauración capitalista plena y la reversión histórica total de la Revolución de Octubre. Sin embargo, el proceso resultó mucho más tortuoso para los capitalistas, porque se produjo en una etapa avanzada de la descomposición imperialista. Las privatizaciones, como proceso de reforma económica sin recurrir a una contrarrevolución abierta para destruir los cimientos del aparato estatal surgido de Octubre, y de las sucesivas revoluciones que expropiaron a la burguesía acabando con su dominación en determinados territorios a lo largo del siglo XX, demostró ser un fracaso como apuesta del imperialismo. Entonces, ese proceso de asimilación al capitalismo continúa en desarrollo, sin haber logrado tampoco las protoburguesías de los diferentes ex Estados Obreros, sobre todo Rusia y China, convertirse en nuevas clases propietarias dominantes. Esto no se define nacionalmente, sino en la arena mundial. El proletariado, a su turno, constituye aún una reserva para enfrentar los procesos de restauración en curso, aun cuando haya sido utilizado en diferentes oportunidades como base de maniobra de uno u otro sector de la burocracia restauracionista y/o de las capas pequeñoburguesas aliadas al imperialismo. Esta tragedia tiene como principal causa la crisis de dirección revolucionaria del proletariado internacional.
Es curioso cómo volvemos a leer sobre las situaciones revolucionarias objetivas, esta vez de manos del PO (t) y Altamira, un declarado viejo enemigo de Nahuel Moreno, al discutir los procesos en los ex Estados Obreros. Lo que olvida Altamira es que, para establecer tendencias objetivas, que no están descartadas, es necesario definir cuáles son las transiciones. Cuando Lenin discutía este problema, ya había definido a la fase superior del capitalismo, el imperialismo, como transición entre el capitalismo y el socialismo. En el proceso Bielorruso, debemos considerar el problema de la asimilación, que complejiza la discusión de transición mucho más. No sólo porque no está definido el papel de los ex Estados Obreros en el sentido de si las protoburguesías serán o no capaces, a partir de un ineludible conflicto violento, conquistar una posición como clase capitalista en el mercado mundial y el sistema de Estados o quedarán relegadas como lamentables subburguesías semicoloniales (y este es el programa del imperialismo), sino que también podemos incluso tomar la hipótesis de León Trotsky, que  discutía que la dirección contrarrevolucionaria que dirigiera los procesos de restauración, en su contradicción de no poder conformarse en clase, generaría, en su relación con las leyes tendenciales de la economía mundial, un caos capitalista. Esta última hipótesis es para nosotros la que más se acerca al proceso real. Y frente a este caos, lo que se impone es torcer esta tendencia a partir de una dirección revolucionaria consiente.

Programas

Alejadas de esta discusión, las organizaciones del trotskismo centrista latinoamericano en sus notas hacen abstracción del carácter de clase del Estado en Bielorrusia, del proceso de asimilación y de las contradicciones establecidas por la descomposición imperialista, para repetir lo que dicen en cualquier otro lugar: se trata de un proceso “por la democracia” donde la clase obrera debe intervenir “de manera independiente”. Continúan atrapados en el esquema del transcrecimiento de la revolución democrática en revolución socialista que les enseñaron Moreno o Guillermo Lora. Pueden incluso levantar consignas como el “fuera Lukashenko”, como hace el Nuevo MAS, donde se impone preguntarse ¿para que venga quién? El Partido Obrero (oficial) nos habla de impulsar “una alternativa política propia de los trabajadores”, mientras el PTS ni siquiera hace referencia a los trabajadores, hablando simplemente de “la independencia política que logre el movimiento respecto de la oposición liberal y populista” ¿nos están hablando de una candidatura independiente en las próximas elecciones? Las discusiones de la conferencia latinoamericana del FIT-U así nos lo hacen pensar.
La crisis abierta por el fraude electoral en relación a la democracia como forma política es un punto de partida para impulsar la lucha obrera contra la restauración capitalista y sus aplicadores, cuyas diferencias en todo caso son en la velocidad de esta restauración. La dictadura de Lukashenko es represiva, encarcela a los luchadores y los reprime, ¿no pueden plantear los trabajadores de Francia y los chalecos amarillos, el movimiento negro del BLM y los obreros chilenos que la democracia burguesa hace exactamente lo mismo? El problema de la relación de las masas con la política está planteado a partir de la relación del proletariado con las palancas de la economía. No es necesario dar rodeos, el carácter histórico de la Revolución de Octubre sigue vivo. La democracia obrera es mil veces superior a las elecciones parlamentarias burguesas, y si los trabajadores, que se han convertido en eje de la situación en el país, pueden desarrollar esta experiencia, es a partir de golpear a Lukashenko y la oposición pro imperialista en la producción, con la huelga general y avanzando en el control obrero de las ramas económicas. Es claro que semejante proceso no puede detenerse en Bielorrusia, porque hasta el final la contradicción del imperialismo y la propia supervivencia de Putín pasa por el proceso de asimilación de Rusia. Por eso, es necesario que la lucha se fortalezca a partir de la intervención del proletariado ruso y de toda la región, con el apoyo decidido de la clase obrera europea y norteamericana, denunciando a viva voz el real contenido de explotación de la democracia imperialista. Es en ese sentido que el proletariado bielorruso debe pelear por su independencia, independencia de clase en tanto sujeto en el proceso histórico, no sólo levantando demandas “sociales y económicas” sino postulando su dirección política a partir de la administración de las cosas, de la que brota de verdadera democracia, la democracia proletaria. La lucha por una Federación Socialista, recuperando lo mejor de la experiencia de la URSS, como forma política de la dictadura del proletariado en su desarrollo internacional. Hasta el final, la lucha de los revolucionarios es por la regeneración de la vanguardia comunista, retomando las tareas que nos legó León Trotsky, luchando por la reconstrucción de la IV Internacional. A la luz de los complejos y riquísimos procesos que se desarrollan ante nuestros ojos es que llamamos a las corrientes que se reivindican por la dictadura del proletariado a una Conferencia Internacional para discutir los desafíos urgentes que tenemos planteados.

 

publicado en www.cor-digital.org (29/08/2020)

La confederación nacional de transporte de carga (CNTC), qué representa a un tercio de las patronales transportistas, ha convocado a un bloqueo de la circulación de camiones, en lo que el representante del gremio empresario, Sergio Pérez, ha llamado "manifestación nacional contra la delincuencia". La exigencia central de esta acción es el llamado a la aprobación de 13 leyes represivas tales como la ley antiencapuchados, la modernización de carabineros y la PDI, el aumento de penas al robo a las forestales, control de armas, la ley Piñera sobre protección militar de “infraestructura crítica”, etc.

Este bloqueo lock out parcial a la circulación de mercancías no ha contado con la adhesión de las otras agrupaciones empresarias de camiones como ChileTransporte o la mayoritaria CNDC (confederación nacional de dueños de camiones), quienes han señalado solapadamente la injerencia política gubernamental en este movimiento, así como también prefieren optar por apuntalar la noción de unidad nacional en la recuperación económica.

Entrando en el tercer día de bloqueo el efecto ha sido limitado pero según los propios dirigentes el hecho de que el 94% del transporte de mercancías sea efectuado por camiones de carga lleva a las industrias a retener las salidas de producción en particular hacia los puertos, lo que explica el apoyo limitado del empresariado a esta medida. Lo que de todas maneras no ha impedido las voces de solidaridad de las cámaras patronales como la CPC o la CNC llamando a poner fin a "la violencia” por medio precisamente… de la violencia organizada del aparato estatal.
Esta acción está liderada por personajes como José Villagrán, presidente de la Federación Gremial de Asociaciones de Dueños de Camiones del Sur (Fedesur) que agrupa mayoritariamente a las empresas transportistas medianas de la zona sur, excandidato UDI, que llama permanentemente a “combatir el terrorismo” o vitorea todo exceso represivo de carabineros y militares contra las comunidades mapuches.

La oposición burguesa, salió a desmarcarse de la acción, arguyendo que no legislarán bajo presión. Cabe destacar el rol sistemático de los palamentarios concertacionistas en los diversos intentos de perfeccionar una y otra vez el aparato represivo del Estado, un aparato que evidencia a cada paso su descomposición e inestabilidad característica de todo Estado semicolonial en el contexto de crisis capitalista. Hasta el Partido Comunista se ha cuadrado con esta oposición exigiendo que se aplique la “ley de seguridad interior del Estado”, la misma que se utiliza para perseguir y encarcelar a los luchadores obreros y populares, para reprimir y desbloquear las rutas. He ahí el horizonte en el que se reflejan las diversas corrientes estatista, conquistar el botín del Estado para utilizar este aparato patronal y ponerlo al servicio de fracciones burguesas distintas, las que serán presentadas como constitutivas del “pueblo”.

La inacción del gobierno de dejar correr la medida, más allá que surge como maniobra de su propio seno, es sólo una evidencia más del carácter de clase de este bloqueo y del propio aparato estatal. La impopularidad de esta acción, aumentada por el potencial desabastecimiento de alimentos e insumos médicos, etc, que puede provocar, lleva a muchos sectores a significar la tradición de los empresarios camioneros que jugaron un rol abiertamente contrarrevolucionario, con financiamiento directo de la CIA, en la preparación del golpe de 1973. José Sandoval, presidente del Sindicato Profesional de Choferes de Camiones (Sitrach), se lamenta de haber tenido “un montón de dificultades con dirigentes sindicales de otras ramas de la producción porque nos confunden con golpistas. Yo les digo que no somos los dueños, somos los trabajadores”. Proclama que tienen “independencia como organización” y especifica  que “Este es un paro de los empresarios y, de repente, se confunde a los choferes con los dueños de camiones, en circunstancia que no es así. Nosotros tenemos que salir a hacer la pega, nos mandan a tal parte y, si no acatamos, nos exponemos porque tenemos contrato”. Si el Sr Sandoval sale hoy a hablar de que este es un “paro empresario”, es, no sólo por la impopularidad de la medida, sino porque concentra sus afiliados en la otra Confederación patronal y se alía a esta en una acción abiertamente conciliatoria. La “confusión” es la de este dirigente sindical, que habla de “independencia” cuando actúa como furgón de cola y partícipe de estos movimientos reaccionarios. El representante patronal de la CNDC, Juan Araya, que se define “socialista”, advierte que “Si esto sigue así vamos a quedar los camioneros como golpistas, y de esos camioneros del 72 ya no queda nadie”. La recurrencia del rol reaccionario de los “camioneros” va a quedar indemne mientras los que lideren sean los mismos empresarios. El rol en la generación de valor en el traslado de las mercancías es de lo que se han valido para pesar en la arena política. Pero este valor no lo generan los empresarios, sólo lo parasitan viviendo del trabajo ajeno. Es imprescindible recuperar el sindicato de choferes de camiones para una perspectiva revolucionaria, expulsar a su burocracia histórica y neutralizar las alas propatronales fortalecidas entre los mismos trabajadores.

Este bloqueo surge luego de agudizarse las condiciones de salud y la huelga de hambre por 120 días de 8 presos políticos mapuches que no entraron en la mediación y acuerdo del Gobierno con Celestino Córdoba, ‘lonko’ a quien le permitieron realizar sus actos religiosos en su comunidad.

Las comunidades mapuches reciben continuamente el hostigamiento Estatal, de las patronales forestales y de los “colonos” de la zona”. La llamada “zona roja” es el resultado de este proceso de militarización, acaparamiento de tierras y desarrollo de la industria extractiva. Es primordial que los sindicatos forestales intervengan en apoyo a las comunidades, repelan la acción represiva del Estado, repudien las acciones coordinadas de sus propias patronales para extender las explotaciones y reprimir a la juventud explotada y oprimida. No se trata de volver la rueda de la historia a formas precapitalistas de explotación agrícola, aunque usen tractores!, se trata de atacar la anarquía capitalista preparando la destrucción del aparato burocrático militar del Estado. En un momento donde la burguesía se juega a cerrar el proceso abierto con la semiinsurrección del 18 de Octubre pasado mediante un plebiscito constituyente, en un evento “cívico” burgués para sembrar ilusiones de cambio por medio de una reforma al andamiaje de su aparato estatal, la clase obrera debe intervenir con sus propios métodos y programa, impulsando un Congreso de Delegados de base de toda la clase trabajadora que ponga como horizonte la conquista del poder obrero derrocando el poder burgués.

 

Libertad y desprocesamieto a todos los presos políticos

Recuperemos los sindicatos expulsando a la burocracia

Levantemos un Congreso de Delegados de Base de la Clase Trabajadora.

Por un Gobierno Obrero

Viernes, 14 Agosto 2020 21:50

A 80 años del asesinato de León Trotsky

A 80 años del asesinato de León Trotsky

El 21 de agosto de 1940, en la ciudad de México, era asesinado por un agente del stalinismo León Trotsky. Pero a pesar de este brutal atentado contra el desarrollo de la línea revolucionaria liderada por Trotsky, el imperialismo y sus agentes no han logrado deshacerse de él. Hoy, a 80 años de su muerte, cuando en el mundo se desarrolla una crisis económica de características históricas, en medio de una pandemia producto de la relación del capitalismo con la naturaleza, la burguesía sigue viéndose acechada por los fantasmas que creía ya bien muertos y enterrados. En su decadencia actual, una clase tan parasitaria como la burguesía vuelve a sentir que está en peligro. Y en cierta medida está en lo cierto, porque se ha comenzado a romper todo el andamiaje de posguerra y las instituciones y pactos con distintos Estados que sostenían su equilibrio mundial. Asistimos actualmente a una descomposición del imperialismo. Los procesos radicalizados que se dieron en EEUU después del asesinato de George Floyd por parte de la policía y que expresó una crisis política en el corazón del imperialismo, aún no se han podido resolver. Las ideas y acción revolucionarias de Trotsky siguen estando hoy vigentes como guía para los marxistas revolucionarios del siglo 21, que asumimos las tareas históricas de la lucha contra el capitalismo.

Recuperar el legado revolucionario

El legado teórico y político de Trotsky nos permite encarar estos desafíos desde una perspectiva revolucionaria. Es decir, aplicar el marxismo en tanto método de análisis de las relaciones sociales con el fin de transformarlas; o sea, en tanto guía para la acción revolucionaria.

Actualizar la teoría marxista implica avanzar en el recorrido hecho por Trotsky en cuanto a la Teoría de la Revolución Permanente. Esto es, así como él mismo decía: desarrollar el carácter de la revolución, su nexo interno y el método de la revolución internacional en general. Este último punto es el que debemos desarrollar al calor de los elementos de descomposición del capitalismo y los procesos de asimilación en los ex Estados obreros.

La idea permanentista que incorporó y desarrolló Trotsky es uno de los aportes más importantes a la teoría marxista. Ésta permite entender el desarrollo de los conceptos y sus transiciones, para el estudio científico de las leyes de la economía capitalista, sus instituciones -el sistema de Estados y las formas de Estado, como el bonapartismo-, los procesos de la lucha de clase en la relación con la revolución socialista y las etapas de la dictadura del proletariado. Esta teoría ha quedado tan olvidada, que quienes intentaron “actualizarla” lo que hicieron fue actualizar de forma reformista las tácticas para aggiornarse a la época de posguerra entre dos sistemas y así adaptarse a la conciencia vigente en ese periodo.

Trotsky tuvo que discutir, ante la traición de la III Internacional stalinizada, la recuperación del método y la mecánica del programa. Es por eso que elaboró el Programa de Transición, que, como él decía, nos deja en el umbral de la revolución. Hacía mucho hincapié en mostrar que este programa era un sistema de reivindicaciones transitorias que se proponía atacar las bases del régimen burgués. O sea, desarrollar una de las premisas estratégicas de la III Internacional en su fase revolucionaria, que era la de desorganizar a la burguesía.

Por la reconstrucción de la IV Internacional

La formación de la IV Internacional intentó crear una nueva dirección revolucionaria, con un programa de transición, que fue la expresión de las conclusiones de la Revolución rusa generalizada para todo un proceso. Planteó las tareas históricas del proletariado para destruir el sistema capitalista. Y lo expresó de esta manera: “La Cuarta internacional se puede definir en tres palabras: ¡Por la dictadura del proletariado!”

Sacar las lecciones programáticas de las distintas tendencias centristas que dirigieron la IV Internacional hasta su virtual desaparición es una tarea necesaria para recuperar el Programa de Transición de la influencia estatista, sindicalista y reformistas que llevaron a que muchas corrientes degeneraran y se adaptaran al sistema capitalista.

Reconstruir la IV internacional es intentar saldar la crisis de dirección revolucionaria y preparar la lucha por el poder, recuperar el programa de transición y desplegar la acción revolucionaria ante una crisis mundial que sigue su curso.

Continuar el desarrollo revolucionario

Los revolucionarios nos encontramos ante procesos históricos inéditos, un proceso de descomposición del imperialismo y un proceso de asimilación de los ex estados obreros. Pero tenemos herramientas teóricas y políticas legadas del marxismo. La teoría de Marx y Engels, la teoría de la revolución permanente, la teoría del imperialismo, la teoría del partido revolucionario, el programa de las internacionales en su fase revolucionaria, el programa de transición y tantas lecciones programáticas de procesos vivos de lucha de clase.

La TRCI intenta avanzar en el plano de la teoría y la práctica con la firme convicción de que debemos intervenir como una nueva generación de revolucionarios que rompa con las ideas de los centristas trotskistas de posguerra en la necesidad de regenerar al movimiento obrero y forjar una vanguardia revolucionaria que pelee por la reconstrucción de la IV Internacional, ya que opinamos que es la única forma que se puede recuperar la estrategia marxista.

Reorganizar las fuerzas del trotskismo

Ante este escenario de crisis mundial, pandemia y crisis política en las principales potencias imperialistas llamamos a reorganizar las fuerzas del trotskismo que aun sostienen la necesidad de la dictadura del proletariado. La Conferencia Latinoamericana y de EEUU, llamada por el FIT-U (Argentina) mostró un gran límite, ya que en sus resoluciones no figuran ni la perspectiva de la dictadura del proletariado, ni la pelea por la reconstrucción de la IV. La aceleración de la crisis impone el llamado a una Conferencia Internacional, pero es imperativo que retome las tareas históricas e intente abordar la crisis de dirección revolucionaria al calor de la situación mundial convulsiva.

O sistema capitalista continua agonizando. Os índices econômicos apontam para a recessão mundial, puxada por quedas históricas nos PIBs das principais economias imperialistas. As tendências abertas pela crise econômica de 2008 seguem desenvolvendo-se, ampliadas e aprofundadas pela pandemia do covid-19. A ruptura do equilíbrio capitalista e a dificuldade, e sua expansão no tempo, para restaurar esse equilíbrio, dentro de um processo maior de declínio das forças produtivas, tem exigido do imperialismo uma maior intervenção nas relações sociais de produção.

As medidas de reabertura econômica não conseguiram promover um fôlego rumo a uma recuperação das economias em meio a ameaça de novas ondas de contaminação e novas medidas de isolamento. As economias imperialistas seguem injetando crédito na forma de subsídios a governos e empresas a partir de emissões de títulos da dívida, cujo descolamento da produção torna-se cada vez maior, comprometendo gerações inteiras com políticas de austeridade fiscal e maior exploração do trabalho via reformas de flexibilização trabalhistas, cortes salariais e demissões em massa.

As crises políticas acirradas pelos efeitos da pandemia e as medidas de intervenção estatal para salvar o capital tem despertado movimentos de massa em todo o mundo. Nos EUA, os protestos radicalizados iniciados pelo assassinato de George Floyd, apesar de terem escasseado, não se encerraram, incluindo novas pautas à luta antirracista e contra a violência policial. Os protestos também ampliaram a crise política no governo Trump, abrindo um debate sobre a competência de poderes republicanos em meio a disputa presidencial atravessada pela pandemia em seu epicentro.

Os protestos em Hong Kong seguem, apesar da política repressiva da China, que também atua de forma mais agressiva nos conflitos com a Índia e na guerra comercial com os EUA por insumos e tecnologia. Na Rússia, protestos massivos no extremo oriente também abalam o governo de Putin. Na Sérvia, os protestos contra a condução do governo no controle da pandemia também geraram ações mais radicalizadas. Depois da Etiópia, protestos em Mali preocupam os demais países da região, que temem situações explosivas de massas. No Chile, a população volta a ocupar as ruas contra o sistema privado de aposentadorias e na Bolívia, os protestos também tomas as ruas contra o governo e o adiamento das eleições.  

Outros processos de luta como as paralisações e manifestações internacionais dos trabalhadores de apps, dos trabalhadores da saúde, a greve dos trabalhadores da Renault contra as demissões são exemplos de uma tendência mais geral de acirramento da luta de classes, dada as proporções dos ataques, bem como dos efeitos da pandemia na classe trabalhadora. Demonstram também a necessidade de uma luta independente, com métodos próprios de nossa classe.

Se é certo que se agoniza o sistema capitalista, em seu processo histórico de decomposição, é ainda mais certo que não cairá de maduro. A restauração do equilíbrio capitalista pressupõe um avanço sobre a classe trabalhadora, ou seja, um aumento brutal da exploração do trabalho. São estas medidas que o imperialismo e os governos capachos semi coloniais desenham. Dessa forma, só a intervenção coletiva e consciente dos trabalhadores nesse processo pode decretar o fim desse sistema podre.

A atual conjuntura escancara a crise de direção revolucionária. As direções burocratizadas, movimentistas e adaptadas à democracia burguesa precisam ser superadas por uma direção revolucionária que levante o programa transicional preparando as etapas da ditadura do proletariado.

No Brasil, a crise atinge proporções de catástrofe

No Brasil, epicentro da pandemia na América Latina, a política negacionista de Bolsonaro somada ao sucateamento do sistema de saúde pelos governos anteriores são responsáveis por quase 100 mil mortes desde o início da pandemia (em números oficiais). O que no início da pandemia se configurava como uma disputa pela condução da crise entre governo federal e governos estaduais, hoje as medidas de abertura econômica são consensuais. A caracterização de que estamos no “platô” da pandemia (que já dura meses com mais de mil mortes diárias) é defendida por governos e suas secretarias de saúde para justificar a abertura das atividades econômicas. Os efeitos da pandemia tem se concentrado nas periferias das grandes capitais, matando a população trabalhadora, negra e periférica em maiores proporções. Enquanto isso, os 42 bilionários brasileiros tiveram um “acréscimo de patrimônio” de U$34 bilhões durante a pandemia.

De acordo com a CEPAL, a economia brasileira deve contrair 8%, arrastando junto com o México e o Peru, a América Latina para a maior recessão da história. O desemprego pode bater 15,3% até o final do ano e a média salarial já 6,5% menor em relação ao ano passado. O número de desempregados aumentou 26% apenas de maio a junho, totalizando 14,8 milhões de pessoas. Apenas 48% da mão de obra está ocupada. O aprofundamento do desemprego e da subocupação é acompanhada pelo avanço de políticas de destruição de direitos e flexibilização do trabalho. A pandemia tem servido para que a burguesia de conjunto, através de seus representantes no governo Bolsonaro, consiga “passar a boiada”, não apenas nos interesses do agronegócio como defende o Ministro do Meio Ambiente, mas principalmente na destuição de direitos que permitem uma maior exploração do trabalho.

Neste momento, Paulo Guedes busca a aprovação da reforma tributária, cujo projeto prevê a fusão do PIS e do Cofins num novo imposto denominado “Contribuição sobre Bens e Serviços”. A medida aumenta a carga tributária para o setor de serviços e diminui para a indústria. Além disso, pretende criar um novo imposto sobre pagamentos eletrônicos (uma espécie de nova CPMF), desonerações em folhas de pagamentos e a reformulação do imposto de renda. Ou seja, uma reforma que alivia setores empresariais e repassa o custo para os trabalhadores.

A criação de uma nova CPMF encontrou resistência no Congresso que possui um projeto de reforma na Câmara e outra no Senado. A queda de braços entre governo e congresso pela aprovação de reformas encontra seu limite na convergência sobre manutenção da governabilidade (Rodrigo Maia tem segurado todos os pedidos de impeachmente protocolados contra o Bolsonaro ) e nos ataques aos ataques aos trabalhadores e seus direitos. Maia quer priorizar a aprovação, ainda neste ano, da reforma administrativa que ataca o funcionalismo público.

O alinhamento buscado pelo governo Bolsonaro com o centrão no Congresso não se demonstrou tão consolidado. O governo teve uma derrota com a aprovação do FUNDEB permanente sem nenhuma proposta apresentada pelo governo aprovada. O recuo nas últimas semanas de Bolsonaro demonstra a fragilidade de sua base de apoio. A queda de braços com o STF, apesar de mais recuada também, permanece. O STF determinou o bloqueio de contas em redes sociais de apoiadores de Bolsonaro como parte do inquérito sobre as fake news. A acusação, também proveniente do STF, de que o exército brasileiro se associou a um “genocídio” – em referência a atuação do Ministério da Saúde, nas mãos do General Pazuello de forma interina desde maio, no combate a pandemia – criou um mal estar nas Forças Armadas como uma das bases do governo Bolsonaro. É evidente que o governo busca realinhar sua base de apoio, agora com maior foco na agenda econômica de Guedes, como forma de compensar setores da burguesia pela crise econômica.

Dia Nacional de Lutas sem luta organizada

Apesar de toda a crise ser descarregada na classe trabalhadora, seja pelas mais de mil mortes diárias, aumento brutal do desemprego, flexibilização do trabalho entre outras perdas de direitos, as direções permanecem aplicando a desmobilização como se fosse uma forma de “salvar vidas”. Pegaram para si a política do estado burguês de isolamento social, ainda que os estados brasileiros já estejam defendendo a reabertura econômica possibilitada pela administração dos leitos de hospitais operando no limite, e a aplicaram ao conjunto da classe trabalhadora, colaborando com o governo e largando os trabalhadores a própria sorte. A política cínica de “defesa da vida” não considera que a maioria das categorias seguem trabalhando sem nenhuma condição de segurança sanitária garantida.

Em meio a mobilizações isoladas como a dos trabalhadores de apps, a greve dos trabalhadores da Renault contra as demissões massivas, os 2.700 demitidos da Latam, a luta contra a redução salarial dos metroviários de São Paulo, e a mobilização dos professores em todo o Brasil contra o retorno às aulas presenciais sem segurança sanitária, as centrais seguem sem um plano de lutas unificado e de enfrentamento às medidas do governo, contra as demissões e o aumento da exploração dos patrões. O fato é que a burocracia sindical tem cumprido um papel auxiliar dos governos, controlando os trabalhadores e apostando em saídas parlamentares, totalmente adaptadas às instituições da democracia burguesa. E, neste momento, voltam-se seus esforços e aparatos para as eleições municipais.

O segundo Dia Nacional de Lutas convocado pelas centrais carrega essa caracterização. Convocam, mas não mobilizam. Muito menos apresentam uma política independente para os trabalhadores que permita a unificação das lutas em curso e tantas outras necessárias para o período. Para esse dia 07 de agosto, levantam a bandeira do “Fora Bolsonaro” e organizam paralisações de 100 minutos nos locais de trabalho (em homenagem aos 100 mil mortos), além de cruzes brancas, carros de som, carreatas, panos pretos nas janelas e, claro, um “tuitaço”. Sem mobilizações, sem greve.

É urgente romper com o imobilismo das centrais! É preciso levantar a necessidade de construção da greve geral em cada sindicato e, para isso, precisamos combater o inimigo em nossas próprias fileiras. A burocracia sindical, aparatista e colaboracionista, precisa ser varrida das nossas organizações. É preciso, portanto, dar uma batalha pela abertura de nossos sindicatos, e internamente, enfrentar não só a burocracia traidora, mas também o centrismo adaptado com um programa operário para a saída da crise com as tarefas transicionais.

Nós trabalhadores, podemos e devemos organizar as tarefas para o enfrentamento da crise pandêmica e econômica com total independência e com os nossos próprios métodos. A batalha pela total independência dos sindicatos só pode ser realizada, de fato, por uma direção revolucionária. Se faz urgente a luta pelo Partido Revolucionário, seção da IV Internacional, que assuma as tarefas da transição socialista sob a ditadura do proletariado.

Los presos políticos mapuches comenzaron una huelga de hambre seca exigiendo su inmediata liberación o la prisión circunscrita al seno de sus comunidades.

El sábado 2 de agosto una turba de lúmpenes de civil y sectores que son base de apoyo tanto del gobierno nacional, como de los elementos más reaccionarios de la región de la Araucanía nucleado en el APRA (irónicamente el acrónimo de asociación por la “paz y la reconciliación” en la Araucanía), se organizaron para desmantelar las tomas de los municipios en las comunas de Victoria, Ercilla y Curacautín. Vitorearon consignas contra el pueblo mapuche así como festejaron la llegada de carabineros quienes, protegiéndolos, les indujo a la entrada en dichos inmuebles estatales provocando destrozos, incendios y golpizas contra los manifestantes que allí estaban en solidaridad con los presos políticos. Esta acción fue saludada hasta por empresarios como Luksic, además de las cámaras y gremios patronales de la región, pidiendo mayor intervención represiva del Estado e incluso presentando recursos de amparo para resguardar…la propiedad privada.

Desde entonces se han sucedido en distintas ciudades del país manifestaciones de apoyo a la libertad de los presos así como también al repudio de esos actos instigados directamente por la presencia del nuevo ministro del interior Víctor Pérez, un reconocido funcionario del pinochetismo. Dichas manifestaciones han sido contraatacadas por las fuerzas represivas arrestando a decenas de jóvenes, mujeres, trabajadores y pobladores así como procesando y haciendo montajes llenando las cárceles con más presos políticos. Esto sucede a pocos días de que el gobierno de Piñera les diera la libertad a dos genocidas de Punta Peuco quienes no sumaban ni siquiera 3 años en esta cárcel vip.

Esta represión sistemática de parte del Estado, e independiente del gobierno de turno, es la que se ha profundizado desde el pasado 18 de octubre donde cientos de miles irrumpieron en las calles para enfrentarse con las fuerzas represivas y las consecuencias de la crisis abierta por el régimen capitalista, profundizada por la crisis económica y la pandemia, derivando en el actual espiral de crisis social.

La represión sistemática del Estado es la del aparato burocrático militar al servicio de una clase social contra el conjunto de los explotados y oprimidos. La represión histórica y sistemática sobre el llamado pueblo mapuche, es tan real como la integración del mismo al desarrollo de las fuerzas productivas, que bajo las formas de la explotación capitalista de los recursos naturales, y la dominación imperialista del Estado semicolonial, han reconfigurado las relaciones de propiedad y la estratificación de las clases sociales, un subproducto del desarrollo desigual y combinado. Diversos gobiernos como el de la concertación han ensayado fórmulas para integrar a las comunidades mapuches al Estado mediante organismos como la CONADI donde el reparto de beneficios, prebendas e incluso tierras, propició esta diferenciación social al interior de las comunidades. El desarrollo de la producción forestal en la zona, la integración de los trabajadores mapuche a la organización de la producción les otorga hoy un rol preponderante en la lucha contra el Estado, la explotación capitalista y la pelea por la planificación del uso de la tierra. Es por ello que la pelea por el control obrero de la industria forestal se vuelve vital para dar una solución estructural a la explotación de los recursos, el impulso de la revolución agraria y la pelea por la destrucción del aparato burocrático militar.

Hay quienes pretenden levantar la necesidad de integrar a las comunidades mapuches al Estado burgués mediante el futuro proceso constituyente con la sola declaración del carácter plurinacional del actual Estado, obviando con ello que la esencia del Estado no es la de la opresión de razas y o nacionalidades, sino la de la dictadura del capital. Baste con presenciar la reciente experiencia del el gobierno de Evo Morales en Bolivia que pese a declarar al estado como “plurinacional”, la opresión y miseria de obreros y campesinos no sólo no cesó, sino que por el contrario se mantuvo y se profundizó, y actualmente se agudiza de la mano de un cambio en las formas del régimen. Es por ello que las organizaciones obreras tienen un rol fundamental a la hora de luchar por la autonomía de las comunidades mapuches en el proceso de lucha por la toma del poder de la clase obrera, por el derrocamiento de la burguesía y la expropiación de los expropiadores.

Es necesario levantar comisiones de autodefensa ligadas a los sindicatos para enfrentar la represión, es necesario redoblar los esfuerzos para pelear por la libertad y el desprocesamiento de todos los presos políticos.