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8 de octubre paro internacional de repartidores
Declaración de la TRCI
8 de octubre paro internacional de repartidores
Este 8 de octubre se realiza el 4to paro internacional de los trabajadores de reparto. Este nuevo paro nos pone por delante tareas importantes a desarrollar ante el avance de la crisis a nivel internacional que somete a la clase trabajadora, donde los capitalistas pretenden que los seamos los trabajadores quienes paguemos los costos de la crisis que ellos generaron. Los repartidores han sido uno de los sectores donde las líneas imperialistas de explotación y precarización han sido profundizadas cada vez más.
En el último tiempo se ha discutido en algunos países “proyectos de ley” que otorgarían algunos derechos como trabajadores pero que de ninguna manera solucionan el problema de fondo, ya que en ningún caso estas patronales imperialistas están dispuestas, vía leyes, a reconocer ningún derecho y mucho menos esclarecer la relación laboral encubierta que existe y aún más lejos de reconocer algún tipo de organización sindical. Generalmente, mediante el lobby, estas empresas obtienen las leyes para legalizar la precarización. Esto pasa en California, por ejemplo, donde este 8 se discute dar marcha atrás con la enmienda AB5 que obligaba (bajo ciertas condiciones) a las empresas a reconocer como trabajadores a quienes eran contratados de forma independiente. Algunas organizaciones convocantes del paro están planteando la defensa de la enmienda ante el debate de anularla. Por supuesto que hay que rechazar incluso mayores avances de estás patronales, pero creemos que es un error plantear como ejemplo la defensa a una ley, generando expectativas en la legalidad burguesa. En EEUU es la orientación demagógica del Partido Demócrata de California, en el marco de la disputa electoral con Trump. La tarea planteada es poner en pie la organización internacional de repartidores que pelee por imponerle a las patronales el reconocimiento sin restricciones de los trabajadores y sindicatos en todos los países que encabecen la pelea contra estas patronales. Es clave desarrollar una lucha contra nuestros propios estados, quienes son cómplices de estas empresas, y poner al desnudo cuál es su verdadero rol.
Este paro cuenta con la participación de trabajadores de países como Chile, Ecuador, Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil, México, EEUU Costa Rica, Francia, Italia, España y Alemania. Aquí se vienen desarrollando distintos conflictos donde ha habido enfrentamientos con la policía y el ejército y la juventud y la clase trabajadora se puso en pie para enfrentar los avances de las políticas imperialistas que pretenden someternos más ante la posibilidad que se vean afectadas sus ganancias. En todas partes del mundo la política de las empresas es la misma, mayor explotación y pésimas condiciones laborales. Por esto es fundamental desarrollar tareas antiimperialistas y tejer alianzas a lo largo del mundo entre los trabajadores de reparto y pensar acciones y métodos obreros de lucha que tiendan a cuestionar la propiedad de estas empresas, por ejemplo, paralizar y bloquear sus galpones propios, entre otras medidas.
Basta de precarización laboral por un sindicato de trabajadores de reparto
Un elemento importante es la reciente ida de Glovo de los países de Latinoamérica dejando a miles de trabajadores sin fuente de trabajo, bajo una falsa promesa de incorporación a otras empresas de reparto. ¡Es importante profundizar la pelea y desnudar que son despidos encubiertos!
En Argentina en el último periodo se ha venido desarrollando un debate en el seno de la organización de repartidores y que tiene que ver con una idea estatista donde mediante la presión al estado se le podría imponer a las patronales el reconocimiento como trabajadores.
De forma semejante, en Brasil, la disputa por la regulación estatal de los repartidores de apps entre los partidos burgueses en el parlamento y en los programas de gobierno de cara a las elecciones municipales busca cooptar al movimiento de los trabajadores de las apps dentro de las instituciones de la democracia burguesa. Fue lo que hizo el PSOL en la última huelga de repartidores, el 15 de septiembre, agendando una reunión de los líderes del movimiento con Rodrigo Maia, en la Cámara de Diputados. Esta adaptación ha contribuido a disminuir la adhesión a las grandes paralizaciones, aislando a los repartidores en protestas más puntuales, como la realizada en Rappi por incumplimiento de pago de R$100, en el condominio de lujo del cliente que humilló al repartidor, o en Campinas, por la muerte de un repartidor en un accidente causado por la ausencia de señalización de una obra en la calzada. Es importante señalar que, sólo en San Pablo, el número de muertes de motociclistas aumentó 38% durante la pandemia, a pesar de la disminución del índice general de accidentes.
En el mismo sentido, en Chile, un reciente fallo de los tribunales de justicia de primera instancia resolvió a favor de un trabajador despedido por Rappi dictaminando la existencia de hecho de una relación laboral declarando el despido como injustificado. La CUT Chile, además de señalar a este fallo como la vía de solución para los trabajadores de reparto, llama a apoyar los proyectos en el congreso tal como “mi jefe es una app” que busca la regimentación estatal de la relación laboral y la organización sindical, mientras los abusos, las extensas jornadas y los accidentes laborales se suceden a diario.
Queremos advertir sobre los peligros de estas líneas que siembran confianza en que mediante un proyecto de ley y la intervención de los diputados logremos nuestras demandas. Esta idea deja desnudos a los trabajadores de reparto para poder desarrollar una idea que afecte realmente a las empresas. La única forma de imponerle a las patronales el reconocimiento de la relación laboral va a ser afectando la producción e imponiendo la organización sindical general de la rama, con independencia del estado. El estado y sus instituciones no son nuestros aliados, son aliados de las empresas y por eso es que no tenemos que confiar en ellos. Es importante desarrollar la organización de los trabajadores mediante asambleas por zona, eligiendo delegados o voceros sindicales, para pensar acciones concretas que afecten a estas patronales.
Las tareas que tenemos por delante son fortalecer la organización en pos de poner en pie una organización sindical de los trabajadores de reparto y dar la pelea por el reconocimiento como trabajadores de transporte, la puesta en pie de un convenio único. Hoy más que nunca retomemos las banderas del proletariado que comienza a levantarse en todo el mundo y desarrollemos una pelea común contra nuestros enemigos de clase.
LOI Brasil - COR Chile - COR Argentina
A 47 AÑOS DEL GOLPE CONTRARREVOLUCIONARIO; PREPAREMOS EL CAMINO DE LA VICTORIA
El 18 de Octubre las fuerzas elementales de la juventud y la población trabajadora irrumpieron súbitamente para cuestionar décadas de sometimiento, explotación y opresión, ejercida de forma despótica por la democracia capitalista. El punto más álgido de ese proceso se dio también de forma espontánea, pero no menos contundente, en una histórica huelga general el 12 de Noviembre que si bien carecía de fortaleza organizativa dejó en evidencia el poder de la clase trabajadora, paralizando todo el aparato productivo, tomando al mismo tiempo las calles para enfrentar a la maquinaria de represión estatal. Este acto semiinsurreccional dejó al gobierno al borde de caer, y para salvarlo y salvarse a sí mismos, acudieron a él todos los partidos de la burguesía y la pequeñoburguesía para sacar la promesa de que este régimen de opresión y explotación, puede mejorar su cara, se puede reformar al Estado, se puede volver a edificar “la casa de todos” donde explotados y explotadores vivamos felices bajo el mismo techo.
Casi un año ha transcurrido desde estos acontecimientos y la pandemia mundial vino a profundizar la crisis económica y social que se desarrolla en el mundo producto de un proceso profundo de descomposición del capitalismo y del desarrollo cada vez más agudo de la lucha de clases. La injerencia represiva del Estado, no sólo en el accionar sistemático contra los sectores movilizados, los trabajadores, la juventud, las comunidades mapuches, etc, sino también en la intervención de las relaciones sociales con las políticas restrictivas de cuarentena, que han dejado en evidencia una y mil veces que a la clase dominante no le interesa la “salud” de la población, está dejando una crisis social de enormes proporciones.
Entre desocupados, los llamados “inactivos” (los que dejaron de buscar pega) y los suspendidos (por la ley de protección del empleador) acumulan la friolera de 3 millones de trabajadores. Una masa humana de fuerza de trabajo que se volcará, en la medida que la “apertura” económica lo permita y la necesidad lo exija, a buscar sustento, porque no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo para vender. Esta masa de trabajadores hace que los empresarios se estén sobando las manos para abaratar el costo de la mano de obra, ya que para ellos somos una mercancía más. Una evidencia que empresas imperialistas como Unilever, estén aumentando el número de desocupados con cierres y despidos preocupados de que su cuota de ganancia no califica como “rentable”.
Al mismo tiempo los otrora abanderados del llamado “neoliberalismo antiestatista” utilizan fondos estatales y la generación de deuda con créditos multimillonarios al FMI para financiar este festín de despidos, para contener mediante dádivas fiscales el hambre y la carestía de grandes sectores de la población. En un puñado de meses el Chile modelo que habría superado la pobreza está comenzando a desarrollar la misma a niveles exponenciales. Algo que se expande más rápido que la pandemia por toda la región. También el gobierno dispone de una batería de medidas “proempleo” para financiar la contratación, que no es más que otro eufemismo para que los empresarios abaraten aún más el valor de la mano de obra, rotando a los trabajadores despojando al mismo tiempo de sus conquistas a aquellos que son desplazados. Basta sólo dejar en evidencia que las remuneraciones reales no hicieron más que descender de marzo a la fecha mientras los ricos se hicieron más ricos, y las restricciones impuestas por los patrones y el Estado en las empresas llamadas “esenciales” aumentaron los niveles (estancados durante años) de productividad, esto es que produjeron lo mismo o incluso más con menos trabajadores, algo que la burguesía querrá extender e implantar.
Los recientes proyectos, rechazados momentáneamente en el congreso, de “salario mínimo” e “infraestructura crítica" no reflejan otra cosa que la orientación más decidida de la burguesía en vísperas del 11 de septiembre de imponer salarios de hambre y represión, incluso con la fuerzas militares, toda una provocación con un decidido simbolismo reaccionario.
Mientras este ataque en toda línea de la burguesía acontece, los partidos del régimen se preparan aglutinándose en “comandos” por el apruebo o rechazo a un cambio constitucional. Un cambio que ya quedó amarrado y maniatado tanto en su técnica electoral, a medida de los “incumbentes” de la burguesía, como en su esencia y su carácter de clase, pauteado para no cuestionar ni un ápice de la dominación imperialista. Es verdad que amplios sectores de los trabajadores depositan sus expectativas en esta opción, no tan esperanzados como amplios sectores de la pequeñaburguesía, pero si como la única vía práctica hoy por hoy para intentar torcer su destino. Sin embargo, esto sólo es un subproducto de la crisis de dirección, de las direcciones políticas reformistas contrarrevolucionarias que infestan y difunden la falsa ideología reaccionaria de que la democracia burguesa puede ser perfectible, de que aggiornando o limitando las instituciones más reaccionarias legadas por la transición del régimen pinochetista al democrático, se puede abrir al futuro.
Es así que también enarbolan la falacia de que instalando en una carta magna el “derecho” a la educación, la salud o la vivienda, esta se hará realidad como proceso de reforma democrática. Es aquí donde los grupos “estatistas” de la pequeñoburguesía como el PC o el FA pretenden ocultar el carácter de clase del actual aparato estatal, buscan arribar al botín del Estado semicolonial para favorecer a otras fracciones burguesas menores. Esto es lo que prometen en sus programas y proclamas, y en una eventual convención constituyente será procenio de debate, en una suerte de parlamento “ad hoc”, en definitiva, un podio de charlatantes.
También están quienes rechazando este proceso se expiden por una Asamblea Constituyente, libre, soberana, popular o revolucionaria. La levantan como un “puente” hacia la toma del poder o hacia formas de gobierno obrero, una abstracción absoluta que no identifica ni denuncia el carácter de clase de tal institución implantándola como obstáculo.
Se conmemoran 47 años del golpe contrarrevolucionario, que derrotó de forma brutal y despiadada a toda una generación de luchadores y de la vanguardia obrera. Este proceso contrarrevolucionario preparado directamente en el seno del imperialismo yanqui, se dirigió a aplastar un proceso revolucionario. No fue la interrupción de un proceso democrático gradual y en ascenso. Fue la liquidación de la posibilidad de que la clase trabajadora se hiciera del poder y extendiera una revolución hacia “patio trasero” del imperialismo. Fueron varias las medidas de contención que utilizó la burguesía antes del golpe de Estado, entre ellos las medidas de capitalismo de Estado, todo para mantenerse en la escena histórica. Esta mayor injerencia del Estado burgués en los 70s tuvo su punto culmine bajo el gobierno de la UP, presentado como la “vía pacífica al socialismo”, que difuminó en el movimiento obrero la farsa de un socialismo sin destruir el aparato burocrático militar, que constituye la esencia del estado, como maquinaria de opresión de una clase sobre otra.
A 47 años vemos que la decadencia imperialista se ha profundizado, y la burguesía vuelve a desempolvar viejas ideas de intervención estatal, aunque la mayor descomposición capitalista presentará a esta ideas reformistas ya no como una tragedia sino como una farsa, colocadas para salvar al capital de sus crisis, atacando al proletariado.
El actual proceso de ataque y descomposición del capitalismo sólo puede enfrentarse si se preparan y organizan las fuerzas del sujeto revolucionario. El gran triunfo del golpe contrarrevolucionario consiste en la dispersión y debilidad organizativa de la clase obrera. El poder de la burguesía reside en la producción, es prioritario que sea la clase trabajadora la que dé una salida con un programa de independencia de clase. A la actual crisis social sólo puede darle una salida nuestra clase. La desocupación creciente sólo puede ser enfrentada por la unidad de los ocupados con los desocupados levantando un programa de escala móvil de salarios por rama, peleando por salarios acordes a la canasta familiar, imponiendo el derecho al trabajo, así como el de la salud, la educación o la vivienda, enfrentando activa y decididamente despidos como los de Unilever. La burocracia sindical tratará de jugar de mediación para apoderarse del movimiento, pacificarlo y domesticarlo a los cauces de la democracia para ricos. Es necesario que levantemos la organización obrera, recuperando los sindicatos, impulsando un Congreso de delegados de base de toda la clase trabajadora que pelee por poner en pie una Central Única de trabajadores donde se levante un programa y un plan de lucha con una perspectiva para superar al capitalismo semicolonial decadente. No se puede repetir la historia quedándose en la trampa de la reforma estatal, es necesario superarla peleando por imponer la dictadura del proletariado extendiéndola internacionalmente, el norte de la vanguardia debe ser la derrota de la burguesía, la victoria del proletariado.
Las débiles fuerzas de los activistas y la vanguardia obrera no pueden desgastarse en fórmulas tácticas para las que ni siquiera se tiene ni el peso ni, por sobre todo, la claridad. La pelea por poner en pie un Partido Revolucionario, debe ser la bandera de la reconstrucción de la IV Internacional como el Partido Mundial de la Revolución Socialista.
O Socialista 114
Bielorrusia: fraude, crisis política, irrupción obrera
Ya contamos 3 semanas de intensa agitación en Bielorrusia, motorizada por el rechazo al fraude electoral con que el presidente Lukashenko pretenden prolongar su mandato. Ya van 26 años desde que asumiera por primera vez, en 1994. Las movilizaciones callejeras vienen marcando el pulso desde el 9 de agosto, y la bestial represión del régimen, lejos de debilitarlas, ha producido lo contrario. En las calles, la juventud de clase media tiene un papel importante, pero todos los observadores destacan la irrupción del movimiento obrero, especialmente sus batallones más concentrados de la industria.
Las marchas y protestas, que llevaron a unas 100.000 personas a las calles de Minsk el domingo 23 de agosto, son muestra de un movimiento espontáneo, con confusión de objetivos y con una dirección debilitada por la poca estructuración de la oposición nacionalista/liberal, pro reformas de mercado, que tiene como figura electoral a la candidata opositora, Svetlana Tijanóvskaya, actualmente exiliada en Lituania. El movimiento tiene extensión nacional, y no se concentra sólo en la capital, Minsk.
Antagonismos interestatales
Bielorrusia es un país de 9,4 millones de habitantes, ex integrante de la URSS y luego histórico aliado de Rusia. En esa alianza, es el socio menor, pero no debemos pensar la relación cómo estamos acostumbrados: Bielorrusia concentra importantes centros de industrialización de materias primas rusas. Un elemento que alienta la actual crisis es la depresión del precio del petróleo a principios de año, ya que las refinerías bielorrusas exportan petróleo procesando el crudo que obtienen a precios subsidiados de Rusia. Además de esta estrecha relación económica, que ha tenido sus altibajos en los últimos años, también unen a ambos países acuerdos militares y elementos culturales históricos.
Es por esta relación con Rusia que muchos, incluido el bonapartista Lukashenko, etiquetan a las recientes protestas como “pro-occidentales” o pro Unión Europea, tratando de igualarlas al llamado Euromaidán que irrumpiera en Ucrania en 2014, llevando a la dimisión del presidente, y más tarde a una guerra civil. Lo cierto es que las movilizaciones no reivindican la entrada del país en la UE, cosa que era explícita en 2014 en Ucrania, y ni siquiera levantan consignas anti rusas. La propia Tijanóvskaya, desde Lituania, se ha cuidado de desmarcar las posiciones de la oposición de un enfrentamiento con Moscú, dejando claro que se trata de protestas que se limitan a defender la democracia a secas, es decir, la democracia burguesa de la cual la única experiencia que tiene el país son… los gobiernos de Lukashenko, vaya paradoja.
La Unión Europea (UE) viene de años de aflojar las sanciones que aplicaba a Bielorrusia por las violaciones a las libertades políticas del llamado “último dictador de Europa”, en un cuadro de revisión de relaciones con la propia Rusia, país con el que Alemania tiene importantes vínculos productivos, sobre todo por la provisión de materias primas, especialmente hidrocarburos. Frente al actual proceso, las autoridades de la UE se han limitado a emitir declaraciones y el viernes 28/8 votaron sanciones para algunas figuras del régimen.
Por su parte, Putín tiene que manejarse con prudencia en su relación con el país. Si bien apoyó a Lukashenko y la última semana avanzó en amenazar con una intervención directa en la crisis, tiene que, por un lado, mantener su relación con Trump y la UE, y por el otro, pondera más la estabilización de Bielorrusia que al propio Lukashenko, por lo que un sector de su partido político tiende lazos con los sindicatos bielorrusos que participan de las movilizaciones a través de la burocracia sindical de la Federación de Sindicatos Independientes de la Federación Rusa (FNPR).
EEUU, por su parte, no ha tomado una postura clara, y es que el peso de la crisis interna del imperialismo no sólo puede explicar esto, sino que es un elemento determinante en la serie de crisis políticas, de régimen y Estados, y los procesos de lucha de clases que están atravesando el mundo. La desorientación imperialista, de cara a las elecciones presidenciales de Noviembre y con un gobierno de Trump bastante golpeado por las consecuencias de la recesión económica, el mal manejo de la pandemia y el proceso de lucha contra la brutalidad policial y el racismo, son un elemento central de la coyuntura internacional.
Toda una serie de corrientes políticas, la resaca del estalinismo y todo tipo de populistas, se centran en el antagonismo entre EEUU y la UE, por un lado, y Rusia y China por el otro, para condenar las movilizaciones en Minsk y otras ciudades y dar su apoyo al Lukashenko y su régimen, que viene de arrestar a 7.000 manifestantes, matar a más de 3 y que cuenta todavía con desaparecidos en las últimas represiones. El basurero de la historia es el único sitio donde pueden ser bienvenidos estos nostálgicos del Gulag, nada tienen que ver con la izquierda revolucionaria y la vanguardia del movimiento obrero internacional.
La ofensiva imperialista sobre Rusia, y sobre todo sobre China, tiene que apreciarse desde el punto de vista del proceso histórico, no desde la lógica burguesa de la geopolítica. Se trata del problema de la asimilación de los ex Estados obreros, cuyas contradicciones explosivas se desarrollan en todo tipo de manifestaciones especificas en diversos territorios nacionales, con características determinadas. Estamos hablando de procesos tan disímiles como los de Hong Kong, Ucrania y ahora Bielorrusia, pero que son expresión de toda una etapa histórica. Volveremos sobre este problema nodal de la situación mundial más abajo.
Fuerzas elementales
Bielorrusia, como otros ex Estados obreros, sufrió un proceso de privatización de la industria a principios de los años 90. Sin embargo, este proceso de restauración capitalista “en frío” tuvo límites tempranamente, llevando a la renacionalización de gran parte de las empresas ya en 1994. Actualmente, el capitalismo de Estado en la industria alcanza entre el 75% y 80% del sector. Se trata de un proceso de renacionalización que también realizó, aunque más tarde, Rusia bajo el comando de Putín. Estos elementos sirven para señalar que la protoburguesía bielorrusa es particularmente débil, y no existen los llamados “oligarcas”, que monopolizan ramas industriales enteras (aunque no de la industria pesada) como fue el caso en Ucrania. Los sectores de esta protoburguesía junto a capas pequeñoburguesas son la base de la candidata opositora, que en realidad viene a reemplazar a su marido, un empresario detenido por el régimen.
Otra diferencia con Ucrania, importante desde el punto de vista sociológico, es la relativa debilidad del sector agrícola y en general de producción de materias primas, en relación a la industria. La industria heredada de la URSS se mantiene en Bielorrusia, mostrándose competitiva en algunas ramas como la de fabricación de maquinaria pesada y tractores, y en la semielaboración de productos primarios. Esta relación es bastante elocuente llevada a cifras: la agricultura, pesca y actividad forestal representan un 6,6% de la producción bruta, mientras la industria significa el 26%. El sector servicios, el de mayor peso en la economía, sustenta a otra fracción importante de la clase obrera, que incluso ha tenido un papel activo en las protestas como es el transporte, y también a amplios sectores pequeñoburgueses.
Cuando hablamos del peso económico de la industria, esto también se refleja en la política. Porque todas las facciones en pugna tienen un activo interés en ganar para sí la simpatía de la clase obrera. Ya hablamos de la federación sindical rusa, pero una actividad similar lleva a cabo la burocracia de la Confederación Sindical Internacional (CSI, a la que están afiliadas las CTAs y la CGT argentinas), sobre todo sus seccionales europeas ligadas por mil y un lazos a los Estados y patronales imperialistas de la UE. También la oposición nacionalista/liberal lanza llamados a la huelga para apoyarse en las fábricas, mientras Lukashenko tuvo una desagradable sorpresa cuando intentó darse un baño de popularidad en su visita a la fábrica de tractores de Minsk, y ahora envía a las autoridades locales a negociar con los trabajadores.
Las acciones obreras han sido importantes, incluyendo paros, asambleas en portones, columnas obreras en las marchas y reuniones con las gerencias y las autoridades locales para exigir la liberación de detenidos y rechazar las sanciones a trabajadores participantes de las movilizaciones, aunque no se terminó de concretar el llamado a huelga general. Tal es el peso de las medidas sindicales que tras las primeras manifestaciones de este tipo Lukashenko tuvo que liberar a los primeros detenidos. Lo novedoso es que estén desarrollándose este tipo de luchas en un país donde el derecho a huelga no está reconocido legalmente y donde la represión está a la orden del día. Mientras la propiedad estatal de las empresas se ha mantenido, Lukashenko viene aplicando un programa, en acuerdo con el FMI, EEUU y la UE, de sucesivas reformas, liquidando la negociación colectiva, imponiendo contratos laborales a plazo fijo, aumentando la edad jubilatoria e impulsando una constante baja del salario real por efecto de la inflación y la devaluación.
Por el momento, las acciones del proletariado van en contra de tener que pagar por las peleas entre las fracciones dirigentes. Utilizan a la oposición para enfrentar a su patronal. Las organizaciones sindicales, estatizadas, no cumplen un rol por lo que los trabajadores han constituido comités obreros, que buscan ser influenciados por la oposición. La lucha por una dirección que permita la intervención de forma independiente de la clase obrera se hace urgente, y es a la vez una tarea internacionalista que los revolucionarios de Europa, Rusia y del resto del planeta debemos apuntalar con toda seriedad y audacia.
Entre la asimilación capitalista y la descomposición imperialista
La caída de la URSS significó para muchas corrientes la restauración capitalista plena y la reversión histórica total de la Revolución de Octubre. Sin embargo, el proceso resultó mucho más tortuoso para los capitalistas, porque se produjo en una etapa avanzada de la descomposición imperialista. Las privatizaciones, como proceso de reforma económica sin recurrir a una contrarrevolución abierta para destruir los cimientos del aparato estatal surgido de Octubre, y de las sucesivas revoluciones que expropiaron a la burguesía acabando con su dominación en determinados territorios a lo largo del siglo XX, demostró ser un fracaso como apuesta del imperialismo. Entonces, ese proceso de asimilación al capitalismo continúa en desarrollo, sin haber logrado tampoco las protoburguesías de los diferentes ex Estados Obreros, sobre todo Rusia y China, convertirse en nuevas clases propietarias dominantes. Esto no se define nacionalmente, sino en la arena mundial. El proletariado, a su turno, constituye aún una reserva para enfrentar los procesos de restauración en curso, aun cuando haya sido utilizado en diferentes oportunidades como base de maniobra de uno u otro sector de la burocracia restauracionista y/o de las capas pequeñoburguesas aliadas al imperialismo. Esta tragedia tiene como principal causa la crisis de dirección revolucionaria del proletariado internacional.
Es curioso cómo volvemos a leer sobre las situaciones revolucionarias objetivas, esta vez de manos del PO (t) y Altamira, un declarado viejo enemigo de Nahuel Moreno, al discutir los procesos en los ex Estados Obreros. Lo que olvida Altamira es que, para establecer tendencias objetivas, que no están descartadas, es necesario definir cuáles son las transiciones. Cuando Lenin discutía este problema, ya había definido a la fase superior del capitalismo, el imperialismo, como transición entre el capitalismo y el socialismo. En el proceso Bielorruso, debemos considerar el problema de la asimilación, que complejiza la discusión de transición mucho más. No sólo porque no está definido el papel de los ex Estados Obreros en el sentido de si las protoburguesías serán o no capaces, a partir de un ineludible conflicto violento, conquistar una posición como clase capitalista en el mercado mundial y el sistema de Estados o quedarán relegadas como lamentables subburguesías semicoloniales (y este es el programa del imperialismo), sino que también podemos incluso tomar la hipótesis de León Trotsky, que discutía que la dirección contrarrevolucionaria que dirigiera los procesos de restauración, en su contradicción de no poder conformarse en clase, generaría, en su relación con las leyes tendenciales de la economía mundial, un caos capitalista. Esta última hipótesis es para nosotros la que más se acerca al proceso real. Y frente a este caos, lo que se impone es torcer esta tendencia a partir de una dirección revolucionaria consiente.
Programas
Alejadas de esta discusión, las organizaciones del trotskismo centrista latinoamericano en sus notas hacen abstracción del carácter de clase del Estado en Bielorrusia, del proceso de asimilación y de las contradicciones establecidas por la descomposición imperialista, para repetir lo que dicen en cualquier otro lugar: se trata de un proceso “por la democracia” donde la clase obrera debe intervenir “de manera independiente”. Continúan atrapados en el esquema del transcrecimiento de la revolución democrática en revolución socialista que les enseñaron Moreno o Guillermo Lora. Pueden incluso levantar consignas como el “fuera Lukashenko”, como hace el Nuevo MAS, donde se impone preguntarse ¿para que venga quién? El Partido Obrero (oficial) nos habla de impulsar “una alternativa política propia de los trabajadores”, mientras el PTS ni siquiera hace referencia a los trabajadores, hablando simplemente de “la independencia política que logre el movimiento respecto de la oposición liberal y populista” ¿nos están hablando de una candidatura independiente en las próximas elecciones? Las discusiones de la conferencia latinoamericana del FIT-U así nos lo hacen pensar.
La crisis abierta por el fraude electoral en relación a la democracia como forma política es un punto de partida para impulsar la lucha obrera contra la restauración capitalista y sus aplicadores, cuyas diferencias en todo caso son en la velocidad de esta restauración. La dictadura de Lukashenko es represiva, encarcela a los luchadores y los reprime, ¿no pueden plantear los trabajadores de Francia y los chalecos amarillos, el movimiento negro del BLM y los obreros chilenos que la democracia burguesa hace exactamente lo mismo? El problema de la relación de las masas con la política está planteado a partir de la relación del proletariado con las palancas de la economía. No es necesario dar rodeos, el carácter histórico de la Revolución de Octubre sigue vivo. La democracia obrera es mil veces superior a las elecciones parlamentarias burguesas, y si los trabajadores, que se han convertido en eje de la situación en el país, pueden desarrollar esta experiencia, es a partir de golpear a Lukashenko y la oposición pro imperialista en la producción, con la huelga general y avanzando en el control obrero de las ramas económicas. Es claro que semejante proceso no puede detenerse en Bielorrusia, porque hasta el final la contradicción del imperialismo y la propia supervivencia de Putín pasa por el proceso de asimilación de Rusia. Por eso, es necesario que la lucha se fortalezca a partir de la intervención del proletariado ruso y de toda la región, con el apoyo decidido de la clase obrera europea y norteamericana, denunciando a viva voz el real contenido de explotación de la democracia imperialista. Es en ese sentido que el proletariado bielorruso debe pelear por su independencia, independencia de clase en tanto sujeto en el proceso histórico, no sólo levantando demandas “sociales y económicas” sino postulando su dirección política a partir de la administración de las cosas, de la que brota de verdadera democracia, la democracia proletaria. La lucha por una Federación Socialista, recuperando lo mejor de la experiencia de la URSS, como forma política de la dictadura del proletariado en su desarrollo internacional. Hasta el final, la lucha de los revolucionarios es por la regeneración de la vanguardia comunista, retomando las tareas que nos legó León Trotsky, luchando por la reconstrucción de la IV Internacional. A la luz de los complejos y riquísimos procesos que se desarrollan ante nuestros ojos es que llamamos a las corrientes que se reivindican por la dictadura del proletariado a una Conferencia Internacional para discutir los desafíos urgentes que tenemos planteados.
publicado en www.cor-digital.org (29/08/2020)
Repudiemos el chantaje de la patronal camionera, enfrentemos al Estado capitalista
La confederación nacional de transporte de carga (CNTC), qué representa a un tercio de las patronales transportistas, ha convocado a un bloqueo de la circulación de camiones, en lo que el representante del gremio empresario, Sergio Pérez, ha llamado "manifestación nacional contra la delincuencia". La exigencia central de esta acción es el llamado a la aprobación de 13 leyes represivas tales como la ley antiencapuchados, la modernización de carabineros y la PDI, el aumento de penas al robo a las forestales, control de armas, la ley Piñera sobre protección militar de “infraestructura crítica”, etc.
Este bloqueo lock out parcial a la circulación de mercancías no ha contado con la adhesión de las otras agrupaciones empresarias de camiones como ChileTransporte o la mayoritaria CNDC (confederación nacional de dueños de camiones), quienes han señalado solapadamente la injerencia política gubernamental en este movimiento, así como también prefieren optar por apuntalar la noción de unidad nacional en la recuperación económica.
Entrando en el tercer día de bloqueo el efecto ha sido limitado pero según los propios dirigentes el hecho de que el 94% del transporte de mercancías sea efectuado por camiones de carga lleva a las industrias a retener las salidas de producción en particular hacia los puertos, lo que explica el apoyo limitado del empresariado a esta medida. Lo que de todas maneras no ha impedido las voces de solidaridad de las cámaras patronales como la CPC o la CNC llamando a poner fin a "la violencia” por medio precisamente… de la violencia organizada del aparato estatal.
Esta acción está liderada por personajes como José Villagrán, presidente de la Federación Gremial de Asociaciones de Dueños de Camiones del Sur (Fedesur) que agrupa mayoritariamente a las empresas transportistas medianas de la zona sur, excandidato UDI, que llama permanentemente a “combatir el terrorismo” o vitorea todo exceso represivo de carabineros y militares contra las comunidades mapuches.
La oposición burguesa, salió a desmarcarse de la acción, arguyendo que no legislarán bajo presión. Cabe destacar el rol sistemático de los palamentarios concertacionistas en los diversos intentos de perfeccionar una y otra vez el aparato represivo del Estado, un aparato que evidencia a cada paso su descomposición e inestabilidad característica de todo Estado semicolonial en el contexto de crisis capitalista. Hasta el Partido Comunista se ha cuadrado con esta oposición exigiendo que se aplique la “ley de seguridad interior del Estado”, la misma que se utiliza para perseguir y encarcelar a los luchadores obreros y populares, para reprimir y desbloquear las rutas. He ahí el horizonte en el que se reflejan las diversas corrientes estatista, conquistar el botín del Estado para utilizar este aparato patronal y ponerlo al servicio de fracciones burguesas distintas, las que serán presentadas como constitutivas del “pueblo”.
La inacción del gobierno de dejar correr la medida, más allá que surge como maniobra de su propio seno, es sólo una evidencia más del carácter de clase de este bloqueo y del propio aparato estatal. La impopularidad de esta acción, aumentada por el potencial desabastecimiento de alimentos e insumos médicos, etc, que puede provocar, lleva a muchos sectores a significar la tradición de los empresarios camioneros que jugaron un rol abiertamente contrarrevolucionario, con financiamiento directo de la CIA, en la preparación del golpe de 1973. José Sandoval, presidente del Sindicato Profesional de Choferes de Camiones (Sitrach), se lamenta de haber tenido “un montón de dificultades con dirigentes sindicales de otras ramas de la producción porque nos confunden con golpistas. Yo les digo que no somos los dueños, somos los trabajadores”. Proclama que tienen “independencia como organización” y especifica que “Este es un paro de los empresarios y, de repente, se confunde a los choferes con los dueños de camiones, en circunstancia que no es así. Nosotros tenemos que salir a hacer la pega, nos mandan a tal parte y, si no acatamos, nos exponemos porque tenemos contrato”. Si el Sr Sandoval sale hoy a hablar de que este es un “paro empresario”, es, no sólo por la impopularidad de la medida, sino porque concentra sus afiliados en la otra Confederación patronal y se alía a esta en una acción abiertamente conciliatoria. La “confusión” es la de este dirigente sindical, que habla de “independencia” cuando actúa como furgón de cola y partícipe de estos movimientos reaccionarios. El representante patronal de la CNDC, Juan Araya, que se define “socialista”, advierte que “Si esto sigue así vamos a quedar los camioneros como golpistas, y de esos camioneros del 72 ya no queda nadie”. La recurrencia del rol reaccionario de los “camioneros” va a quedar indemne mientras los que lideren sean los mismos empresarios. El rol en la generación de valor en el traslado de las mercancías es de lo que se han valido para pesar en la arena política. Pero este valor no lo generan los empresarios, sólo lo parasitan viviendo del trabajo ajeno. Es imprescindible recuperar el sindicato de choferes de camiones para una perspectiva revolucionaria, expulsar a su burocracia histórica y neutralizar las alas propatronales fortalecidas entre los mismos trabajadores.
Este bloqueo surge luego de agudizarse las condiciones de salud y la huelga de hambre por 120 días de 8 presos políticos mapuches que no entraron en la mediación y acuerdo del Gobierno con Celestino Córdoba, ‘lonko’ a quien le permitieron realizar sus actos religiosos en su comunidad.
Las comunidades mapuches reciben continuamente el hostigamiento Estatal, de las patronales forestales y de los “colonos” de la zona”. La llamada “zona roja” es el resultado de este proceso de militarización, acaparamiento de tierras y desarrollo de la industria extractiva. Es primordial que los sindicatos forestales intervengan en apoyo a las comunidades, repelan la acción represiva del Estado, repudien las acciones coordinadas de sus propias patronales para extender las explotaciones y reprimir a la juventud explotada y oprimida. No se trata de volver la rueda de la historia a formas precapitalistas de explotación agrícola, aunque usen tractores!, se trata de atacar la anarquía capitalista preparando la destrucción del aparato burocrático militar del Estado. En un momento donde la burguesía se juega a cerrar el proceso abierto con la semiinsurrección del 18 de Octubre pasado mediante un plebiscito constituyente, en un evento “cívico” burgués para sembrar ilusiones de cambio por medio de una reforma al andamiaje de su aparato estatal, la clase obrera debe intervenir con sus propios métodos y programa, impulsando un Congreso de Delegados de base de toda la clase trabajadora que ponga como horizonte la conquista del poder obrero derrocando el poder burgués.
Libertad y desprocesamieto a todos los presos políticos
Recuperemos los sindicatos expulsando a la burocracia
Levantemos un Congreso de Delegados de Base de la Clase Trabajadora.
Por un Gobierno Obrero
A 80 años del asesinato de León Trotsky
A 80 años del asesinato de León Trotsky
El 21 de agosto de 1940, en la ciudad de México, era asesinado por un agente del stalinismo León Trotsky. Pero a pesar de este brutal atentado contra el desarrollo de la línea revolucionaria liderada por Trotsky, el imperialismo y sus agentes no han logrado deshacerse de él. Hoy, a 80 años de su muerte, cuando en el mundo se desarrolla una crisis económica de características históricas, en medio de una pandemia producto de la relación del capitalismo con la naturaleza, la burguesía sigue viéndose acechada por los fantasmas que creía ya bien muertos y enterrados. En su decadencia actual, una clase tan parasitaria como la burguesía vuelve a sentir que está en peligro. Y en cierta medida está en lo cierto, porque se ha comenzado a romper todo el andamiaje de posguerra y las instituciones y pactos con distintos Estados que sostenían su equilibrio mundial. Asistimos actualmente a una descomposición del imperialismo. Los procesos radicalizados que se dieron en EEUU después del asesinato de George Floyd por parte de la policía y que expresó una crisis política en el corazón del imperialismo, aún no se han podido resolver. Las ideas y acción revolucionarias de Trotsky siguen estando hoy vigentes como guía para los marxistas revolucionarios del siglo 21, que asumimos las tareas históricas de la lucha contra el capitalismo.
Recuperar el legado revolucionario
El legado teórico y político de Trotsky nos permite encarar estos desafíos desde una perspectiva revolucionaria. Es decir, aplicar el marxismo en tanto método de análisis de las relaciones sociales con el fin de transformarlas; o sea, en tanto guía para la acción revolucionaria.
Actualizar la teoría marxista implica avanzar en el recorrido hecho por Trotsky en cuanto a la Teoría de la Revolución Permanente. Esto es, así como él mismo decía: desarrollar el carácter de la revolución, su nexo interno y el método de la revolución internacional en general. Este último punto es el que debemos desarrollar al calor de los elementos de descomposición del capitalismo y los procesos de asimilación en los ex Estados obreros.
La idea permanentista que incorporó y desarrolló Trotsky es uno de los aportes más importantes a la teoría marxista. Ésta permite entender el desarrollo de los conceptos y sus transiciones, para el estudio científico de las leyes de la economía capitalista, sus instituciones -el sistema de Estados y las formas de Estado, como el bonapartismo-, los procesos de la lucha de clase en la relación con la revolución socialista y las etapas de la dictadura del proletariado. Esta teoría ha quedado tan olvidada, que quienes intentaron “actualizarla” lo que hicieron fue actualizar de forma reformista las tácticas para aggiornarse a la época de posguerra entre dos sistemas y así adaptarse a la conciencia vigente en ese periodo.
Trotsky tuvo que discutir, ante la traición de la III Internacional stalinizada, la recuperación del método y la mecánica del programa. Es por eso que elaboró el Programa de Transición, que, como él decía, nos deja en el umbral de la revolución. Hacía mucho hincapié en mostrar que este programa era un sistema de reivindicaciones transitorias que se proponía atacar las bases del régimen burgués. O sea, desarrollar una de las premisas estratégicas de la III Internacional en su fase revolucionaria, que era la de desorganizar a la burguesía.
Por la reconstrucción de la IV Internacional
La formación de la IV Internacional intentó crear una nueva dirección revolucionaria, con un programa de transición, que fue la expresión de las conclusiones de la Revolución rusa generalizada para todo un proceso. Planteó las tareas históricas del proletariado para destruir el sistema capitalista. Y lo expresó de esta manera: “La Cuarta internacional se puede definir en tres palabras: ¡Por la dictadura del proletariado!”
Sacar las lecciones programáticas de las distintas tendencias centristas que dirigieron la IV Internacional hasta su virtual desaparición es una tarea necesaria para recuperar el Programa de Transición de la influencia estatista, sindicalista y reformistas que llevaron a que muchas corrientes degeneraran y se adaptaran al sistema capitalista.
Reconstruir la IV internacional es intentar saldar la crisis de dirección revolucionaria y preparar la lucha por el poder, recuperar el programa de transición y desplegar la acción revolucionaria ante una crisis mundial que sigue su curso.
Continuar el desarrollo revolucionario
Los revolucionarios nos encontramos ante procesos históricos inéditos, un proceso de descomposición del imperialismo y un proceso de asimilación de los ex estados obreros. Pero tenemos herramientas teóricas y políticas legadas del marxismo. La teoría de Marx y Engels, la teoría de la revolución permanente, la teoría del imperialismo, la teoría del partido revolucionario, el programa de las internacionales en su fase revolucionaria, el programa de transición y tantas lecciones programáticas de procesos vivos de lucha de clase.
La TRCI intenta avanzar en el plano de la teoría y la práctica con la firme convicción de que debemos intervenir como una nueva generación de revolucionarios que rompa con las ideas de los centristas trotskistas de posguerra en la necesidad de regenerar al movimiento obrero y forjar una vanguardia revolucionaria que pelee por la reconstrucción de la IV Internacional, ya que opinamos que es la única forma que se puede recuperar la estrategia marxista.
Reorganizar las fuerzas del trotskismo
Ante este escenario de crisis mundial, pandemia y crisis política en las principales potencias imperialistas llamamos a reorganizar las fuerzas del trotskismo que aun sostienen la necesidad de la dictadura del proletariado. La Conferencia Latinoamericana y de EEUU, llamada por el FIT-U (Argentina) mostró un gran límite, ya que en sus resoluciones no figuran ni la perspectiva de la dictadura del proletariado, ni la pelea por la reconstrucción de la IV. La aceleración de la crisis impone el llamado a una Conferencia Internacional, pero es imperativo que retome las tareas históricas e intente abordar la crisis de dirección revolucionaria al calor de la situación mundial convulsiva.
É URGENTE ROMPER COM O IMOBILISMO DAS CENTRAIS! É NECESSÁRIO ORGANIZAR A LUTA! CONSTRUIR A GREVE GERAL!
O sistema capitalista continua agonizando. Os índices econômicos apontam para a recessão mundial, puxada por quedas históricas nos PIBs das principais economias imperialistas. As tendências abertas pela crise econômica de 2008 seguem desenvolvendo-se, ampliadas e aprofundadas pela pandemia do covid-19. A ruptura do equilíbrio capitalista e a dificuldade, e sua expansão no tempo, para restaurar esse equilíbrio, dentro de um processo maior de declínio das forças produtivas, tem exigido do imperialismo uma maior intervenção nas relações sociais de produção.
As medidas de reabertura econômica não conseguiram promover um fôlego rumo a uma recuperação das economias em meio a ameaça de novas ondas de contaminação e novas medidas de isolamento. As economias imperialistas seguem injetando crédito na forma de subsídios a governos e empresas a partir de emissões de títulos da dívida, cujo descolamento da produção torna-se cada vez maior, comprometendo gerações inteiras com políticas de austeridade fiscal e maior exploração do trabalho via reformas de flexibilização trabalhistas, cortes salariais e demissões em massa.
As crises políticas acirradas pelos efeitos da pandemia e as medidas de intervenção estatal para salvar o capital tem despertado movimentos de massa em todo o mundo. Nos EUA, os protestos radicalizados iniciados pelo assassinato de George Floyd, apesar de terem escasseado, não se encerraram, incluindo novas pautas à luta antirracista e contra a violência policial. Os protestos também ampliaram a crise política no governo Trump, abrindo um debate sobre a competência de poderes republicanos em meio a disputa presidencial atravessada pela pandemia em seu epicentro.
Os protestos em Hong Kong seguem, apesar da política repressiva da China, que também atua de forma mais agressiva nos conflitos com a Índia e na guerra comercial com os EUA por insumos e tecnologia. Na Rússia, protestos massivos no extremo oriente também abalam o governo de Putin. Na Sérvia, os protestos contra a condução do governo no controle da pandemia também geraram ações mais radicalizadas. Depois da Etiópia, protestos em Mali preocupam os demais países da região, que temem situações explosivas de massas. No Chile, a população volta a ocupar as ruas contra o sistema privado de aposentadorias e na Bolívia, os protestos também tomas as ruas contra o governo e o adiamento das eleições.
Outros processos de luta como as paralisações e manifestações internacionais dos trabalhadores de apps, dos trabalhadores da saúde, a greve dos trabalhadores da Renault contra as demissões são exemplos de uma tendência mais geral de acirramento da luta de classes, dada as proporções dos ataques, bem como dos efeitos da pandemia na classe trabalhadora. Demonstram também a necessidade de uma luta independente, com métodos próprios de nossa classe.
Se é certo que se agoniza o sistema capitalista, em seu processo histórico de decomposição, é ainda mais certo que não cairá de maduro. A restauração do equilíbrio capitalista pressupõe um avanço sobre a classe trabalhadora, ou seja, um aumento brutal da exploração do trabalho. São estas medidas que o imperialismo e os governos capachos semi coloniais desenham. Dessa forma, só a intervenção coletiva e consciente dos trabalhadores nesse processo pode decretar o fim desse sistema podre.
A atual conjuntura escancara a crise de direção revolucionária. As direções burocratizadas, movimentistas e adaptadas à democracia burguesa precisam ser superadas por uma direção revolucionária que levante o programa transicional preparando as etapas da ditadura do proletariado.
No Brasil, a crise atinge proporções de catástrofe
No Brasil, epicentro da pandemia na América Latina, a política negacionista de Bolsonaro somada ao sucateamento do sistema de saúde pelos governos anteriores são responsáveis por quase 100 mil mortes desde o início da pandemia (em números oficiais). O que no início da pandemia se configurava como uma disputa pela condução da crise entre governo federal e governos estaduais, hoje as medidas de abertura econômica são consensuais. A caracterização de que estamos no “platô” da pandemia (que já dura meses com mais de mil mortes diárias) é defendida por governos e suas secretarias de saúde para justificar a abertura das atividades econômicas. Os efeitos da pandemia tem se concentrado nas periferias das grandes capitais, matando a população trabalhadora, negra e periférica em maiores proporções. Enquanto isso, os 42 bilionários brasileiros tiveram um “acréscimo de patrimônio” de U$34 bilhões durante a pandemia.
De acordo com a CEPAL, a economia brasileira deve contrair 8%, arrastando junto com o México e o Peru, a América Latina para a maior recessão da história. O desemprego pode bater 15,3% até o final do ano e a média salarial já 6,5% menor em relação ao ano passado. O número de desempregados aumentou 26% apenas de maio a junho, totalizando 14,8 milhões de pessoas. Apenas 48% da mão de obra está ocupada. O aprofundamento do desemprego e da subocupação é acompanhada pelo avanço de políticas de destruição de direitos e flexibilização do trabalho. A pandemia tem servido para que a burguesia de conjunto, através de seus representantes no governo Bolsonaro, consiga “passar a boiada”, não apenas nos interesses do agronegócio como defende o Ministro do Meio Ambiente, mas principalmente na destuição de direitos que permitem uma maior exploração do trabalho.
Neste momento, Paulo Guedes busca a aprovação da reforma tributária, cujo projeto prevê a fusão do PIS e do Cofins num novo imposto denominado “Contribuição sobre Bens e Serviços”. A medida aumenta a carga tributária para o setor de serviços e diminui para a indústria. Além disso, pretende criar um novo imposto sobre pagamentos eletrônicos (uma espécie de nova CPMF), desonerações em folhas de pagamentos e a reformulação do imposto de renda. Ou seja, uma reforma que alivia setores empresariais e repassa o custo para os trabalhadores.
A criação de uma nova CPMF encontrou resistência no Congresso que possui um projeto de reforma na Câmara e outra no Senado. A queda de braços entre governo e congresso pela aprovação de reformas encontra seu limite na convergência sobre manutenção da governabilidade (Rodrigo Maia tem segurado todos os pedidos de impeachmente protocolados contra o Bolsonaro ) e nos ataques aos ataques aos trabalhadores e seus direitos. Maia quer priorizar a aprovação, ainda neste ano, da reforma administrativa que ataca o funcionalismo público.
O alinhamento buscado pelo governo Bolsonaro com o centrão no Congresso não se demonstrou tão consolidado. O governo teve uma derrota com a aprovação do FUNDEB permanente sem nenhuma proposta apresentada pelo governo aprovada. O recuo nas últimas semanas de Bolsonaro demonstra a fragilidade de sua base de apoio. A queda de braços com o STF, apesar de mais recuada também, permanece. O STF determinou o bloqueio de contas em redes sociais de apoiadores de Bolsonaro como parte do inquérito sobre as fake news. A acusação, também proveniente do STF, de que o exército brasileiro se associou a um “genocídio” – em referência a atuação do Ministério da Saúde, nas mãos do General Pazuello de forma interina desde maio, no combate a pandemia – criou um mal estar nas Forças Armadas como uma das bases do governo Bolsonaro. É evidente que o governo busca realinhar sua base de apoio, agora com maior foco na agenda econômica de Guedes, como forma de compensar setores da burguesia pela crise econômica.
Dia Nacional de Lutas sem luta organizada
Apesar de toda a crise ser descarregada na classe trabalhadora, seja pelas mais de mil mortes diárias, aumento brutal do desemprego, flexibilização do trabalho entre outras perdas de direitos, as direções permanecem aplicando a desmobilização como se fosse uma forma de “salvar vidas”. Pegaram para si a política do estado burguês de isolamento social, ainda que os estados brasileiros já estejam defendendo a reabertura econômica possibilitada pela administração dos leitos de hospitais operando no limite, e a aplicaram ao conjunto da classe trabalhadora, colaborando com o governo e largando os trabalhadores a própria sorte. A política cínica de “defesa da vida” não considera que a maioria das categorias seguem trabalhando sem nenhuma condição de segurança sanitária garantida.
Em meio a mobilizações isoladas como a dos trabalhadores de apps, a greve dos trabalhadores da Renault contra as demissões massivas, os 2.700 demitidos da Latam, a luta contra a redução salarial dos metroviários de São Paulo, e a mobilização dos professores em todo o Brasil contra o retorno às aulas presenciais sem segurança sanitária, as centrais seguem sem um plano de lutas unificado e de enfrentamento às medidas do governo, contra as demissões e o aumento da exploração dos patrões. O fato é que a burocracia sindical tem cumprido um papel auxiliar dos governos, controlando os trabalhadores e apostando em saídas parlamentares, totalmente adaptadas às instituições da democracia burguesa. E, neste momento, voltam-se seus esforços e aparatos para as eleições municipais.
O segundo Dia Nacional de Lutas convocado pelas centrais carrega essa caracterização. Convocam, mas não mobilizam. Muito menos apresentam uma política independente para os trabalhadores que permita a unificação das lutas em curso e tantas outras necessárias para o período. Para esse dia 07 de agosto, levantam a bandeira do “Fora Bolsonaro” e organizam paralisações de 100 minutos nos locais de trabalho (em homenagem aos 100 mil mortos), além de cruzes brancas, carros de som, carreatas, panos pretos nas janelas e, claro, um “tuitaço”. Sem mobilizações, sem greve.
É urgente romper com o imobilismo das centrais! É preciso levantar a necessidade de construção da greve geral em cada sindicato e, para isso, precisamos combater o inimigo em nossas próprias fileiras. A burocracia sindical, aparatista e colaboracionista, precisa ser varrida das nossas organizações. É preciso, portanto, dar uma batalha pela abertura de nossos sindicatos, e internamente, enfrentar não só a burocracia traidora, mas também o centrismo adaptado com um programa operário para a saída da crise com as tarefas transicionais.
Nós trabalhadores, podemos e devemos organizar as tarefas para o enfrentamento da crise pandêmica e econômica com total independência e com os nossos próprios métodos. A batalha pela total independência dos sindicatos só pode ser realizada, de fato, por uma direção revolucionária. Se faz urgente a luta pelo Partido Revolucionário, seção da IV Internacional, que assuma as tarefas da transição socialista sob a ditadura do proletariado.
Libertad y desprocesamiento de los presos políticos
Los presos políticos mapuches comenzaron una huelga de hambre seca exigiendo su inmediata liberación o la prisión circunscrita al seno de sus comunidades.
El sábado 2 de agosto una turba de lúmpenes de civil y sectores que son base de apoyo tanto del gobierno nacional, como de los elementos más reaccionarios de la región de la Araucanía nucleado en el APRA (irónicamente el acrónimo de asociación por la “paz y la reconciliación” en la Araucanía), se organizaron para desmantelar las tomas de los municipios en las comunas de Victoria, Ercilla y Curacautín. Vitorearon consignas contra el pueblo mapuche así como festejaron la llegada de carabineros quienes, protegiéndolos, les indujo a la entrada en dichos inmuebles estatales provocando destrozos, incendios y golpizas contra los manifestantes que allí estaban en solidaridad con los presos políticos. Esta acción fue saludada hasta por empresarios como Luksic, además de las cámaras y gremios patronales de la región, pidiendo mayor intervención represiva del Estado e incluso presentando recursos de amparo para resguardar…la propiedad privada.
Desde entonces se han sucedido en distintas ciudades del país manifestaciones de apoyo a la libertad de los presos así como también al repudio de esos actos instigados directamente por la presencia del nuevo ministro del interior Víctor Pérez, un reconocido funcionario del pinochetismo. Dichas manifestaciones han sido contraatacadas por las fuerzas represivas arrestando a decenas de jóvenes, mujeres, trabajadores y pobladores así como procesando y haciendo montajes llenando las cárceles con más presos políticos. Esto sucede a pocos días de que el gobierno de Piñera les diera la libertad a dos genocidas de Punta Peuco quienes no sumaban ni siquiera 3 años en esta cárcel vip.
Esta represión sistemática de parte del Estado, e independiente del gobierno de turno, es la que se ha profundizado desde el pasado 18 de octubre donde cientos de miles irrumpieron en las calles para enfrentarse con las fuerzas represivas y las consecuencias de la crisis abierta por el régimen capitalista, profundizada por la crisis económica y la pandemia, derivando en el actual espiral de crisis social.
La represión sistemática del Estado es la del aparato burocrático militar al servicio de una clase social contra el conjunto de los explotados y oprimidos. La represión histórica y sistemática sobre el llamado pueblo mapuche, es tan real como la integración del mismo al desarrollo de las fuerzas productivas, que bajo las formas de la explotación capitalista de los recursos naturales, y la dominación imperialista del Estado semicolonial, han reconfigurado las relaciones de propiedad y la estratificación de las clases sociales, un subproducto del desarrollo desigual y combinado. Diversos gobiernos como el de la concertación han ensayado fórmulas para integrar a las comunidades mapuches al Estado mediante organismos como la CONADI donde el reparto de beneficios, prebendas e incluso tierras, propició esta diferenciación social al interior de las comunidades. El desarrollo de la producción forestal en la zona, la integración de los trabajadores mapuche a la organización de la producción les otorga hoy un rol preponderante en la lucha contra el Estado, la explotación capitalista y la pelea por la planificación del uso de la tierra. Es por ello que la pelea por el control obrero de la industria forestal se vuelve vital para dar una solución estructural a la explotación de los recursos, el impulso de la revolución agraria y la pelea por la destrucción del aparato burocrático militar.
Hay quienes pretenden levantar la necesidad de integrar a las comunidades mapuches al Estado burgués mediante el futuro proceso constituyente con la sola declaración del carácter plurinacional del actual Estado, obviando con ello que la esencia del Estado no es la de la opresión de razas y o nacionalidades, sino la de la dictadura del capital. Baste con presenciar la reciente experiencia del el gobierno de Evo Morales en Bolivia que pese a declarar al estado como “plurinacional”, la opresión y miseria de obreros y campesinos no sólo no cesó, sino que por el contrario se mantuvo y se profundizó, y actualmente se agudiza de la mano de un cambio en las formas del régimen. Es por ello que las organizaciones obreras tienen un rol fundamental a la hora de luchar por la autonomía de las comunidades mapuches en el proceso de lucha por la toma del poder de la clase obrera, por el derrocamiento de la burguesía y la expropiación de los expropiadores.
Es necesario levantar comisiones de autodefensa ligadas a los sindicatos para enfrentar la represión, es necesario redoblar los esfuerzos para pelear por la libertad y el desprocesamiento de todos los presos políticos.
EL SISTEMA DE AFP, EN EL FUEGO DE LAS BARRICADAS
El miércoles 15 de julio se dio luz verdeen el congreso al proyecto que permitiría el retiro de hasta un 10% de los fondos acumulados en las AFP.
Pese a las tratativas del gobierno de impedir la aprobación, intentando alinear a los partidos del oficialismo, el resultado fue que terminaron escindidos los partidos de la colisión oficialista con acusaciones cruzadas distorsiones y traiciones. Parte de estas tratativas fue la propuesta maquillada del plan para la “clase media” consistente en créditos blandos, subsidios de arriendo y un último bono de última hora de $ 500.000.- al que sólo podía acceder un sector de trabajadores que demostrara fehacientemente que había perdido con la crisis, lo que era inaceptable como “moneda de cambio” para “aproximar” a los sectores “centro” de los partidos políticos burgueses, como los de la vieja concertación, quienes se mantuvieron alineados en el apoyo al proyecto.
Esta segunda votación fue esperada con expectación por amplios sectores del pueblo trabajador quienes veían en las gestiones del gobierno la confabulación política para, una vez más, dejar intangible aquello que prometieron que era un sistema de ahorro por capitalización individual, y que prometía otorgar jubilaciones iguales e incluso superiores al salario el trabajador en actividad. La lucha contra el sistema de AFP, que ya lleva una larga data a través de masivas acciones y movilizaciones, tuvo un correlato el martes 14 a la noche, en la víspera de la sesión parlamentaria, qué llevó a cientos de miles en medio de la cuarentena y el toque de queda, a salir a manifestar con los métodos de la barricadas, el enfrentamiento a carabineros, el incendio de algunos buses, saqueos en supermercados y el ataque a dos comisarías. El mismo miércoles de la votación los trabajadores portuarios paralizaron los puertos desde las 13 horas. Métodos iniciados con la semi insurrección espontánea del 18 de octubre pasado y continuados con miles de luchas callejeras y paros nacionales. Esta fue una importante demostración de fuerzas ya que si bien, producto de la pandemia y la crisis social generada por el capitalismo, hubo un importante repliegue de las amplias masas y sectores en lucha, a lo que hay que sumarle el feroz ataque descargado por las patronales a través de cientos de miles de despidos y de suspensiones que incrementaron exponencialmente la carestía de la vida y la miseria de la población. La expectación general de los trabajadores y el pueblo ante la votación era tal que, en el caso de que ésta no se hubiera aprobado, la predisposición a un nuevo episodio semi-insurreccional se hacía sentir en el aire.
El gobierno, a cargo de los recursos técnicos del aparato reaccionario del Estado, quien cuantifica las acciones y lugares de protesta, efectivamente conocía de esta situación potencial, por lo que había convocado al acuartelamiento de militares y carabineros para realizar un importante despliegue represivo. Es por ello que los mismos partidos burgueses que históricamente han defendido y fortalecido el sistema de pensiones AFP se vieron obligados a posicionarse, ante la nula respuesta de un aparato de estado que se distancia cada vez más de las grandes masas en los principales problemas cruciales de un sistema en descomposición. Esto expone que pese a los grandes golpes recibidos por los trabajadores y el pueblo en este periodo, pese a la represión desatada con miles de luchadores detenidos y procesados, los cientos de heridos, mutilados y asesinados, pese al despliegue del aparato represivo contundente en todo el territorio para sostener las farsas de la cuarentenas, las masas no han sufrió derrotas de envergadura por lo que la situación abierta con el 18 de Octubre se mantiene aún latente. Por supuesto esto no significa que las características espontáneas o de los episodios semi-insurreccionales de la población pueden hacer avanzar por sí misma la lucha de los trabajadores y el pueblo. Para ello es necesario que todos los ataques patronales al empleo, los salarios, las condiciones de vida, etc sean respondidos en luchas de resistencia, que fortalezcan las organizaciones obreras y los sindicatos en particular discutiendo al mismo tiempo una salida obrera independiente a la crisis social generada por el mismo capitalismo.
Ya en la víspera de la votación el gran empresariado, a través de todas sus cámaras patronales SOFOFA, CPC, CNC, SNA, etcétera, salió a declarar que la aprobación de este proyecto iba a significar un golpe al ahorro nacional que finalmente se traduciría en menos empleos, en menos salarios pensiones más bajas y un mayor endeudamiento del Estado nacional. Una declaración majestuosa de cómo opera la burguesía para descargar los costos de cualquier crisis sobre la espalda de los trabajadores y el pueblo. Aún quedan pendientes trámites en el Senado, en comisiones, y quizás en el mismo tribunal constitucional, qué pueden hacer que el proyecto se caiga. Eso puede significar nuevo hitos de lucha y movilización de la población y un mayor debilitamiento del gobierno de Piñera y una profundización de la crisis política del Estado. Esto sin mencionar que aún no habla la bolsa de valores ya que las AFP’s, al tener que liquidar el 10% de acciones en el mercado, pueden ocasionar un desplome de esos fondos acumulados profundizando aún más la crisis del sistema de pensiones.
La crisis que arrastran las AFP como sistema de pensiones en Chile es la mentira de la capitalización individual y la materialización de pensiones de indigencia. Y esta es una característica propia de la sociedad capitalista que no está dispuesta a hacerse cargo de la manutención de los trabajadores retirados y por el contrario prefiere disminuir al mínimo su tiempo de existencia, igual que con una máquina que perdió su vida útil.
Esto es así si uno mira los distintos sistemas de previsión social en cualquier país. Algo que ha llamado ante la crisis a las principales burguesías del mundo atacar los sistemas de jubilaciones y pensiones, a aumentar el tiempo de utilización de la mano de obra con el aumento de la edad jubilatoria, cómo lo han militado desde distintos organismos como el FM y el banco mundial. Baste señalar que las políticas de ajuste se han expresado hasta en países imperialistas como Francia que intentó desarmar su sistema de pensiones basado en las concesiones del “Estado de bienestar” (sistema que fue parte de la restauración del equilibrio capitalista entre las clases pos segunda Guerra mundial) Intento del gobierno de Macrón que fue enfrentado con una seguidilla de huelga generales de la clase obrera francesa a fines del año pasado que demostraron la predisposición de los trabajadores a derrotar estas políticas de miseria.
Lo mismo podemos ver en el país es con similares características estructurales a Chile, como en Latinoamérica, dónde el ataque a los diversos sistema de pensiones, unos con modalidades parecidas al chileno y otros con el tan aclamado sistema de reparto, evidencian el mismo resultado: pensiones miserables, ataques a las condiciones de vida de los trabajadores y la lucha de resistencia ante los intentos de ajuste de los distintos gobiernos como en Argentina o en Brasil.
El sistema de capitalización individual de las AFP's no es otra cosa que la expropiación de una fracción del salario por el capital, utilizado en este caso como fondo de financiamiento de las empresas y hasta mecanismo de especulación financiera y bursátil. La lucha desarrollada por la población para recuperar esos fondos ha coincidido con un agravamiento en las condiciones de la carestía de vida a la cual las miserias del Estado semicolonial no puede y no podrá dar respuesta dado su carácter burgués. Aquellos que levantan la necesidad de un sistema de reparto apuntan en su mayoría a una redistribución de los recursos miserables que deja una pequeña alicuota de la plusvalía (de la explotación) para destinarlo a jubilaciones y pensiones. Incluso los distintos ensayos para un sistema de reparto levantados por distintos grupos reformistas plantean aumentar la proporción de quita del salario para financiar este nuevo sistema "solidario". Hay quiénes desde la izquierda revolucionaria llegan a hablar del control democrático de los fondos y hasta incluso del derecho de la “clase trabajadora y los sectores populares para decidir en qué invertir” (PTR), reproduciendo la lógica de capitalización individual, pero en este caso con administración colectiva. Lo que no dicen ni uno ni otro es que mientras el Estado esté en manos de la clase patronal, cualquier sistema de pensiones será un sistema de hambre y miseria. Las lógicas estatistas se ahogan en la presión a la oposición burguesa y no dan paso al debate de la necesidad de la intervención independiente de la clase obrera para luchar contra la carestía de la vida, la desocupación y por pensiones acordes a la canasta familiar del trabajador retirado. El control obrero de los bancos y del sistema financiero de conjunto debe dar paso a la expropiación de los bancos en la perspectiva del poder obrero. Un sistema único de inversión y de crédito sólo puede ser beneficioso si el poder está en las manos de la clase trabajadora, perspectiva que aún se debe desarrollar en la vanguardia y extender al interior de las grandes masas obreras.
De la crisis social y la decadencia estatal
El desarrollo de la crisis capitalista en curso que se vio acelerada por la pandemia viene mostrando toda la crudeza de un sistema decadente. La respuesta de los gobiernos y la patronales ante a pandemia ha consistido en ataques en toda la línea contra las condiciones de trabajo y vida del pueblo trabajador, lo que se ha traducido en despidos, suspensiones, rebaja salariales, superexplotación laboral, negligencia patronal en las medidas de seguridad y salud, etc. Ejemplos de esto último se dan por montones. En la minería se han registrado una cantidad enorme de contagios que se cuentan por miles, ya hay al menos 7 trabajadores fallecidos por COVID19 ligados a Codelco, sin contar los contagios y muertes de las empresas contratistas, situación de irresponsabilidades y negligencias que vienen siendo denunciadas por los sindicatos mineros desde inicios de la pandemia. Esta situación se extiende a toda la industria, y de forma cruda se ha hecho pública la situación en Fruna donde se registran las muertes de al menos 7 trabajadores y 2 más en estado de gravedad producidos por la COVID 19, además de los contagiados, lo que suma al extenso prontuario de estos patrones lúmpenes, acostumbrados al hostigamiento a sus trabajadores, llegando a obligar a las madres trabajadoras a dejar a sus niños en guarderías clandestinas, por no contar con salas cunas propias y medidas de aislamiento periódico.
Como hemos visto la pandemia ha sido aprovechada por los empresarios para descargar fuertemente la crisis sobre los trabajadores, llevando la cesantía prácticamente al 25%. A este porcentaje hay que sumarle otra cantidad similar que han sido enviados a casa ya sea por suspensiones (ley de protección del empleo), por licencias médicas o por pertenecer al grupo de riesgo. Estos trabajadores manifiestan que un tercio recibe un poco más de la mitad de su remuneración anterior, otro tercio la mitad y el resto menos de la mitad. Además de esto el 28% de los trabajadores que se mantienen en actividad manifiestan haber tenido reducciones de sus remuneraciones. Es decir, se ha provocado una reducción compulsiva de los salarios que es una de las formas en las que la burguesía abaratara el precio de la fuerza de trabajo, a la espera de que una reactivación económica se realice de la mano de un marea humana de mano de obra barata que afluirá en busca de sustento.
Ante esto ya los empresarios se encuentran haciendo gestiones para que sus representantes en el gobierno y el parlamento, ajusten la segunda etapa del plan de salvataje capitalista (depreciación, subsidios al salario, plan de infraestructura, rebaja de impuestos, etc). La primera etapa celebrada muy escuetamente por los partidos tradicionales del régimen (UDI, RN, PPD, PR, PS), y secundada críticamente por sus cohortes menores (FA, PC), consiste en la política de la contención social con el IFE 2.0 y el maquillaje a la ley de protección del empleo (de la UDI y el PC), para que, luego de una evidente desastrosa política sanitaria, no volviera a reaparecer el fantasma del 18 de Octubre con manifestaciones de descontento.
El enfado de la mal llamada “clase media” con una política de asistencia basada en el crédito para capear la crisis, se tradujo en la trifulca en el parlamento por el retiro del 10% de los fondos de pensión, que terminó por debilitar al gobierno de Piñera dado que su propio sector se reubicó para intentar capitalizar el sentimiento generalizado de repudio hacia las AFP, como sistema de expropiación del salario y de pensiones miserables. Es altamente probable que esta puesta en escena de parte de los “honorables” no vaya más allá de una maniobra que, junto a las resoluciones de la Corte Suprema, vuelvan a reinstalar la intangibilidad de esa fracción del salario apropiada por los capitalistas y destinada a la capitalización de empresas y la timba financiera.
Estas recetas miserables son las que baraja la burguesía y la oposición “estatista” para capear el temporal y guarecer al capital del descontento mediante fórmulas redistribucionistas.
Completar el programa y ponerlo en marcha
Esta situación no puede ser resuelta por políticas estatales dado el carácter burgués del aparato estatal. Es necesario abrir al interior de la clase obrera el debate de como enfrentamos estos ataques y organizamos una respuesta obrera independiente. Por esto se hace urgente en el próximo periodo organizar a los batallones centrales del movimiento obrero. Es necesario que la nueva generación que se expresó en las calles, en las escuelas, en las poblaciones el 18 de Octubre y que impulsó al proletariado de conjunto a poner en jaque al gobierno con una contundente huelga general del 12 de noviembre, tenga su correlato organizativo al interior de los sectores más concentrados de la clase trabajadora, los que han mantenido el motor del sistema económico funcionando, en la misma producción que es donde reside el poder capitalista. Es necesario la recuperación de los sindicatos de manos de los burócratas y dirigentes rutinarios, impulsando a los trabajadores más decididos a sus directivas, levantando comisiones y cuerpos de delegados, es necesario impulsar la creación de sindicatos donde no los haya así como la unificación de aquellos escindidos por traiciones o intereses personales.
Se hace imperioso llevar la discusión al terreno de la producción, donde nuestra clase es fuerte, y donde de verdad se atacan las leyes del capital. Cobra vigencia la lucha por un sistema de reivindicaciones transitoria, por un programa que ayude a los trabajadores a “superar las ideas, métodos y formas heredadas y para adaptarse a las exigencias de la situación objetiva”[1].
Respecto a esto se debe abrir al interior de la clase obrera el debate programático de como enfrentamos los ataques y organizamos la respuesta obrera, por lo que se hace urgente que en al interior de los sindicatos, se discuta en torno a los protocolos de seguridad, como respondemos a los ataques al salario, los despidos, y la cesantía, porque no podemos esperar migajas del estado burgués y su asistencialismo, porque está demostrado que el estado burgués sólo protege a los capitalistas.
Hay que impulsar en cada lugar de trabajo asambleas para discutir y votar medidas en torno a los protocolos de seguridad, enfrentado la negligencia patronal.
Los sindicatos tienen que levantar la necesidad de la incorporación masiva de todos los trabajadores al aparato productivo, imponiendo la escala móvil de horas de trabajo. Se pueden realizar acuerdos de solidaridad y cooperación mutua entre los sindicatos y las organizaciones que agrupen a los trabajadores cesantes para repartir el trabajo disponible, fijar la duración de la semana laboral y el garantizar el mínimo salarial que no debe ser inferior al costo de la canasta familiar, y a partir de allí la escala móvil del salario acorde al costo de vida. También pelear por levantar un plan de obras públicas tales como la construcción escuelas, hospitales, viviendas, hacer concreto el derecho al trabajo, la educación, la salud, la vivienda.
Estas medidas no pueden estar desligadas de la organización de los trabajadores de la producción, por el contrario, ellos deben ser los principales impulsores, ya que será necesario imponerlas estableciendo medidas de control obrero, como plan preparatorio, ya que todo deben controlarlo los obreros. En el fondo, el control obrero no es una medida democrática sino más bien se trata de “la injerencia del Estado obrero en la sociedad capitalista”, que desafía la dictadura del capital y sus leyes. “En este sentido, el control obrero,…, no se plantea como una salida eventual anticrisis y democrática sino como ataque a la desorganización económica de la burguesía”[2].
Dicho control nos permite al interior de las empresas mediante la lucha imponer la apertura de los libros de contabilidad para verificar los reales costos y las horas necesarias de producción, etc. Debemos discutir al interior de los sindicatos para que la clase obrera pese en la situación política nacional como el único sujeto capaz de darle una salida progresiva a la crisis, miseria y carestía acaudillando a la nación oprimida. Se abre una oportunidad para impulsar en los sindicatos de las cadenas de circulación de mercancías establecer comités de control de precios que determinen costo de la canasta familiar ligados al control obrero, estableciendo canastas regionales y nacionales según el valor de las mercancías, para que no sean los tecnócratas del INE el que lo haga porque son parte del estado burgués, en esto por supuesto los sindicatos pueden establecer convenios con especialistas que apoyen estas medida
En el sector salud ante su colapso se debe establecer el aumento de presupuesto en salud, por aumento de salarios, pase a planta del personal tercerizado y a honorarios, implementos de seguridad, luchando por recuperar los sindicatos de salud y ampliar las funciones de los sindicatos y que dirijan el sistema de salud en su conjunto.
Pero esto sólo se podrá llevar a acabo derrotando a la burocracia sindical que en medio de esta crisis ha mostrado su carácter pérfido mostrando su compromiso con el estado y las patronales. Se hace necesario reagrupar a los sectores activistas sindicales para enfrentar los desafíos que tenemos por delante impulsando un Congreso Obrero de delegados de base, para discutir las medidas necesarias para enfrentar los ataques de la patronal y su Estado.
Huelgas que se vienen desarrollando en el norte del país como las de Ariztía y Unimarc, si bien dentro de procesos de negociación colectiva reglada, ambos “holdings” empresariales, uno de la alimentación y otro de la distribución de mercancías, pueden estar mostrando la predisposición de resistir los embates patronales de parte de la clase trabajadora. Luchas como éstas abren la posibilidad de discutir y poner a prueba el programa de los revolucionarios, peleando por la unificación de estos sectores con los trabajadores de la misma rama, paralizando la producción y distribución, ejerciendo el poder obrero.
De lo que se trata es librar a la clase obrera de la ruina y la desmoralización que le impone el capitalismo, y que solo la clase obrera organizada puede darle una salida progresiva, sólo la clase obrera puede salvarse ella y al pueblo. No será con medidas corte redistribucionista, tampoco lo hará el limitado reparto de alimentos a través de ollas comunes, más allá del impulso a toda acción de solidaridad entre los trabajadores y el pueblo, no puede reducirse el accionar de la vanguardia a recetas de mendicidad paraestatal, para embellecerlas como atisbo de organización obrera independiente. Este despliegue militante se torna infructuoso a la hora de contrarrestar los ataques patronales, porque de lo que se trata es de atacar a la patronal donde esta extrae la plusvalía y donde esta se concentra. La clase obrera debe a apuntar a derrocar el capitalismo y el estado burgués, no ha administrar sus miserias, es parte de sus tareas preparatorias e históricas.
“Las medidas transicionales aun operan formalmente en el marco del régimen burgués. Pero en realidad, son ya intervenciones del poder estatal proletario que limita de manera consciente y despiadada el derecho de los capitalistas a disponer de sus bienes y el afán de lucro capitalista”[3]
En la importancia del programa radica la importancia del partido. Se debe desarrollar una vanguardia a la interior de la clase obrera que, con una perspectiva internacionalista, forje los cuadros revolucionarios que impulsarán la reconstrucción del Partido mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional. La convocatoria a una Conferencia Internacional de todos los grupos que levantan la pelea por la dictadura del proletariado, puede ser un gran paso adelante.
[1] Un resumen sobre las reivindicaciones transitorias. León Trotsky. Marzo 1938.
[2] Sobre la Mecánica del Programa de Transición. Perspectiva Marxista N#1, Revista Internacional COR Argentina.
[3] Cuarto Congreso de la IC, 1922