El pasado 25 de octubre se realizó el plebiscito, elección en la que se consultaba sobre la opción de aceptar o rechazar avanzar hacia un nuevo texto constitucional y adicionalmente, en caso de ser aceptado, si el organismo redactor de la nueva constitución iba a estar integrado en un 50% por actuales parlamentarios en ejercicio o por la totalidad de ellos mediante la opción convención constitucional. El resultado de estas fue un abrumador triunfo para la opción “apruebo” con un 78% de los votos y , con un porcentaje similar, que el mecanismo redactor de la nueva constitución sea con constituyentes 100% electos.

Si bien la abstención al proceso fue un poco menor que en otras elecciones, llegando al 50% del total de inscriptos, se puede indicar que existió un mayor grado de participación tanto en las poblaciones como en particular de amplios sectores de la juventud que, teniendo en cuenta el contexto la pandemia, no dejó de ser expresión de que un amplio sector de trabajadores de la juventud y la pequeña burguesía se volcaron ampliamente por este plebiscito y el cambio constitucional como una salida a la crisis que evidenció el proceso iniciado por la semi-insurrección del 18 de octubre del año pasado.

Tanto desde el gobierno como desde la oposición coincidieron en la retórica de plantear que todo el problema se reducía a la existencia de una “constitución que nos divide” y en la necesidad de avanzar hacia “una constitución que nos una” en clara referencia al intento de fraguar un pacto social que dé por cerrada la crisis que abriera la lucha de clases. Es así que dirigentes políticos, autoridades, periodistas “progresistas” y demás desfilaron durante todo el día de la elección hablando de que ésta era una “fiesta de la democracia” llamando a participar activamente de la misma. Amplios sectores de la población luego de cerrado los comicios salieron a festejar el resultado en plazas y calles públicas situación que pretendió ser leída por el gobierno como una “gesta cívica de unidad nacional”.

Es efectivo que las fuerzas más reaccionarias como el partido pinochetista UDI o los grupos fascistoides que fueron los que llamaron a votar el “rechazo” salieron más debilitados de lo que pensaban, generando una crisis interna en la coalición gobernante. Este voto también manifestó aquello que muchos sectores replicaron de que “no eran 30 años sino tres comunas” en relación a que en los únicos lugares donde el “rechazo” fue mayoritario fue en las comunas donde viven los sectores más privilegiados de la burguesía y la alta pequeña burguesía.

Sin embargo lo anterior, se equivocan quienes pretenden ver una expresión de clase en un voto tan amplio y difuso como el del apruebo a un cambio constitucional, tanto por el diverso contenido político de quienes lo impulsaban, entre ellos la misma oposición burguesa de la vieja concertación e incluido un sector importante del propio gobierno de Piñera y de "Chile Vamos", como el carácter heterogéneo de los distintos sectores de clases y estratos de clase participantes del proceso. Y es que en toda elección burguesa no puede expresarse más que de forma distorsionada la lucha de clases, más aún cuando el mecanismo plebiscitario está contemplado en el mismo sistema de dominación política de la burguesía, que si bien es utilizado por lo general en momentos de crisis del Estado, no deja de ser una expresión de un mecanismo utilizado por los explotadores para maquillar la dictadura del capital.

Tampoco se trató como otros señalaron de una suerte de "voto popular" o dónde se habría expresado el pueblo entendiendo por éste a un todo homogéneo. Volvemos a hacer nuestras las palabras de Lenin a este respecto para evidenciar la necesidad de luchar contra “la ilusión pequeñoburguesa de que el pueblo es un todo único y de que la voluntad popular pueda ser expresada en algo que no sea la lucha de clases”, por lo que un sufragio de esta característica puede expresarla sólo de forma distorsionada.

Es sintomático eso si qué la opción por candidatos constitucionales 100% elegidos expresan una alta desconfianza a todos los representantes políticos burgueses y pequeños burgueses evidenciando una vez más la separación entre el aparato de estado y las grandes masas. Y al mismo tiempo, el proceso de elección de constituyente será el telón de fondo de la disputa por el botín del Estado en los cargos municipales de las elecciones de abril donde primarán las diversas componendas y alianzas de las coaliciones políticas atravesadas por la crisis del semiestado burgués.

La esencia de la democracia de los ricos se basa en la exclusión de los explotados, de las grandes mayorías obreras populares, del ejercicio del poder político dándole un carácter de clase. Por más que las alas izquierdas de la democracia semicolonial pretendan reforzar el proceso constitucional con cabildos locales, asambleas populares o encuentros organizacionales, orientados de este modo no serán más que otras formas de legitimar al aparato de Estado, una máquina a la cual hay que destruir y no hacer esfuerzos por reformar. Sólo el norte de la revolución, de la toma del poder político por la clase obrera, puede abrir las puertas del ejercicio del poder a las grandes masas incorporándolas en el manejo de su destino.

La semana previa al plebiscito se cumplió un año de la semi-insurrección espontánea que comenzara la juventud aquel 18 de octubre. Este aniversario repitió de forma fidedigna todo la indignación y explosividad combativa de los sectores en lucha; se sucedieron las manifestaciones en todas las regiones del país, el enfrentamiento a la represión, los ataques a la institucionalidad reaccionaria, barricadas en las ciudades y poblaciones etc. Fue la descarga de energía acumulada en las masas contenida en tiempos de pandemia y de crisis social, una evidente muestra de qué las masas, pese a los distintos momentos de flujo de reflujos de sus luchas, de la represión persistente, de los ataques constantes de la burguesía descargando la crisis, o de los desvíos de la coyuntura política, no han sido derrotada y, por el contrario, todos los fundamentos que ocasionaron la crisis siguen vigentes. Y esto es así porque pese a las formas nacionales de las luchas y las particularidades el llamado Chile “modelo” para el imperialismo, modelo de país semicolonial, los fundamentos de la situación objetiva hayan su fuente en la crisis del capitalismo internacional que descompone a los sistemas de Estado, a sus bases económicas y acelera las contradicciones entre las clases, cómo lo dejan en evidencia los procesos abiertos en distintos países de la región como en Colombia, Ecuador, Bolivia etcétera.

La burguesía pretende que el plebiscito y la comisión constitucional sea el punto final del proceso abierto el 18 de octubre. Sin embargo es difícil decirle a toda una generación que los muertos, los mutilados, los presos políticos, justifican el tránsito de los escudos y las piedras de “las primeras líneas y las brigadas” en las luchas callejeras al lápiz azul de la normalidad democrática, de la naturalización de un régimen en descomposición.

Es necesario que los trabajadores y la juventud fortalezcan el próximo período la organización obrera y de la juventud. Se dirijan a fortalecer cada una de las luchas que se han venido dando, aunque de forma aislada pero si persistente, a esos millones de trabajadores productores de la riqueza social, recuperando sus sindicatos, promoviendo a nuevos dirigentes decididos a las directivas, unificando a los mismos por rama productiva, impulsando todas formas de control obrero, levantando la necesidad de una sola central de trabajadores con presencia fundamental de trabajadores mineros e industriales. En esta perspectiva es necesario pelear por un programa revolucionario que levante la independencia política de los trabajadores, e impulsar un congreso de delegados de base de todo el movimiento obrero para votar un plan de lucha para imponerlo. La batalla estará en dotar de conciencia y de organización a nuestra clase y no en ponerla a la rastra de las diversas expresiones del régimen burgués.

Para ello es fundamental luchar por forjar un partido revolucionario como “la dirección consiente del proceso inconsciente de la historia”, parte de la pelea por reconstruir la cuarta internacional, el partido mundial de la revolución socialista.

 

*(en la foto Fabiola Campillay y Gustavo Gatica, víctimas de la represión policial)

 

  La disputa por el territorio de Nagorno Karabaj, o Alto Karabaj, entre Azerbaiyán y los independentistas armenios que controlan la zona ha desatado un enfrentamiento bélico que se ha llevado puestas 2 treguas desde su inicio el 27 de septiembre.
  Los actuales territorios de Armenia, Azerbaiyán y Georgia, en el Cáucaso meridional, eran parte del imperio zarista y tras la revolución de Octubre fueron incorporados a la URSS. El territorio de Nagorno Karabaj mantuvo un estatus especial dentro de la federación soviética, como territorio autónomo de mayoría armenia integrado al territorio de la República Soviética de Azerbaiyán. La descomposición de la URSS llevó a que se desatara un enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán a partir de 1988, y tras la caída de la misma, comenzó una sangrienta guerra que, a partir de la intervención de Rusia y el imperialismo, llegaría a un alto el fuego precario en 1994. Azerbaiyán es una potencia petrolera y de la extracción del gas, ligada a Turquía por el idioma y la historia. Armenia es un pequeño país montañoso de un poco más de 3 millones de habitantes, cuya industrialización avanzó con su integración a la URSS y luego retrocedió abruptamente con su caída, y recibe cuantiosas remesas de la llamada diáspora, unos 10 millones de armenios que viven fuera de esta república, luego de ser expulsados de Anatolia oriental por el imperio Otomano durante la 1º Guerra Mundial, a través del genocidio de más de un millón de personas.

Las bases sociales del desorden

  Lo que caracteriza el actual período histórico es, por un lado, un tortuoso proceso de asimilación de los ex-Estados obreros al sistema capitalista y, por el otro, el avance de la descomposición imperialista que a la vez determina las dificultades para completar esa asimilación. En la coyuntura, esto se ve exacerbado por la desorientación del imperialismo yanqui, que no ha tenido ninguna política coherente en la región y está más bien sumido en su propia crisis económica y social interna y en la disputa electoral. Por su parte, la UE, que era la estructura supra estatal que supuestamente estaba destinada a organizar la asimilación de los ex Estados obreros de Europa oriental, está, en cambio, sumida en la negociación de la salida de uno de sus principales socios con el Brexit. Y ha quedado paralizada en su política para su frontera sur-oriental, por posturas divididas en cuanto a su relación con Turquía, cuya burguesía definió dejar de pelear por el ingreso al bloque europeo (lo que llevó a un intento de golpe de Estado en 2016). Esta división queda expuesta por las diversas posiciones en relación al avance turco en las prospecciones hidrocarburíferas en el Mediterráneo oriental, su política en Chipre, sus intervenciones en Libia y Siria y finalmente su posición de abierto apoyo al gobierno Azerí en la actual guerra en Alto Karabaj. Mientras el francés Macron pretende encabezar una política de mayor enfrentamiento al gobierno turco de Erdogán, con el apoyo del gobierno derechista griego, Merkel y el gobierno alemán prefieren una política de apaciguamiento. Sin embargo, es necesario decir que los obstáculos para la asimilación de los ex Estados soviéticos no están dados por una falencia en la política exterior, sino por el desgarramiento del proyecto imperialista europeo en sus bases materiales capitalistas, sobre todo a partir del estallido de la crisis de 2008. Actualmente, podemos hablar de una nueva crisis que es continuidad de aquella, pero no lineal, exacerbada por la pandemia y por las funestas consecuencias de la destrucción de conquistas obreras de las décadas anteriores, que utilizó la burguesía imperialista europea bajo la bandera de la austeridad para intentar dar una salida burguesa.
  Frente a esta descomposición imperialista y a la errática política exterior de los Estados metropolitanos, la burguesía turca intenta diseñar su propia hoja de ruta como potencia regional, lo que podría llamarse un “imperio de opereta” con bases totalmente semicoloniales, no por ello menos brutal y asesino. A su turno, el bonapartismo de la protoburguesía rusa encabezado por Putín debe enfrentarse a las contradicciones que explotan en la periferia de su dominio estatal, como es el caso de la crisis en Bielorrusia, de la semiinsurrección en Kirguistán y de la guerra a que nos referimos en esta nota. Acá, nos parece interesante tomar la hipótesis de León Trotsky en relación a la restauración capitalista, que planteaba que la dirección contrarrevolucionaria que dirigiera los procesos de restauración, en su contradicción de no poder conformarse en clase, generaría, en su relación con las leyes tendenciales de la economía mundial, un caos capitalista. En este caso, se extiende a la periferia de la ex- URSS, donde los sectores provenientes de la burocracia estatal y la pequeña burguesía de estos países pujan por el control territorial bajo el ropaje de argumentos de derecho internacional e ideologías nacionalistas para intentar establecer nuevos Estados, sin duda semicoloniales, buscando un equilibrio entre las diferentes fuerzas internacionales circundantes (tanto Armenia como Azerbaiyán pertenecen a un sinnúmero de coaliciones internacionales de posguerra) en un período de decadencia capitalista y, por lo tanto, de decadencia de la forma estatal de dominación burguesa, el Estado-nación.

La experiencia trunca de la URSS

  Frente a la guerra actual, que ya cuenta decenas de muertos, cientos de refugiados y el bombardeo de importantes ciudades de Alto Karabaj y Azerbaiyán, algunos grupos e intelectuales proponen volver a los “valores cosmopolitas e internacionalistas” del Estado soviético como solución para conquistar la paz entre los pueblos. Las bases marxistas del programa revolucionario, que guió a los bolcheviques a tomar el poder y desarrollar la experiencia de la URSS como forma estatal de la dictadura del proletariado, niega que un programa se base en ideologías. Porque es el ser social el que determina la conciencia y no al revés. El problema de las minorías nacionales que estaban atrapadas en la entonces llamada “cárcel de los pueblos”, el imperio Zarista, fue tomado con mucha seriedad por Lenin. Estas naciones oprimidas vivían bajo condiciones de atraso en su desarrollo económico y social. El llamado de los comunistas, materializado en los Congresos de la III Internacional, era a integrarse a una Federación de Repúblicas Socialistas en una alianza revolucionaria con el proletariado ruso para superar ese atraso a través de formas socialistas de organización económica y social, comprimiendo las etapas históricas. La transición del capitalismo al socialismo bajo la dirección del proletariado a través de su dictadura, esas fueron las bases materiales que permitirían la reorganización democrática de los pueblos en el seno de la federación. Un futuro socialista plantearía nuevos problemas, pero sin dudas permitiría liquidar las luchas fratricidas sembradas por el atraso y las necesidades posteriores de territorialización de la ganancia propias del capitalismo.
  De hecho, la experiencia de la URSS permitió una convivencia entre las naciones del Cáucaso y un relativo desarrollo industrial. Sin embargo, la experiencia fue truncada por la contrarrevolución burocrática dirigida por Stalin, que estableció el dominio de esta casta sobre el proletariado y sobre las minorías nacionales de la URSS, fortaleciendo el aparato estatal en lugar de sentar las bases sociales para su extinción. El pasaje de la burocracia a las filas de la restauración capitalista abierta a principios de los noventa liberó todas las tendencias centrífugas del capital, llevando a guerras como la de los Balcanes y este proceso continuará desarrollándose por un período determinado de tiempo, cuya duración no podemos definir a priori,  al no poder encontrar una salida capitalista estable dada la descomposición imperialista. Y tampoco una salida progresiva, dada la crisis de dirección revolucionaria. Esta condicionalidad estará determinada, a su vez, no por “valores e ideales” al gusto de los nostálgicos, sino por la lucha de clases, por el choque entre las fuerzas proletarias de la revolución mundial y de la contrarrevolución burguesa. “Definir al régimen soviético como transicional o intermedio es descartar las categorías sociales acabadas como capitalismo (incluyendo al "capitalismo de Estado"), y socialismo. Pero esta definición es en sí misma insuficiente y susceptible de sugerir la idea errónea de que desde el régimen soviético actual solo es posible una transición al socialismo. En realidad, un retroceso hacia el capitalismo es totalmente posible. [...] Naturalmente, los doctrinarios no quedarán satisfechos con una definición tan hipotética. Quisieran fórmulas categóricas: sí y sí, no y no. Los fenómenos sociológicos serían mucho más simples si los fenómenos sociales tuviesen siempre contornos precisos. Pero nada es más peligroso que desechar, en nombre de la integridad lógica, los elementos de la realidad que hoy contrarían nuestros esquemas, y que mañana pueden refutarlos por completo. En nuestro análisis hemos evitado, ante todo, violentar las formaciones sociales dinámicas que no han tenido precedentes y que no tienen analogías. La tarea científica, tanto como la política, no es dar una definición acabada de un proceso inacabado, sino seguir todas sus fases, desprender sus tendencias progresivas de las reaccionarias, exponer sus relaciones recíprocas, prever posibles variantes del desarrollo ulterior, y encontrar en esta previsión un punto de apoyo para la acción.” (L. Trotsky, La Revolución Traicionada)
  Los revolucionarios nos oponemos a la guerra fratricida entre armenios y azeríes, dirigida por los sectores que pretenden la creación de pequeños Estados vasallos del imperialismo en la región. Es parte del militarismo general al que llevan las tendencias bonapartistas que recorren el mundo ante la decadencia burguesa. Peleamos por una salida obrera, a partir de un programa de expropiación de los expropiadores, la derrota de las protoburguesías que dirigen las repúblicas de la Ex Unión Soviética y por una Federación Socialista del Cáucaso. La clase obrera rusa está llamada a apoyar a los trabajadores azeríes, armenios y georgianos en esta tarea, comenzando por la paralización de las fábricas de armas y pertrechos militares y del transporte de los mismos, destinados a armar a ambos bandos para beneficio de Putín y sus acólitos. Así como llamamos a los trabajadores de Turquía, los países europeos y Estados Unidos a acciones obreras contra la intervención de sus Estados burgueses en la región, que como quedó demostrado en Kosovo, sólo sirve para aumentar las masacres y las penurias de los trabajadores y el pueblo pobre. Nuevamente, y de manera cada vez más urgente, llamamos a impulsar una Conferencia Internacional a todas las corrientes revolucionarias que defienden la necesidad histórica de la dictadura del proletariado y luchan por la reconstrucción de la IV Internacional.

 

Publicado en www.cor-digital.org, 21/10/2020.

Elecciones en Bolivia

Votar en blanco o nulo y organizar las fuerzas

El 18 de octubre se vota en Bolivia a un nuevo presidente. Esto ocurre casi un año después de la renuncia de Evo Morales, en medio de procesos de lucha de clases agudos, en el que una fracción pequeño burguesa aliada al ejército y a la policía pudo, mediante la represión, modificar la relación de fuerza que se había establecido con las masas luego de varios años de gobierno del MAS.

Estas elecciones son la culminación de una transición pactada a sangre y fuego, como dijimos en su momento en medio de los acontecimientos de la renuncia de Evo, ya que fueron los mecanismos de un semi Estado burgués los que se pusieron en marcha para forzar la renuncia a la presidencia y después, vía un acuerdo parlamentario con los destituidos, llamar a nuevas elecciones. Por eso los que se apresuraron a llamar a la renuncia de Evo como un golpe, como hizo gran parte de la izquierda, no pudieron sostener su caracterización seriamente, ya que no fueron los militares quienes tomaron el poder, no se cerró el Congreso, ni se anuló la constitución, medidas centrales de un golpe.

Los acontecimientos mostraron el nivel de descomposición de un semi Estado y de las fracciones de clase que defienden ese Estado, las que se enfrentaron para dirimir sus diferencias para ver cuál era la fracción mas pro imperialista y quién podía garantizar la mejor forma de dominación para los intereses de su clase y el imperialismo.

Es en este marco histórico donde se da la crisis política y social en Bolivia. Y las masas mostraron gran predisposición a la lucha para no perder posiciones ante el avance de una fracción más pro imperialista con los bloqueos de ruta, las tomas de fábricas y depósitos. Protagonizaron el enfrentamiento contra la policía y el ejército, a pesar de que las direcciones del movimiento obrero como la COB aceptaban una salida dentro del régimen. Estas acciones son la demostración de que los procesos en Bolivia son parte de las grandes luchas que se vienen dando en gran parte de América Latina. La transición pactada y la pandemia hicieron que los fenómenos de lucha de clase más agudos fueran desviados, pero no derrotados.

En estas elecciones los candidatos con más chance de ganar son Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana, Arce Catacora del MAS y Camacho de “Creemos”, después de que la actual presidenta Añez y otros candidatos se bajaran para tratar de que la fórmula del MAS no gane en primera vuelta y forzar una segunda.

Algunas corrientes de izquierda llaman a votar al MAS (como el PO de Argentina en el FITU), otros llaman a organizar a la vanguardia, pero sin un pronunciamiento concreto ni campaña (como la LOR-CI, en la FT). Es una demostración de que se puede escribir y hacer eventos como la Conferencia latinoamericana, pero la adaptación a la democracia burguesa y a los nacionalismos burgueses no se puede omitir en la realidad. Ya mostraron la misma táctica cuando llamaron a votar a Haddad del PT en Brasil.  

Llamamos a votar en blanco o nulo y organizar las fuerzas para prepararnos para el escenario post electoral, ya que gane quien gane deberán pactar para atacar aun más a nuestra clase e intentar recomponer el semi Estado. El voto en blanco puede expresar la independencia de clases y la necesidad de organizarnos y desarrollar una vanguardia, para luchar contra esa transición pactada, levantando un programa que prepare los pre requisitos para la destrucción del semi Estado. Hay que recuperar nuestras organizaciones como la COB y acaudillar a los sectores campesinos e indígenas en esta tarea. Por el control obrero de los hidrocarburos y el litio. Por una revolución agraria. Por la construcción de un partido revolucionario como sección de la IV Internacional reconstruida. Por la unidad revolucionaria del proletariado latinoamericano. Por una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina, forma estatal de la dictadura del proletariado.

Piñera  ha salido  a respaldar tanto al general Rozas como a la institución de conjunto, dando cuenta con esto de la importancia que tiene la represión en su gobierno, que después del 18 octubre eso se ha hecho patente, por eso los llamó “la primera línea contra la violencia en el país”, dando una definición de clase del carácter burgués de esta institución podrida. Es que para el gobierno ha sido fundamental asentarse en el cuerpo armado organizado por el Estado para la represión del pueblo trabajador. Desde un comienzo con la llamada operación huracán, todo un despliegue represivo y de inteligencia que resultó con el asesinato del comunero Camilo Catrillanca, ahora la reforma a la que se abre el gobierno es lo que vienen en llamar “de modernización de las policías” que busca establecer como norma el ingreso a la fuerzas armadas en el control social interno, y además otorgar mayores atribuciones para perseguir a dirigentes sindicales, estudiantiles etc. Además de la ley aprobada por el arco político burgués y pequeño burgués (UDI hasta el F.A.) conocida como ley  antibarricadas (ley n° 21.208), todo un reforzamiento del aparato burocrático militar, del cuerpo armado al servicio de la burguesía y su Estado contra la clase obrera y el pueblo.

También utilizaron conspirativamente a los gremios de los patrones camioneros para exigir al congreso una serie de leyes más represivas, como la de infraestructura crítica, ley antiterrorista, ley antiencapuchados, de mayores poderes a carabineros y la PDI.

Se han sucedido hechos tras hechos donde el actuar de los policías, lúmpenes organizados por el Estado,  han mostrado toda su descomposición en una línea de represión sistemática, que además de las decenas de muertos post-18 de Octubre, los cientos de casos con mutilación ocular, o pérdida visual total como en el caso de Gustavo Gatica, Fabiola Campillay, o Manuel Acuña golpeado hasta dejarlo en estado vegetal, a lo que se suma ahora Antony Araya joven que fue lanzado al lecho del río Mapocho. Es por esta razón que sectores de la oposición burguesa y pequeño burguesa plantean una reforma o refundación a esta institución irreformable, pretendiendo un lavado de cara a esta institución intentando ocultar que la esencia de ésta institución es la protección de la propiedad privada capitalista sostenida por el aparato represivo estatal.

Ante la negativa del gobierno de sacar al general Rozas, y por el contrario blindarlo, la oposición burguesa apunta sus dardos al ministro del interior utilizando el estéril mecanismo de la democracia burguesa como la acusación constitucional, mostrando  todo un cinismo porque bajo sus gobiernos reprimieron y asesinaron a luchadores obreros y populares, realizaron persecuciones y montajes, etc. Al fin de cuentas de lo que se trata para ellos es mejorar la maquinaria de opresión para proteger las ganancias capitalistas. No se trata del fuera Rozas, tampoco de embellecer a la PDI, o fiscalía que cargan son cientos de atropellos a los trabajadores, que mantiene presos a cientos de luchadores, no se puede regenerar las instituciones del Estado burgués.

En el programa de los revolucionarios se inscribe la consigna de disolución de las policías como una de sus tareas. La profundidad de la descomposición del capitalismo imperialista está evidenciando la naturaleza brutal reaccionaria de las policías en el mundo, como en EEUU, Colombia, Argentina, etc, donde los asesinatos y vejámenes llevados adelante por esta institución han quedado completamente expuestos. Esta pelea no podrá resolverse dentro del marco de la sociedad capitalista en descomposición. No será pacíficamente como se logre, todo lo contrario, significara una fuerte fractura del Estado, una alta conciencia de clase del proletariado, del desarrollo de su vanguardia, vale decir, en una dinámica de lucha entre revolución y contrarevolución.

Los sindicatos deben ponerse la tarea de organizarse contra la represión de los capitalistas y sus Estado. El enfrentamiento con su aparato de represión es inevitable, como lo muestran cientos de luchas obreras y huelgas, donde la disposición de las policías al servicio de los patrones queda más patente. Se debe pelear por la disolución de la policía, se deben organizar comités de autodefensa, para hacer frente a la represión y derrotarla

DESPROCESAMIENTO Y LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS OBREROS, POPULARES Y MAPUCHES.

COMITÉS DE AUTODEFENSA LIGADOS A LOS SINDICATOS

DISOLUCIÓN DE LAS POLICÍAS

3 de octubre, aniversario de la “reunificación” de Alemania

30 años de un proceso que todavía no se cierra

 

El pasado 3 de octubre se conmemoró el trigésimo aniversario de la “reunificación” entre las Repúblicas Democrática Alemana y la República Federativa de Alemania, creadas en 1949 a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Con la “reunificación” se dio por cerrada esta etapa.

El surgimiento de la RDA fue un proceso contradictorio, en el que la burocracia estalinista acordó con los Aliados, a través de los pactos de Potsdam y Yalta, el reparto del mundo. La división de Alemania es parte de ese acuerdo, en que la burocracia de la URSS llevó el modelo de la propiedad estatal a la RDA, con una planificación burocrática de la economía, degenerando cualquier proceso de transición hacia la extinción del Estado y reforzando las ideas del socialismo en un solo país. La construcción del muro de Berlín ha resonado como una de las mayores aberraciones de la posguerra. De hecho, su caída, el 9 de noviembre de 1989, marcó el fin de la guerra fría y el capitalismo imperialista se apuró a declararse ganador, decretando el “fin de la historia”.

La “reunificación” viene a sellar ese acontecimiento y a dar comienzo al proceso de asimilación de los ex Estados obreros. Sin embargo, la historia no se terminó ahí, ni mucho menos dio vuelta la página. El proceso de asimilación trajo consigo infinidad de contradicciones que el imperialismo mundial aun no puede saldar. Si bien de la RDA ya no queda nada, se puede decir que esta asimilación en particular ha tenido un triunfo coyuntural, pero no histórico. 30 años más tarde, la propia debilidad imperialista hace que sea muy difícil terminar de desmantelar a los ex Estados obreros, privatizar todos sus activos, transformar a la burocracia en una sub burguesía subordinada. Demás está decir que, como planteó Trotsky, “el paso del poder a la burguesía en ninguna circunstancia se limitaría sólo a un proceso de degeneración; asumiría inevitablemente la forma de un derrocamiento abierto y violento”.

 

Los mitos de la Alemania unida

Podemos decir que el desmantelamiento de la RDA fue el primer laboratorio del imperialismo para avanzar sobre el ex bloque soviético. Aun siendo el proceso más avanzado, lejos está Alemania de haber cerrado la etapa de asimilación. La unidad alemana se mantiene sobre endebles bases sociales, que el Estado intenta reforzar a través de mitos que se han intentado instalar con la diplomacia.

Primero, que se dio un proceso pacífico. De hecho, al proceso del ’89 se le dio el nombre de “revolución pacífica”, llevada adelante por manifestantes en la RDA. El territorio alemán fue uno de los más destruidos durante la guerra. Se debieron reconstruir ciudades enteras. Para esto, los occidentales contaron con los EEUU, y los orientales, con la URSS. En este lapso de tiempo, ese territorio fue uno de los epicentros de la guerra fría, totalmente militarizado y sometido a la fuerza de las armas. Aun así, no dejaron de haber importantes enfrentamientos de clases, a ambos lados del muro. Algunos progresistas alemanes consideran que la agresiva política occidental de privatizaciones conocida como la “Treuhandanstalt” fue la continuación de la guerra fría por otros medios. Luego del ’89, el lado occidental se consideró ganador absoluto y, lejos de llevar adelante un “acuerdo de partes”, llevó adelante una suerte colonización del territorio oriental. Las posiciones de poder, que supuestamente serían compartidas, fueron tomadas por los occidentales, quienes dirigieron la venta, privatización y desmantelamiento de las importantes instalaciones industriales de la RDA. Los trabajadores orientales sufrieron el azote del desempleo y la carestía de la vida. Las protestas masivas de los mineros de localidades como Bischofferode son un ejemplo. A pesar de esto, la clase obrera alemana se vio despojada de un horizonte político independiente, sin una dirección capaz de mostrar una salida de clase.

Segundo, que se construyó un país democrático y libre. Uno de los principales caballitos de batalla ideológicos del occidente contra el oriente era la máxima de libertad, entendida en el sentido liberal burgués. Fue una propaganda que, apoyada en las dificultades económicas que se profundizaron en el Este y la decadencia de la URSS, hizo mella en importantes sectores, incluso dentro de la RDA. Las movilizaciones contra el régimen del Partido Socialista Unificado de Alemania estaban en gran medida alimentadas por el asfixiante control burocrático del Estado sobre la vida cotidiana de la población. Pero también resultó en una decepción para gran parte de los protagonistas de la revolución pacífica, que levantaban la esperanza genuina de una sociedad más democrática e incluso muchos enarbolaban la consigna de “democracia socialista”. El capitalismo demostró que la democracia burguesa se basa en la explotación de clase y que no hay lugar para reformas “socialistas” dentro de su dominio. Ni siquiera la libertad de vender la propia fuerza de trabajo se podía garantizar. Hasta el día de hoy, los alemanes del Este sufren las enormes diferencias en cuanto a acceso al trabajo, salarios y viviendas que hay con los occidentales.

Tercero, que hay convivencia pacífica y tolerancia. Otro mito que se quiso reflotar a principios del milenio, de la mano de la política “multicultural” de la democracia cristiana y la socialdemocracia. Para 2015, con el estallido de la crisis de la inmigración, se dejó ver claramente que esto nunca fue así. A comienzos de la década del ’90 surgieron los pogromos en la ex RDA contra los inmigrantes. Muchos intentan explicar este odio irracional a partir de la frustración de una juventud sin trabajo, ni perspectivas, que era tratada como extranjera en su propio país. Los ataques a albergues de inmigrantes se volvieron a ver hace pocos años. El crecimiento de las fuerzas neonazis en ciudades como Chemnitz, así como la consolidación de un partido ultra nacionalista como AfD muestran que el capitalismo no es capaz de cerrar las contradicciones del pasado. Esto es así porque se asienta sobre la explotación de clase y los privilegios de la burguesía; no puede llevar hasta el final ninguna idea de libertad y democracia sobre esta base, mucho menos en este momento de crisis abierta.

 

Alemania en el espejo del ex bloque soviético

En 2020 la dirección imperialista alemana se encuentra en la encrucijada de una crisis sin precedentes. A la crisis económica que, con altibajos, lleva más de 10 años se le sumaron la decadencia total del proyecto de la UE, de la cual es el corazón, y el Brexit; la crisis de los inmigrantes y, además, qué rol jugará en las nuevas crisis que estallan en los ex Estados obreros, como vimos en Ucrania y Bielorrusia.

En una reciente entrevista a un personaje clave de la “reunificación”, el político de la CDU Wolfgang Schäuble compara al proceso de asimilación de Alemania con el de China, a la que considera “de gran atractivo”, y destaca su éxito, a pesar de que éste se da al precio de mantener un control total de la economía, cuestión que los alemanes, según él, no aceptarían. Y, además, propone para Alemania una mayor cooperación con Rusia, ante la política norteamericana de patear el tablero del orden mundial de posguerra. Sin duda, la rivalidad con Rusia se verá agudizada a la hora de intervenir en enfrentamientos políticos como los que se vieron en Ucrania, pero estos competidores a la vez se tornan necesarios para el imperialismo alemán, que se encuentra al frente del barco sin timón de la UE. Claro que nada bueno para el proletariado internacional se puede esperar, ni del imperialismo occidental, ni de las burocracias, que persiguen su propio interés de sobrevivir con sus privilegios, a costa del Estado, pero a la vez, bloqueando el libre juego del capital.

 

Tareas históricas

A 30 años de la declaración de victoria del capitalismo sobre el “socialismo real”, el imperialismo está en problemas. Uno a uno, han ido cayendo sus mitos. Luego de las tortuosas experiencias de los Estados de transición del siglo 20, que surgieron de procesos revolucionarios inaugurados por la Revolución Rusa, el proletariado del siglo 21 no parte de cero. Contamos con la rica experiencia de las anteriores generaciones y podemos sacar balance de sus errores. Así y todo, la tarea que esas generaciones tomaron en sus manos, la de la construcción del socialismo, aún sigue siendo una tarea a completar. Este año hemos visto a importantes sectores de la juventud salir a luchar contra sus patrones y sus Estados. El ejemplo que se destaca es en EEUU, donde no sólo se han enfrentado a las instituciones represivas tras los asesinatos violentos a jóvenes negros, sino también empiezan a mostrar simpatías con las ideas del comunismo; cuestión que ha despertado las alarmas de la burguesía imperialista.

La principal debilidad de nuestra clase hoy es la falta de una dirección revolucionaria capaz de sistematizar esa experiencia y de poner en marcha el programa comunista a la luz de los desafíos actuales. Está a la orden del día la reconstrucción de la IV Internacional, partido mundial de la revolución, que sistematizó no sólo lo mejor de la experiencia de la Revolución Rusa, sino la mecánica de la transición de la revolución proletaria a la revolución mundial.

La experiencia del proletariado alemán, en particular, tiene una gran riqueza que aportar al proletariado mundial. Hoy más que nunca, debemos levantar bien alto las banderas del socialismo y emprender la lucha por derribar las fronteras que impone la burguesía construyendo la Federación de Estados Unidos Socialistas de Europa, como forma estatal de la dictadura del proletariado internacional. Para desarrollar la meta histórica de sentar las bases para un mundo sin explotadores, ni explotados.

Declaración de la TRCI

8 de octubre paro internacional de repartidores

Este 8 de octubre se realiza el 4to paro internacional de los trabajadores de reparto. Este nuevo paro nos pone por delante tareas importantes a desarrollar ante el avance de la crisis a nivel internacional que somete a la clase trabajadora, donde los capitalistas pretenden que los seamos los trabajadores quienes paguemos los costos de la crisis que ellos generaron. Los repartidores han sido uno de los sectores donde las líneas imperialistas de explotación y precarización han sido profundizadas cada vez más.

En el último tiempo se ha discutido en algunos países “proyectos de ley” que otorgarían algunos derechos como trabajadores pero que de ninguna manera solucionan el problema de fondo, ya que en ningún caso estas patronales imperialistas están dispuestas, vía leyes, a reconocer ningún derecho y mucho menos esclarecer la relación laboral encubierta que existe y aún más lejos de reconocer algún tipo de organización sindical. Generalmente, mediante el lobby, estas empresas obtienen las leyes para legalizar la precarización. Esto pasa en California, por ejemplo, donde este 8 se discute dar marcha atrás con la enmienda AB5 que obligaba (bajo ciertas condiciones) a las empresas a reconocer como trabajadores a quienes eran contratados de forma independiente. Algunas organizaciones convocantes del paro están planteando la defensa de la enmienda ante el debate de anularla. Por supuesto que hay que rechazar incluso mayores avances de estás patronales, pero creemos que es un error plantear como ejemplo la defensa a una ley, generando expectativas en la legalidad burguesa. En EEUU es la orientación demagógica del Partido Demócrata de California, en el marco de la disputa electoral con Trump. La tarea planteada es poner en pie la organización internacional de repartidores que pelee por imponerle a las patronales el reconocimiento sin restricciones de los trabajadores y sindicatos en todos los países que encabecen la pelea contra estas patronales. Es clave desarrollar una lucha contra nuestros propios estados, quienes son cómplices de estas empresas, y poner al desnudo cuál es su verdadero rol.

Este paro cuenta con la participación de trabajadores de países como Chile, Ecuador, Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil, México, EEUU Costa Rica, Francia, Italia, España y Alemania. Aquí se vienen desarrollando distintos conflictos donde ha habido enfrentamientos con la policía y el ejército y la juventud y la clase trabajadora se puso en pie para enfrentar los avances de las políticas imperialistas que pretenden someternos más ante la posibilidad que se vean afectadas sus ganancias. En todas partes del mundo la política de las empresas es la misma, mayor explotación y pésimas condiciones laborales. Por esto es fundamental desarrollar tareas antiimperialistas y tejer alianzas a lo largo del mundo entre los trabajadores de reparto y pensar acciones y métodos obreros de lucha que tiendan a cuestionar la propiedad de estas empresas, por ejemplo, paralizar y bloquear sus galpones propios, entre otras medidas.

Basta de precarización laboral por un sindicato de trabajadores de reparto

Un elemento importante es la reciente ida de Glovo de los países de Latinoamérica dejando a miles de trabajadores sin fuente de trabajo, bajo una falsa promesa de incorporación a otras empresas de reparto. ¡Es importante profundizar la pelea y desnudar que son despidos encubiertos!

En Argentina en el último periodo se ha venido desarrollando un debate en el seno de la organización de repartidores y que tiene que ver con una idea estatista donde mediante la presión al estado se le podría imponer a las patronales el reconocimiento como trabajadores.

De forma semejante, en Brasil, la disputa por la regulación estatal de los repartidores de apps entre los partidos burgueses en el parlamento y en los programas de gobierno de cara a las elecciones municipales busca cooptar al movimiento de los trabajadores de las apps dentro de las instituciones de la democracia burguesa. Fue lo que hizo el PSOL en la última huelga de repartidores, el 15 de septiembre, agendando una reunión de los líderes del movimiento con Rodrigo Maia, en la Cámara de Diputados. Esta adaptación ha contribuido a disminuir la adhesión a las grandes paralizaciones, aislando a los repartidores en protestas más puntuales, como la realizada en Rappi por incumplimiento de pago de R$100, en el condominio de lujo del cliente que humilló al repartidor, o en Campinas, por la muerte de un repartidor en un accidente causado por la ausencia de señalización de una obra en la calzada. Es importante señalar que, sólo en San Pablo, el número de muertes de motociclistas aumentó 38% durante la pandemia, a pesar de la disminución del índice general de accidentes.

En el mismo sentido, en Chile, un reciente fallo de los tribunales de justicia de primera instancia resolvió a favor de un trabajador despedido por Rappi dictaminando la existencia de hecho de una relación laboral declarando el despido como injustificado. La CUT Chile, además de señalar a este fallo como la vía de solución para los trabajadores de reparto, llama a apoyar los proyectos en el congreso tal como “mi jefe es una app” que busca la regimentación estatal de la relación laboral y la organización sindical, mientras los abusos, las extensas jornadas y los accidentes laborales se suceden a diario.

Queremos advertir sobre los peligros de estas líneas que siembran confianza en que mediante un proyecto de ley y la intervención de los diputados logremos nuestras demandas. Esta idea deja desnudos a los trabajadores de reparto para poder desarrollar una idea que afecte realmente a las empresas. La única forma de imponerle a las patronales el reconocimiento de la relación laboral va a ser afectando la producción e imponiendo la organización sindical general de la rama, con independencia del estado. El estado y sus instituciones no son nuestros aliados, son aliados de las empresas y por eso es que no tenemos que confiar en ellos. Es importante desarrollar la organización de los trabajadores mediante asambleas por zona, eligiendo delegados o voceros sindicales, para pensar acciones concretas que afecten a estas patronales.

Las tareas que tenemos por delante son fortalecer la organización en pos de poner en pie una organización sindical de los trabajadores de reparto y dar la pelea por el reconocimiento como trabajadores de transporte, la puesta en pie de un convenio único. Hoy más que nunca retomemos las banderas del proletariado que comienza a levantarse en todo el mundo y desarrollemos una pelea común contra nuestros enemigos de clase.

 

 LOI Brasil - COR Chile - COR Argentina

El 18 de Octubre las fuerzas elementales de la juventud y la población trabajadora irrumpieron súbitamente para cuestionar décadas de sometimiento, explotación y opresión, ejercida de forma despótica por la democracia capitalista. El punto más álgido de ese proceso se dio también de forma espontánea, pero no menos contundente, en una histórica huelga general el 12 de Noviembre que si bien carecía de fortaleza organizativa  dejó en evidencia el poder de la clase trabajadora, paralizando todo el aparato productivo, tomando al mismo tiempo las calles para enfrentar a la maquinaria de represión estatal. Este acto semiinsurreccional dejó al gobierno al borde de caer, y para salvarlo y salvarse a sí mismos, acudieron a él todos los partidos de la burguesía y la pequeñoburguesía para sacar la promesa de que este régimen de opresión y explotación, puede mejorar su cara, se puede reformar al Estado, se puede volver a edificar “la casa de todos” donde explotados y explotadores vivamos felices bajo el mismo techo.

Casi un año ha transcurrido desde estos acontecimientos y la pandemia mundial vino a profundizar la crisis económica y social que se desarrolla en el mundo producto de un proceso profundo de descomposición del capitalismo y del desarrollo cada vez más agudo de la lucha de clases. La injerencia represiva del Estado, no sólo en el accionar sistemático contra los sectores movilizados, los trabajadores, la juventud, las comunidades mapuches, etc, sino también en la intervención de las relaciones sociales con las políticas restrictivas de cuarentena, que han dejado en evidencia una y mil veces que a la clase dominante no le interesa la “salud” de la población, está dejando una crisis social de enormes proporciones.

Entre desocupados, los llamados “inactivos” (los que dejaron de buscar pega) y los suspendidos (por la ley de protección del empleador) acumulan la friolera de 3 millones de trabajadores. Una masa humana de fuerza de trabajo que se volcará, en la medida que la “apertura” económica lo permita y la necesidad lo exija, a buscar sustento, porque no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo para vender. Esta masa de trabajadores hace que los empresarios se estén sobando las manos para abaratar el costo de la mano de obra, ya que para ellos somos una mercancía más. Una evidencia que empresas imperialistas como Unilever, estén aumentando el número de desocupados con cierres y despidos preocupados de que su cuota de ganancia no califica como “rentable”.

Al mismo tiempo los otrora abanderados del llamado “neoliberalismo antiestatista” utilizan fondos estatales y la generación de deuda con créditos multimillonarios al FMI para financiar este festín de despidos, para contener mediante dádivas fiscales el hambre y la carestía de grandes sectores de la población. En un puñado de meses el Chile modelo que habría superado la pobreza está comenzando a desarrollar la misma a niveles exponenciales. Algo que se expande más rápido que la pandemia  por toda la región. También el gobierno dispone de una batería de medidas “proempleo” para financiar la contratación, que no es más que otro eufemismo para que los empresarios abaraten aún más el valor de la mano de obra, rotando a los trabajadores despojando al mismo tiempo de sus conquistas a aquellos que son desplazados. Basta sólo dejar en evidencia que las remuneraciones reales no hicieron más que descender de marzo a la fecha mientras los ricos se hicieron más ricos, y las restricciones impuestas por los patrones y el Estado en las empresas llamadas “esenciales” aumentaron los niveles (estancados durante años) de productividad, esto es que produjeron lo mismo o incluso más con menos trabajadores, algo que la burguesía querrá extender e implantar.

Los recientes proyectos, rechazados momentáneamente en el congreso, de “salario mínimo” e “infraestructura crítica" no reflejan otra cosa que la orientación más decidida de la burguesía en vísperas del 11 de septiembre de imponer salarios de hambre y represión, incluso con la fuerzas militares, toda una provocación con un decidido simbolismo reaccionario.

Mientras este ataque en toda línea de la burguesía acontece, los partidos del régimen se preparan aglutinándose en “comandos” por el apruebo o rechazo a un cambio constitucional. Un cambio que ya quedó amarrado y maniatado tanto en su técnica electoral, a medida de los “incumbentes” de la burguesía, como en su esencia y su carácter de clase, pauteado para no cuestionar ni un ápice de la dominación imperialista. Es verdad que amplios sectores de los trabajadores depositan sus expectativas en esta opción, no tan esperanzados como amplios sectores de la pequeñaburguesía, pero si como la única vía práctica hoy por hoy para intentar torcer su destino. Sin embargo, esto sólo es un subproducto de la crisis de dirección, de las direcciones políticas reformistas contrarrevolucionarias que infestan y difunden la falsa ideología reaccionaria de que la democracia burguesa puede ser perfectible, de que aggiornando o limitando las instituciones más reaccionarias legadas por la transición del régimen pinochetista al democrático, se puede abrir al futuro.

Es así que también enarbolan la falacia de que instalando en una carta magna el “derecho” a la educación, la salud o la vivienda, esta se hará realidad como proceso de reforma democrática. Es aquí donde los grupos “estatistas” de la pequeñoburguesía como el PC o el FA pretenden ocultar el carácter de clase del actual aparato estatal, buscan arribar al botín del Estado semicolonial para favorecer a otras fracciones burguesas menores. Esto es lo que prometen en sus programas y proclamas, y en una eventual convención constituyente será procenio de debate, en una suerte de parlamento “ad hoc”, en definitiva, un podio de charlatantes.

También están quienes rechazando este proceso se expiden por una Asamblea Constituyente, libre, soberana, popular o revolucionaria. La levantan como un “puente” hacia la toma del poder o hacia formas de gobierno obrero, una abstracción absoluta que no identifica ni denuncia el carácter de clase de tal institución implantándola como obstáculo.

Se conmemoran 47 años del golpe contrarrevolucionario, que derrotó de forma brutal y despiadada a toda una generación de luchadores y de la vanguardia obrera. Este proceso contrarrevolucionario preparado directamente en el seno del imperialismo yanqui, se dirigió a aplastar un proceso revolucionario. No fue la interrupción de un proceso democrático gradual y en ascenso. Fue la liquidación de la posibilidad de que la clase trabajadora se hiciera del poder y extendiera una revolución hacia “patio trasero” del imperialismo. Fueron varias las medidas de contención que utilizó la burguesía antes del golpe de Estado, entre ellos las medidas de capitalismo de Estado, todo para mantenerse en la escena histórica. Esta mayor injerencia del Estado burgués en los 70s tuvo su punto culmine bajo el gobierno de la UP, presentado como la “vía pacífica al socialismo”, que difuminó en el movimiento obrero la farsa de un socialismo sin destruir el aparato burocrático militar, que constituye la esencia del estado, como maquinaria de opresión de una clase sobre otra.

A 47 años vemos que la decadencia imperialista se ha profundizado, y la burguesía vuelve a desempolvar viejas ideas de intervención estatal, aunque la mayor descomposición capitalista presentará a esta ideas reformistas ya no como una tragedia sino como una farsa, colocadas para salvar al capital de sus crisis, atacando al proletariado.

El actual proceso de ataque y descomposición del capitalismo sólo puede enfrentarse si se preparan y organizan las fuerzas del sujeto revolucionario. El gran triunfo del golpe contrarrevolucionario consiste en la dispersión y debilidad organizativa de la clase obrera. El poder de la burguesía reside en la producción, es prioritario que sea la clase trabajadora la que dé una salida con un programa de independencia de clase. A la actual crisis social sólo puede darle una salida nuestra clase. La desocupación creciente sólo puede ser enfrentada por la unidad de los ocupados con los desocupados levantando un programa de escala móvil de salarios por rama, peleando por salarios acordes a la canasta familiar, imponiendo el derecho al trabajo, así como el de la salud, la educación o la vivienda, enfrentando activa y decididamente despidos como los de Unilever. La burocracia sindical tratará de jugar de mediación para apoderarse del movimiento, pacificarlo y domesticarlo a los cauces de la democracia para ricos. Es necesario que levantemos la organización obrera, recuperando los sindicatos, impulsando un Congreso de delegados de base de toda la clase trabajadora que pelee por poner en pie una Central Única de trabajadores donde se levante un programa y un plan de lucha con una perspectiva para superar al capitalismo semicolonial decadente. No se puede repetir la historia quedándose en la trampa de la reforma estatal, es necesario superarla peleando por imponer la dictadura del proletariado extendiéndola internacionalmente, el norte de la vanguardia debe ser la derrota de la burguesía, la victoria del proletariado.

Las débiles fuerzas de los activistas y la vanguardia obrera no pueden desgastarse en fórmulas tácticas para las que ni siquiera se tiene ni el peso ni, por sobre todo, la claridad. La pelea por poner en pie un Partido Revolucionario, debe ser la bandera de la reconstrucción de la IV Internacional como el Partido Mundial de la Revolución Socialista.

Leia O Socialista de setembro 2020

Ya contamos 3 semanas de intensa agitación en Bielorrusia, motorizada por el rechazo al fraude electoral con que el presidente Lukashenko pretenden prolongar su mandato. Ya van 26 años desde que asumiera por primera vez, en 1994. Las movilizaciones callejeras vienen marcando el pulso desde el 9 de agosto, y la bestial represión del régimen, lejos de debilitarlas, ha producido lo contrario. En las calles, la juventud de clase media tiene un papel importante, pero todos los observadores destacan la irrupción del movimiento obrero, especialmente sus batallones más concentrados de la industria.
Las marchas y protestas, que llevaron a unas 100.000 personas a las calles de Minsk el domingo 23 de agosto, son muestra de un movimiento espontáneo, con confusión de objetivos y con una dirección debilitada por la poca estructuración de la oposición nacionalista/liberal, pro reformas de mercado, que tiene como figura electoral a la candidata opositora, Svetlana Tijanóvskaya, actualmente exiliada en Lituania. El movimiento tiene extensión nacional, y no se concentra sólo en la capital, Minsk.

Antagonismos interestatales

Bielorrusia es un país de 9,4 millones de habitantes, ex integrante de la URSS y luego histórico aliado de Rusia. En esa alianza, es el socio menor, pero no debemos pensar la relación cómo estamos acostumbrados: Bielorrusia concentra importantes centros de industrialización de materias primas rusas. Un elemento que alienta la actual crisis es la depresión del precio del petróleo a principios de año, ya que las refinerías bielorrusas exportan petróleo procesando el crudo que obtienen a precios subsidiados de Rusia. Además de esta estrecha relación económica, que ha tenido sus altibajos en los últimos años, también unen a ambos países acuerdos militares y elementos culturales históricos.
Es por esta relación con Rusia que muchos, incluido el bonapartista Lukashenko, etiquetan a las recientes protestas como “pro-occidentales” o pro Unión Europea, tratando de igualarlas al llamado Euromaidán que irrumpiera en Ucrania en 2014, llevando a la dimisión del presidente, y más tarde a una guerra civil. Lo cierto es que las movilizaciones no reivindican la entrada del país en la UE, cosa que era explícita en 2014 en Ucrania, y ni siquiera levantan consignas anti rusas. La propia Tijanóvskaya, desde Lituania, se ha cuidado de desmarcar las posiciones de la oposición de un enfrentamiento con Moscú, dejando claro que se trata de protestas que se limitan a defender la democracia a secas, es decir, la democracia burguesa de la cual la única experiencia que tiene el país son… los gobiernos de Lukashenko, vaya paradoja.
La Unión Europea (UE) viene de años de aflojar las sanciones que aplicaba a Bielorrusia por las violaciones a las libertades políticas del llamado “último dictador de Europa”, en un cuadro de revisión de relaciones con la propia Rusia, país con el que Alemania tiene importantes vínculos productivos, sobre todo por la provisión de materias primas, especialmente hidrocarburos. Frente al actual proceso, las autoridades de la UE se han limitado a emitir declaraciones y el viernes 28/8 votaron sanciones para algunas figuras del régimen.
Por su parte, Putín tiene que manejarse con prudencia en su relación con el país. Si bien apoyó a Lukashenko y la última semana avanzó en amenazar con una intervención directa en la crisis, tiene que, por un lado, mantener su relación con Trump y la UE, y por el otro, pondera más la estabilización de Bielorrusia que al propio Lukashenko, por lo que un sector de su partido político tiende lazos con los sindicatos bielorrusos que participan de las movilizaciones a través de la burocracia sindical de la Federación de Sindicatos Independientes de la Federación Rusa (FNPR).
EEUU, por su parte, no ha tomado una postura clara, y es que el peso de la crisis interna del imperialismo no sólo puede explicar esto, sino que es un elemento determinante en la serie de crisis políticas, de régimen y Estados, y los procesos de lucha de clases que están atravesando el mundo. La desorientación imperialista, de cara a las elecciones presidenciales de Noviembre y con un gobierno de Trump bastante golpeado por las consecuencias de la recesión económica, el mal manejo de la pandemia y el proceso de lucha contra la brutalidad policial y el racismo, son un elemento central de la coyuntura internacional.
Toda una serie de corrientes políticas, la resaca del estalinismo y todo tipo de populistas, se centran en el antagonismo entre EEUU y la UE, por un lado, y Rusia y China por el otro, para condenar las movilizaciones en Minsk y otras ciudades y dar su apoyo al Lukashenko y su régimen, que viene de arrestar a 7.000 manifestantes, matar a más de 3 y que cuenta todavía con desaparecidos en las últimas represiones. El basurero de la historia es el único sitio donde pueden ser bienvenidos estos nostálgicos del Gulag, nada tienen que ver con la izquierda revolucionaria y la vanguardia del movimiento obrero internacional.
La ofensiva imperialista sobre Rusia, y sobre todo sobre China, tiene que apreciarse desde el punto de vista del proceso histórico, no desde la lógica burguesa de la geopolítica. Se trata del problema de la asimilación de los ex Estados obreros, cuyas contradicciones explosivas se desarrollan en todo tipo de manifestaciones especificas en diversos territorios nacionales, con características determinadas. Estamos hablando de procesos tan disímiles como los de Hong Kong, Ucrania y ahora Bielorrusia, pero que son expresión de toda una etapa histórica. Volveremos sobre este problema nodal de la situación mundial más abajo.

Fuerzas elementales

Bielorrusia, como otros ex Estados obreros, sufrió un proceso de privatización de la industria a principios de los años 90. Sin embargo, este proceso de restauración capitalista “en frío” tuvo límites tempranamente, llevando a la renacionalización de gran parte de las empresas ya en 1994. Actualmente, el capitalismo de Estado en la industria alcanza entre el 75% y 80% del sector. Se trata de un proceso de renacionalización que también realizó, aunque más tarde, Rusia bajo el comando de Putín. Estos elementos sirven para señalar que la protoburguesía bielorrusa es particularmente débil, y no existen los llamados “oligarcas”, que monopolizan ramas industriales enteras (aunque no de la industria pesada) como fue el caso en Ucrania. Los sectores de esta protoburguesía junto a capas pequeñoburguesas son la base de la candidata opositora, que en realidad viene a reemplazar a su marido, un empresario detenido por el régimen.
Otra diferencia con Ucrania, importante desde el punto de vista sociológico, es la relativa debilidad del sector agrícola y en general de producción de materias primas, en relación a la industria. La industria heredada de la URSS se mantiene en Bielorrusia, mostrándose competitiva en algunas ramas como la de fabricación de maquinaria pesada y tractores, y en la semielaboración de productos primarios. Esta relación es bastante elocuente llevada a cifras: la agricultura, pesca y actividad forestal representan un 6,6% de la producción bruta, mientras la industria significa el 26%. El sector servicios, el de mayor peso en la economía, sustenta a otra fracción importante de la clase obrera, que incluso ha tenido un papel activo en las protestas como es el transporte, y también a amplios sectores pequeñoburgueses.
Cuando hablamos del peso económico de la industria, esto también se refleja en la política. Porque todas las facciones en pugna tienen un activo interés en ganar para sí la simpatía de la clase obrera. Ya hablamos de la federación sindical rusa, pero una actividad similar lleva a cabo la burocracia de la Confederación Sindical Internacional (CSI, a la que están afiliadas las CTAs y la CGT argentinas), sobre todo sus seccionales europeas ligadas por mil y un lazos a los Estados y patronales imperialistas de la UE. También la oposición nacionalista/liberal lanza llamados a la huelga para apoyarse en las fábricas, mientras Lukashenko tuvo una desagradable sorpresa cuando intentó darse un baño de popularidad en su visita a la fábrica de tractores de Minsk, y ahora envía a las autoridades locales a negociar con los trabajadores.
Las acciones obreras han sido importantes, incluyendo paros, asambleas en portones, columnas obreras en las marchas y reuniones con las gerencias y las autoridades locales para exigir la liberación de detenidos y rechazar las sanciones a trabajadores participantes de las movilizaciones, aunque no se terminó de concretar el llamado a huelga general. Tal es el peso de las medidas sindicales que tras las primeras manifestaciones de este tipo Lukashenko tuvo que liberar a los primeros detenidos. Lo novedoso es que estén desarrollándose este tipo de luchas en un país donde el derecho a huelga no está reconocido legalmente y donde la represión está a la orden del día. Mientras la propiedad estatal de las empresas se ha mantenido, Lukashenko viene aplicando un programa, en acuerdo con el FMI, EEUU y la UE, de sucesivas reformas, liquidando la negociación colectiva, imponiendo contratos laborales a plazo fijo, aumentando la edad jubilatoria e impulsando una constante baja del salario real por efecto de la inflación y la devaluación.
Por el momento, las acciones del proletariado van en contra de tener que pagar por las peleas entre las fracciones dirigentes. Utilizan a la oposición para enfrentar a su patronal. Las organizaciones sindicales, estatizadas, no cumplen un rol por lo que los trabajadores han constituido comités obreros, que buscan ser influenciados por la oposición. La lucha por una dirección que permita la intervención de forma independiente de la clase obrera se hace urgente, y es a la vez una tarea internacionalista que los revolucionarios de Europa, Rusia y del resto del planeta debemos apuntalar con toda seriedad y audacia.

Entre la asimilación capitalista y la descomposición imperialista

La caída de la URSS significó para muchas corrientes la restauración capitalista plena y la reversión histórica total de la Revolución de Octubre. Sin embargo, el proceso resultó mucho más tortuoso para los capitalistas, porque se produjo en una etapa avanzada de la descomposición imperialista. Las privatizaciones, como proceso de reforma económica sin recurrir a una contrarrevolución abierta para destruir los cimientos del aparato estatal surgido de Octubre, y de las sucesivas revoluciones que expropiaron a la burguesía acabando con su dominación en determinados territorios a lo largo del siglo XX, demostró ser un fracaso como apuesta del imperialismo. Entonces, ese proceso de asimilación al capitalismo continúa en desarrollo, sin haber logrado tampoco las protoburguesías de los diferentes ex Estados Obreros, sobre todo Rusia y China, convertirse en nuevas clases propietarias dominantes. Esto no se define nacionalmente, sino en la arena mundial. El proletariado, a su turno, constituye aún una reserva para enfrentar los procesos de restauración en curso, aun cuando haya sido utilizado en diferentes oportunidades como base de maniobra de uno u otro sector de la burocracia restauracionista y/o de las capas pequeñoburguesas aliadas al imperialismo. Esta tragedia tiene como principal causa la crisis de dirección revolucionaria del proletariado internacional.
Es curioso cómo volvemos a leer sobre las situaciones revolucionarias objetivas, esta vez de manos del PO (t) y Altamira, un declarado viejo enemigo de Nahuel Moreno, al discutir los procesos en los ex Estados Obreros. Lo que olvida Altamira es que, para establecer tendencias objetivas, que no están descartadas, es necesario definir cuáles son las transiciones. Cuando Lenin discutía este problema, ya había definido a la fase superior del capitalismo, el imperialismo, como transición entre el capitalismo y el socialismo. En el proceso Bielorruso, debemos considerar el problema de la asimilación, que complejiza la discusión de transición mucho más. No sólo porque no está definido el papel de los ex Estados Obreros en el sentido de si las protoburguesías serán o no capaces, a partir de un ineludible conflicto violento, conquistar una posición como clase capitalista en el mercado mundial y el sistema de Estados o quedarán relegadas como lamentables subburguesías semicoloniales (y este es el programa del imperialismo), sino que también podemos incluso tomar la hipótesis de León Trotsky, que  discutía que la dirección contrarrevolucionaria que dirigiera los procesos de restauración, en su contradicción de no poder conformarse en clase, generaría, en su relación con las leyes tendenciales de la economía mundial, un caos capitalista. Esta última hipótesis es para nosotros la que más se acerca al proceso real. Y frente a este caos, lo que se impone es torcer esta tendencia a partir de una dirección revolucionaria consiente.

Programas

Alejadas de esta discusión, las organizaciones del trotskismo centrista latinoamericano en sus notas hacen abstracción del carácter de clase del Estado en Bielorrusia, del proceso de asimilación y de las contradicciones establecidas por la descomposición imperialista, para repetir lo que dicen en cualquier otro lugar: se trata de un proceso “por la democracia” donde la clase obrera debe intervenir “de manera independiente”. Continúan atrapados en el esquema del transcrecimiento de la revolución democrática en revolución socialista que les enseñaron Moreno o Guillermo Lora. Pueden incluso levantar consignas como el “fuera Lukashenko”, como hace el Nuevo MAS, donde se impone preguntarse ¿para que venga quién? El Partido Obrero (oficial) nos habla de impulsar “una alternativa política propia de los trabajadores”, mientras el PTS ni siquiera hace referencia a los trabajadores, hablando simplemente de “la independencia política que logre el movimiento respecto de la oposición liberal y populista” ¿nos están hablando de una candidatura independiente en las próximas elecciones? Las discusiones de la conferencia latinoamericana del FIT-U así nos lo hacen pensar.
La crisis abierta por el fraude electoral en relación a la democracia como forma política es un punto de partida para impulsar la lucha obrera contra la restauración capitalista y sus aplicadores, cuyas diferencias en todo caso son en la velocidad de esta restauración. La dictadura de Lukashenko es represiva, encarcela a los luchadores y los reprime, ¿no pueden plantear los trabajadores de Francia y los chalecos amarillos, el movimiento negro del BLM y los obreros chilenos que la democracia burguesa hace exactamente lo mismo? El problema de la relación de las masas con la política está planteado a partir de la relación del proletariado con las palancas de la economía. No es necesario dar rodeos, el carácter histórico de la Revolución de Octubre sigue vivo. La democracia obrera es mil veces superior a las elecciones parlamentarias burguesas, y si los trabajadores, que se han convertido en eje de la situación en el país, pueden desarrollar esta experiencia, es a partir de golpear a Lukashenko y la oposición pro imperialista en la producción, con la huelga general y avanzando en el control obrero de las ramas económicas. Es claro que semejante proceso no puede detenerse en Bielorrusia, porque hasta el final la contradicción del imperialismo y la propia supervivencia de Putín pasa por el proceso de asimilación de Rusia. Por eso, es necesario que la lucha se fortalezca a partir de la intervención del proletariado ruso y de toda la región, con el apoyo decidido de la clase obrera europea y norteamericana, denunciando a viva voz el real contenido de explotación de la democracia imperialista. Es en ese sentido que el proletariado bielorruso debe pelear por su independencia, independencia de clase en tanto sujeto en el proceso histórico, no sólo levantando demandas “sociales y económicas” sino postulando su dirección política a partir de la administración de las cosas, de la que brota de verdadera democracia, la democracia proletaria. La lucha por una Federación Socialista, recuperando lo mejor de la experiencia de la URSS, como forma política de la dictadura del proletariado en su desarrollo internacional. Hasta el final, la lucha de los revolucionarios es por la regeneración de la vanguardia comunista, retomando las tareas que nos legó León Trotsky, luchando por la reconstrucción de la IV Internacional. A la luz de los complejos y riquísimos procesos que se desarrollan ante nuestros ojos es que llamamos a las corrientes que se reivindican por la dictadura del proletariado a una Conferencia Internacional para discutir los desafíos urgentes que tenemos planteados.

 

publicado en www.cor-digital.org (29/08/2020)