TRCI-web

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El desarrollo de la crisis capitalista en curso que se vio acelerada por la pandemia viene mostrando toda la crudeza de un sistema decadente. La respuesta de los gobiernos y la patronales ante a pandemia ha consistido en ataques en toda la línea contra las condiciones de trabajo y vida del pueblo trabajador, lo que se ha traducido en despidos, suspensiones, rebaja salariales, superexplotación laboral, negligencia patronal en las medidas de seguridad y salud, etc. Ejemplos de esto último se dan por montones. En la minería se han registrado una cantidad enorme de contagios que se cuentan por miles, ya hay al menos 7 trabajadores fallecidos por COVID19 ligados a Codelco, sin contar los contagios y muertes de las empresas contratistas, situación de irresponsabilidades y negligencias que vienen siendo denunciadas por los sindicatos mineros desde inicios de la pandemia. Esta situación se extiende a toda la industria, y de forma cruda se ha hecho pública la situación en Fruna donde se registran las muertes de al menos 7 trabajadores y 2 más en estado de gravedad producidos por la COVID 19, además de los contagiados, lo que suma al extenso prontuario de estos patrones lúmpenes, acostumbrados al hostigamiento a sus trabajadores, llegando a obligar a las madres trabajadoras a dejar a sus niños en guarderías clandestinas, por no contar con salas cunas propias y medidas de aislamiento periódico.

Como hemos visto la pandemia ha sido aprovechada por los empresarios para descargar fuertemente la crisis sobre los trabajadores, llevando la cesantía prácticamente al 25%.  A este porcentaje hay que sumarle otra cantidad similar que han sido enviados a casa ya sea por suspensiones (ley de protección del empleo), por licencias médicas o por pertenecer al grupo de riesgo. Estos trabajadores manifiestan que un tercio recibe un poco más de la mitad de su remuneración anterior, otro tercio la mitad y el resto menos de la mitad. Además de esto el 28% de los trabajadores que se mantienen en actividad manifiestan haber tenido reducciones de sus remuneraciones. Es decir, se ha provocado una reducción compulsiva de los salarios que es una de las formas en las que la burguesía abaratara el precio de la fuerza de trabajo, a la espera de que una reactivación económica se realice de la mano de un marea humana de mano de obra barata que afluirá en busca de sustento.

Ante esto ya los empresarios se encuentran haciendo gestiones para que sus representantes en el gobierno y el parlamento, ajusten la segunda etapa del plan de salvataje capitalista (depreciación, subsidios al salario, plan de infraestructura, rebaja de impuestos, etc). La primera etapa celebrada muy escuetamente por los partidos tradicionales del régimen (UDI, RN, PPD, PR, PS), y secundada críticamente por sus cohortes menores (FA, PC), consiste en la política de la contención social con el IFE 2.0 y el maquillaje a la ley de protección del empleo (de la UDI y el PC), para que, luego de una evidente desastrosa política sanitaria, no volviera a reaparecer el fantasma del 18 de Octubre con manifestaciones de descontento.

 El enfado de la mal llamada “clase media” con una política de asistencia basada en el crédito para capear la crisis, se tradujo en la trifulca en el parlamento por el retiro del 10% de los fondos de pensión, que terminó por debilitar al gobierno de Piñera dado que su propio sector se reubicó para intentar capitalizar el sentimiento generalizado de repudio hacia las AFP, como sistema de expropiación del salario y de pensiones miserables. Es altamente probable que esta puesta en escena de parte de los “honorables” no vaya más allá de una maniobra que, junto a las resoluciones de la Corte Suprema, vuelvan a reinstalar la intangibilidad de esa fracción del salario apropiada por los capitalistas y destinada a la capitalización de empresas y la timba financiera.

Estas recetas miserables son las que baraja la burguesía y la oposición “estatista” para capear el temporal y guarecer al capital del descontento mediante fórmulas redistribucionistas.

 

Completar el programa y ponerlo en marcha

 

Esta situación no puede ser resuelta por políticas estatales dado el carácter burgués del aparato estatal. Es necesario abrir al interior de la clase obrera el debate de como enfrentamos estos ataques y organizamos una respuesta obrera independiente. Por esto se hace urgente en el próximo periodo organizar a los batallones centrales del movimiento obrero. Es necesario que la nueva generación que se expresó en las calles, en las escuelas, en las poblaciones el 18 de Octubre y que impulsó al proletariado de conjunto a poner en jaque al gobierno con una contundente huelga general del 12 de noviembre, tenga su correlato organizativo al interior de los sectores más concentrados de la clase trabajadora, los que han mantenido el motor del sistema económico funcionando, en la misma producción que es donde reside el poder capitalista. Es necesario la recuperación de los sindicatos de manos de los burócratas y dirigentes rutinarios, impulsando a los trabajadores más decididos a sus directivas, levantando comisiones y cuerpos de delegados, es necesario impulsar la creación de sindicatos donde no los haya así como la unificación de aquellos escindidos por traiciones o intereses personales.

Se hace imperioso llevar la discusión al terreno de la producción, donde nuestra clase es fuerte, y donde de verdad se atacan las leyes del capital. Cobra vigencia la lucha por un sistema de reivindicaciones transitoria, por un programa que ayude a los trabajadores a “superar las ideas, métodos y formas heredadas y para adaptarse a las exigencias de la situación objetiva”[1].

Respecto a esto se debe abrir al interior de la clase obrera el debate programático de como enfrentamos los ataques y organizamos la respuesta obrera, por lo que se hace urgente que en al interior de los sindicatos, se discuta en torno a los protocolos de seguridad, como respondemos a los ataques al salario, los despidos, y la cesantía, porque no podemos esperar migajas del estado burgués y su asistencialismo, porque está demostrado que el estado burgués sólo protege a los capitalistas.

Hay que impulsar en cada lugar de trabajo asambleas para discutir y votar medidas en torno a los protocolos de seguridad, enfrentado la negligencia patronal.

Los sindicatos tienen que levantar la necesidad de la incorporación masiva de todos los trabajadores al aparato productivo, imponiendo la escala móvil de horas de trabajo. Se pueden realizar acuerdos de solidaridad y cooperación mutua entre los sindicatos y las organizaciones que agrupen a los trabajadores cesantes para repartir el trabajo disponible, fijar la duración de la semana laboral y el garantizar el mínimo salarial que no debe ser inferior al costo de la canasta familiar, y a partir de allí la escala móvil del salario acorde al costo de vida. También pelear por levantar un plan de obras públicas tales como la construcción escuelas, hospitales, viviendas, hacer concreto el derecho al trabajo, la educación, la salud, la vivienda.

Estas medidas no pueden estar desligadas de la organización de los trabajadores de la producción, por el contrario, ellos deben ser los principales impulsores, ya que será necesario imponerlas estableciendo medidas de control obrero, como plan preparatorio, ya que todo deben controlarlo los obreros. En el fondo, el control obrero no es una medida democrática sino más bien se trata de “la injerencia del Estado obrero en la sociedad capitalista”, que desafía la dictadura del capital y sus leyes. “En este sentido, el control obrero,…, no se plantea como una salida eventual anticrisis y democrática sino como ataque a la desorganización económica de la burguesía”[2].

Dicho control nos permite al interior de las empresas mediante la lucha imponer la apertura de los libros de contabilidad para verificar los reales costos y las horas necesarias de producción, etc. Debemos discutir al interior de los sindicatos para que la clase obrera pese en la situación política nacional como el único sujeto capaz de darle una salida progresiva a la crisis, miseria y carestía acaudillando a la nación oprimida. Se abre una oportunidad para impulsar en los sindicatos de las cadenas de circulación de mercancías establecer comités de control de precios que determinen costo de la canasta familiar ligados al control obrero, estableciendo canastas regionales y nacionales según el valor de las mercancías, para que no sean los tecnócratas del INE el que lo haga porque son parte del estado burgués, en esto por supuesto los sindicatos pueden establecer convenios con especialistas que apoyen estas medida

En el sector salud ante su colapso se debe establecer el aumento de presupuesto en salud, por aumento de salarios, pase a planta del personal tercerizado y a honorarios, implementos de seguridad, luchando por recuperar los sindicatos de salud y ampliar las funciones de los sindicatos y que dirijan el sistema de salud en su conjunto.

Pero esto sólo se podrá llevar a acabo derrotando a la burocracia sindical que en medio de esta crisis ha mostrado su carácter pérfido mostrando su compromiso con el estado y las patronales. Se hace necesario reagrupar a los sectores activistas sindicales para enfrentar los desafíos que tenemos por delante impulsando un Congreso Obrero de delegados de base, para discutir las medidas necesarias para enfrentar los ataques de la patronal y su Estado.

Huelgas que se vienen desarrollando en el norte del país como las de Ariztía y Unimarc, si bien dentro de procesos de negociación colectiva reglada, ambos “holdings” empresariales, uno de la alimentación y otro de la distribución de mercancías, pueden estar mostrando la predisposición de resistir los embates patronales de parte de la clase trabajadora. Luchas como éstas abren la posibilidad de discutir y poner a prueba el programa de los revolucionarios, peleando por la unificación de estos sectores con los trabajadores de la misma rama, paralizando la producción y distribución, ejerciendo el poder obrero.

De lo que se trata es librar a la clase obrera de la ruina y la desmoralización que le impone el capitalismo, y que solo la clase obrera organizada puede darle una salida progresiva, sólo la clase obrera puede salvarse ella y al pueblo. No será con medidas corte redistribucionista, tampoco lo hará el limitado reparto de alimentos a través de ollas comunes, más allá del impulso a toda acción de solidaridad  entre los trabajadores y el pueblo, no puede reducirse el accionar de la vanguardia a recetas de mendicidad paraestatal, para embellecerlas como atisbo de organización obrera independiente. Este despliegue militante se torna infructuoso a la hora de contrarrestar los ataques patronales, porque de lo que se trata es de atacar a la patronal donde esta extrae la plusvalía y donde esta se concentra. La clase obrera debe a apuntar a derrocar el capitalismo y el estado burgués, no ha administrar sus miserias, es parte de sus tareas preparatorias e históricas.

“Las medidas transicionales aun operan formalmente en el marco del régimen burgués. Pero en realidad, son ya intervenciones del poder estatal proletario que limita de manera consciente y despiadada el derecho de los capitalistas a disponer de sus bienes y el afán de lucro capitalista”[3]

En la importancia del programa radica la importancia del partido. Se debe desarrollar una vanguardia a la interior de la clase obrera que, con una perspectiva internacionalista, forje los cuadros revolucionarios que impulsarán la reconstrucción del Partido mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional. La convocatoria a una Conferencia Internacional de todos los grupos que levantan la pelea por la dictadura del proletariado, puede ser un gran paso adelante.

 

[1] Un resumen sobre las reivindicaciones transitorias. León Trotsky. Marzo 1938.

[2] Sobre la Mecánica del Programa de Transición. Perspectiva Marxista N#1, Revista Internacional COR Argentina.

[3] Cuarto Congreso de la IC, 1922

TRFI Statement

July 1st

 

Third international strike of delivery workers

The world crisis has been accelerated by the coronavirus pandemic and has laid bare the capitalist system and its forms of domination. One of the most emblematic cases of the relationship between capital and labor in this period are the so called "Apps". Their workers are playing a very important role in the midst of the pandemic, while companies are making fortunes. The business of the Apps companies is based on greater flexibility, no health and safety conditions and the refusal to establish any kind of labor relationship. In addition, they are protected by governments, which allow this type of exploitation and try to give a legal framework to these forms of work.

 

This third international strike takes place in the midst of mass turmoil after the murder of George Floyd in the United States and when the epicenter of the pandemic is taking place in Latin America. That’s why it’s of enormous importance that a sector of workers come out to the struggle, in an internationally coordinated way, to show the strength of our class and its methods, such as strike.

The third international delivery strike will take place on Wednesday July 1st. The action was voted in a virtual assembly with the agreement of Raiders Unidos (Chile), Glovers Unidos (Ecuador), Treta no Trampo (Brazil), Entregadores Antifascistas (Brazil), Repartidorxs Unidxs (Costa Rica), Motociclistas Unidos (Mexico), Ni un Repartidor Menos (Mexico), the network of precarizados and Agrupación Trabajadores de Reparto from Argentina.

Delivery workers continue to take firm steps in the direction of organization and struggle. This July 1st we will carry out a new international strike with a day of mobilizations in several countries. In Argentina, the demands are for a 100% increase in the rate for orders (which today makes up the salary), for health and safety elements, for justice for Emma, Franco and all the dead delivery workers, for labor risk insurance paid by companies and for an end to layoffs and suspensions (rehabilitation of the suspended accounts). In the face of the pandemic's advance, for testing of workers exposed to the virus and for isolation.

In Brazil, the mobilization of delivery workers took shape in the anti-racist protests and against the Bolsonaro’s government with the slogan "Hunger!" and with the speech "we are not entrepreneurs, we are work force". Delivery workers, who receive an average of R$ 936 per month (less than the minimum wage) with 12 hours of work per day, demand snacks during the work period, in addition to an increase in the minimum wage and in the number of kilometers travelled, and an end to the arbitrary blockades by companies. In addition, they demand life and accident insurance and pandemic relief (PPE and medical leave).

 

In Chile, different groups have been organizing themselves to be recognized as workers with full rights and for the right to form a union. They have raised different initiatives like MAREA (mancomunal de repartidores por app de Chile) where different groups like Riders Unidos, Rappiteros and Repartidores Penquistas (Concepción) come together. These groups have been actively participating in the process of struggle and organization that emerged after October 18th in the country, raising demands for recognition by the accident insurance mutuality, after accidents in which workers have been left prostrate for up to two years, as in the case of Cristobal Pinilla. They are also fighting against the exploitative points system, which forces workers to stay connected at high hours during curfew, and puts their physical integrity at risk, losing their means of mobility or even having to return the amount of their orders.

This organization process in Pedidos Ya, Glovo, Rappi, Uber Eats, Ifood and other applications, has been growing day by day. It didn’t stop despite the quarantine, the militarization of neighborhoods and streets and repression.

We delivery workers are leading the way in demands for better wages and working conditions. We repudiate the murder of workers by these companies, which, with their policy of increasing rates and reducing pay, are taking the lives of more and more of our fellow workers who are being killed at work. We must demand an initial basic salary and a single contract, to replace the current form of single payment or fee slip, which these companies use and abuse. Delivery workers need to move firmly along the path of union organization independently from the State, beyond the initial stage of movement, which some call "network". In this sense, the support given by the CSA is important, which groups union centrals such as the CUT in Chile and Brazil, the CGT and CTA in Argentina, CNT in Mexico, AFL-CIO in the US, among others, but it is necessary, at the same time, to raise the methods of workers' democracy by questioning the ties of these bureaucratic leaderships with the bosses and the States.

Clearly, the task of strengthening and establishing the trade union organization of delivery workers, independently from the State, is one of first order and cannot be postponed. It goes hand in hand with fighting for the recognition of true representatives voted by delivery workers, to discuss and defend their demands against these companies.

We're going forward to the third international strike of delivery workers for the victory of our demands.

 

LOI Brazil - COR Chile - COR Argentina

TRFI Statement

The World Situation and the Tasks of Revolutionaries

We are within a historical period characterized by a tendency to the decomposition of imperialism and a process of capitalist assimilation of the former worker states. The crisis of the nation-states, of Bonapartism as a historical process and the relation with social revolution are part of our analysis to understand the contradictions of the period.

The imperialist policy, even in its weakness, proposes an idea of a new deal between capital and labor, within the historical conflict between social productive forces and relations of production of capitalism; aiming at breaking up the post-war pacts and the institutions created during the previous period and defining a new class balance within the states, in view of the level of the world crisis. This political intervention of imperialism, in the development of the laws of capital, unfailingly produces effects on the social relations of production.

The worsening of the crisis has produced a rupture in the inter-state balances, increasing their economic antagonisms, generating a greater trade war between the US and China, the fall of oil prices, conflicts between countries within the EU and fierce competition for health inputs in the midst of the pandemic. If an armed confrontation develops between China and India, an international conflict would open up and change the world situation.

The coronavirus pandemic exposed the capitalist system and its forms of domination. It reveals the consequences of the advance of capitalism on nature in an anarchic way. The pandemic sharpens and accelerates the trends of the 2008 crisis, leading for sure to a recession with tendencies to a world depression. It is important to understand that, although it is a continuity of the crisis of the last decade, this continuity is not necessarily linear; there can be quality jumps in the general state of imperialist capitalism, which consequences will be seen in the medium and long term.

The global crisis process would no longer be a stage of stagnation (relationship between short booms and crises), but rather a trend towards a decline in productive forces. The relationship of rupture - restoration in the definition of equilibrium is mediated by class struggle. If the proletariat does not intervene in a revolutionary way, capitalism will seek to restore itself by unloading the crisis onto the workers. That is why every step towards the reconstruction of equilibrium means an increase in the exploitation of our class. Every effort by the bourgeoisie to restore the balance of production, distribution and finances of the state fatally compromises the unstable class balance.

In the face of the pandemic, we can say that we are witnessing a reactionary rehearsal of the capitalist system, in the midst of a broader historical process of decomposition. It is a great experiment of class conciliation, of patrioterism. In the face of an anarchic leadership, such as the capitalist system, which depends on its armed states to guarantee the reproduction of capital, we fight for a conscious collective leadership, which prepares the stages of the dictatorship of the proletariat, since the current system generates the material conditions and social forms for the economic reconstruction of society.

State centralization can only be reactionary. Quarantine as a state policy is to save capital. We could say that quarantine is a preventive policy to protect great capitalists and their class, disorganizing our class with the complicity of union bureaucracy, to preserve their decomposing states, strengthening the military bureaucratic apparatus to discipline the masses.

The crisis of US imperialism

The radicalized processes that took place in the USA after George Floyd's murder by the police, and which expressed a political crisis in the heart of imperialism, have not been yet resolved. Unlike other processes seeking justice in general, the movement after the murder focused on the role of police forces, forcing both Republicans and Democrats to come up with a series of reforms to try to contain the movement. One very important element is that Trump was unable to stop the process by means of repression and even when he proposed the deployment of the Army, high commands refused, further weakening Trump's authority.

The debate that opened up around the auxiliary forces of Bonapartism, which are the armed forces, in this case the police, calls into question the whole structure of a bourgeois state. Because of the crisis, an ideological discussion was already developing, which was accelerated by the pandemic, regarding the very foundations of the capitalist system and its supposed freedom, and an internal debate in the US between union or federation of states regarding how to act in the face of this pandemic. There are emblematic cases such as Seattle, where a sector of the city is considered to be a police-free zone.

The labor movement had been carrying out isolated actions, such as wildcat strikes in the midst of the attack during the pandemic, and acted in a diluted manner in the first moments of the protests after the assassination. But we must point out that the dockworkers' strike on June 19, the date that commemorates the end of slavery, was a very strong strike. This shows that a combative sector of the American working class with a lot of history has begun to break through in an organized way. It is very important that sectors of the industrial movement come out to the struggle, because the US has entered an industrial crisis due to the stop of exports in the face of the pandemic and the trade war with China.

The political and economic crisis opened in the US forces revolutionaries to make their best efforts in order to try to intervene in this conjuncture, in which the imperialist country par excellence is going through a process of acute class struggle, where we Trotskyists have to deploy our transitional program to unite the American proletariat and the world proletariat in the fight for socialism.

The negro question was a great debate in the ranks of Trotskyism. Trotsky posed not only the discussion of self-determination, but we had to fight to show the white proletariat that the US was not our state and thus seek unity with the black proletariat.

The dissolution of the police force is a very important debate within the workers' movement and those who struggle. Is vital the political struggle against reformist visions and against centrism, that consider that the police should organize in unions. In the US, some of those who mobilized, raised the slogan that the police unions in the AFL CIO should be disbanded. Conlutas in Brazil affiliated them and the CTA in Argentina, too. From the TRFI we say: get the police unions out of the central unions! Just as we fight for the non-payment of the foreign debt, as an anti-imperialist measure.

In this scenario of world crisis, pandemic and political crisis in the main imperialist powers, we call for the reorganization of the forces of Trotskyism that still maintain the need for the dictatorship of the proletariat, in order to develop a vanguard within our class and help the ongoing struggles to succeed, in the perspective of the reconstruction of the Fourth International.

From TRFI we had been supporting the need for a Latin American Conference, in the midst of the class struggle processes that were taking place in the region. The acceleration of the crisis imposes the call for an International Conference that aims to address the crisis of revolutionary leadership in the heat of the convulsive world situation.

 

Thursday, 11 June 2020 22:05

“Dinámica” para una crisis

El gobierno de Chile aplicó las cuarentenas, al igual que en el resto de los países de la región, donde dichas cuarentenas no significan otra cosa más que el despliegue de la esencia represiva del aparato estatal, de su acción coercitiva. Lo distintivo en relación a otros gobiernos fue la aplicación de cuarentenas “dinámicas” qué significaban el aislamiento, o la intervención del Estado en las relaciones sociales -dislocando distintos sectores económicos como el comercio, el turismo, gastronomía, construcción, etc- y evidenciando al mismo tiempo la centralidad de la producción en el desempeño económico de todas aquellas empresas o servicios que se consideraron esenciales del punto de vista de la burguesía. Al mismo tiempo pretendieron sacar una ventaja competitiva en relación al resto de los distintos países locales llamando a una “nueva normalidad” donde las empresas pusieron acelerador ante el inminente desarrollo exponencial de la pandemia. Esto era evidente dado que venían maquillando números, escondiendo los casos asintomáticos o no contabilizando el total de muertos por Covid19 registrados. Esta nueva normalidad de explotación, lejos de ser un error fue una política consciente de la burguesía chilena que en ese momento expresó la necesidad de no paralizar el aparato productivo para no ser “los más pobres de América Latina” como dijo uno de los máximos representantes de la CPC. Un ejemplo de este ganar tiempo, se evidenció en que estas caprichosas cuarentenas dinámicas no eran aplicadas en su momento en los barrios donde habita la alta pequeña burguesía y la burguesía, y en la prolongación indefinida en aquellas comunas que fueron epicentro de las luchas del proceso semi insurreccional del pasado 18 de octubre. Mientras tanto los hospitales y centros de salud seguían estando al borde del colapso, donde los trabajadores de la salud no contaban ni con los implementos de seguridad adecuados, ni con condiciones mínimas sanitarias, teniendo que reportar al día de hoy la friolera de más de 150 mil infectados y más de 2600 muertos.

Mientras esto acontecía la burguesía aprovechaba para profundizar la crisis social, consecuencia de la crisis y descomposición del capitalismo mundial, cuyas contradicciones se aceleraron con la pandemia. Es así que sacaron distintos proyectos para salvar a la burguesía y a la pequeña burguesía explotadora con la ley de protección del empleo, en rigor una ley de suspensiones que involucra el no pago del salario y el desgaste de los fondos individuales de cesantía más algún que otro aporte del Estado, y sólo para aquellos trabajadores que tuvieron cierta estabilidad laboral previa. Así también se sucedieron una oleada de despidos donde el caso testigo más importante ha sido Latam, la que entre despidos, retiros y licencias sin goce de sueldo, lleva más de 3.600 trabajadores, y en su adhesión al capítulo 11 de la ley de quiebras en Estados Unidos promete que serán varios más, ya que se compara con empresas competidoras como la salvatada alemana Lufthansa que ha declarado que despedirá cerca de 25.000 trabajadores en el planeta. Esta serie de medidas, junto con el despliegue del aparato coercitivo, y la prohibición de actividades llamadas cuentapropistas, es decir actividades de subsistencia, han arrojado violentamente a la mendicidad a cientos de miles que hoy dependen de que el Estado llegue con algún tipo de ayuda. Por esta crisis social en curso salieron a dar “bonos Covid”, y aprobaron el llamado Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), con menos de $65 mil (U$82) por persona en extrema pobreza, y también montaron un show con la entrega de cajas de mercadería con un lindo instructivo para “agradecer al presidente” por esa ayuda miserable.

El preludio de un acuerdo, el temor a las masas

Toda esta política asistencial manifestó sus límites con una estruendosa voz de alarma con las manifestaciones y luchas callejeras qué en medio de la cuarentena y el toque de queda, salieron en los barrios más pobre a reclamar por esa falta de ingreso, por esa preanunciada  situación de hambre y desesperación en la cual cientos de miles de familias van cayendo inminentemente. Justamente un sector de este subproletariado, el que vive el día a día de pitutos, del comercio ambulante o de contratos precarios en obras o faenas, es el principal sector de la clase trabajadora que se manifestó en aquellos días del pasado levantamiento de octubre junto con la juventud explotada y oprimida.
Y esa voz de alarma fue la señal al gobierno de que su periodo de luna de miel con el pánico de las masas ante la enfermedad y la muerte, le imponía un freno a seguir jugando con las mismas, se estaba nuevamente resquebrajando en el momento en el cual se agudizan las condiciones de la pandemia y se profundiza la crisis social desatada. Es aquí donde vuelve reflotar la necesidad de un pacto o acuerdo de unidad nacional. Este acuerdo de unidad nacional es llamado luego de que se agotara la utilización del colegio médico (ColMed) como mediación ante la ausencia de la misma. Si bien un importante sector de los médicos tienen condiciones de vida, semejantes o emparentadas con algunos sectores obreros, sobre todo con sus estratos altos, independientemente de sus buenas intenciones, constituyen de por sí una capa social media conservadora entre el capital y el trabajo, orientados por lo general a apalancar al régimen democrático, a sostenerlo y embellecerlo. Este es el rol que ha jugado en rigor el ColMed con Izkia Siches a la cabeza, quien en su momento llamara a desmovilizar, a no participar de movilizaciones, y quien en sus discusiones con el gobierno llamó una y otra vez a la unidad con el mismo, responsable a sabiendas de la inoperancia y la criminalidad con la cual actuaba. Es efectivo que jugar a la mediación social a través del ColMed tenía sus limitaciones ya que no estaban integrando a las organizaciones de trabajadores de la salud ni tampoco estaban visibilizando siquiera la situación catastrófica del sistema de salud en la llamada “Mesa Social Covid” en la que participan no pocos verdaderos mercenarios de la salud, ligados a Isapres y clínicas privadas. Efectivamente esta mediación estaba agotada para la política del gobierno y necesitaba algo más amplio y superestructural. Justamente fue el colegio médico junto a economistas de la concertación y distintos arribistas del FA los que propusieron un plan económico basado en la utilización del fondo de estabilidad económico social (FEES) para no perjudicar las cuentas de la gran burguesía cuyo marco entusiasmó airosamente a multimillonarios como Luksic.

Al mismo tiempo el gobierno gestiona un préstamo con el FMI de 24 mil millones de dólares, con el organismo famoso en países como Argentina, Ecuador o el Salvador por sus recetas de ajuste y ataque a los trabajadores. El organismo presuroso le concedió dicho préstamo viendo el currículum de Chile de niño mimado del imperialismo qué ha sabido flexibilizar a la clase obrera y abrir de par en par el país a la explotación y usura del capital financiero internacional. Este préstamo, eso sí, no es para paliar la crisis actual sino que está destinado a “otorgar liquidez” a los grandes monopolios ante la potencial situación de fuga de capitales o descalabro del sistema crediticio.
Al plan del gobierno de acuerdo nacional asistieron rápidamente todos los partidos de la vieja concertación más revolución democrática. El plan consiste en 10 mil millones de dólares, 3000 millones a utilizar este año en la emergencia, y siete mil millones para el 2021 hasta febrero del 2022 para reactivación y subsidios al empleo, eso sí, con un compromiso para no levantar nuevas solicitudes de gastos en todo ese periodo. Estos tres mil millones estarían financiados por reasignaciones presupuestarias o partidas no ejecutadas. Toda la diferencia de la oposición burguesa y pequeñoburguesa con el gobierno se acoto a cuánto era deuda y cuanto del FEES y; cuánto iban a potenciar el IFE ya que el mismo quedaba debajo de la línea de pobreza para un hogar de 4 personas, algo que la burguesía no va a permitir ya que esta ayuda estatal de mendicidad no puede estar por sobre el salario mínimo que regirá en el momento de una potencial reactivación económica. Un bello proyecto que también incluye la potencial rebaja de impuestos a las empresas post-pandemia.

Si estatismo quieres…

Por su parte el partido comunista no asistió al acuerdo partidario intentando colocar una “mesa social” con el gobierno vía la CUT por los despidos y suspensiones la que fue reemplazado por un par de reuniones del consejo superior laboral, órgano tripartito permanente (gobierno, empresarios, centrales sindicales), creado durante el gobierno de Bachelet. El centro de la política del PC fue la exigencia de un impuesto mínimo a las grandes fortunas “a los súper ricos” para financiar la crisis. A esta demanda se han acoplado sectores de la izquierda exigiendo además que ese impuesto a las ganancias sea impulsado por luchas de exigencia de los trabajadores, una especie de estatismo de “primera línea”, que abandona todo norte por expropiar a los expropiadores.
Y es que estos giros de intervencionismo estatal, dejan en mal pie a todas las tendencias estatistas que bregaban justamente porque, mediante una reforma al Estado, una nueva constitución, se pudiese poner límite o condiciones a la burguesía y a la explotación imperialista, otorgando mediante este acto político fundacional los derechos que hoy se ven abiertamente negados como la salud, la educación, el trabajo o la vivienda. Dado que sale a la luz toda la miseria en una semicolonia, el aceleramiento de las contradicciones producto de la crisis económica mundial, profundizada por la pandemia en curso, y la intervención violenta del Estado en las relaciones sociales ha motivado o ha hecho emerger, como en todas las grandes catástrofes en Chile, la putrefacción del capitalismo. Las condiciones de hacinamiento que se expresa en la falta de viviendas para la población trabajadora, que ha tenido como correlato la toma de algunos terrenos, la expansión de los campamentos. Caso testigo la situación de la población inmigrante, que llegó entusiasmada con las promesas de un Chile modelo que le prometía mejores condiciones de vida que en sus países de origen, ha terminado viviendo en las peores condiciones de miseria en campamentos, en cites ruinosos, acosados por la enfermedad y el hambre, muchos terminaron acampando literalmente frente a sus embajadas, pidiendo volver a sus países, mientras se montaban espectáculos con su desgracia como si fuera ajena. También el acceso a la salud y las condiciones de trabajo dejan en evidencia lo que los números no pueden maquillar, aquello de que una familia con un salario apenas superior al mínimo pertenece a una “clase media” endeudada pero con “calidad de vida”.

Latam es un caso testigo del rol del Estado y de la burguesía chilena. Latam es una empresa cuyo principal accionista es la familia Cueto (por medio de 3 empresas distintas) asociada con la yanki Delta Airline y con la árabe Qatar Airways. Se encuentra regentada por la filial Latam Finance ltda con domicilio en Gran Caymán, “una sociedad establecida con domicilio y nacionalidad en un paraíso fiscal”[El Mostrador 09/06]. A esta empresa luego de la crisis social que está provocando y seguirá provocando (sin mencionar perlitas como el pago de una deuda a su exsocio Piñera de $26mil millones antes de pedir el rescate estatal), el Estado está presto ayudar a salvatar como línea fundamental de bandera “nacional” e industria estratégica del Estado chileno. Es ejemplificador ya que no existe propiedad de las 7 familias, de los “dueños de Chile”, que no se encuentre ligada de una manera similar a alguna empresa monopólica perteneciente a los grandes países imperialistas, lo que explica que la sub-burguesía chilena es una clase rentista parasitaria al mando del semi Estado burgués.

Preparar una respuesta

Los datos oficiales dan cuenta alrededor de 1 millón de desocupados más otro tanto de trabajadores que han dejado de buscar trabajo, e igual número que han sido pasados por la ley de suspensión laboral. Al mismo tiempo las empresas han redoblado los ritmos de producción, en muchos casos se han dejado al descubierto a los trabajadores de riesgo, no se han dado los implementos básicos de protección personal -y en aquellos lugares donde sí se han dado se han restringido los protocolos de aislamiento físico- dándose una situación contínua de cada vez mayor cantidad de trabajadores contagiados quedando en evidencia que ni el Estado, ni los patrones que lo regentean están preocupados para salvar la vida de la población.

Ante esto se torna imperioso que los trabajadores de las grandes concentraciones obreras organicen los sindicatos activamente para enfrentar este ataque en regla hacia el conjunto de la clase trabajadora, ligando los desocupados mediante comités de acción, para su incorporación al aparato productivo, levantando los protocolos necesarios sanitarios discutidos con las bases, para imponer el aislamiento físico allí donde sea necesario, levantando comités de seguridad desde las bases, luchando mediante los métodos de la clase trabajadora, como las detenciones productivas, las huelgas, las barricadas. El impedimento de celebrar reuniones masivas es una excelente excusa de parte del gobierno y la patronal para impedir la organización sindical. Es aquí donde las reuniones con delegados de base se tornan una herramienta formidable para evadir la prohibición y mantener activo el sindicato. Es prioritario que ante el grado de la crisis económica y social en desarrollo sea la clase trabajadora la que intervenga con un programa propio para dar una respuesta a la altura de la situación.

Se contradicen a sí mismas aquellas organizaciones que llaman al Estado a ejercer una “acción coercitiva” ante los bajos efectos de las cuarentenas gubernamentales si al mismo tiempo pretenden mantener activas las organizaciones sindicales y sociales. Quizás opinen que la lucha de clases pueda desarrollarse por Zoom o Facebook Live. También están quiénes no dimensionan el carácter internacional de la actual crisis que compromete a todo el equilibrio capitalista - algo que está siendo demostrado con creces en el proceso de masivas movilizaciones espontáneas en el seno del imperialismo norteamericano, que muestran al capitalismo en su alto grado de descomposición-, y se vuelven a ejercitar recetas redistribucionista tales como “renacionalizar el cobre para obtener recursos frescos” para paliar el hambre, o intervenir los puertos “abriendo los containers” para distribuir esa comida en la población o en las ollas comunes. Una salida y un programa obrero revolucionario debe desarrollar el control obrero como una forma de organizar el poder de nuestra clase para destruir el Estado de los explotadores, luchando no por conquistar una reforma al aparato estatal o redistribuir el desarrollo anárquico de su producción, sino que por el contrario, en vías de imponer una planificación económica mundial, promover la necesidad de la conquista del poder político de la clase trabajadora avanzando hacia una Federación de Estados Obreros y Socialistas de América, uniendo a la clase trabajadora de los países oprimidos con el potente proletariado norteamericano, que está dando importantes batallas contra su propia burguesía.
Para esto fundamental discutir y agrupar a la vanguardia revolucionaria en un partido mundial de la revolución socialista, que no es otra lucha que la lucha por reconstruir la cuarta internacional.

Friday, 05 June 2020 07:55

DEMOCRACIA PRA QUEM?

Em todo o mundo, a pandemia acelerou e agudizou os processos abertos pela crise econômica de 2008, dos quais a burguesia não consegue uma saída. Ainda que com crescimentos econômicos conjunturais, provocados pela oferta de crédito nos últimos anos, o imperialismo não consegue reverter a tendência geral de queda na lucratividade da produção e de endividamento. Com o advento da pandemia, os Estados ampliaram sua dominação nas relações sociais produtivas, intervindo diretamente na produção através de medidas de lockdown e racionalização da produção, injeção de crédito e subsídios através de ampliação e rolamento das dívidas, que ultrapassam os U$255 trilhões e tornam-se cada vez mais impagáveis.

Com o aprofundamento da crise, intensificou-se também as disputas interestatais pelo comércio global (agora também por insumos hospitalares), por fundos de recuperação econômica regionais e pelo controle migratório, o esvaziamento e desmonte das organizações multilaterais e sua substituição por acordos bilaterais impostos nesta disputa, além de crises políticas internas.

A pandemia também acelerou os processos que buscam redefinir as relações de classes dentro dos Estados e a instituição de um novo pacto entre capital e trabalho através do desmonte das instituições criadas desde o pós-guerra. Nesse sentido, ampliam-se os ataques aos trabalhadores em todo o mundo com reformas que ampliam o tempo de contribuição, intensificam, precarizam e flexibilizam o trabalho e reduzem o valor da força de trabalho com demissões massivas.

Todos esses processos que caracterizam a fase decadente do imperialismo e suas contradições, agudizadas pela crise pandêmica, empurram a classe trabalhadora em todo o mundo para situações de barbárie. Por tudo isso, começam a irromper processos mais radicalizados de luta de classes, os quais a política imperialista de quarentena não consegue mais segurar. Trabalhadores organizados na Itália, Espanha e França iniciam novas jornadas de luta contra demissões e condições de trabalho. No Chile, a população utiliza sua experiência adquirida nas lutas do ano passado para radicalizar manifestações de enfrentamento ao governo. Atualmente, no seio do imperialismo, as lutas contra a repressão policial e o Estado racista assumem formas semi inssurreicionais em todo os Estados Unidos.

Estes processos de luta demonstram a incapacidade das instituições da democracia burguesa em absorver as contradições de classe, acentuadas pela crise, e escancaram o problema de direção revolucionária mundial. Só a intervenção organizada e consciente da classe trabalhadora nestes processos pode alavancar a luta rumo a destruição do estado burguês como forma de dominação capitalista. No mundo inteiro, está cada vez mais nítido: a democracia burguesa não serve e nunca serviu aos trabalhadores!

 

O AVANÇO DO CORONAVÍRUS E DA CRISE ECONÔMICA NO BRASIL: AMBOS ESTÃO DESTRUINDO A CLASSE TRABALHADORA

No Brasil, a pandemia se apresenta de forma catastrófica. Anos de redução de investimento na saúde, acentuada pela aprovação do teto de gastos em 2016 e a ausência de uma política nacional de controle da epidemia já tiraram mais de 34 mil vidas até o momento. Considerando a subnotificação, implementada inclusive como política em alguns estados, esse número pode ser até sete vezes maior. Com a enorme desigualdade, característica de um país semicolonial, o corte de classe tem se apresentado como o principal definidor do índice de mortalidade que a doença assume no país. Morrem mais trabalhadores informais e da saúde, negros e periféricos.

A crise econômica e social se ampliam diante da epidemia e da crise política. O PIB apresentou queda de 1,5% no primeiro trimestre (período que abrangeu apenas 15 dias do início da pandemia). A produção industrial regrediu 18,8% em abril, acumulando queda de 27,2% em um ano. O desemprego subiu para 12,6%, fechando mais 4,9 milhões postos de trabalho. Desses, 3,7% eram empregos informais. Atualmente a população que está fora da força de trabalho chega a 70,9 milhões de pessoas. Dos trabalhadores formais, mais de 8 milhões tiveram seus contratos suspensos ou reduzidos pela MP 936, editada pelo governo Bolsonaro, que permite a suspensão do contrato e redução de salários e jornada durante a pandemia. Esse número representa mais de 20% dos trabalhadores formais. Segundo informações da Caixa Econômica, quase 60 milhões de pessoas já receberam o auxílio emergencial de R$600, e estima-se que cerca de 32 milhões de trabalhadores podem ficar sem renda e sem direito ao auxílio pela regra determinada.

As disputas interburguesas também se acirraram com o advento da pandemia e ampliaram a crise do governo Bolsonaro. Desde o início da pandemia, dois ministros da saúde foram afastados do governo por diferenças no combate à epidemia. Enquanto tentavam implementar políticas alinhadas com a OMS, os ministros chocaram-se com o negacionismo bolsonarista e sua defesa da cloroquina como medicamento de protocolo para casos de contaminação por covid-19. Há mais de quinze dias, o ministério da saúde segue com ministro interino proveniente das forças armadas.

As políticas de combate da epidemia alinhadas com a OMS foram implementadas pelos governadores dos estados, em aberta disputa com o governo federal pelo protagonismo no controle da crise. João Dória (PSDB-SP) e Wilson Witzel (PSC-RJ), aliados eleitorais de Bolsonaro, protagonizaram a ruptura com o governo federal na condução do controle da pandemia e acirraram a disputa política com Bolsonaro. A burguesia nacional ligada ao comércio e prestação de serviços, apoiadora de Bolsonaro, faz ampla campanha contra medidas de isolamento e pela reabertura do comércio evocando a salvação da economia, enquanto o setor da burguesia ligado ao mercado financeiro e à indústria (ambos auxiliados pelas medidas do governo) se alinharam, por algum tempo, à política imperialista de controle pelo isolamento. No país inteiro, a pressão pela reabertura é mais forte e envolve os setores da classe média e trabalhadores empobrecidos pela crise. Nas próximas semanas, os estados iniciarão os processos de flexibilização do isolamento com a abertura do comércio, mesmo com o número de contaminação e mortes longe de atingir o pico.

As medidas de isolamento e quarentena, como política do imperialismo, não foram aplicadas para salvar vidas, mas sim o capital. Buscam evitar o colapso dos sistemas de saúde, racionalizar a produção diante da possibilidade de uma situação mais catastrófica e desorganizam, com a conivência das direções, a classe trabalhadora diante das medidas dos governos e patrões que buscam jogar os custos da crise nas nossas costas. Aplicar ou não aplicar a política de isolamento não diferencia os governos em seu conteúdo de classe, burguês, apenas nas estratégias que utilizam para minimizar os custos da crise para o Estado. Fosse para salvar vidas, porque o número de assassinatos pela polícia militar aumentou mais de 40% em São Paulo e no Rio de Janeiro durante a pandemia, mesmo com decretos de isolamento e redução da criminalidade? A recomendação para ficar em casa facilitou a política de extermínio da juventude periférica da polícia de ambos os estados.

Nós, trabalhadores, não podemos ficar sujeitos às disputas interburguesas e suas políticas para o controle da crise pandêmica. A pandemia atinge massivamente a classe trabalhadora e a política cínica de “defesa da vida” não têm nos protegido, já que o isolamento não nos é uma escolha pessoal. Como trabalhadores, somos os únicos interessados na defesa de nossas vidas e, portanto, precisamos intervir de forma organizada nesta crise, com nossos próprios métodos.

 

BOLSONARO E A CRISE POLÍTICA INSTITUCIONAL

Além da crise entre o governo federal e os governos estaduais, aberta pela pandemia, o governo Bolsonaro, desde a posse, tensiona as relações com os demais poderes e instituições políticas do país. O que era antes uma disputa aberta com o Congresso pelo protagonismo de aprovação das reformas que transferem para a classe trabalhadora os custos da crise econômica, torna-se com o aprofundamento da crise, uma disputa generalizada com os demais poderes políticos, isolando cada vez mais Bolsonaro.

Além da saída de dois ministros da saúde, a saída do ministro da justiça, Sergio Moro, um dos principais alicerces do governo Bolsonaro por representar a essência do antipetismo e da luta contra a corrupção, escancarou o isolamento de Bolsonaro no governo. Moro saiu denunciando Bolsonaro por tentar intervir no comando da Polícia Federal para evitar o avanço das investigações contra os filhos, envolvidos com esquemas de rachadinhas, operações milicianas, produção de fake News e até no assassinato da vereadora Marielle Franco (PSOL-RJ).

No governo Bolsonaro, Moro acumulou algumas derrotas como a aprovação distorcida do projeto original de seu pacote anticrime, cujas modificações foram comemoradas como vitória pela oposição reformista. Além disso, a aproximação de Bolsonaro com o “centrão” no Congresso Nacional para evitar o avanço dos mais de 30 processos de impeachment protocolados, causou certo constrangimento para o paladino da justiça, já que muitos políticos que compõem essa base são condenados em processos de corrupção, como o “mensalão”. Bolsonaro já desembolsou, apenas em abril, R$ 6,2 bilhões para emendas parlamentares para o centrão. Moro, ao abandonar o barco governista, ainda apresentou provas da interferência de Bolsonaro na PF para proteger seus interesses e, dentre estas, um vídeo de uma reunião ministerial que caiu nas mãos do STF.

Junto com Moro, diversas frações da burguesia ligada ao imperialismo também abandonaram o governo. A incapacidade de produzir resultados econômicos satisfatórios, mesmo antes da pandemia, colaborou para a maior fuga de capitais estrangeiros do país e desvalorização brutal da moeda. A política de Guedes, a menina dos olhos do governo Bolsonaro, de reformas de enxugamento do Estado e privatizações chocou-se com a necessidade de intervenção estatal trazida pela pandemia. Ou seja, o Brasil deixou de ser aos olhos do imperialismo, um país atrativo para investimento como fora outrora. Diariamente, Bolsonaro é massacrado pela grande mídia que faz coro com setores da oposição por sua saída do governo, vislumbrando até os prós e contras de diferentes processos para chegar ao afastamento de fato.

O STF tem protagonizado o enfrentamento com Bolsonaro. O ministro Celso de Mello autorizou a divulgação do vídeo da reunião ministerial. Entre discursos extremistas dos ministros, incluindo sugestões de prisões para ministros do STF e governadores, o vídeo desmascarou o governo Bolsonaro como um governo de “rapina”, de aparelhamento do Estado para servir a seus interesses milicianos. Celso de Mello também recomendou que a PGR recolhesse o aparelho celular de Bolsonaro, provocando a ira do governo federal com declarações ameaçadoras à estabilidade nacional por parte oficiais de reserva que compõem o governo. Já o ministro Alexandre de Moraes avançou no inquérito das “Fake News”, despachando mandatos de busca e apreensões de celulares e notebooks de apoiadores de Bolsonaro que compõem o “gabinete do ódio”, responsável pela criação e divulgação de fake news pró governo e também dirigido pelos filhos do presidente. Alexandre de Moraes também tomou posso no Tribunal Superior Eleitoral, no qual somam-se oito ações de cassação da chapa Bolsonaro e Mourão por irregularidades na campanha.

Cada vez mais isolado, a estratégia de Bolsonaro tem sido a de elevar o tom contra as instituições do estado, tentando manter e fidelizar sua base eleitoral mais extremista, ao mesmo tempo em que articula sua reorientação no congresso com o centrão para evitar um processo de impeachment. Para isso, Bolsonaro tem utilizado em seus discursos elementos ideológicos golpistas, da extrema direita e de regimes fascistas, agradando cada vez mais seus apoiadores mais radicais  e, ao mesmo tempo, conduzindo a pauta das direções para a luta pela democracia e antifascista. A ausência de uma política independente para os trabalhadores tem nos mantido reféns do discurso ideológico bolsonarista e desmobilizados pelas políticas de “defesa da vida”.

 

CONTRA O FASCISMO E GOLPE: DEMOCRACIA?

Os discursos de representantes do governo assumiram, nas últimas semanas, o teor ideológico do fascismo. Citação de Mussolini, símbolos relacionados à extrema direita racista como o leite, tochas e a bandeira ucraniana passaram a fazer parte do repertório do presidente, de seus ministros e influenciadores digitais. Movimentos organizados de apoio à Bolsonaro, como o “300” em Brasília levantam a consigna de “Ucranizar o Brasil” e outras palavras de ordem pela ditadura militar contra a “ditadura do STF”. Já os militares de reserva que fazem parte do governo, como o general Heleno, soltam mensagens abertamente golpistas para, logo depois, moderar o discurso.

Com isso, Bolsonaro pretende fidelizar sua base eleitoral mais radical, abertamente extremista, e que lhe confere ainda algum capital eleitoral para se segurar politicamente enquanto busca construir uma base no congresso, bem como consolidar o apoio das Forças Armadas. Essa estratégia política reacendeu os debates sobre o avanço do fascismo no Brasil e o advento de um golpe militar a ponto de se começar a construir uma grande frente suprapartidária que  agrega setores da sociedade civil de toda gama (empresários, movimentos populares, artistas, intelectuais) e políticos liberais e reformistas pela democracia, como o Movimento Estamos Juntos e #Somos70% (em referência ao índice de desaprovação ao governo).

O fascismo, assim como a democracia burguesa, são formas de dominação da burguesia monopolista utilizadas conforme condições históricas e se apoiam em diferentes combinações de classe. O fascismo desenvolveu-se, historicamente, no contexto da disputa entre o imperialismo e a ditadura revolucionária do proletariado e, portanto, é caracterizado pela destruição sistemática de todas as organizações operárias. Enquanto que na democracia, a burguesia se apoia nas organizações dos trabalhadores e suas direções adaptadas, no fascismo a burguesia se apoia na pequena burguesia para, sobretudo, destruir as organizações operárias.

Desse modo, sendo o fascismo uma forma de dominação imperialista, “a mais selvagem e abominável forma do imperialismo”, não é possível sua existência histórica nos países semicoloniais, como o Brasil. Nos países semicoloniais, a forma de dominação está intrinsecamente relacionada à dependência imperialista de uma burguesia relativamente débil frente a um proletariado desenvolvido, criando “condições especiais de poder estatal”.  Assim, estes países podem até assumir regimes “semi-fascistas” como nas ditaduras civis e militares presentes em suas histórias recentes. Contudo, essas ditaduras são mantidas e apoiadas por países imperialistas, na maioria das vezes “democráticos”. Nos países semicoloniais, a luta contra o fascismo só pode ser a própria luta contra o imperialismo.

Às ameaças de golpe, se contrapõe a democracia burguesa. Todos: empresários, políticos de “direita e esquerda”, movimentos sociais, organizações centristas e as direções sindicais pela democracia. A democracia como contraposição ao golpe fascista, mascara o caráter de classe de ambas as formas de dominação. Não é surpresa a defesa da democracia pelo empresariado e políticos, pois a democracia não altera o conteúdo burguês da dominação. Contudo, quando o fazem organizações políticas dos trabalhadores e direções sindicais, o fazem de forma oportunista e conciliatória. Da mesma forma, a consigna “Fora Bolsonaro”, ou a mais “radical” ainda “Fora Bolsonaro e Mourão”, não expressam uma política independente para os trabalhadores, apenas a circunscreve no marcos da governabilidade da democracia burguesa.

A democracia burguesa não serve aos trabalhadores, é a ditadura de classe do capital, é a democracia da ínfima minoria, a democracia dos ricos! O fechamento do regime, alentado por Bolsonaro na forma de uma ditadura, tem implicações sérias na organização dos trabalhadores e no aumento de repressão, mas não muda o caráter de classe da democracia burguesa. As liberdades democráticas nunca impediram o massacre diário da classe trabalhadora, nem a utilização das Forças Armadas para reprimi-la nos processos abertos de luta de classes. Como defenderia Lenin, a liberdade que não é capaz de emancipar a classe trabalhadora da opressão do capital, não é liberdade, mas pura demagogia.

O advento de um golpe militar ou de um autogolpe de Bolsonaro depende da correlação de forças entre o governo, a orientação da política imperialista e o movimento independente dos trabalhadores. Também é importante observar o movimento das Forças Armadas no próximo período, já que Bolsonaro tem ameaçado fazer uso de sua força para intervir nos demais poderes. Nos países semicoloniais, as Forças Armadas cumprem um importante papel na forma de dominação apresentada. O fato é que, ainda que pouco provável, qual a política que os trabalhadores deveriam assumir num cenário golpista? Abraçar uma frente ampla conciliatória para as próximas eleições? Ou instaurarmos, em nossas organizações, comitês de segurança e autodefesa? Nós, trabalhadores, não podemos ficar reféns das orientações da política burguesa, mas precisamos intervir e construir uma saída independente para a crise.

À ditadura não se contrapõe a democracia burguesa, porque ambas são expressões da forma de dominação da burguesia. À ditadura do capital é preciso contrapor e impor a ditadura revolucionária do proletariado, única forma possível de dominação da classe trabalhadora. No cenário de decomposição imperialista, as tarefas que se colocam para os revolucionários são imensas e, neste sentido não se pode admitir titubeações conciliatórias. Aos ataques e ameaças advindos do governo, é preciso contrapor um programa operário de saída para a crise, que não será resolvida nos marcos da democracia burguesa, nem na ampliação desta!

É preciso, portanto, dar uma batalha pela abertura de nossos sindicatos, e, internamente enfrentar não só a burocracia traidora, mas também o centrismo adaptado. É urgente romper com o imobilismo das centrais! Precisamos levantar um congresso nacional de delegados mandatários e eleitos na base para discutir um programa operário de saída da crise.

 

The crisis shakes the center of world capitalism

 

            Massive demonstrations are shaking the main cities of the United States since the night of Thursday, May 28. The racial murder perpetrated by Minnesota police against George Floyd is not the first of these crimes, which as early as under Obama’s administration had its response in the Black Lives Matter movement, central protagonist in the current mobilizations. In many cities, in addition to claiming for Floyd's life, the protesters are raising banners with other cases of murders of local Black youth and workers, such as David Smith, Jamar Clark, Breonna Taylor and Philando Castile. The situation in the Twin Cities area of Minneapolis (Minnesota) and St. Paul (Wisconsin), the site of the crime and epicenter of the protests, has taken on semi-insurrectionary proportions of elemental forces, of a spontaneous nature. This has led the Democratic governor of Minnesota to mobilize the national guard and call for the intervention of federal army troops.

            The racial oppression of Black people in the U.S. is an old problem that capitalism has proven unable to solve. The abolition of slavery after the civil war in the 19th century only opened the door to full capitalist development, without providing a political or social way out for the African-American population. This, like so many other problems, will remain unresolved under imperialism, which, as Trotsky said, is incapable of carrying its tendencies to the end, accumulating contradictions like geological layers under the iron domination of the bourgeoisie and its state.

           

Catalyst

            As in other opportunities, the accumulation of contradictions in the economic and social basis of capitalism explode due to contingent events, which act as a catalyst for the tendencies of the exploited and oppressed to fight to reverse the desperate situation to which they are dragged by the rottening of imperialism. Perhaps this is the case with the response to Floyd's savage murder: it not only brings back to the forefront the struggle of Black people against State oppression, against police abuse, violence and murder, it shows that many of the movements that emerged in the heat of the 2008 crisis keep their strength, as Black Lives Matter does. The spontaneous demonstrations, the attacks against the repressive forces, are also an expression of a response of the youth and the working class to the situation generated by the present crisis, enhanced and accelerated by the coronavirus pandemic. The destruction of 50 million jobs in the last few months shows the reality of the "job growth" that Obama and Trump sold in the last few years: completely precarious jobs, without any kind of stability, that today throw almost a quarter of the population of the country into unemployment. The current mobilizations have also been nurtured by a wave of strikes against the consequences of the crisis, in different companies, large and small, from coast to coast, from south to north of the United States. Many of them are led by minority and immigrant workers, many of them with trade union organizations with Spanish names. And this is not uncommon considering that the most dangerous and precarious jobs are those that all over the world the employers and their States call the "front line" and throw like cannon fodder to work without the minimum conditions of security and labor health during the pandemic. Nor is it curious that a percentage that does not fit the minority status of blacks or Latinos are the populations mainly affected by the COVID19.

            But not only these communities are part of the struggle. Because it’s a spontaneous movement with confusion of objectives, without a clear direction, but it does show that the Democratic Party, which did everything to absorb into its left wing, Democratic Socialism, the inorganic movements that emerged from the previous crisis, has not been able to contain the current explosion, aimed even against its own governors and mayors as is the case of Minnesota and its capital city.

 

Imperialist Decay

            The imposing outburst of contradictions accumulated over decades in the depths of capitalism threatens to wreck the last imperialist project to try to recover U.S. world hegemony: Trumpism. The leaps forward that Trump is trying to take in the face of the crisis, in all its aspects, whether it be underestimating the problem of the pandemic, with its struggle for the factories to work whatever it takes and the withdrawal of the country from the WHO; in the economic field, with the rescue packages for the big companies and the escalation of the confrontations with China and the imperialist competitors; and in the specific case of the current mass agitations, provoking the demonstrators with racist slogans and bullet threats, are the natural responses of Trumpism as a project. It is clear that a growing section of the imperialist bourgeoisie has taken note and is moving into opposition, in an attempt to revive the candidacy of the drooping Biden, who no one knows what he represents or what program he proposes, but who is seen as an alternative. The last to jump on Biden's bandwagon were the AFL-CIO union bureaucrats, who formally endorsed his candidacy on May 26th. One question remains: Is Trump, and the new imperialist orientation that underpins him as a project, colliding with the limits of the U.S. as a power charged with leading capitalism into the worst phase of its decay? The truth is that the division in the bourgeoisie is clearly trying to prepare the changeover, but with enormous difficulties. Not only the mobilized masses but also the imperialist political staff itself, with Trump at the lead, are questioning the institutions of imperialist democracy, fighting over the form of the vote, something very dangerous considering that at the end of the year they have to go to the polls to define the person in charge of leading the country's destiny in an abrupt turn towards greater state intervention in the domestic, but also world, economy.

 

For a proletarian leadership

            The world crisis we are living through, with prospects of economic depression, layoffs, suspensions, massive unemployment, health catastrophes such as those experienced by Brazil and the U.S. itself, is just beginning. And yet, there are already massive demonstrations questioning the bourgeois staff that lead the States and their different recipes to give a capitalist, that is, a reactionary, way out. These segments of the masses, although with confused objectives, have been accumulating a previous experience, which includes the policies of co-optation of the counterrevolutionary leaderships, which wear all kinds of clothes like Democratic Socialism and Bernie Sanders in the U.S., and the different versions of the reformism without reforms of European social-imperialism. At the same time, the working class, in more localized experiences, more or less molecular, although sometimes of national scale as in the case of the general strike in Italy or some industry struggles in the U.S. itself, has been making a parallel (and intertwined with those processes) experience of struggle and union organization against the reform policies of imperialism to try to advance on our labor gains, and change in their favor the capital-labor relationship. On these elements and these experiences, we revolutionaries bet on setting in motion the transitional program between this rotten system and the political domination of the proletariat through its dictatorship. A workers' program that will allow the best elements of the vanguard to unify themselves in order to provide the wage-earning masses and the oppressed people with a leadership that will lead them to victory. We fight for the punishment of the murderers of George Floyd and all the victims of imperialist State apparatus. We fight so that Black people can decide their fate. Trusting that the way forward is the struggle against the social basis of that oppression, the expropriation of the expropriators, to put in place a Federation of Socialist Republics of America, where we will lay the basis for ending all forms of national and racial oppression by destroying bourgeois domination and wage labor exploitation.

First published 31st May 2020 on www.cor-digita.org

TRCI Statement

May 1st: Let's show the power of the working class around the world

In our day all over the world, we workers must raise our voice against imperialist decay and show the power of the working class.

The Pandemic and Imperialist Decline

This May Day finds us workers fighting a virus and a historical parasite, which is capitalism. Coronavirus pandemic laid bare the capitalist system and its forms of domination. It shows the consequences of the advance of capitalism on nature in an anarchic way. The pandemic sharpens and accelerates the trends of 2008 crisis, leading for sure to a world recession. But it’s important to understand that, although it is a continuity of the crisis of the last decade, this continuity is not necessarily linear; there can be quality leaps in the general state of imperialist capitalism, which consequences will be seen in the medium and long term.

The crisis accelerated by the coronavirus further accentuated the decomposition of the institutions created in the post-war period, a great example being the WHO and its action, the breakdown of inter-state balances, with the EU entering a chaotic situation and an exacerbation of competition between the USA and China as the most important. In this scenario, the possibility of a breakdown of class balances in nation states is not discarded, opening up more acute processes of class struggle.

What is particular in this crisis is the deliberate intervention of States in the sphere of production, in the relationship between capital and labour. That is, on the laws of capital, not to violate them, but to partially deny them.

The reply of main imperialist powers to the crisis is greater statism, i.e., an attempt of a directed economy, intervention with a festival of subsidies to capital, nationalizations of companies in crisis such as flag airlines and taxes on wealth, or aggressive fiscal policies. For workers, this is nothing but an attack on all lines, with mass layoffs, suspensions, wage cuts, and the removal of conquests, among others.

State centralisation can only be reactionary. Quarantine as state policy is to save capital. We could say that quarantine is a preventive policy to protect big capitalists and their class, disorganizing our class with the complicity of union bureaucracy, to preserve their decomposing States, strengthening the military-bureaucratic apparatus to discipline masses. On the other hand, if we were the ones to paralyze everything, we would not only be facing the virus, but we would be organized to face the attacks. The methods of the working class, such as the cessation of activities and strikes to go on general strike, are measures that allow us to preserve ourselves in an organized way, through unions, against the centralized attack of bourgeois and the strong destructive tendencies of capitalist economy in crisis. That’s why we cannot be in favour of the quarantine imposed by the State, since it’s not a "sanitary" measure, but an imperialist line of protecting the branches of production by lowering the value of labour force.

This distortion introduced by State intervention in the sphere of production opens up a host of political crises for the various bourgeois fractions and a different relation with workers, since it acts at the very basis of social relations of production. The importance of labour force in the creation of value and the dynamics of capitalism and its relationship with this labour force become very evident. And in face of the capitalists' attack we must counteract the attack on their capital. The workers, faced with this level of crisis, must reinforce the idea of expropriating the expropriators.

We must combat the fiction of a perished bureaucratic-military apparatus, which has control over what happens on its territory. Only the working class can lead internationally coordinated measures. We put forward workers' control of the main branches of economy, in face of the disorganization of economy, and we stand for the destruction of bourgeois State in a revolutionary way, since it’s impossible for a bourgeois State to respond to our demands.

We can say that we are witnessing a reactionary general rehearsal of capitalist system, amid a historical process of decomposition. It's a great rehearsal of class conciliation of chauvinism. Faced with an anarchic leadership such that of capitalist system, which depends on its armed general staffs to guarantee capital’s reproduction, we struggle for a conscious collective leadership, which prepares the stages of the dictatorship of the proletariat, since the current system generates the material conditions and social forms for the economic reconstruction of society.

Only trusting our own strength

Cynically, the scribes of capitalism try to show Marxism is a mistaken theory, fearing that the undeniable crisis in which the system finds itself will spread the idea of social revolution in the face of the irrefutable demonstration of what the anarchy of capital produces. The attack on Marxism amid a crisis is the desperation of a bourgeois class in decomposition in the face of the more acute scenarios of class struggle to come.

We, the workers, can organize the tasks to face the consequences of the pandemic, stop the attacks and disorganize the bourgeoisie in its base, production. We will do it by imposing workers' control on the most important industries of economy, the sliding scales of working hours and wages, the expropriation of banks, the opening of the ledgers of big companies, are some transitional programmatic points that can show to the whole of the masses the domination of the workers in the administration of things. To intervene independently and with our methods in this crisis is the posed task. There are many examples in the world on how to face this crisis accelerated by the coronavirus. Sectors of workers went on strike against the attacks. Perhaps the most important case is the general strike in Italy, where workers have performed strikes against the government's quarantine decree. In the U.S., the main imperialist power, workers are also striking at their workplaces. The semi-insurrectional struggles of the masses in Latin America, such as in Chile or Ecuador, where they have not succeeded in imposing decisive defeats on the working class and youth, predict the possibility of an irruption of the continent's proletariat to defeat the imperialist plans of hunger and misery. In Argentina, the struggles of the workers of Penta meat packing plant, BedTime and the health system are leading the way.

We, the workers, must intervene in this crisis independently, preparing the conditions for the emergence of a revolutionary vanguard to constitute itself in Party as a revolutionary leadership in the need to rebuild the Fourth International.

 

Cor Chile - LOI Brasil - Cor Argentina

 

Tuesday, 21 April 2020 10:49

Workers' methods and the quarantine

As the government prepares to extend the quarantine, we want to make some considerations about the situation and how, in our view, we revolutionaries should intervene.

Alberto Fernandez with his group of notables, that is Paolo Rocca (CEO of metal holding Techint, TN), Acevedo, from the UIA (Argentine Industrial Union, leading industrial employer syndicate in the country, TN), and the greatest of businessmen, define the destinies of workers in the name of the health of their businesses. Alberto is carrying out the motto of one of his teachers, Néstor Kirchner, who said "don't give importance to what I say, but to what I do". He calls the businessmen "miserable" , but endorses dismissals in Techint; he says price control, but endorses overpricing in food purchases and he says with actions: between the banks and the  pensioners, I choose... the banks.

It is striking that much of the left is calling for the quarantine to continue and trying to change the content of this state measure. We must be clear, the quarantine is a measure recommended by the World Health Organization, an institution created in the post-war period as part of the new world order after the Second World War. It is clear that any policy that comes from such an imperialist organization, which is responsible for the destruction of health and therefore responsible for the impoverishment of our living conditions, will not be to the benefit of our class.

Therefore, if our conditions of exploitation are at stake, our exploiters will not offer us a favorable outcome. It is with the workers' methods, which are part of our history, such as stoppages, sit-down strikes, strikes, in other words, paralyzing production by imposing a program that confronts the State, that we the workers will be able to face this crisis.

Quarantine is the method that the bourgeoisie has, not to stop the virus, but to guarantee its form of domination in the face of the crisis and to prevent its systems, centrally that of healthcare,  from collapse. The workers' methods, as part of transitional measures are interventions of the proletarian state-power that consciously limit the right of capitalists to dispose of their assets and their desire for profit.

We could say that the quarantine is a preventive state policy, to protect big capitalists and their class, that disorganizes our class with the collusion of union’s bureaucracy, to preserve a semi-state in decomposition, strengthening the military bureaucratic apparatus to discipline the masses. To impose this policy, it uses the monopoly of state forces, with the police, the gendarmerie, even cyber-spying and the army to guarantee this line. If we were the ones to paralyze everything, we would not only be facing the virus, but we would be organized to face the attacks.

We must open a central debate within our class, mainly in the industrial workers' movement,  against official propaganda about the importance of the State in this crisis, its social and control functions. It is imperative to clarify the class content of the concept of State. The class nature of the State is bourgeois, it defends a class that is antagonistic to our own, so we must prepare the material conditions for its destruction.

To allow the government to continue imposing a reactionary centrality with the quarantine, which means a brutal attack on the workers, with suspensions, salary reductions, layoffs and removal of conquests, is - at the very least - to give ourselves up without a fight.

We workers can organize the tasks to face the consequences of the pandemic, stop the attacks and disrupt the bourgeoisie in its base of support, production. By imposing workers' control of the most important industries of the economy, the sliding scale of working hours and wages, the expropriation of private banks, the opening of the ledgers of big companies, are some programmatic points that can show the masses as a whole the domination of the workers in the administration of things. To intervene independently and with our methods in this crisis is the task before us. There are many examples in the world of how to face this crisis, accelerated by the coronavirus. Sectors of workers went on strike against the attacks. Perhaps the most important case is the general strike in Italy, where workers stopped against the government's quarantine decree. In the U.S., the main imperialist power, workers are also striking at their workplaces.

Trusting our own strength is the only way out for us workers.

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First published in Spanish 4/9/2020 at www.cor-digital.org

Friday, 10 April 2020 10:51

Los métodos obreros y la cuarentena

En momentos en que el gobierno se prepara para extender la cuarentena, queremos formular algunas consideraciones sobre la situación y cómo, a nuestro entender, deberíamos intervenir los revolucionarios.

Alberto Fernández con su grupo de notables, es decir Paolo Rocca, Acevedo, de la UIA, y lo más granado de los empresarios, definen los destinos de los trabajadores en nombre de la salud de sus negocios. Alberto, está llevando a cabo la máxima de uno de sus maestros, Néstor Kirchner, que decía “no le den importancia a lo que digo, sino a lo que hago”. Les dice “miserables” a los empresarios, pero avala los despidos de Techint; dice control de precios, pero avala sobreprecios en las compras de alimentos, y dice con acciones: entre los bancos y los jubilados, elijo a... los bancos.

Resulta llamativo que gran parte de la izquierda reclame que siga la cuarentena e intente cambiarle el contenido a esta medida estatal. Debemos ser claros, la cuarentena es una medida recomendada por la Organización Mundial de la Salud, una institución creada en la posguerra como parte del nuevo orden mundial después de la segunda guerra. Es evidente que toda política que venga de semejante organización imperialista, responsable de la destrucción de la salud y, por lo tanto, artífice de la pauperización de nuestras condiciones de vida, no va ser para favorecer a nuestra clase.

Por eso, si están en juego nuestras condiciones de explotación, no nos ofrecerán una salida favorable nuestros explotadores. Es con los métodos obreros, que son parte de nuestra historia, como los ceses de actividad, paros, huelga de brazos caídos, huelgas, es decir, paralizar la producción imponiendo un programa que enfrente al Estado como los trabajadores podremos enfrentar esta crisis.

La cuarentena es el método que tiene la burguesía, no para detener el virus, sino para garantizar su forma de dominación ante la crisis y que no colapsen sus sistemas, centralmente el de salud. Los métodos obreros, como parte de medidas transicionales, son intervenciones del poder estatal proletario que limitan de manera consciente el derecho de los capitalistas a disponer de sus bienes y su afán de lucro.

Podríamos decir que la cuarentena es una política estatal preventiva, para resguardar a los grandes capitalistas y a su clase, desorganizando a nuestra clase con la complicidad de la burocracia sindical, para preservar un semi Estado en descomposición, reforzando al aparato burocrático militar para disciplinar a las masas. Para imponer esta política utiliza el monopolio de las fuerzas del Estado, con la policía, la gendarmería, hasta el espionaje cibernético y el ejército para garantizar esta línea. Si fuéramos nosotros los que paralizáramos todo, no sólo estaríamos enfrentando al virus, sino estaríamos organizados para enfrentar los ataques.

Debemos abrir un debate central al interior de nuestra clase, principalmente en el movimiento obrero industrial, ante la propaganda oficial de la importancia del Estado en esta crisis, de sus funciones sociales y de control. Es imperioso aclarar el contenido de clase del concepto de Estado. La naturaleza de clase del Estado es burguesa, defiende a una clase antagónica a la nuestra, por lo que debemos preparar las condiciones materiales para su destrucción.

Permitir que el gobierno siga imponiendo una centralidad reaccionaria con la cuarentena, lo que significa un ataque brutal a los trabajadores, con suspensiones, rebajas de salario, despidos y quita de conquistas, es -como mínimo- entregarnos sin dar pelea.

Los trabajadores podemos organizar las tareas para enfrentar las consecuencias de la pandemia, frenar los ataques y desorganizar a la burguesía en su base de sustentación, la producción. Imponiendo el control obrero de las ramas más importantes de la economía, la escala móvil de horas y de salarios, la expropiación de los bancos privados, la apertura de los libros de las grandes empresas, son algunos puntos programáticos que pueden mostrar al conjunto de las masas la dominación de los trabajadores en la administración de las cosas. Intervenir de forma independiente y con nuestros métodos en esta crisis es la tarea que tenemos planteada. Ejemplos en el mundo ante la crisis, que aceleró el coronavirus, hay muchos. Sectores de trabajadores salieron a hacer paros y huelgas en contra de los ataques. Quizás el caso más importante sea la huelga general en Italia, donde los trabajadores pararon en contra del decreto de cuarentena del gobierno. En EEUU, la principal potencia imperialista, los trabajadores también realizan huelgas en sus lugares de trabajo.

Confiar en nuestras propias fuerzas es la única salida que tenemos los trabajadores.

Saturday, 04 April 2020 10:39

Ley de protección… de las ganancias

El pasado martes 31 de marzo el congreso despachó la “ley de protección del empleo” que viene a constituir un ataque en regla contra el salario, un precioso regalo dado a los empresarios para que éstos puedan suspender a los trabajadores, o reducir sus jornadas, sin que tengan que asumir los costos de la crisis y por el contrario descargar el peso de la misma sobre las familias obreras.

El desarrollo de la pandemia anuncia consecuencias catastróficas para latinoamérica, dada la deficiente infraestructura sanitaria, si vemos lo que está sucediendo en países imperialistas como España o Italia donde los muertos diarios llegan a bordear el millar de personas. Comparado con otras enfermedades el COVID-19 –si bien tiene una rápida transmisibilidad- posee una baja tasa de mortalidad. Lo que en Chile se ha manifestado momentáneamente muy por debajo de la media mundial debido a que los contagios se han extendidos entre la población de bajo riesgo y además entre los sectores acomodados, de la burguesía y la alta pequeñaburguesía, quienes poseen condiciones privilegiadas de higiene y salubridad. Algo que cambia radicalmente en la medida en que se extiende hacia la población trabajadora, como ya lo muestran los primeros muertos pertenecientes a familias pobres. El drama de la salud no viene del control y respuesta a una nueva pandemia, sino que será el agravamiento exponencial de la crisis sanitaria que se produce todos los años, donde los hospitales colapsan de enfermos, las listas de espera para operaciones o atenciones son interminables, los mínimos implementos de higiene así como los medicamentos escasean; los trabajadores de la salud mal pagos y con regímenes a contrata; etc, etc, vuelven a esta farsa del Estado burgués interviniendo en la salud una parodia de corto alcance y de consecuencias imprevisibles. Así mismo, la intervención de los Estados en el mundo no está destinada a paliar una crisis de tipo sanitaria, sino que está catalizando una profunda crisis estructural del capitalismo, que tiene interviniendo al aparato burocrático-militar en las relaciones sociales, destruyendo fuerzas productivas, saneando la economía y atacando en masa a la fuerza de trabajo, dejando miles de cesantes, cerrando empresas, suspendiendo personal, recortando salarios, y por supuesto, ejerciendo el monopolio de la fuerza, mientras levantan su dedo acusatorio responsabilizando por el descontrol de la pandemia a la población que no acata las resoluciones burocráticas de estos sirvientes del capital. Actúan de forma anárquica y desesperada, recurriendo al centralismo estatista, para salvar al capitalismo de su propia crisis. Esta intervención violenta del aparato de estado en las relaciones sociales constituye un ensayo general reaccionario.

 

Las mediaciones al pie de la cama

Desde distintas organizaciones como la CUT, la Confusam o el Colegio Médico se insistía desde los primeros casos de contagios en la exigencia al Estado de que imponga la cuarentena total. Silenciando canallescamente las denuncias del estado calamitoso en que se encuentran los hospitales y centros de salud municipal. Esto era, y es intermitentemente, presentado casi como la solución de salvación ante la pandemia, llamando al mismo tiempo a dejar de realizar movilizaciones o asambleas sindicales. El mismo Colegio de Profesores llamó al cese de actividades en los colegios sin colocar a debate de los trabajadores docentes las medidas necesarias para intervenir en la crisis. Es así que en muchos lugares de trabajo se comenzó a exigir el cierre o paralización de las obras como respuesta lógica a lo que consideraban una medida de protección sanitaria. Finalmente la intervención del gobierno decretando cuarentena en varias comunas vino acompañada de un exhaustivo listado de las empresas consideradas “esenciales”, que debían seguir funcionando, entre aquellas las que “abastecen a los supermercados”, o sea… prácticamente todas. Para que los trabajadores afectados por la cuarentena no se creyeran con derecho a quedarse en sus casas por resguardo a su salud, se sacó un dictamen de la dirección del trabajo indicando que no están obligados a trabajar, como así tampoco el empleador no está obligado a pagar el salario, pretendiendo esgrimir una igualdad jurídica entre el capital y el trabajador. Este dictamen encontró a los más fervientes críticos entre la oposición burguesa y la burocracia sindical quienes amenazaron con recursos de amparo y todo tipo de escritos legales. Pero el dictamen sólo era el preludio del proyecto de ley de “protección del empleo”.

 

¿En que consiste el proyecto votado al unísono en el congreso?

El mismo establece que las empresas impedidas de funcionar con motivo de la suspensión por la autoridad recurrirán a que el empleador deje de pagar las remuneraciones, pagando sólo los aportes previsionales y de salud, prorrogables y en cuotas, mientra el trabajador será remunerado por sus fondos del seguro de cesantía en proporciones decrecientes mes a mes 70%, 55%, 45%, 40%, 35…..de la remuneración promedio. Si el trabajador no dispone de fondos hará uso del fondo de cesantía solidario en las mismas proporciones (70% , 55%…) aunque con tope en el tramo alto de $ 525.000 y de ahí decrece del mismo modo. La misma fórmula se utilizará también en aquellas empresas que, si bien no son impedidas por el Estado de funcionar, aduzcan reestructuraciones “para poder mantener su continuidad operacional o para proteger eficazmente la vida y salud de sus trabajadores”, vía un “pacto de suspensión del contrato de trabajo”con el trabajador y/o el sindicato. También podrán hacer uso de esta ley para realizar un pacto de reducción de la jornada laboral hasta la mitad, donde el seguro de cesantía cubrirá hasta el 25% de la remuneración con un tope de $ 225.000.-. Eso sí no todos los trabajadores pueden acceder a esta fórmula, quedan excluidos, aquellos que no tienen un mínimo de cotizaciones (3 continuas en el mismo trabajo, o 2 continuas y 6 en total en el último año) así como aquellos que hayan hecho uso del seguro de cesantía en los último 5 meses. Es decir, que los trabajadores que trabajan en negro, con altos niveles de rotación, en condiciones de alta precariedad laboral, o que hayan salido recientemente de las filas de desocupados, ni siquiera pueden optar por un miserable subsidio de subsistencia. Hay que sumarles que no pueden optar los que reciban algún subsidio por discapacidad o los que tengan fuero laboral. Y como cereza de la torta el trámite lo tiene que realizar el empleador, lo que deja al trabajador en cuarentena a merced de su explotador.

El “seguro de cesantía” fue creado para mantener en la subsistencia al ejército de reserva de la clase trabajadora y fue diseñado de tal modo que “desincentive”, según la lógica de los explotadores, que los trabajadores cesantes quieran mantenerse mucho tiempo en esa situación, brindando una fuente de mano de obra barata a los capitalistas. A este diseño hay que agregarle que el monto que el empleador “aporta” a este seguro (compuesto por aportes bipartitos) lo recupera, con los intereses respectivos en el descuento que realiza de los finiquitos con indemnización por despidos. Una verdadera bicoca servida en la mesa de los patrones.

 

La intervención de la clase trabajadora es la única perspectiva realista

Los diputados y burócratas que habían vociferado contra el dictamen de la dirección del trabajo la noche previa, terminaron votando y apoyando a mano alzada un proyecto que además incluye (que vuelve ley) el cese temporal de “la obligación de prestar servicios por parte del trabajador y de la obligación de pagar la remuneración y demás asignaciones que no constituyan remuneración, señaladas en el inciso segundo del artículo 41 del Código del Trabajo, por parte del empleador.” Una vez aprobado el proyecto la directiva de la CUT sacó un comunicado en contra diciendo en rigor que no era lo que ellos querían, toda vez que en la víspera los parlamentarios del PC votaron al unísono el proyecto. Es bastante probable que las pymes que su aparato controla, y la de sus grupos de pequeños explotadores allegados, hayan visto como un alivio que no tengan que pagar más salarios durante el cierre de sus negocios. Una vez más se demuestra el carácter reaccionario de esta dirección, que posa de flanco izquierdo en la defensa de la democracia burguesa.

Es necesario que la salida a la crisis capitalista, así como a los efectos de la pandemia, sean impuestos por la clase trabajadora, única interesada en la salud de la población obrera y la única con la fuerza capaz de derrotar los planes de los explotadores y de su Estado. La cuarentena impuesta por el Estado es sólo una política reaccionaria, complementada con los decretos del estado de catástrofe y toque de queda, para desplegar las fuerzas represivas…contra un virus. Nada tiene que ver con las acciones que podemos tomar los trabajadores para proteger realmente la salud de la población. Es necesario que seamos nosotros los que determinemos cuales son las ramas esenciales que deben ser prioritarias, así como levantar un plan obrero de salida a la crisis dirigido a imponer un programa de independencia de clase, formando en los sindicatos comisiones de higiene y seguridad para imponer y vigilar nuestra medidas sanitarias, la escala móvil de horas de trabajo para vincular a los desocupados a la producción, que lejos de plantear exigencias de centralización estatal, se dirija a organizar a la clase trabajadora para imponer el control sobre los medios de producción, a dislocar el aparato de Estado y a coordinar acciones internacionales para confrontar con los explotadores ante esta ofensiva reaccionaria en toda línea.