Piñera  ha salido  a respaldar tanto al general Rozas como a la institución de conjunto, dando cuenta con esto de la importancia que tiene la represión en su gobierno, que después del 18 octubre eso se ha hecho patente, por eso los llamó “la primera línea contra la violencia en el país”, dando una definición de clase del carácter burgués de esta institución podrida. Es que para el gobierno ha sido fundamental asentarse en el cuerpo armado organizado por el Estado para la represión del pueblo trabajador. Desde un comienzo con la llamada operación huracán, todo un despliegue represivo y de inteligencia que resultó con el asesinato del comunero Camilo Catrillanca, ahora la reforma a la que se abre el gobierno es lo que vienen en llamar “de modernización de las policías” que busca establecer como norma el ingreso a la fuerzas armadas en el control social interno, y además otorgar mayores atribuciones para perseguir a dirigentes sindicales, estudiantiles etc. Además de la ley aprobada por el arco político burgués y pequeño burgués (UDI hasta el F.A.) conocida como ley  antibarricadas (ley n° 21.208), todo un reforzamiento del aparato burocrático militar, del cuerpo armado al servicio de la burguesía y su Estado contra la clase obrera y el pueblo.

También utilizaron conspirativamente a los gremios de los patrones camioneros para exigir al congreso una serie de leyes más represivas, como la de infraestructura crítica, ley antiterrorista, ley antiencapuchados, de mayores poderes a carabineros y la PDI.

Se han sucedido hechos tras hechos donde el actuar de los policías, lúmpenes organizados por el Estado,  han mostrado toda su descomposición en una línea de represión sistemática, que además de las decenas de muertos post-18 de Octubre, los cientos de casos con mutilación ocular, o pérdida visual total como en el caso de Gustavo Gatica, Fabiola Campillay, o Manuel Acuña golpeado hasta dejarlo en estado vegetal, a lo que se suma ahora Antony Araya joven que fue lanzado al lecho del río Mapocho. Es por esta razón que sectores de la oposición burguesa y pequeño burguesa plantean una reforma o refundación a esta institución irreformable, pretendiendo un lavado de cara a esta institución intentando ocultar que la esencia de ésta institución es la protección de la propiedad privada capitalista sostenida por el aparato represivo estatal.

Ante la negativa del gobierno de sacar al general Rozas, y por el contrario blindarlo, la oposición burguesa apunta sus dardos al ministro del interior utilizando el estéril mecanismo de la democracia burguesa como la acusación constitucional, mostrando  todo un cinismo porque bajo sus gobiernos reprimieron y asesinaron a luchadores obreros y populares, realizaron persecuciones y montajes, etc. Al fin de cuentas de lo que se trata para ellos es mejorar la maquinaria de opresión para proteger las ganancias capitalistas. No se trata del fuera Rozas, tampoco de embellecer a la PDI, o fiscalía que cargan son cientos de atropellos a los trabajadores, que mantiene presos a cientos de luchadores, no se puede regenerar las instituciones del Estado burgués.

En el programa de los revolucionarios se inscribe la consigna de disolución de las policías como una de sus tareas. La profundidad de la descomposición del capitalismo imperialista está evidenciando la naturaleza brutal reaccionaria de las policías en el mundo, como en EEUU, Colombia, Argentina, etc, donde los asesinatos y vejámenes llevados adelante por esta institución han quedado completamente expuestos. Esta pelea no podrá resolverse dentro del marco de la sociedad capitalista en descomposición. No será pacíficamente como se logre, todo lo contrario, significara una fuerte fractura del Estado, una alta conciencia de clase del proletariado, del desarrollo de su vanguardia, vale decir, en una dinámica de lucha entre revolución y contrarevolución.

Los sindicatos deben ponerse la tarea de organizarse contra la represión de los capitalistas y sus Estado. El enfrentamiento con su aparato de represión es inevitable, como lo muestran cientos de luchas obreras y huelgas, donde la disposición de las policías al servicio de los patrones queda más patente. Se debe pelear por la disolución de la policía, se deben organizar comités de autodefensa, para hacer frente a la represión y derrotarla

DESPROCESAMIENTO Y LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS OBREROS, POPULARES Y MAPUCHES.

COMITÉS DE AUTODEFENSA LIGADOS A LOS SINDICATOS

DISOLUCIÓN DE LAS POLICÍAS

El 18 de Octubre las fuerzas elementales de la juventud y la población trabajadora irrumpieron súbitamente para cuestionar décadas de sometimiento, explotación y opresión, ejercida de forma despótica por la democracia capitalista. El punto más álgido de ese proceso se dio también de forma espontánea, pero no menos contundente, en una histórica huelga general el 12 de Noviembre que si bien carecía de fortaleza organizativa  dejó en evidencia el poder de la clase trabajadora, paralizando todo el aparato productivo, tomando al mismo tiempo las calles para enfrentar a la maquinaria de represión estatal. Este acto semiinsurreccional dejó al gobierno al borde de caer, y para salvarlo y salvarse a sí mismos, acudieron a él todos los partidos de la burguesía y la pequeñoburguesía para sacar la promesa de que este régimen de opresión y explotación, puede mejorar su cara, se puede reformar al Estado, se puede volver a edificar “la casa de todos” donde explotados y explotadores vivamos felices bajo el mismo techo.

Casi un año ha transcurrido desde estos acontecimientos y la pandemia mundial vino a profundizar la crisis económica y social que se desarrolla en el mundo producto de un proceso profundo de descomposición del capitalismo y del desarrollo cada vez más agudo de la lucha de clases. La injerencia represiva del Estado, no sólo en el accionar sistemático contra los sectores movilizados, los trabajadores, la juventud, las comunidades mapuches, etc, sino también en la intervención de las relaciones sociales con las políticas restrictivas de cuarentena, que han dejado en evidencia una y mil veces que a la clase dominante no le interesa la “salud” de la población, está dejando una crisis social de enormes proporciones.

Entre desocupados, los llamados “inactivos” (los que dejaron de buscar pega) y los suspendidos (por la ley de protección del empleador) acumulan la friolera de 3 millones de trabajadores. Una masa humana de fuerza de trabajo que se volcará, en la medida que la “apertura” económica lo permita y la necesidad lo exija, a buscar sustento, porque no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo para vender. Esta masa de trabajadores hace que los empresarios se estén sobando las manos para abaratar el costo de la mano de obra, ya que para ellos somos una mercancía más. Una evidencia que empresas imperialistas como Unilever, estén aumentando el número de desocupados con cierres y despidos preocupados de que su cuota de ganancia no califica como “rentable”.

Al mismo tiempo los otrora abanderados del llamado “neoliberalismo antiestatista” utilizan fondos estatales y la generación de deuda con créditos multimillonarios al FMI para financiar este festín de despidos, para contener mediante dádivas fiscales el hambre y la carestía de grandes sectores de la población. En un puñado de meses el Chile modelo que habría superado la pobreza está comenzando a desarrollar la misma a niveles exponenciales. Algo que se expande más rápido que la pandemia  por toda la región. También el gobierno dispone de una batería de medidas “proempleo” para financiar la contratación, que no es más que otro eufemismo para que los empresarios abaraten aún más el valor de la mano de obra, rotando a los trabajadores despojando al mismo tiempo de sus conquistas a aquellos que son desplazados. Basta sólo dejar en evidencia que las remuneraciones reales no hicieron más que descender de marzo a la fecha mientras los ricos se hicieron más ricos, y las restricciones impuestas por los patrones y el Estado en las empresas llamadas “esenciales” aumentaron los niveles (estancados durante años) de productividad, esto es que produjeron lo mismo o incluso más con menos trabajadores, algo que la burguesía querrá extender e implantar.

Los recientes proyectos, rechazados momentáneamente en el congreso, de “salario mínimo” e “infraestructura crítica" no reflejan otra cosa que la orientación más decidida de la burguesía en vísperas del 11 de septiembre de imponer salarios de hambre y represión, incluso con la fuerzas militares, toda una provocación con un decidido simbolismo reaccionario.

Mientras este ataque en toda línea de la burguesía acontece, los partidos del régimen se preparan aglutinándose en “comandos” por el apruebo o rechazo a un cambio constitucional. Un cambio que ya quedó amarrado y maniatado tanto en su técnica electoral, a medida de los “incumbentes” de la burguesía, como en su esencia y su carácter de clase, pauteado para no cuestionar ni un ápice de la dominación imperialista. Es verdad que amplios sectores de los trabajadores depositan sus expectativas en esta opción, no tan esperanzados como amplios sectores de la pequeñaburguesía, pero si como la única vía práctica hoy por hoy para intentar torcer su destino. Sin embargo, esto sólo es un subproducto de la crisis de dirección, de las direcciones políticas reformistas contrarrevolucionarias que infestan y difunden la falsa ideología reaccionaria de que la democracia burguesa puede ser perfectible, de que aggiornando o limitando las instituciones más reaccionarias legadas por la transición del régimen pinochetista al democrático, se puede abrir al futuro.

Es así que también enarbolan la falacia de que instalando en una carta magna el “derecho” a la educación, la salud o la vivienda, esta se hará realidad como proceso de reforma democrática. Es aquí donde los grupos “estatistas” de la pequeñoburguesía como el PC o el FA pretenden ocultar el carácter de clase del actual aparato estatal, buscan arribar al botín del Estado semicolonial para favorecer a otras fracciones burguesas menores. Esto es lo que prometen en sus programas y proclamas, y en una eventual convención constituyente será procenio de debate, en una suerte de parlamento “ad hoc”, en definitiva, un podio de charlatantes.

También están quienes rechazando este proceso se expiden por una Asamblea Constituyente, libre, soberana, popular o revolucionaria. La levantan como un “puente” hacia la toma del poder o hacia formas de gobierno obrero, una abstracción absoluta que no identifica ni denuncia el carácter de clase de tal institución implantándola como obstáculo.

Se conmemoran 47 años del golpe contrarrevolucionario, que derrotó de forma brutal y despiadada a toda una generación de luchadores y de la vanguardia obrera. Este proceso contrarrevolucionario preparado directamente en el seno del imperialismo yanqui, se dirigió a aplastar un proceso revolucionario. No fue la interrupción de un proceso democrático gradual y en ascenso. Fue la liquidación de la posibilidad de que la clase trabajadora se hiciera del poder y extendiera una revolución hacia “patio trasero” del imperialismo. Fueron varias las medidas de contención que utilizó la burguesía antes del golpe de Estado, entre ellos las medidas de capitalismo de Estado, todo para mantenerse en la escena histórica. Esta mayor injerencia del Estado burgués en los 70s tuvo su punto culmine bajo el gobierno de la UP, presentado como la “vía pacífica al socialismo”, que difuminó en el movimiento obrero la farsa de un socialismo sin destruir el aparato burocrático militar, que constituye la esencia del estado, como maquinaria de opresión de una clase sobre otra.

A 47 años vemos que la decadencia imperialista se ha profundizado, y la burguesía vuelve a desempolvar viejas ideas de intervención estatal, aunque la mayor descomposición capitalista presentará a esta ideas reformistas ya no como una tragedia sino como una farsa, colocadas para salvar al capital de sus crisis, atacando al proletariado.

El actual proceso de ataque y descomposición del capitalismo sólo puede enfrentarse si se preparan y organizan las fuerzas del sujeto revolucionario. El gran triunfo del golpe contrarrevolucionario consiste en la dispersión y debilidad organizativa de la clase obrera. El poder de la burguesía reside en la producción, es prioritario que sea la clase trabajadora la que dé una salida con un programa de independencia de clase. A la actual crisis social sólo puede darle una salida nuestra clase. La desocupación creciente sólo puede ser enfrentada por la unidad de los ocupados con los desocupados levantando un programa de escala móvil de salarios por rama, peleando por salarios acordes a la canasta familiar, imponiendo el derecho al trabajo, así como el de la salud, la educación o la vivienda, enfrentando activa y decididamente despidos como los de Unilever. La burocracia sindical tratará de jugar de mediación para apoderarse del movimiento, pacificarlo y domesticarlo a los cauces de la democracia para ricos. Es necesario que levantemos la organización obrera, recuperando los sindicatos, impulsando un Congreso de delegados de base de toda la clase trabajadora que pelee por poner en pie una Central Única de trabajadores donde se levante un programa y un plan de lucha con una perspectiva para superar al capitalismo semicolonial decadente. No se puede repetir la historia quedándose en la trampa de la reforma estatal, es necesario superarla peleando por imponer la dictadura del proletariado extendiéndola internacionalmente, el norte de la vanguardia debe ser la derrota de la burguesía, la victoria del proletariado.

Las débiles fuerzas de los activistas y la vanguardia obrera no pueden desgastarse en fórmulas tácticas para las que ni siquiera se tiene ni el peso ni, por sobre todo, la claridad. La pelea por poner en pie un Partido Revolucionario, debe ser la bandera de la reconstrucción de la IV Internacional como el Partido Mundial de la Revolución Socialista.

Leia O Socialista de setembro 2020

Belarus: fraud, political crisis, labor unrest

 

We have now had three weeks of intense agitation in Belarus, fueled by the rejection of the electoral fraud with which President Lukashenko intends to extend his mandate. It has been 26 years since he took office for the first time in 1994. Street demonstrations have been setting the pace since August 9th and, far from weakening them, the regime's brutal repression has brought about the opposite. On the streets, the middle-class youth play an important role, but all observers point out the irruption of the workers' movement, especially its most concentrated battalions in industry.

 

The marches and protests, which brought about 100,000 people onto the streets of Minsk on Sunday, August 23rd, are a sign of a spontaneous movement, with confusion of objectives and with a leadership weakened by the lack of structure of the nationalist/liberal, pro-market-reforms opposition, whose electoral figure is the opposition candidate, Svetlana Tijanovskaya, currently in exile in Lithuania. The movement has national extension and is not concentrated only in the capital, Minsk.

 

Interstate antagonisms

 

Belarus is a country of 9.4 million inhabitants, a former member of the USSR and then an historic ally of Russia. It’s the junior partner in this alliance, but we should not think about the relationship as we are used to: Belarus is home to major centers of industrialization of Russian raw materials. One element that encourages the current crisis is the slump in oil prices at the beginning of the year, as Belarusian refineries export oil by processing the crude oil they obtain at subsidized prices from Russia. In addition to this close economic relationship, which has had its ups and downs in recent years, both countries are also bound by military agreements and historical cultural elements.

 

It is because of this relationship with Russia that many, including the Bonapartist Lukashenko, are labelling the recent protests as "pro-Western" or pro-European Union, trying to equate them with the so-called Euromaidan that erupted in Ukraine in 2014, leading to the president's resignation and later a civil war. The truth is that the mobilizations do not demand the country's entry into the EU, which was explicit in Ukraine in 2014, and do not even raise anti-Russian slogans. Tijanovskaya itself, from Lithuania, has been careful to disassociate the positions of the opposition from a confrontation with Moscow, making it clear that these are protests that are limited to defending democracy pure and simple, that is, bourgeois democracy of which the only experience the country has is... the governments of Lukashenko, what a paradox.

 

The European Union (EU) has been loosening the sanctions it applied to Belarus for years owing to violations of the political freedoms of the so-called "last dictator of Europe", in a context of reviewing relations with Russia itself, a country with which Germany has important productive links, particularly in terms of the supply of raw materials, especially hydrocarbons. In view of the current process, the EU authorities have limited themselves to issuing declarations and on Friday 28 August voted in favor of sanctions for some figures in the regime.

 

Putin, for his part, has to be careful in his relationship with the country. Although he supported Lukashenko and last week made progress in threatening direct intervention in the crisis, he must, on the one hand, maintain his relationship with Trump and the EU, and on the other hand, give more weight to stabilizing Belarus than to Lukashenko himself, which is why a sector of his political party is developing links with the Belarusian trade unions that are participating in the mobilizations through the trade union bureaucracy of the Federation of Independent Trade Unions of the Russian Federation (FNPR).

 

The USA, for its part, has not taken a clear position. The weight of the internal crisis of imperialism cannot only explain this, but it is a determining element in the series of political, regime and state crises and class struggle processes that are going on in the world. The imperialist disorientation, in the face of the presidential elections in November and with a Trump government quite weakened by the consequences of economic recession, the mishandling of the pandemic and the process of struggle against police brutality and racism, is a central element of the international conjuncture.

 

A whole series of political currents, the leftover from Stalinism and all kinds of populists, are focused on the antagonism between the USA and the EU, on the one hand, and Russia and China, on the other, in order to condemn the mobilizations in Minsk and other cities and to give their support to Lukashenko and his regime, which has just arrested 7,000 demonstrators, killed more than 3 and still has disappeared in the latest repressions. The dump of history is the only place where these nostalgic people of the Gulag can be welcomed, they have nothing to do with the revolutionary left and the vanguard of the international labor movement.

 

The imperialist offensive on Russia, and above all on China, has to be seen from the point of view of the historical process, not from the bourgeois logic of geopolitics. It is about the problem of assimilation of the former workers' states, whose explosive contradictions are developing in all kinds of specific manifestations in various national territories, with certain characteristics. We are talking about processes as different as those in Hong Kong, Ukraine and now Belarus, but which are an expression of a whole historical stage. We will return to this central problem of the world situation below.

 

Elementary forces

 

Belarus, like other former workers' states, underwent a process of privatization of industry in the beginning of the 1990s. However, this process of "cold" capitalist restoration was limited early on, leading to the re-nationalization of a large part of the enterprises as early as 1994. Today, state capitalism in industry reaches between 75% and 80% of the sector. This is a process of renationalization that was also carried out, although later, by Russia under Putin's command. These elements serve to point out that the Belarusian proto-bourgeoisie is particularly weak, and there are no so-called "oligarchs", who monopolize entire branches of industry (although not heavy industry) as was the case in the Ukraine. The sectors of this proto-bourgeoisie together with petty-bourgeois layers are the base of the opposition candidate, who in fact comes to replace her husband, a businessman arrested by the regime.

 

Another difference with Ukraine, which is important from the sociological point of view, is the relative weakness of the agricultural sector and of raw material production in general, in relation to industry. The industry inherited from the USSR remains in Belarus, and is competitive in some branches such as the manufacture of heavy machinery and tractors, and in the semi-processing of primary products. This relationship is quite eloquent when taken to figures: agriculture, fishing and forestry represent 6.6% of gross production, while industry accounts for 26%. The service sector, the one with the greatest weight in the economy, supports another important fraction of the working class, which has even played an active role in the protests, such as transport, and also large petty-bourgeois sectors.

 

When we talk about the economic weight of industry, this is also reflected in politics. Because all the fighting factions have an active interest in winning over the working class. We already talk about the Russian trade union federation, but a similar activity is carried out by the bureaucracy of the International Trade Union Confederation (ITUC, to which the Argentinean CTAs and CGT are affiliated), especially its European branches linked by a thousand and one ties to the imperialist states and bosses of the EU. Also, the nationalist/liberal opposition is calling for a strike to get support in the factories, while Lukashenko had an unpleasant surprise when he tried to take a bath of popularity in his visit to the tractor factory in Minsk, and now he sends the local authorities to negotiate with the workers.

 

The workers' actions have been important, including strikes, assemblies at gates, workers' columns at the marches and meetings with the management and local authorities to demand the release of prisoners and to reject the sanctions on workers who participated in the mobilizations, although the call for a general strike was not completed. Such is the weight of the trade union measures that after the first demonstrations of this kind Lukashenko had to release the first detainees. What is new is that this kind of struggle is developing in a country where the right to strike is not legally recognized and where repression is the order of the day. While the state ownership of companies has been maintained, Lukashenko has been implementing a program, in agreement with the IMF, the USA and the EU, of successive reforms, liquidating collective bargaining, imposing fixed-term labor contracts, increasing the retirement age and driving down the real wage due to inflation and devaluation.

 

For the time being, the actions of the proletariat are against having to pay for the fights between the leading factions. They use the opposition to confront their bosses. The nationalized trade union organizations do not play a role; therefore, the workers have formed workers' committees, which aim at being influenced by the opposition. The struggle for a leadership that allows the intervention independently from the working class becomes urgent, and it is at the same time an internationalist task that we, the revolutionaries of Europe, Russia and the rest of the planet, must support with all seriousness and audacity.

 

Between capitalist assimilation and imperialist decomposition

 

The fall of the USSR meant for many currents the full capitalist restoration and the total historical reversal of the October Revolution. However, the process turned out to be much more tortuous for the capitalists, because it took place in an advanced stage of imperialist decomposition. Privatizations, as a process of economic reform without resorting to an open counter-revolution to destroy the foundations of the state apparatus that emerged from October, and from the successive revolutions that expropriated the bourgeoisie and ended its domination in certain territories throughout the 20th century, proved to be a failure as a gamble of imperialism. So, this process of assimilation to capitalism continues to develop, without the proto-bourgeoisies of the various former Workers' States, especially Russia and China, having succeeded in becoming new ruling classes. This is not defined nationally, but in the world arena. The proletariat, in its turn, still constitutes a reserve to face the restoration processes under way, even if it has been used on different occasions as a basis for maneuver by one or another sector of the restorationist bureaucracy and/or the petty bourgeois layers allied with imperialism. The main cause of this tragedy is the crisis of revolutionary leadership of the international proletariat.

 

It is curious how we read again about the objective revolutionary situations, this time from the hands of the PO (t) and Altamira, a declared old enemy of Nahuel Moreno, when discussing the processes in the former Workers' States. What Altamira forgets is that in order to establish objective tendencies, which are not discarded, it is necessary to define what the transitions are. When Lenin was discussing this problem, he had already defined the higher stage of capitalism, imperialism, as a transition between capitalism and socialism. In the Belarusian process, we must consider the problem of assimilation, which makes the discussion of transition much more complex. Not only because the role of the former Workers' States is not defined in the sense of whether or not the proto-bourgeoisies will be able, on the basis of an inescapable violent conflict, to conquer a position as a capitalist class in the world market and state system or will be relegated as pitiful semi-colonial sub-bourgeoisies (and this is the program of imperialism). We can even take the hypothesis of Leon Trotsky, who argued that the counter-revolutionary leadership that would lead the restoration processes, in its contradiction of not being able to conform in class, would generate, in its relation to the tendential laws of the world economy, a capitalist chaos. This last hypothesis is for us the one that comes closest to the real process. And in the face of this chaos, what is imposed is to twist this tendency on the basis of a conscious revolutionary leadership.

 

Programs

 

Far from this discussion, the organizations of Latin American centrist Trotskyism, in their notes, abstract the class character of the state in Belarus, the process of assimilation and the contradictions established by imperialist decomposition, to repeat what they say elsewhere: it is a process "for democracy" where the working class must intervene "independently". They are still trapped in the scheme of transcending democratic revolution into socialist revolution that Moreno or Guillermo Lora taught them. They can even raise slogans like "out Lukashenko", as the New MAS does, where it is necessary to ask "for whom to come? The (official) Partido Obrero talks about promoting "a political alternative that belongs to the workers", while the PTS does not even refer to the workers, simply talking about "the political independence that the movement achieves from the liberal and populist opposition", are they talking about an independent candidate in the next elections? The discussions at the Latin American conference of the FIT-U make us think so.

 

The crisis opened by the electoral fraud in relation to democracy as a political form is a starting point to promote the workers' struggle against the capitalist restoration and its enforcers, whose differences in any case are in the speed of this restoration. Lukashenko's dictatorship is repressive, it imprisons the fighters and represses them. Can't the workers of France and the yellow vests, the black movement of the BLM and the Chilean workers pose that the bourgeois democracy does exactly the same? The problem of the relationship of the masses with politics is raised from the relationship of the proletariat with the levers of the economy. No stalling is necessary, the historical character of the October Revolution is still alive. The workers' democracy is a thousand times higher than the bourgeois parliamentary elections, and if the workers, who have become the axis of the situation in the country, can develop this experience, it is from hitting Lukashenko and the pro-imperialist opposition in production, with the general strike and advancing in the workers' control of the economic branches. It is clear that such a process cannot be stopped in Belarus, because until the end the contradiction of imperialism and Putin's own survival goes through the process of assimilation from Russia. Therefore, it is necessary that the struggle is strengthened by the intervention of the Russian proletariat and that of the whole region, with the strong support of the European and American working class, denouncing loudly the real content of exploitation of imperialist democracy. It is in this sense that the Belarusian proletariat must fight for its independence, class independence as a subject in the historical process, not only by raising "social and economic" demands but also by postulating its political leadership on the basis of the administration of things, from which true democracy, proletarian democracy, springs. The struggle for a Socialist Federation, recovering the best of the experience of the USSR, as a political form of the dictatorship of the proletariat in its international development. To the end, the struggle of the revolutionaries is for the regeneration of the communist vanguard, taking up again the tasks left to us by Leon Trotsky, fighting for the reconstruction of the Fourth International. In the light of the complex and very rich processes that are developing before our eyes, it is that we call the currents that are claiming for the dictatorship of the proletariat to an International Conference to discuss the urgent challenges that we are facing.

 

First published in www.cor-digital.org. August 29, 2020.

Ya contamos 3 semanas de intensa agitación en Bielorrusia, motorizada por el rechazo al fraude electoral con que el presidente Lukashenko pretenden prolongar su mandato. Ya van 26 años desde que asumiera por primera vez, en 1994. Las movilizaciones callejeras vienen marcando el pulso desde el 9 de agosto, y la bestial represión del régimen, lejos de debilitarlas, ha producido lo contrario. En las calles, la juventud de clase media tiene un papel importante, pero todos los observadores destacan la irrupción del movimiento obrero, especialmente sus batallones más concentrados de la industria.
Las marchas y protestas, que llevaron a unas 100.000 personas a las calles de Minsk el domingo 23 de agosto, son muestra de un movimiento espontáneo, con confusión de objetivos y con una dirección debilitada por la poca estructuración de la oposición nacionalista/liberal, pro reformas de mercado, que tiene como figura electoral a la candidata opositora, Svetlana Tijanóvskaya, actualmente exiliada en Lituania. El movimiento tiene extensión nacional, y no se concentra sólo en la capital, Minsk.

Antagonismos interestatales

Bielorrusia es un país de 9,4 millones de habitantes, ex integrante de la URSS y luego histórico aliado de Rusia. En esa alianza, es el socio menor, pero no debemos pensar la relación cómo estamos acostumbrados: Bielorrusia concentra importantes centros de industrialización de materias primas rusas. Un elemento que alienta la actual crisis es la depresión del precio del petróleo a principios de año, ya que las refinerías bielorrusas exportan petróleo procesando el crudo que obtienen a precios subsidiados de Rusia. Además de esta estrecha relación económica, que ha tenido sus altibajos en los últimos años, también unen a ambos países acuerdos militares y elementos culturales históricos.
Es por esta relación con Rusia que muchos, incluido el bonapartista Lukashenko, etiquetan a las recientes protestas como “pro-occidentales” o pro Unión Europea, tratando de igualarlas al llamado Euromaidán que irrumpiera en Ucrania en 2014, llevando a la dimisión del presidente, y más tarde a una guerra civil. Lo cierto es que las movilizaciones no reivindican la entrada del país en la UE, cosa que era explícita en 2014 en Ucrania, y ni siquiera levantan consignas anti rusas. La propia Tijanóvskaya, desde Lituania, se ha cuidado de desmarcar las posiciones de la oposición de un enfrentamiento con Moscú, dejando claro que se trata de protestas que se limitan a defender la democracia a secas, es decir, la democracia burguesa de la cual la única experiencia que tiene el país son… los gobiernos de Lukashenko, vaya paradoja.
La Unión Europea (UE) viene de años de aflojar las sanciones que aplicaba a Bielorrusia por las violaciones a las libertades políticas del llamado “último dictador de Europa”, en un cuadro de revisión de relaciones con la propia Rusia, país con el que Alemania tiene importantes vínculos productivos, sobre todo por la provisión de materias primas, especialmente hidrocarburos. Frente al actual proceso, las autoridades de la UE se han limitado a emitir declaraciones y el viernes 28/8 votaron sanciones para algunas figuras del régimen.
Por su parte, Putín tiene que manejarse con prudencia en su relación con el país. Si bien apoyó a Lukashenko y la última semana avanzó en amenazar con una intervención directa en la crisis, tiene que, por un lado, mantener su relación con Trump y la UE, y por el otro, pondera más la estabilización de Bielorrusia que al propio Lukashenko, por lo que un sector de su partido político tiende lazos con los sindicatos bielorrusos que participan de las movilizaciones a través de la burocracia sindical de la Federación de Sindicatos Independientes de la Federación Rusa (FNPR).
EEUU, por su parte, no ha tomado una postura clara, y es que el peso de la crisis interna del imperialismo no sólo puede explicar esto, sino que es un elemento determinante en la serie de crisis políticas, de régimen y Estados, y los procesos de lucha de clases que están atravesando el mundo. La desorientación imperialista, de cara a las elecciones presidenciales de Noviembre y con un gobierno de Trump bastante golpeado por las consecuencias de la recesión económica, el mal manejo de la pandemia y el proceso de lucha contra la brutalidad policial y el racismo, son un elemento central de la coyuntura internacional.
Toda una serie de corrientes políticas, la resaca del estalinismo y todo tipo de populistas, se centran en el antagonismo entre EEUU y la UE, por un lado, y Rusia y China por el otro, para condenar las movilizaciones en Minsk y otras ciudades y dar su apoyo al Lukashenko y su régimen, que viene de arrestar a 7.000 manifestantes, matar a más de 3 y que cuenta todavía con desaparecidos en las últimas represiones. El basurero de la historia es el único sitio donde pueden ser bienvenidos estos nostálgicos del Gulag, nada tienen que ver con la izquierda revolucionaria y la vanguardia del movimiento obrero internacional.
La ofensiva imperialista sobre Rusia, y sobre todo sobre China, tiene que apreciarse desde el punto de vista del proceso histórico, no desde la lógica burguesa de la geopolítica. Se trata del problema de la asimilación de los ex Estados obreros, cuyas contradicciones explosivas se desarrollan en todo tipo de manifestaciones especificas en diversos territorios nacionales, con características determinadas. Estamos hablando de procesos tan disímiles como los de Hong Kong, Ucrania y ahora Bielorrusia, pero que son expresión de toda una etapa histórica. Volveremos sobre este problema nodal de la situación mundial más abajo.

Fuerzas elementales

Bielorrusia, como otros ex Estados obreros, sufrió un proceso de privatización de la industria a principios de los años 90. Sin embargo, este proceso de restauración capitalista “en frío” tuvo límites tempranamente, llevando a la renacionalización de gran parte de las empresas ya en 1994. Actualmente, el capitalismo de Estado en la industria alcanza entre el 75% y 80% del sector. Se trata de un proceso de renacionalización que también realizó, aunque más tarde, Rusia bajo el comando de Putín. Estos elementos sirven para señalar que la protoburguesía bielorrusa es particularmente débil, y no existen los llamados “oligarcas”, que monopolizan ramas industriales enteras (aunque no de la industria pesada) como fue el caso en Ucrania. Los sectores de esta protoburguesía junto a capas pequeñoburguesas son la base de la candidata opositora, que en realidad viene a reemplazar a su marido, un empresario detenido por el régimen.
Otra diferencia con Ucrania, importante desde el punto de vista sociológico, es la relativa debilidad del sector agrícola y en general de producción de materias primas, en relación a la industria. La industria heredada de la URSS se mantiene en Bielorrusia, mostrándose competitiva en algunas ramas como la de fabricación de maquinaria pesada y tractores, y en la semielaboración de productos primarios. Esta relación es bastante elocuente llevada a cifras: la agricultura, pesca y actividad forestal representan un 6,6% de la producción bruta, mientras la industria significa el 26%. El sector servicios, el de mayor peso en la economía, sustenta a otra fracción importante de la clase obrera, que incluso ha tenido un papel activo en las protestas como es el transporte, y también a amplios sectores pequeñoburgueses.
Cuando hablamos del peso económico de la industria, esto también se refleja en la política. Porque todas las facciones en pugna tienen un activo interés en ganar para sí la simpatía de la clase obrera. Ya hablamos de la federación sindical rusa, pero una actividad similar lleva a cabo la burocracia de la Confederación Sindical Internacional (CSI, a la que están afiliadas las CTAs y la CGT argentinas), sobre todo sus seccionales europeas ligadas por mil y un lazos a los Estados y patronales imperialistas de la UE. También la oposición nacionalista/liberal lanza llamados a la huelga para apoyarse en las fábricas, mientras Lukashenko tuvo una desagradable sorpresa cuando intentó darse un baño de popularidad en su visita a la fábrica de tractores de Minsk, y ahora envía a las autoridades locales a negociar con los trabajadores.
Las acciones obreras han sido importantes, incluyendo paros, asambleas en portones, columnas obreras en las marchas y reuniones con las gerencias y las autoridades locales para exigir la liberación de detenidos y rechazar las sanciones a trabajadores participantes de las movilizaciones, aunque no se terminó de concretar el llamado a huelga general. Tal es el peso de las medidas sindicales que tras las primeras manifestaciones de este tipo Lukashenko tuvo que liberar a los primeros detenidos. Lo novedoso es que estén desarrollándose este tipo de luchas en un país donde el derecho a huelga no está reconocido legalmente y donde la represión está a la orden del día. Mientras la propiedad estatal de las empresas se ha mantenido, Lukashenko viene aplicando un programa, en acuerdo con el FMI, EEUU y la UE, de sucesivas reformas, liquidando la negociación colectiva, imponiendo contratos laborales a plazo fijo, aumentando la edad jubilatoria e impulsando una constante baja del salario real por efecto de la inflación y la devaluación.
Por el momento, las acciones del proletariado van en contra de tener que pagar por las peleas entre las fracciones dirigentes. Utilizan a la oposición para enfrentar a su patronal. Las organizaciones sindicales, estatizadas, no cumplen un rol por lo que los trabajadores han constituido comités obreros, que buscan ser influenciados por la oposición. La lucha por una dirección que permita la intervención de forma independiente de la clase obrera se hace urgente, y es a la vez una tarea internacionalista que los revolucionarios de Europa, Rusia y del resto del planeta debemos apuntalar con toda seriedad y audacia.

Entre la asimilación capitalista y la descomposición imperialista

La caída de la URSS significó para muchas corrientes la restauración capitalista plena y la reversión histórica total de la Revolución de Octubre. Sin embargo, el proceso resultó mucho más tortuoso para los capitalistas, porque se produjo en una etapa avanzada de la descomposición imperialista. Las privatizaciones, como proceso de reforma económica sin recurrir a una contrarrevolución abierta para destruir los cimientos del aparato estatal surgido de Octubre, y de las sucesivas revoluciones que expropiaron a la burguesía acabando con su dominación en determinados territorios a lo largo del siglo XX, demostró ser un fracaso como apuesta del imperialismo. Entonces, ese proceso de asimilación al capitalismo continúa en desarrollo, sin haber logrado tampoco las protoburguesías de los diferentes ex Estados Obreros, sobre todo Rusia y China, convertirse en nuevas clases propietarias dominantes. Esto no se define nacionalmente, sino en la arena mundial. El proletariado, a su turno, constituye aún una reserva para enfrentar los procesos de restauración en curso, aun cuando haya sido utilizado en diferentes oportunidades como base de maniobra de uno u otro sector de la burocracia restauracionista y/o de las capas pequeñoburguesas aliadas al imperialismo. Esta tragedia tiene como principal causa la crisis de dirección revolucionaria del proletariado internacional.
Es curioso cómo volvemos a leer sobre las situaciones revolucionarias objetivas, esta vez de manos del PO (t) y Altamira, un declarado viejo enemigo de Nahuel Moreno, al discutir los procesos en los ex Estados Obreros. Lo que olvida Altamira es que, para establecer tendencias objetivas, que no están descartadas, es necesario definir cuáles son las transiciones. Cuando Lenin discutía este problema, ya había definido a la fase superior del capitalismo, el imperialismo, como transición entre el capitalismo y el socialismo. En el proceso Bielorruso, debemos considerar el problema de la asimilación, que complejiza la discusión de transición mucho más. No sólo porque no está definido el papel de los ex Estados Obreros en el sentido de si las protoburguesías serán o no capaces, a partir de un ineludible conflicto violento, conquistar una posición como clase capitalista en el mercado mundial y el sistema de Estados o quedarán relegadas como lamentables subburguesías semicoloniales (y este es el programa del imperialismo), sino que también podemos incluso tomar la hipótesis de León Trotsky, que  discutía que la dirección contrarrevolucionaria que dirigiera los procesos de restauración, en su contradicción de no poder conformarse en clase, generaría, en su relación con las leyes tendenciales de la economía mundial, un caos capitalista. Esta última hipótesis es para nosotros la que más se acerca al proceso real. Y frente a este caos, lo que se impone es torcer esta tendencia a partir de una dirección revolucionaria consiente.

Programas

Alejadas de esta discusión, las organizaciones del trotskismo centrista latinoamericano en sus notas hacen abstracción del carácter de clase del Estado en Bielorrusia, del proceso de asimilación y de las contradicciones establecidas por la descomposición imperialista, para repetir lo que dicen en cualquier otro lugar: se trata de un proceso “por la democracia” donde la clase obrera debe intervenir “de manera independiente”. Continúan atrapados en el esquema del transcrecimiento de la revolución democrática en revolución socialista que les enseñaron Moreno o Guillermo Lora. Pueden incluso levantar consignas como el “fuera Lukashenko”, como hace el Nuevo MAS, donde se impone preguntarse ¿para que venga quién? El Partido Obrero (oficial) nos habla de impulsar “una alternativa política propia de los trabajadores”, mientras el PTS ni siquiera hace referencia a los trabajadores, hablando simplemente de “la independencia política que logre el movimiento respecto de la oposición liberal y populista” ¿nos están hablando de una candidatura independiente en las próximas elecciones? Las discusiones de la conferencia latinoamericana del FIT-U así nos lo hacen pensar.
La crisis abierta por el fraude electoral en relación a la democracia como forma política es un punto de partida para impulsar la lucha obrera contra la restauración capitalista y sus aplicadores, cuyas diferencias en todo caso son en la velocidad de esta restauración. La dictadura de Lukashenko es represiva, encarcela a los luchadores y los reprime, ¿no pueden plantear los trabajadores de Francia y los chalecos amarillos, el movimiento negro del BLM y los obreros chilenos que la democracia burguesa hace exactamente lo mismo? El problema de la relación de las masas con la política está planteado a partir de la relación del proletariado con las palancas de la economía. No es necesario dar rodeos, el carácter histórico de la Revolución de Octubre sigue vivo. La democracia obrera es mil veces superior a las elecciones parlamentarias burguesas, y si los trabajadores, que se han convertido en eje de la situación en el país, pueden desarrollar esta experiencia, es a partir de golpear a Lukashenko y la oposición pro imperialista en la producción, con la huelga general y avanzando en el control obrero de las ramas económicas. Es claro que semejante proceso no puede detenerse en Bielorrusia, porque hasta el final la contradicción del imperialismo y la propia supervivencia de Putín pasa por el proceso de asimilación de Rusia. Por eso, es necesario que la lucha se fortalezca a partir de la intervención del proletariado ruso y de toda la región, con el apoyo decidido de la clase obrera europea y norteamericana, denunciando a viva voz el real contenido de explotación de la democracia imperialista. Es en ese sentido que el proletariado bielorruso debe pelear por su independencia, independencia de clase en tanto sujeto en el proceso histórico, no sólo levantando demandas “sociales y económicas” sino postulando su dirección política a partir de la administración de las cosas, de la que brota de verdadera democracia, la democracia proletaria. La lucha por una Federación Socialista, recuperando lo mejor de la experiencia de la URSS, como forma política de la dictadura del proletariado en su desarrollo internacional. Hasta el final, la lucha de los revolucionarios es por la regeneración de la vanguardia comunista, retomando las tareas que nos legó León Trotsky, luchando por la reconstrucción de la IV Internacional. A la luz de los complejos y riquísimos procesos que se desarrollan ante nuestros ojos es que llamamos a las corrientes que se reivindican por la dictadura del proletariado a una Conferencia Internacional para discutir los desafíos urgentes que tenemos planteados.

 

publicado en www.cor-digital.org (29/08/2020)

La confederación nacional de transporte de carga (CNTC), qué representa a un tercio de las patronales transportistas, ha convocado a un bloqueo de la circulación de camiones, en lo que el representante del gremio empresario, Sergio Pérez, ha llamado "manifestación nacional contra la delincuencia". La exigencia central de esta acción es el llamado a la aprobación de 13 leyes represivas tales como la ley antiencapuchados, la modernización de carabineros y la PDI, el aumento de penas al robo a las forestales, control de armas, la ley Piñera sobre protección militar de “infraestructura crítica”, etc.

Este bloqueo lock out parcial a la circulación de mercancías no ha contado con la adhesión de las otras agrupaciones empresarias de camiones como ChileTransporte o la mayoritaria CNDC (confederación nacional de dueños de camiones), quienes han señalado solapadamente la injerencia política gubernamental en este movimiento, así como también prefieren optar por apuntalar la noción de unidad nacional en la recuperación económica.

Entrando en el tercer día de bloqueo el efecto ha sido limitado pero según los propios dirigentes el hecho de que el 94% del transporte de mercancías sea efectuado por camiones de carga lleva a las industrias a retener las salidas de producción en particular hacia los puertos, lo que explica el apoyo limitado del empresariado a esta medida. Lo que de todas maneras no ha impedido las voces de solidaridad de las cámaras patronales como la CPC o la CNC llamando a poner fin a "la violencia” por medio precisamente… de la violencia organizada del aparato estatal.
Esta acción está liderada por personajes como José Villagrán, presidente de la Federación Gremial de Asociaciones de Dueños de Camiones del Sur (Fedesur) que agrupa mayoritariamente a las empresas transportistas medianas de la zona sur, excandidato UDI, que llama permanentemente a “combatir el terrorismo” o vitorea todo exceso represivo de carabineros y militares contra las comunidades mapuches.

La oposición burguesa, salió a desmarcarse de la acción, arguyendo que no legislarán bajo presión. Cabe destacar el rol sistemático de los palamentarios concertacionistas en los diversos intentos de perfeccionar una y otra vez el aparato represivo del Estado, un aparato que evidencia a cada paso su descomposición e inestabilidad característica de todo Estado semicolonial en el contexto de crisis capitalista. Hasta el Partido Comunista se ha cuadrado con esta oposición exigiendo que se aplique la “ley de seguridad interior del Estado”, la misma que se utiliza para perseguir y encarcelar a los luchadores obreros y populares, para reprimir y desbloquear las rutas. He ahí el horizonte en el que se reflejan las diversas corrientes estatista, conquistar el botín del Estado para utilizar este aparato patronal y ponerlo al servicio de fracciones burguesas distintas, las que serán presentadas como constitutivas del “pueblo”.

La inacción del gobierno de dejar correr la medida, más allá que surge como maniobra de su propio seno, es sólo una evidencia más del carácter de clase de este bloqueo y del propio aparato estatal. La impopularidad de esta acción, aumentada por el potencial desabastecimiento de alimentos e insumos médicos, etc, que puede provocar, lleva a muchos sectores a significar la tradición de los empresarios camioneros que jugaron un rol abiertamente contrarrevolucionario, con financiamiento directo de la CIA, en la preparación del golpe de 1973. José Sandoval, presidente del Sindicato Profesional de Choferes de Camiones (Sitrach), se lamenta de haber tenido “un montón de dificultades con dirigentes sindicales de otras ramas de la producción porque nos confunden con golpistas. Yo les digo que no somos los dueños, somos los trabajadores”. Proclama que tienen “independencia como organización” y especifica  que “Este es un paro de los empresarios y, de repente, se confunde a los choferes con los dueños de camiones, en circunstancia que no es así. Nosotros tenemos que salir a hacer la pega, nos mandan a tal parte y, si no acatamos, nos exponemos porque tenemos contrato”. Si el Sr Sandoval sale hoy a hablar de que este es un “paro empresario”, es, no sólo por la impopularidad de la medida, sino porque concentra sus afiliados en la otra Confederación patronal y se alía a esta en una acción abiertamente conciliatoria. La “confusión” es la de este dirigente sindical, que habla de “independencia” cuando actúa como furgón de cola y partícipe de estos movimientos reaccionarios. El representante patronal de la CNDC, Juan Araya, que se define “socialista”, advierte que “Si esto sigue así vamos a quedar los camioneros como golpistas, y de esos camioneros del 72 ya no queda nadie”. La recurrencia del rol reaccionario de los “camioneros” va a quedar indemne mientras los que lideren sean los mismos empresarios. El rol en la generación de valor en el traslado de las mercancías es de lo que se han valido para pesar en la arena política. Pero este valor no lo generan los empresarios, sólo lo parasitan viviendo del trabajo ajeno. Es imprescindible recuperar el sindicato de choferes de camiones para una perspectiva revolucionaria, expulsar a su burocracia histórica y neutralizar las alas propatronales fortalecidas entre los mismos trabajadores.

Este bloqueo surge luego de agudizarse las condiciones de salud y la huelga de hambre por 120 días de 8 presos políticos mapuches que no entraron en la mediación y acuerdo del Gobierno con Celestino Córdoba, ‘lonko’ a quien le permitieron realizar sus actos religiosos en su comunidad.

Las comunidades mapuches reciben continuamente el hostigamiento Estatal, de las patronales forestales y de los “colonos” de la zona”. La llamada “zona roja” es el resultado de este proceso de militarización, acaparamiento de tierras y desarrollo de la industria extractiva. Es primordial que los sindicatos forestales intervengan en apoyo a las comunidades, repelan la acción represiva del Estado, repudien las acciones coordinadas de sus propias patronales para extender las explotaciones y reprimir a la juventud explotada y oprimida. No se trata de volver la rueda de la historia a formas precapitalistas de explotación agrícola, aunque usen tractores!, se trata de atacar la anarquía capitalista preparando la destrucción del aparato burocrático militar del Estado. En un momento donde la burguesía se juega a cerrar el proceso abierto con la semiinsurrección del 18 de Octubre pasado mediante un plebiscito constituyente, en un evento “cívico” burgués para sembrar ilusiones de cambio por medio de una reforma al andamiaje de su aparato estatal, la clase obrera debe intervenir con sus propios métodos y programa, impulsando un Congreso de Delegados de base de toda la clase trabajadora que ponga como horizonte la conquista del poder obrero derrocando el poder burgués.

 

Libertad y desprocesamieto a todos los presos políticos

Recuperemos los sindicatos expulsando a la burocracia

Levantemos un Congreso de Delegados de Base de la Clase Trabajadora.

Por un Gobierno Obrero

Explosion in Lebanon

 

            Ammonium nitrate, abandoned in quantity of 2,750 tons, for 6 or 7 years depending on the source, in the port and at a short distance from the center of the most important city of a small country of the Eastern Mediterranean. It was the immediate cause of the explosion in Beirut on Tuesday 4 August, which resulted in at least 220 deaths, 7,000 injured and the destruction of the homes of some 300,000 people. Among the dead, many workers and the total destruction of the office of the Lebanese Seafarers' Union; although this is not only a labor massacre: it is the crude expression of the decomposition of the structures of a bourgeois semi-state. The port, jointly operated by two State agencies, the Beirut Port Authority and the Customs Authority, housed the wheat silos that feed much of the city, which were destroyed. And it was the country's main communication route. Capitalist anarchy and a broken state are the explanation for the deflagration.

 

            Luego de la conmoción inicial, las calles de Beirut volvieron a la efervescencia que viven desde septiembre del año pasado. Las movilizaciones, atizadas por la destrucción de la ciudad que endilgan correctamente al gobierno burgués y sus funcionarios, llevaron al enfrentamiento con las fuerzas represivas, a la toma de ministerios durante el fin de semana, hasta la caída del gobierno del primer ministro Hassan Diab el lunes 10/8. Aunque también se pide la cabeza del presidente Michel Aoun y del parlamento en pleno, lo que habilitaría el adelanto de las elecciones. Este “que se vayan todos”, que se identifica con el carácter espontaneo y con falta de claridad de objetivos de las movilizaciones con elementos semi-insurreccionales, no constituye un programa y deja abierto el debate sobre cómo debemos responder los revolucionarios y la vanguardia ante el problema del poder.      

            After the initial shock, the streets of Beirut returned to the effervescence they have been experiencing since September last year. The mobilizations, stirred up by the destruction of the city, which correctly blames the bourgeois government and its officials, led to the confrontation with the repressive forces, the seizure of ministries during the weekend, until the fall of the government of Prime Minister Hassan Diab on Monday, August 10. Although the head of President Michel Aoun and of the entire parliament is also being demanded, which would enable elections to be brought forward. The slogan "all of them must go", which is identified with the spontaneous nature and lack of clarity of objectives of the mobilizations with semi-insurrectional elements, does not constitute a program and leaves the debate open on how we revolutionaries and the vanguard should respond to the problem of power.

 

Pandemic and mass processes

 

            In Lebanon, the process of struggle has been going on since September last year, leading to the fall of the previous Prime Minister, Saad al-Hariri, in November. These are not two independent processes: the economic and social crisis in the country exploded simultaneously with the mobilizations in Iraq, and also in other regions of the globe, where the processes in Ecuador, Chile and other Latin American and Caribbean countries stand out. These processes, driven by the beginning of an accelerated fall in the growth of the world economy and a tightening of the credit market, which led to the debt crisis in Lebanon and Ecuador, were not defeated. The pandemic and the reactionary rehearsal of the quarantine policies of the different States, at most, marked an impasse but did not close the processes at all, much less solve the structural elements that determined them. On the contrary, the pandemic accelerated the crisis of world capitalism in an explosive way. In Lebanon, in fact, the first mobilizations took place in the middle of the quarantine. All this, long before the massacre in the port of Beirut, which is an element that further inflames the mood of the sectors in struggle.

 

Imperialist Decomposition

 

            In order to understand the elementary forces at work in Lebanon, we have to dimension the situation of the so-called Middle East region as a whole. The outbreak of the crisis in 2008, of which the current one is a continuity, but not a linear one, produced a process of class struggle in the region for the break-up of the old state institutions, which led to the fall of decades-old dictatorships (Mubarak in Egypt, Ben Ali in Tunisia, Gaddafi in Libya). This process of struggle was defeated and diverted into fratricidal confrontations led by counter-revolutionary leaderships such as Islamism or bourgeois nationalism on the one hand, and the open intervention of imperialism and its agents, in particular the Israeli gendarme, an enclave imposed by imperialism to maintain order in the region. The defeat of these processes did not mean a solution to the old problems, quite the contrary. Imperialism, in the advance of the process of its structural rot, sharpened all the contradictions, deteriorating even more the structures of the semi-States, which in the Middle East in particular are aberrant constructions imposed in the period between wars by compromises between the old colonial metropolises: France and England. The current stage of the crisis, exacerbated by the pandemic, accelerates the centrifugal tendencies that pressure every semi-State in the region. And it is on these tendencies that we can understand the influence of Iran, Turkey and Saudi Arabia, and so many other semi-States that defend the interests of sub-bourgeoisies that are trying to survive to the shaking of the equilibrium of the state system and the economic and social anarchy determined by imperialist decomposition.

 

            In particular, the open crisis of the Lebanese semi-state became an exposed fracture from an acceleration of capital flight from the financial sector in mid-2019, which led to the  evaluation of the pound and a 60% inflation, increased unemployment and hunger, from the rise in the price of basic foods such as wheat and bread. This social situation becomes a Dantean picture if we add to it the number of Palestinian refugees and, more recently, those from the Syrian exodus caused by the civil war. After the fall of Hariri, the Diab government decreed the default of the debt, which reaches a whopping 170% of the country's GDP. Negotiations with the IMF to enable one of its rescue credits, conditioned by the well-known adjustment measures, crosses over the situation, until today. After the explosion of the port, Macron also appears as a supposed benefactor, conditioning in turn a rescue of UN donors to an independent investigative commission, that means, managed by the former metropolis based in Paris, for the reconstruction. From the military aspect, the siege of the Israeli defense forces on the border is a constant, more so after the 2006 war.

 

            The inability of the Lebanese sub-bourgeoisie to control the port and the banks, the two economic pillars of the country, proves their degree of parasitism, and the absolute breakdown of the state they run. The centrifugal forces determined by capitalist anarchy and imperialist decomposition undermine their own foundations. The workers' movement must oppose this tendency towards barbarism by means of workers' control of the branches, starting with the necessary reconstruction of the infrastructure. Clearly, this is not possible without confronting to the end the forces of the military bureaucratic apparatus that remain in place.

 

A "national" way out?

 

            Sectors of the left, such as the Argentinean New MAS or the PTS, are ignoring these structural elements that determine the current crisis in Lebanon. Or they only consider the international determinants from a geopolitical point of view, such as the PO. It is undeniable that Lebanon has been determined since its constitution as a bourgeois state by a mosaic of ethno-religious communities that have led to a spawning of political regime at its peak. The Lebanese regime is an agreement between political-religious factions that aims to ensure a "balance" between the different bourgeois and petty-bourgeois leaderships: the president must be a Maronite Christian, the prime minister, a Sunni and the president of the Legislative Assembly a Shiite. It is an illusion to solve this problem through a constitutional-type reform (Constituent Assembly), democratizing the regime on the basis of a "French-style" proportional voting system. Although it may seem contradictory, it was that France of the bourgeois revolution -and its equality before the law (abstract equality)- that determined that determined form of the bourgeois regime in its former colony, but it is not: the semicolony did not develop in the image and likeness of the metropolis, its deformations under the law of uneven and combined development are determined by the development (decomposition) of the imperialist system. And this happens with the whole region. It should not be forgotten that the creation of these "independent" and separate semi-States in the Middle East is an imperialist abortion, crowned in 1948 by the creation of Israel.

 

            Para acabar con la dominación imperialista en la región, con los mandatos de Francia y demás potencias europeas, de EEUU y el FMI, que negocian sus términos de dominación sobre terreno literalmente arrasado, el programa es el de la destrucción de Israel y la lucha por una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente, como forma estatal de la dictadura del proletariado. Es necesario preparar una dirección obrera a la altura de los procesos que seguramente se profundizarán. Es lo que fundamenta el llamado que desde la COR Argentina y la TRCI venimos haciendo a una Conferencia Internacional de aquellas corrientes que defiendan la dictadura del proletariado, que intente abordar la crisis de dirección revolucionaria al calor de la situación mundial convulsiva.

            To end imperialist domination in the region, with the mandates of France and other European powers, the U.S. and the IMF, that negotiate their terms of domination on literally razed ground, the program is that of the destruction of Israel and the struggle for a Federation of Socialist Republics of the Middle East, as a state form of the dictatorship of the proletariat. It is necessary to prepare a workers' leadership that able to live up to the processes that will surely deepen. This is the basis of the call that we have been making from the Argentinean COR and the TRFI to an International Conference of those currents that defend the dictatorship of the proletariat, that tries to tackle the crisis of revolutionary leadership in the heat of the convulsive world situation.

 

First published in Spanish on www.cor-digital.org, 08/13/2020

80 years since the assassination of Leon Trotsky

 

On August 21, 1940, in Mexico City, Leon Trotsky was murdered by an agent of Stalinism. But despite this brutal attack on the development of the revolutionary line led by Trotsky, imperialism and its agents have not succeeded in getting rid of him. Today, 80 years after his death, when an economic crisis of historical characteristics is developing in the world, in the midst of a pandemic product of the relationship between capitalism and nature, the bourgeoisie continues to be haunted by the ghosts it believed were already well dead and buried. In its current decline, a class as parasitic as the bourgeoisie once again feels that it is in danger. And to some extent it is right, because the whole postwar scaffolding and the institutions and pacts with different states that sustained its world equilibrium have begun to break down. We are currently witnessing a decomposition of imperialism. The radicalized processes that took place in the U.S. after George Floyd's assassination by the police and which expressed a political crisis in the heart of imperialism, have not yet been able to be resolved. Trotsky's revolutionary ideas and action are still valid today as a guide for revolutionary Marxists of the 21st century, who assume the historic tasks of the struggle against capitalism.

Recovering the revolutionary legacy

Trotsky's theoretical and political legacy allows us to face these challenges from a revolutionary perspective. That is, to apply Marxism as a method of analysis of social relations in order to transform them; namely, as a guide for revolutionary action.

Updating Marxist theory means to move forward in the path taken by Trotsky in terms of the Theory of Permanent Revolution. That is, as he himself said: to develop the character of the revolution, its internal link and the method of the international revolution in general. This last point is the one we should develop in the heat of the elements of capitalist decomposition and the assimilation processes in the ex-worker states.

The permanentist idea that Trotsky incorporated and developed is one of the most important contributions to Marxist theory. It allows us to understand the development of concepts and their transitions, for the scientific study of the laws of capitalist economy, its institutions -the system of states and the forms of state, such as Bonapartism-, the processes of class struggle in the relation with socialist revolution and the stages of the dictatorship of the proletariat. This theory has been so forgotten, that those who tried to "update" it, actually updated the tactics in a reformist way to catch up to the post war epoch and the confrontation between two systems and, thus, to adapt to the current consciousness in that period.

Trotsky had to discuss, in the face of the betrayal of the Stalinized Third International, the recovery of the method and the mechanics of the program. That is why he elaborated the Transitional Program, which, as he said, leaves us on the threshold of revolution. He placed great emphasis on showing that this program was a system of transitional demands that aimed to attack the foundations of the bourgeois regime. That is, to develop one of the strategic premises of the Third International in its revolutionary phase, which was to disorganize the bourgeoisie.

For the reconstruction of the Fourth International

The formation of the Fourth International attempted to create a new revolutionary leadership, with a transitional program, which was the expression of the conclusions of the Russian Revolution for a whole process. It set out the historic tasks of the proletariat to destroy the capitalist system. And he expressed it in this way: "The Fourth International can be defined in these words: For the dictatorship of the proletariat!"

Drawing the programmatic lessons from the various centrist tendencies that led the Fourth International to its virtual demise is a necessary task to recover the Transitional Program from the statist, unionist and reformist influence that led many currents to degenerate and adapt to the capitalist system.

To rebuild the Fourth International is to attempt to settle the crisis of revolutionary leadership and prepare the struggle for power, to recover the transitional program and to deploy revolutionary action in the face of a world crisis that is still unfolding.

Continuing the revolutionary development

We revolutionaries are facing unprecedented historical processes, a process of decomposition of imperialism and a process of assimilation of the former workers’ states. But we have theoretical and political tools left over from Marxism. Marx and Engels' theory, the theory of the permanent revolution, the theory of imperialism, the theory of the revolutionary party, the program of the internationals in their revolutionary phase, the transitional program and so many programmatic lessons of living processes of class struggle.

The TRFI tries to develop its theory and practice with the firm conviction that we must intervene as a new generation of revolutionaries who break with the ideas of the post-war Trotskyist centrists in the need to regenerate the workers movement and forge a revolutionary vanguard that fights for the reconstruction of the Fourth International, since we believe that this is the only way to recover the Marxist strategy.

Reorganizing the forces of Trotskyism

Faced with this scenario of world crisis, pandemic and political crisis in the main imperialist powers, we call for the reorganization of the forces of Trotskyism that still stand for the dictatorship of the proletariat. The Latin American and US Conference, called by the FIT-U (Argentina) showed a great limit, since in its resolutions there is neither the perspective of the dictatorship of the proletariat nor the fight for the reconstruction of the IVth. The acceleration of the crisis imposes the call for an International Conference, but it is imperative that it takes up again the historical tasks and tries to tackle the crisis of revolutionary leadership in the heat of this convulsive world situation.

O sistema capitalista continua agonizando. Os índices econômicos apontam para a recessão mundial, puxada por quedas históricas nos PIBs das principais economias imperialistas. As tendências abertas pela crise econômica de 2008 seguem desenvolvendo-se, ampliadas e aprofundadas pela pandemia do covid-19. A ruptura do equilíbrio capitalista e a dificuldade, e sua expansão no tempo, para restaurar esse equilíbrio, dentro de um processo maior de declínio das forças produtivas, tem exigido do imperialismo uma maior intervenção nas relações sociais de produção.

As medidas de reabertura econômica não conseguiram promover um fôlego rumo a uma recuperação das economias em meio a ameaça de novas ondas de contaminação e novas medidas de isolamento. As economias imperialistas seguem injetando crédito na forma de subsídios a governos e empresas a partir de emissões de títulos da dívida, cujo descolamento da produção torna-se cada vez maior, comprometendo gerações inteiras com políticas de austeridade fiscal e maior exploração do trabalho via reformas de flexibilização trabalhistas, cortes salariais e demissões em massa.

As crises políticas acirradas pelos efeitos da pandemia e as medidas de intervenção estatal para salvar o capital tem despertado movimentos de massa em todo o mundo. Nos EUA, os protestos radicalizados iniciados pelo assassinato de George Floyd, apesar de terem escasseado, não se encerraram, incluindo novas pautas à luta antirracista e contra a violência policial. Os protestos também ampliaram a crise política no governo Trump, abrindo um debate sobre a competência de poderes republicanos em meio a disputa presidencial atravessada pela pandemia em seu epicentro.

Os protestos em Hong Kong seguem, apesar da política repressiva da China, que também atua de forma mais agressiva nos conflitos com a Índia e na guerra comercial com os EUA por insumos e tecnologia. Na Rússia, protestos massivos no extremo oriente também abalam o governo de Putin. Na Sérvia, os protestos contra a condução do governo no controle da pandemia também geraram ações mais radicalizadas. Depois da Etiópia, protestos em Mali preocupam os demais países da região, que temem situações explosivas de massas. No Chile, a população volta a ocupar as ruas contra o sistema privado de aposentadorias e na Bolívia, os protestos também tomas as ruas contra o governo e o adiamento das eleições.  

Outros processos de luta como as paralisações e manifestações internacionais dos trabalhadores de apps, dos trabalhadores da saúde, a greve dos trabalhadores da Renault contra as demissões são exemplos de uma tendência mais geral de acirramento da luta de classes, dada as proporções dos ataques, bem como dos efeitos da pandemia na classe trabalhadora. Demonstram também a necessidade de uma luta independente, com métodos próprios de nossa classe.

Se é certo que se agoniza o sistema capitalista, em seu processo histórico de decomposição, é ainda mais certo que não cairá de maduro. A restauração do equilíbrio capitalista pressupõe um avanço sobre a classe trabalhadora, ou seja, um aumento brutal da exploração do trabalho. São estas medidas que o imperialismo e os governos capachos semi coloniais desenham. Dessa forma, só a intervenção coletiva e consciente dos trabalhadores nesse processo pode decretar o fim desse sistema podre.

A atual conjuntura escancara a crise de direção revolucionária. As direções burocratizadas, movimentistas e adaptadas à democracia burguesa precisam ser superadas por uma direção revolucionária que levante o programa transicional preparando as etapas da ditadura do proletariado.

No Brasil, a crise atinge proporções de catástrofe

No Brasil, epicentro da pandemia na América Latina, a política negacionista de Bolsonaro somada ao sucateamento do sistema de saúde pelos governos anteriores são responsáveis por quase 100 mil mortes desde o início da pandemia (em números oficiais). O que no início da pandemia se configurava como uma disputa pela condução da crise entre governo federal e governos estaduais, hoje as medidas de abertura econômica são consensuais. A caracterização de que estamos no “platô” da pandemia (que já dura meses com mais de mil mortes diárias) é defendida por governos e suas secretarias de saúde para justificar a abertura das atividades econômicas. Os efeitos da pandemia tem se concentrado nas periferias das grandes capitais, matando a população trabalhadora, negra e periférica em maiores proporções. Enquanto isso, os 42 bilionários brasileiros tiveram um “acréscimo de patrimônio” de U$34 bilhões durante a pandemia.

De acordo com a CEPAL, a economia brasileira deve contrair 8%, arrastando junto com o México e o Peru, a América Latina para a maior recessão da história. O desemprego pode bater 15,3% até o final do ano e a média salarial já 6,5% menor em relação ao ano passado. O número de desempregados aumentou 26% apenas de maio a junho, totalizando 14,8 milhões de pessoas. Apenas 48% da mão de obra está ocupada. O aprofundamento do desemprego e da subocupação é acompanhada pelo avanço de políticas de destruição de direitos e flexibilização do trabalho. A pandemia tem servido para que a burguesia de conjunto, através de seus representantes no governo Bolsonaro, consiga “passar a boiada”, não apenas nos interesses do agronegócio como defende o Ministro do Meio Ambiente, mas principalmente na destuição de direitos que permitem uma maior exploração do trabalho.

Neste momento, Paulo Guedes busca a aprovação da reforma tributária, cujo projeto prevê a fusão do PIS e do Cofins num novo imposto denominado “Contribuição sobre Bens e Serviços”. A medida aumenta a carga tributária para o setor de serviços e diminui para a indústria. Além disso, pretende criar um novo imposto sobre pagamentos eletrônicos (uma espécie de nova CPMF), desonerações em folhas de pagamentos e a reformulação do imposto de renda. Ou seja, uma reforma que alivia setores empresariais e repassa o custo para os trabalhadores.

A criação de uma nova CPMF encontrou resistência no Congresso que possui um projeto de reforma na Câmara e outra no Senado. A queda de braços entre governo e congresso pela aprovação de reformas encontra seu limite na convergência sobre manutenção da governabilidade (Rodrigo Maia tem segurado todos os pedidos de impeachmente protocolados contra o Bolsonaro ) e nos ataques aos ataques aos trabalhadores e seus direitos. Maia quer priorizar a aprovação, ainda neste ano, da reforma administrativa que ataca o funcionalismo público.

O alinhamento buscado pelo governo Bolsonaro com o centrão no Congresso não se demonstrou tão consolidado. O governo teve uma derrota com a aprovação do FUNDEB permanente sem nenhuma proposta apresentada pelo governo aprovada. O recuo nas últimas semanas de Bolsonaro demonstra a fragilidade de sua base de apoio. A queda de braços com o STF, apesar de mais recuada também, permanece. O STF determinou o bloqueio de contas em redes sociais de apoiadores de Bolsonaro como parte do inquérito sobre as fake news. A acusação, também proveniente do STF, de que o exército brasileiro se associou a um “genocídio” – em referência a atuação do Ministério da Saúde, nas mãos do General Pazuello de forma interina desde maio, no combate a pandemia – criou um mal estar nas Forças Armadas como uma das bases do governo Bolsonaro. É evidente que o governo busca realinhar sua base de apoio, agora com maior foco na agenda econômica de Guedes, como forma de compensar setores da burguesia pela crise econômica.

Dia Nacional de Lutas sem luta organizada

Apesar de toda a crise ser descarregada na classe trabalhadora, seja pelas mais de mil mortes diárias, aumento brutal do desemprego, flexibilização do trabalho entre outras perdas de direitos, as direções permanecem aplicando a desmobilização como se fosse uma forma de “salvar vidas”. Pegaram para si a política do estado burguês de isolamento social, ainda que os estados brasileiros já estejam defendendo a reabertura econômica possibilitada pela administração dos leitos de hospitais operando no limite, e a aplicaram ao conjunto da classe trabalhadora, colaborando com o governo e largando os trabalhadores a própria sorte. A política cínica de “defesa da vida” não considera que a maioria das categorias seguem trabalhando sem nenhuma condição de segurança sanitária garantida.

Em meio a mobilizações isoladas como a dos trabalhadores de apps, a greve dos trabalhadores da Renault contra as demissões massivas, os 2.700 demitidos da Latam, a luta contra a redução salarial dos metroviários de São Paulo, e a mobilização dos professores em todo o Brasil contra o retorno às aulas presenciais sem segurança sanitária, as centrais seguem sem um plano de lutas unificado e de enfrentamento às medidas do governo, contra as demissões e o aumento da exploração dos patrões. O fato é que a burocracia sindical tem cumprido um papel auxiliar dos governos, controlando os trabalhadores e apostando em saídas parlamentares, totalmente adaptadas às instituições da democracia burguesa. E, neste momento, voltam-se seus esforços e aparatos para as eleições municipais.

O segundo Dia Nacional de Lutas convocado pelas centrais carrega essa caracterização. Convocam, mas não mobilizam. Muito menos apresentam uma política independente para os trabalhadores que permita a unificação das lutas em curso e tantas outras necessárias para o período. Para esse dia 07 de agosto, levantam a bandeira do “Fora Bolsonaro” e organizam paralisações de 100 minutos nos locais de trabalho (em homenagem aos 100 mil mortos), além de cruzes brancas, carros de som, carreatas, panos pretos nas janelas e, claro, um “tuitaço”. Sem mobilizações, sem greve.

É urgente romper com o imobilismo das centrais! É preciso levantar a necessidade de construção da greve geral em cada sindicato e, para isso, precisamos combater o inimigo em nossas próprias fileiras. A burocracia sindical, aparatista e colaboracionista, precisa ser varrida das nossas organizações. É preciso, portanto, dar uma batalha pela abertura de nossos sindicatos, e internamente, enfrentar não só a burocracia traidora, mas também o centrismo adaptado com um programa operário para a saída da crise com as tarefas transicionais.

Nós trabalhadores, podemos e devemos organizar as tarefas para o enfrentamento da crise pandêmica e econômica com total independência e com os nossos próprios métodos. A batalha pela total independência dos sindicatos só pode ser realizada, de fato, por uma direção revolucionária. Se faz urgente a luta pelo Partido Revolucionário, seção da IV Internacional, que assuma as tarefas da transição socialista sob a ditadura do proletariado.

Los presos políticos mapuches comenzaron una huelga de hambre seca exigiendo su inmediata liberación o la prisión circunscrita al seno de sus comunidades.

El sábado 2 de agosto una turba de lúmpenes de civil y sectores que son base de apoyo tanto del gobierno nacional, como de los elementos más reaccionarios de la región de la Araucanía nucleado en el APRA (irónicamente el acrónimo de asociación por la “paz y la reconciliación” en la Araucanía), se organizaron para desmantelar las tomas de los municipios en las comunas de Victoria, Ercilla y Curacautín. Vitorearon consignas contra el pueblo mapuche así como festejaron la llegada de carabineros quienes, protegiéndolos, les indujo a la entrada en dichos inmuebles estatales provocando destrozos, incendios y golpizas contra los manifestantes que allí estaban en solidaridad con los presos políticos. Esta acción fue saludada hasta por empresarios como Luksic, además de las cámaras y gremios patronales de la región, pidiendo mayor intervención represiva del Estado e incluso presentando recursos de amparo para resguardar…la propiedad privada.

Desde entonces se han sucedido en distintas ciudades del país manifestaciones de apoyo a la libertad de los presos así como también al repudio de esos actos instigados directamente por la presencia del nuevo ministro del interior Víctor Pérez, un reconocido funcionario del pinochetismo. Dichas manifestaciones han sido contraatacadas por las fuerzas represivas arrestando a decenas de jóvenes, mujeres, trabajadores y pobladores así como procesando y haciendo montajes llenando las cárceles con más presos políticos. Esto sucede a pocos días de que el gobierno de Piñera les diera la libertad a dos genocidas de Punta Peuco quienes no sumaban ni siquiera 3 años en esta cárcel vip.

Esta represión sistemática de parte del Estado, e independiente del gobierno de turno, es la que se ha profundizado desde el pasado 18 de octubre donde cientos de miles irrumpieron en las calles para enfrentarse con las fuerzas represivas y las consecuencias de la crisis abierta por el régimen capitalista, profundizada por la crisis económica y la pandemia, derivando en el actual espiral de crisis social.

La represión sistemática del Estado es la del aparato burocrático militar al servicio de una clase social contra el conjunto de los explotados y oprimidos. La represión histórica y sistemática sobre el llamado pueblo mapuche, es tan real como la integración del mismo al desarrollo de las fuerzas productivas, que bajo las formas de la explotación capitalista de los recursos naturales, y la dominación imperialista del Estado semicolonial, han reconfigurado las relaciones de propiedad y la estratificación de las clases sociales, un subproducto del desarrollo desigual y combinado. Diversos gobiernos como el de la concertación han ensayado fórmulas para integrar a las comunidades mapuches al Estado mediante organismos como la CONADI donde el reparto de beneficios, prebendas e incluso tierras, propició esta diferenciación social al interior de las comunidades. El desarrollo de la producción forestal en la zona, la integración de los trabajadores mapuche a la organización de la producción les otorga hoy un rol preponderante en la lucha contra el Estado, la explotación capitalista y la pelea por la planificación del uso de la tierra. Es por ello que la pelea por el control obrero de la industria forestal se vuelve vital para dar una solución estructural a la explotación de los recursos, el impulso de la revolución agraria y la pelea por la destrucción del aparato burocrático militar.

Hay quienes pretenden levantar la necesidad de integrar a las comunidades mapuches al Estado burgués mediante el futuro proceso constituyente con la sola declaración del carácter plurinacional del actual Estado, obviando con ello que la esencia del Estado no es la de la opresión de razas y o nacionalidades, sino la de la dictadura del capital. Baste con presenciar la reciente experiencia del el gobierno de Evo Morales en Bolivia que pese a declarar al estado como “plurinacional”, la opresión y miseria de obreros y campesinos no sólo no cesó, sino que por el contrario se mantuvo y se profundizó, y actualmente se agudiza de la mano de un cambio en las formas del régimen. Es por ello que las organizaciones obreras tienen un rol fundamental a la hora de luchar por la autonomía de las comunidades mapuches en el proceso de lucha por la toma del poder de la clase obrera, por el derrocamiento de la burguesía y la expropiación de los expropiadores.

Es necesario levantar comisiones de autodefensa ligadas a los sindicatos para enfrentar la represión, es necesario redoblar los esfuerzos para pelear por la libertad y el desprocesamiento de todos los presos políticos.